No me da pena decirlo: lloré como nunca. No solo el día en que murió, sino muchas veces después, cuando por costumbre seguía mirando al rincón donde solía estar echado, cuando sonaba la puerta y por un segundo pensaba que él iba a salir corriendo a recibirnos.
La muerte de un animal no se siente como una simple pérdida. Se siente como si una parte del alma se hubiera ido en silencio, sin pedir permiso, dejando el cuerpo vacío pero el corazón más lleno de amor que nunca.
Y es que uno no se despide solo de un perro o un gato. Uno se despide de una rutina, de una compañía silenciosa, de una energía constante que no pedía nada pero daba todo. Se va el abrazo que no juzga, los ojos que nunca mienten, el consuelo de los días duros. Se va un vínculo que no entiende de especies, pero sí de almas.
Yo crecí con animales. Desde pequeño, mis padres me enseñaron que un peludo en casa no es una “mascota”, es un miembro más de la familia. Y lo es. En serio. ¿Quién más te sigue cuando estás triste? ¿Quién más nota que llegaste sin decir una palabra y ya se te sienta al lado? ¿Quién más se emociona solo con verte, aunque hayan pasado solo diez minutos desde la última vez?
Yo entendí muchas cosas después de ese duelo. Entendí, por ejemplo, que la tristeza también es amor que se quedó sin cuerpo donde posarse. Que no hay una forma “correcta” de despedirse. Y que no se trata de dejar de llorar rápido, sino de permitirte sentir lo que necesites, por el tiempo que necesites.
También me ayudó mucho escribir. Guardé sus fotos. Le hice una carta. Hablé con él en voz alta cuando más lo necesitaba. Y aunque suene loco, sé que me escuchó. Porque el amor, ese que es verdadero, no necesita cuerpo para seguir existiendo.
Hay algo que me marcó mucho. Fue una reflexión que leí en uno de los blogs de mi papá: “A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad.” (bienvenido a mi blog). Y es eso. Hay cosas que duelen porque eran reales. No necesitan explicación. Solo aceptación, presencia y amor.
Si tú que estás leyendo esto has perdido a tu peludo recientemente, quiero decirte algo desde lo más sincero de mi corazón: no estás solo. Lo que sientes es válido. No tienes que justificar tu tristeza. No tienes que explicársela a nadie. Cada lágrima es un homenaje. Cada suspiro es una forma de seguir diciendo: “te amo, y gracias”.
Agendamiento: Whatsapp +57 310 450
7737
Facebook: Juan Manuel Moreno Ocampo
Twitter: Juan Manuel Moreno Ocampo
Comunidad de WhatsApp: Únete a nuestros
grupos
Grupo de WhatsApp: Unete a nuestro
Grupo
Comunidad de Telegram: Únete a nuestro canal
Grupo de Telegram: Unete a nuestro Grupo
👉 “¿Quieres más tips como
este? Únete al grupo exclusivo de WhatsApp”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario