miércoles, 18 de junio de 2025

Entre la pantalla y la verdad: lo que realmente aprendes en un posgrado virtual



Hay cosas que uno no aprende en un salón. Y no porque el conocimiento no sea importante o porque los profes no tengan lo suyo. No. Es porque hay un tipo de aprendizaje que se da cuando estás solo frente a una pantalla, sin nadie encima diciéndote qué hacer, y te toca decidir si estudias… o no. Si terminas el módulo… o te distraes. Si te retas… o si haces lo mínimo para pasar.

Yo he estado ahí. Lo digo como alguien que, aunque aún no ha hecho un posgrado (porque tengo 21 años y estoy en ese otro tipo de universidad llamada “vida real”), he visto a mi familia, a mis amigos, e incluso a mis lectores enfrentar esa experiencia. Y me ha tocado preguntarme muchas veces: ¿vale la pena estudiar virtualmente? ¿No se pierde lo humano? ¿No se vuelve todo como mecánico?

La respuesta no es un sí o un no. Es más como un “depende de vos”.

Hoy, en Colombia, más de 446.000 personas están estudiando programas virtuales. Y no, no es porque todos sean fans de Zoom o de los videos de 40 minutos que parecen eternos. Es porque muchos trabajan, tienen hijos, responsabilidades, o simplemente viven en lugares donde estudiar presencial es un lujo. Y si algo he aprendido de los testimonios que llegan a mi blog El Blog Juan Manuel Moreno Ocampo, es que la educación a distancia no es una moda: es una necesidad.

Pero ojo, que necesidad no significa resignación. Muchos están eligiendo lo virtual porque realmente les ofrece más. Porque ya no se trata solo de repetir lo que dice el profe o ir al aula por cumplir. Se trata de asumir el proceso como propio. Y eso —créeme— no todos están listos para hacerlo.

Yo, que crecí en una familia donde estudiar era una forma de resistir, de avanzar, de no quedarse en lo que el mundo te da por defecto, he entendido que la educación virtual bien llevada puede ser más transformadora que una presencial mal vivida. Lo digo con todo el respeto a las universidades, pero también con todo el amor a quienes estudian con el celular en una mano y el trabajo en la otra.

Sí, hay universidades que se pasan de teóricas y no adaptan sus clases al formato virtual. Sí, hay plataformas que parecen diseñadas para que odies estudiar. Pero también hay otras —las menos, pero existen— que lo hacen bien. Que enseñan no solo contenidos, sino habilidades como la autonomía, la gestión del tiempo, el pensamiento crítico. Y eso, en este mundo que nos exige reinventarnos cada año, es más valioso que mil diplomas colgados en la pared.

Lo que sí me preocupa es que, a veces, detrás del “todo virtual”, se esconda una desconexión emocional. ¿Dónde queda el debate? ¿Dónde el abrazo después del parcial? ¿Dónde el amigo que te acompaña en el almuerzo mientras hablas de lo difícil que estuvo la clase?

La educación no debería ser solo transmisión de información. También debería ser espacio para construir vínculos, para mirarnos a los ojos, para escuchar otras voces. Por eso creo que, aunque los posgrados virtuales están creciendo y son valiosos (como bien analiza el artículo de La República), necesitamos que esa educación se humanice. Que no sea solo una plataforma con módulos, sino una experiencia con alma.

En uno de los textos de Mensajes Sabatinos, leí algo que me marcó: “Estudiar también es una forma de amar la vida.” Y me quedé pensando que, quizás, la educación virtual también puede ser eso: una forma de amar lo que somos capaces de construir cuando nadie nos está mirando.

Porque al final, un posgrado —virtual o presencial— no se mide solo por el título. Se mide por lo que cambia en vos. Por las ideas que te nacen, por las creencias que se te rompen, por la versión de ti mismo que vas pariendo mientras avanzás.

Así que si estás pensando en estudiar un posgrado virtual, no lo hagas por moda. Ni por presión. Ni por “tener más hojas de vida”. Hacelo si sentís que hay algo en vos que quiere seguir creciendo. Y si lo hacés, hacelo con todo. Poné el corazón en cada clase. Abrí cámara, si podés. Participá. Preguntá. Discutí. Armá red. Pedí ayuda. Que no se te pase la oportunidad de aprender de verdad.

Y si ya estás estudiando y sentís que te estás apagando, que todo es mecánico, que perdés el sentido… frená. Respiralo. Y recordá por qué empezaste. Tal vez necesites cambiar de estrategia, de ritmo, de foco. Pero no renuncies a crecer.

Yo, mientras tanto, seguiré escribiendo. Escuchando. Y acompañando desde este lugar donde la palabra todavía tiene fuerza.

¿Quién dijo que no se puede aprender también desde un blog?

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— Juan Manuel Moreno Ocampo
“A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad.”

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