miércoles, 11 de junio de 2025

No es solo un perro: el día que empecé a entender el abandono


Una vez escuché a alguien decir con indiferencia: “No pasa nada, es solo un perro”. Y aunque en ese momento no dije nada, por dentro algo se rompió. No por el comentario en sí, sino por todo lo que revela. Porque en esa frase hay una forma de mirar el mundo, de clasificar la vida, de justificar el abandono como si no doliera. Como si esos seres que caminan junto a nosotros no sintieran, no recordaran, no confiaran. Como si su amor fuera descartable.

Tenía apenas 14 años cuando vi por primera vez cómo abandonaban a un perro frente a una bodega en mi barrio. Era un pastor mestizo, viejito, con mirada triste y andar lento. Lo dejaron ahí, con un costal de concentrado medio vacío y una correa vieja. Lo vi caminar de un lado a otro durante horas, sin entender. Esperando. Esperando. Esperando.

Y no volvieron.

Eso me marcó.

No porque no supiera ya que en Colombia y en el mundo miles de animales eran abandonados cada año, sino porque ahí entendí que detrás de cada cifra hay una historia real. Una conexión rota. Una promesa incumplida. Un corazón traicionado.

En España, por ejemplo, según datos recientes, casi 287.000 perros y gatos fueron abandonados en 2023. La mayoría por causas tan evitables como “camadas no deseadas”, “problemas de comportamiento” o simplemente porque “ya no era divertido tenerlos” (Fundación Affinity). Y aunque ahora existen leyes de bienestar animal que castigan el abandono con multas fuertes, la realidad sigue igual: las cifras no bajan. La indiferencia pesa más que el miedo a la sanción.

Y yo me pregunto: ¿qué está fallando?

Tal vez la raíz no está en las normas, sino en cómo entendemos el vínculo con los animales. Nos han enseñado a verlos como propiedad, como algo útil o decorativo. “El perro que cuida la casa”, “el gato que acompaña a la abuela”, “el cachorro que le prometimos al niño”. Pero pocas veces hablamos de responsabilidad emocional, de convivencia, de respeto profundo por su vida. Y mucho menos, de duelo cuando se rompe esa relación.

En casa crecí rodeado de historias donde los animales eran parte del alma familiar. En Mensajes Sabatinos y en Bienvenido a mi blog, leí textos que hablaban del amor incondicional de un perro como metáfora de la fidelidad divina. En Amigo de ese ser supremo, encontré reflexiones sobre la creación como un todo vivo, donde el ser humano no está por encima, sino en conexión.

Esas ideas me ayudaron a no endurecerme.

Porque cuando ves tanto abandono, tanto maltrato, tanta indiferencia… puedes volverte cínico. Puedes pensar que no hay nada que hacer. Pero también puedes decidirte a no ser parte de eso. Puedes elegir cuidar, respetar, proteger. Puedes decir “no” al consumo impulsivo de mascotas, a la compra sin conciencia, al abandono disfrazado de “entregarlo a alguien más”.

Yo decidí hablar de esto. Desde mi rincón, desde mi blog, desde lo que he vivido.

Porque, como joven, me duele ver a otros jóvenes regalar mascotas como si fueran objetos. Me duele ver cómo TikTok llena de modas pasajeras donde la gente presume cachorros que luego terminan en la calle cuando crecen. Me duele ver que incluso con más acceso a la información, seguimos repitiendo patrones egoístas.

Pero también me llena de esperanza ver a tantos otros que están despertando. Que adoptan. Que esterilizan. Que rescatan. Que educan. Que entienden que un animal no es un adorno para tu vida, sino una vida que confía en ti.

Me emociona ver refugios autogestionados, campañas barriales, adolescentes que dan charlas en colegios sobre el respeto a los animales. Me inspira la fuerza de quienes han hecho de la defensa animal su causa de vida. Y sobre todo, me emociona cada historia de reencuentro, de sanación, de adopción real.

Porque sí: los animales también sanan. A mí me han enseñado a respirar más lento, a ser más paciente, a escuchar el silencio. Me han recordado que el amor se da sin filtros, sin condiciones, sin más pretensión que estar.

Y si estás leyendo esto y alguna vez has abandonado un animal… no te juzgo. Pero sí te invito a mirar de nuevo. A hacerte cargo. A aprender. Porque también es válido reconocer errores y cambiar. Así como muchos animales que han sido abandonados, también los humanos merecemos una segunda oportunidad.

Si alguna vez estás pensando en tener un animal en tu vida, pregúntate con honestidad: ¿Tengo el tiempo? ¿Tengo el espacio emocional? ¿Estoy dispuesto a cuidarlo cuando envejezca, cuando enferme, cuando ya no sea “tan divertido”?

Porque el abandono no siempre se da en una calle. A veces empieza desde el momento en que dejamos de verlos como seres que sienten.

¿Sentiste que esto te habló directo al corazón?

Escríbeme, cuéntame tu historia o compártelo con quien sabes que lo necesita.

Agendamiento: Whatsapp +57 310 450 7737

Facebook: Juan Manuel Moreno Ocampo

Twitter: Juan Manuel Moreno Ocampo

Comunidad de WhatsApp: Únete a nuestros grupos

Grupo de WhatsApp:    Unete a nuestro Grupo

Comunidad de Telegram: Únete a nuestro canal  

Grupo de Telegram: Unete a nuestro Grupo

👉 “¿Quieres más tips como este? Únete al grupo exclusivo de WhatsApp”.

✒️ Firma auténtica
— Juan Manuel Moreno Ocampo
“A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad.”

No hay comentarios.:

Publicar un comentario