Vivimos atrapados en un mundo que nos exige estar “conectados” todo el tiempo, pero que rara vez nos pide estar presentes. Y no sé tú, pero yo me he encontrado muchas veces abriendo el celular sin saber por qué, navegando entre pantallas sin propósito, y apagando el día con la sensación de que estuve en todos lados, menos en mí.
Dicen que el commoditie más valioso hoy no es el oro, ni el litio, ni el agua, sino la atención humana. No porque sea escasa, sino porque ya no sabemos cuidarla. La regalamos, la fragmentamos, la invertimos mal. Se la damos a lo que grita más fuerte, a lo que brilla más, a lo que vibra en la pantalla… aunque por dentro no nos diga nada.
El artículo que inspiró este blog hablaba justamente de eso: cómo la atención ha sido convertida en un producto, algo que las empresas compran, las plataformas monetizan y los algoritmos persiguen como si fuera el tesoro final. Y es verdad. Basta con ver cómo funcionan las redes sociales: están diseñadas no para informarte, sino para retenerte. No para educarte, sino para que no te vayas. Tu mirada, tu click, tu scroll… todo tiene precio.
Pero ¿y si empezamos a recuperar la atención como acto sagrado?
No lo digo desde el rechazo a la tecnología (yo mismo escribo, creo, leo y vivo en la red), sino desde la conciencia. Desde esa pausa que nos recuerda que lo más valioso no es todo lo que podemos consumir, sino todo lo que podemos percibir cuando enfocamos.
Yo aprendí el valor de la atención escuchando a mi abuelo leer en voz alta. A veces ni entendía todo lo que decía, pero me quedaba mirando cómo pronunciaba las palabras, cómo se le movía la ceja izquierda cuando una frase lo emocionaba. Aprendí que prestar atención no era solo mirar, sino estar. Estar de verdad. Con todos los sentidos.
Y también aprendí que cuando alguien te escucha de verdad, cuando te mira sin distracciones, cuando te responde desde el silencio antes que desde el juicio… eso vale más que cualquier trending topic.
En Bienvenido a mi blog, alguna vez escribí sobre cómo estamos perdiendo la capacidad de sostener la mirada. Y en Mensajes Sabatinos, hay muchas reflexiones que nos invitan a contemplar el tiempo, no solo a correr tras él. La atención no es solo foco: es presencia. Es respeto. Es vínculo.
Y claro, no estoy diciendo que todo deba ser lento o profundo. También está bien reír con memes, perderse un rato en un reel, distraerse. Pero lo peligroso es cuando toda nuestra vida queda reducida a estímulos sin sentido, a ruido que anestesia.
El problema no es tener muchas opciones. El problema es no saber elegir.
Y ahí es donde, como generación, tenemos que hacernos responsables. Porque si nuestra atención es el commoditie más cotizado del siglo, entonces aprender a administrarla es un acto de soberanía. Decidir a qué le das tu energía, a qué le das tu tiempo, es decidir en quién te estás convirtiendo.
¿A qué estás prestando atención hoy?
¿A lo que te alimenta o a lo que te consume?
¿A lo que te hace crecer o a lo que te entretiene pero te vacía?
Yo estoy aprendiendo a cuidar mi atención como quien cuida un fuego. Apagando notificaciones, poniendo el celular boca abajo cuando hablo con alguien, leyendo un libro sin saltarme capítulos. A veces fallo. Pero otras veces lo logro. Y en esos momentos, la vida se siente más real.
Porque escuchar a alguien sin mirar la pantalla. Sentarse a escribir sin multitareas. Ver un atardecer sin compartirlo. Eso, hoy, es casi revolucionario.
Y tú… ¿hace cuánto no haces algo sin distracciones?
Escríbeme, cuéntame tu historia o compártelo con quien sabes que lo necesita.
Agendamiento: Whatsapp +57 310 450
7737
Facebook: Juan Manuel Moreno Ocampo
Twitter: Juan Manuel Moreno Ocampo
Comunidad de WhatsApp: Únete a nuestros
grupos
Grupo de WhatsApp: Unete a nuestro
Grupo
Comunidad de Telegram: Únete a nuestro canal
Grupo de Telegram: Unete a nuestro Grupo
👉 “¿Quieres más tips como
este? Únete al grupo exclusivo de WhatsApp”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario