La escritora bogotana, de 83 años, es una de las autoras más destacadas de la literatura colombiana.
La voz de Helena Iriarte suena cálida y juguetona al otro lado del teléfono. Contesta desde su refugio en el campo, alejada como está del bullicio de la gran ciudad, de los coletazos de este 2020 tan extraño; del virus omnipresente y de las noticias que no auguran esperanza. “Estamos viviendo un momento terrible, pero no solo por la pandemia, sino por lo que la antecede”, dice.
A sus 83 años, Iriarte figura en la larga lista de escritoras colombianas que no han recibido el reconocimiento que merecen. En su caso eligió vivir más bien al margen, volcada en la enseñanza de la literatura (fue profesora durante 34 años, primero en los Andes y luego en la Javeriana) y escribiendo por la devoción que las palabras despertaban en ella. Sin necesidad alguna de fama o validación. Por puro y genuino amor al arte. Por eso recibió con sorpresa y alegría la noticia de que un grupo de críticos literarios, decanos y directores de programas de literatura incluyó recientemente una de sus novelas, '¿Recuerdas, Juana?' en la lista de hitos de la literatura colombiana de los últimos 38 años.
'¿Recuerdas, Juana?' es una novela corta –todas sus novelas lo son– publicada en 1989 y atravesada por la melancolía, el dolor de la ausencia, la infancia rota y la pérdida de la cordura. La obra de Iriarte, dice su actual editora, María Osorio, de Babel Libros, está marcada por la memoria. De hecho, dice Osorio, Helena Iriarte escribió varias novelas que son una sola desde distintos puntos de vista. “Un perfecto círculo. Un conjunto de voces que desentrañan el pasado a través de la memoria. Eso genera un coro donde una novela le responde a la otra. Es una oda a la memoria, un afán de reconstruir la vida a través del recuerdo, de salir de la locura, de negar el olvido, de escapar de la muerte. Se trata de una narrativa personal y honda, que nunca será para multitudes.
Todo es intimista, más bien cercano a la poesía”, dice María Luisa Ortega, exprofesora de literatura de la Universidad de los Andes, amiga de Helena desde hace más de 50 años y experta en su narrativa.
Iriarte será este martes la invitada del Festival de literatura infantil y juvenil Épico (creado por la Fundación Círculo Abierto, de Barranquilla), que llegó a su cuarta edición y que se convirtió en un evento virtual por el que han pasado escritores como Roger Mello, Ricardo Silva y Carolina Sanín. La presencia de Iriarte cierra el ciclo de charlas y clubes de lectura, a las 4 p.m., por al Facebook Live del festival (@fesivalepico).
Críticos literarios, decanos y directores de programas de literatura escogieron su novela '¿Recuerdas, Juana?' en la lista de hitos de la literatura colombiana de los últimos 38 años
¿Cómo recibió la noticia de que ‘¿Recuerdas, Juana?’ fue incluida en una selección de las mejores obras de los últimos 38 años en Colombia?
No lo esperaba, pero estoy muy contenta. La verdad es que creo que es una bella novela.
¿De dónde nació ‘¿Recuerdas, Juana?’?
Lo que me hizo comenzar a escribir la novela fue la muerte de mi papá. Yo tenía 35 años y fue un golpe muy duro porque tenía una relación linda con él. Fue un poco extraño, porque uno nunca sabe exactamente cómo nace una novela. De pronto apareció la imagen de mi papá, aunque no todo tiene que ver con él. Sí hay pequeñas cosas personales: el caballito de madera, el carrusel en el parque, la tormenta –creo que el primer recuerdo de mi vida es esa tormenta–. Lo que pasa es que el hilo que une a todas mis novelas es la memoria.
De hecho, su editora, María Osorio, dice que todas sus novelas son un solo libro atravesado por la memoria...
En todo lo que hago está la memoria. Hay algo que hace que a uno lo reconozcan y lo identifiquen como autor. En mi caso es la memoria.
La memoria como pérdida, como reconstrucción, como distorsión… ¿Cómo la concibe usted?
Te hablo de lo que me está pasando ahora. Tengo 83 años y recuerdo poemas enteros y el comienzo de muchas novelas porque amo profundamente la literatura. Yo siempre les digo a mis hijas que se me puede olvidar el nombre de la señora que nos ayuda en la casa, pero mientras no se me olviden los nombres de los héroes de Homero no está pasando nada. Es broma, pero en el fondo es cierto. Mi memoria está totalmente dirigida a la literatura.
Algunos críticos ven en su condición de mujer –y por la época que le tocó vivir– un impedimento para que su obra fuera suficientemente reconocida. ¿Lo cree así?
No, mi niña, yo no creo en eso. Tal vez fue que mis obras no tenían las características de los best sellers. No eran novelas de impacto. Tampoco había sexo. Y una novela que no tiene esos componentes no podía ser un éxito. Ni a mí me interesó nunca que lo fueran. Lo que me interesa es que las novelas las vivan, las amen y las valoren personas que tienen el alma dispuesta.
Usted publicó casi a los 50 años. ¿Por qué?
Tenía 52 años. Juana la empecé a escribir bastante antes, pero no sé, hija, no puedo responder eso. Esas cosas vienen, pasan en un momento determinado, pero no se sabe ni por qué, ni cuándo.
Lo que estamos viviendo es una pérdida de fe, de valores; la gente ha reemplazado el pensamiento por lo inmediato. Hay una pérdida de profundidad, de reflexión.
Quienes la conocen hablan de usted como una mujer sabia. ¿Lo es?
No, no, no. Yo he dedicado mi vida a la literatura, pero repitiendo lo que decía Sócrates, ‘solo sé que nada sé’. Sé muy poquito.
Tiene una gran afición por los clásicos, la Biblia y Borges, por ejemplo…
Borges es el amor de mi vida. Bueno, tengo varios amores, pero Borges es el más amado.
¿Y los otros?
Don Antonio Machado, San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, los poetas españoles de la generación del 27…
¿Cómo comenzó su amor por la literatura?
Comencé leyendo libros de hadas. Mi papá me los llevaba y mi mamá me los contaba todas las noches. Cuando ya empecé a leer sola, a buscar lo que más me gustaba, me incliné por la poesía. Y la poesía sigue siendo tal vez lo más cercano a mí.
¿A qué idea la remite San Juan de la Cruz y su ‘Noche oscura del alma’?
San Juan de la Cruz me lleva a la Biblia, al Cantar de los Cantares, que es de las cosas más bellas que hay. También amo mucho el libro de Job.
¿Por qué Job?
Job es un personaje bastante mal entendido. Siempre se ha creído que Job es el eternamente paciente, la víctima. Y realmente es un hombre que se rebela contra toda la situación que está viviendo. El crítico René Girard dice que Job es el chivo expiatorio. En realidad, creo que es un libro muy bello. Mal entendido y poco leído porque la gente no lee. Opina, pero no lee.
Una mujer con sus años y su trayectoria ¿cómo interpreta el mundo que la rodea, este siglo XXI tan convulso?
Es un momento terrible, no solamente por la pandemia, sino por lo que la antecede. Lo que estamos viviendo es una pérdida de fe, de valores; la gente ha reemplazado el pensamiento por lo inmediato; mira a los chicos, creen que la sabiduría está en el celular, creen que ahí está contenido el mundo. Hay una pérdida de profundidad, de reflexión. No quiero generalizar, pero hay algo superficial y tonto. Y se está expandiendo.
¿Y eso a dónde nos conduce?
No lo sé. No sé a dónde nos lleva esa tontería. A una cosa sin sentido. A no creer en nada, a no vivir plenamente. No se puede tener profundidad cuando tienes un aparato ahí que te está dando noticias mezcladas con todo. Es de locos.
Está próxima a salir otra novela suya que se llama ‘Y fue entonces’…
Sí. Se trata de una mujer mayor que por alguna razón entra a un cuarto de su vieja casa, la casa inolvidable de la abuela donde había muchos cuartos. Y esa casa se convierte en un teatro donde ella empieza a observar lo que ocurre en el escenario. Es lo último que escribí y no voy a escribir más.
¿Por qué no?
No más.