A veces camino por la ciudad y me detengo un momento en una esquina cualquiera, solo para observar. No para tomar una foto ni para revisar el celular. Solo para sentir cómo respira el lugar. Y muchas veces, la respuesta es dura: la ciudad no respira. La ciudad tose. Se asfixia. Y en medio de ese caos que llamamos “desarrollo”, uno se pregunta: ¿cómo seguimos llamando progreso a algo que nos deja sin aire?
Hace poco vi el titular de un artículo que decía: “Así puede la Inteligencia Artificial contribuir a mejorar la calidad del aire urbano”. Y lo primero que pensé fue: por fin una noticia que no habla de IA para vender más, vigilar más o reemplazar humanos, sino para sanar.
Porque sí, la IA puede ser una herramienta de control, de consumo… o de conciencia. Todo depende de cómo la usemos.
Imagina sensores en tiempo real monitoreando partículas contaminantes. Imagina algoritmos que predicen picos de polución antes de que ocurran. Imagina rutas de tráfico rediseñadas automáticamente para reducir emisiones. Imagina árboles sembrados no al azar, sino estratégicamente, gracias a un mapa de calor creado por datos reales. Eso no es ciencia ficción. Es posibilidad.
Pero la tecnología no basta si no cambiamos la forma en que nos relacionamos con la ciudad.
Yo crecí viendo cómo la gente aprendía a ignorar el aire. A vivir con tos como si fuera normal. A cerrar las ventanas por el humo, no por el frío. A usar tapabocas antes de la pandemia solo por la contaminación. Nos acostumbramos. Y eso es lo más peligroso: acostumbrarnos a lo que nos daña.
Por eso me parece poderosa la unión entre la IA y el activismo ambiental. Porque no se trata solo de saber más, sino de actuar mejor. No de vigilar, sino de cuidar. Y ojalá cada avance tecnológico viniera acompañado de una pregunta ética: ¿esto nos hace más humanos o más máquinas?
En Amigo de ese ser supremo leí una vez que cuidar la creación es una forma de oración. Y en Mensajes Sabatinos, se habla del silencio como medicina. ¿Cómo puede haber silencio si el ruido del tráfico nos sigue gritando en la cara? ¿Cómo puede haber salud espiritual si nuestro cuerpo respira veneno?
Y ahí es donde la IA puede ser una aliada, no un enemigo. Si dejamos que nos ayude a ver lo que a simple vista ignoramos. Si la usamos no para explotar más recursos, sino para proteger los que nos quedan. Si la convertimos en una conciencia externa que complemente —no sustituya— la interna.
Como joven, me duele ver cómo se habla de tecnología solo en función del consumo. Pero también me alegra ver que cada vez hay más mentes y corazones trabajando en proyectos de impacto real. Jóvenes como yo que sueñan con ciudades verdes, con data al servicio de la vida, con sensores que detectan esperanza.
Porque la IA no debería ser un fin en sí misma. Debería ser una herramienta para recuperar lo que hemos perdido: equilibrio, respeto, aire limpio.
Escríbeme, cuéntame tu historia o compártelo con quien sabes que lo necesita.
Agendamiento: Whatsapp +57 310 450
7737
Facebook: Juan Manuel Moreno Ocampo
Twitter: Juan Manuel Moreno Ocampo
Comunidad de WhatsApp: Únete a nuestros
grupos
Grupo de WhatsApp: Unete a nuestro
Grupo
Comunidad de Telegram: Únete a nuestro canal
Grupo de Telegram: Unete a nuestro Grupo
👉 “¿Quieres más tips como
este? Únete al grupo exclusivo de WhatsApp”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario