No crecí viéndolo en televisión, porque cuando Félix Rodríguez de la Fuente murió, ni siquiera mis padres habían nacido. Pero algo en su voz —que luego descubrí en documentales viejos de YouTube— me tocó. Esa manera en la que hablaba de los lobos, del águila imperial, del equilibrio de los ecosistemas, no era solo científica. Era profundamente humana. Espiritual. Como si entendiera que el mundo no es algo que dominamos, sino algo del que somos parte.
45 años después de su partida, su mensaje sigue retumbando en los silencios de una sociedad que ha confundido progreso con destrucción.
Yo nací en 2003, en pleno siglo XXI, y me tocó un mundo donde lo natural se convirtió en “contenido”. Donde la fauna se muestra con filtros y la selva es fondo de pantalla. Donde hablar del planeta a veces se ve como “romántico” o “naive”, cuando en realidad es lo más urgente que tenemos. Por eso me impacta tanto lo adelantado que fue Félix. Porque en los 70 ya hablaba de cosas que hoy seguimos ignorando.
A veces me pregunto qué pensaría al ver que el oso andino se sigue cazando en Colombia, o que el 80% de los jóvenes urbanos en Latinoamérica nunca ha acampado en la naturaleza. ¿Qué diría si supiera que más gente conoce el algoritmo de TikTok que el ciclo del agua?
Y ahí es donde su voz vuelve a tener sentido. Porque no hablaba solo para proteger animales: hablaba para recordarnos quiénes somos.
Yo crecí entre ciudades. Asfalto, pantallas, ruido. Pero también crecí escuchando historias de campo en mi familia. En Mensajes Sabatinos, mi abuelo escribe sobre el viento como si fuera un personaje. En Amigo de ese ser supremo, se habla del vínculo entre lo divino y lo natural. Y en mi propio blog, yo intento construir puentes entre todo eso: lo ancestral, lo actual, lo posible.
Porque aunque no tengamos un Félix Rodríguez en la TV actual, tenemos el legado. Y también tenemos una responsabilidad: no dejar que su mensaje se vuelva solo memoria. Que no sea una figura de museo, sino una semilla viva en nuestros actos cotidianos.
¿Sabías que Félix no era biólogo de profesión? Era médico. Y sin embargo, fue uno de los mayores educadores ambientales de habla hispana. Eso me inspira. Porque demuestra que para cuidar el planeta no necesitas un título específico. Solo necesitas conexión, compromiso, y la capacidad de mirar a un animal a los ojos sin sentirte superior.
Hoy, más que nunca, necesitamos eso.
Necesitamos jóvenes que se atrevan a mirar el mundo con asombro. Que sepan más de árboles que de influencers. Que conozcan el canto de los pájaros que viven en su barrio. Que entiendan que conservar no es solo plantar árboles un día al año, sino vivir de otra forma.
Y no se trata de ser perfecto. Yo también uso redes. También consumo. También tengo contradicciones. Pero Félix me recuerda que no se trata de radicalismos, sino de conciencia. De decisiones pequeñas. De coherencia progresiva.
Tal vez por eso hoy escribo esto. Porque siento que aunque no viví su época, algo de él vive en los que creemos que la vida —toda la vida— merece respeto.
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