sábado, 18 de febrero de 2017

Cómo afectan a la vida adulta los hábitos de la niñez?

Investigadores de EE. UU. estudiarán a más de 10.000 niños y jóvenes hasta que sean adultos.

La idea es descubrir cómo las experiencias de la infancia influyen en el desarrollo de los cerebros de los jóvenes.

La idea es descubrir cómo las experiencias de la infancia influyen en el desarrollo de los cerebros de los jóvenes.
Más de 10.000 niños de 9 y 10 años serán objeto, durante una década, del mayor estudio científico a largo plazo sobre el cerebro adolescente que se ha realizado en Estados Unidos.
Patrocinado por los Institutos Nacionales de la Salud (NIH), que han financiado a especialistas en los campos de la neurociencia y el desarrollo adolescente, 19 centros de investigación en todo el país harán un “registro del desarrollo biológico y conductual de los participantes”.

“Vamos a ver a los jóvenes como niños y terminaremos viéndolos como adultos jóvenes”, señaló Raúl González, profesor asociado de Psicología, Psiquiatría e Inmunología de Florida International University, uno de los centros participantes en el estudio ‘Adolescent Brain Cognitive Development (ABCD)’.
Responsable del reclutamiento de los menores residentes en el sur de Florida, González resaltó que en la adolescencia empiezan problemas que se mantienen luego en la vida adulta y, por ello, la investigación busca “entender qué contribuye a un desarrollo saludable o no del cerebro”.
“Usando tecnología de vanguardia, vamos a determinar cómo las experiencias de la infancia, como deportes, videojuegos, redes sociales, patrones de sueño no saludables y tabaquismo, interactúan entre sí y con la biología cambiante de un niño”, explicó.

La idea es descubrir cómo todo ello influye en el desarrollo de los cerebros de los jóvenes y, en última instancia, en aspectos sociales, académicos, de comportamiento y de salud.

viernes, 17 de febrero de 2017

Contra la discriminación de género en el aula

Informar a los niños sobre los alcances del matoneo es la manera de erradicarlo, tanto de la escuela como de la sociedad.



Los prejuicios en muchas ocasiones son propiciados por la ignorancia y la desinformación. Los maestros deben promover ambientes seguros donde los estudiantes aprendan el significado y las consecuencias de discriminar a alguien.

Una forma de discriminación que a veces se presenta sutilmente es la de género. Es responsabilidad del profesor garantizar la igualdad en el aula y crear estrategias para identificar y eliminar la intolerancia para que su salón de clases sea un sitio en donde se promueva la inclusión y la igualdad.
Los libros de texto, en muchas ocasiones, predefinen los roles de hombres y mujeres y muchos maestros, conscientes o no de ello, ponen diferentes expectativas en los niños y las niñas y promueven los estereotipos.

Según David Coodin, educador experto en temas de convivencia, estas prácticas se deben eliminar y para ello propone esta serie de estrategias:

Promover la integración
Los trabajos en grupo deben incluir toda la variedad posible y el profesor debe asegurarse de no hacer divisiones basadas ni en el género, ni ningún otro aspecto.

Los niños más jóvenes tienden a organizarse en grupos separados de niños y niñas. El docente debe hablarles a sus estudiantes de las ventajas de crear grupos mixtos.

Evitar asignar trabajos según el género
Al asignar responsabilidades a sus estudiantes en el salón de clases, los profesores no deben darles las tareas de organización exclusivamente a las niñas y las de cargar cosas exclusivamente para los niños. Lo que debe hacer es repartir aleatoriamente las funciones y permitirles ayudarse mutuamente cuando así lo requieran.

Crear expectativas iguales
No debe existir un estándar diferente para hombres y mujeres. El maestro debe promover la integración de género en los deportes y la participación equitativa de unos y otros en las disciplinas de su elección.

Las expectativas deben ser discutidas por la clase y los alumnos deben determinar de qué se sienten capaces y basar sus decisiones en sus fortalezas y aptitudes, no es su género.

jueves, 16 de febrero de 2017

Mindfulness, una ayuda contra el estrés infantil

Esta práctica sirve para combatir el 'bullying' y encontrar apoyo en casos de déficit de atención.

Este aprendizaje les da paz y genera empatía que ayuda en contextos de 'bullying'.
Este aprendizaje les da paz y genera empatía que ayuda en contextos de 'bullying'.
Pablo, de 9 años, se acuesta sobre el piso flotante de un centro de yoga, cierra los ojos e imagina que es una nutria en un río. Por algunos minutos, no hace otra cosa que visualizar agua que sube y baja junto a su cuerpo, las olas sincronizadas al ritmo de su respiración.
“No sé por qué estoy aquí, pero me gusta”, confiesa.


A su lado, María Jesús, de 10 años, afirma con cierta inocencia, como repitiendo un guión: “Mis papás dicen que necesito concentrarme más y que aquí voy a aprender porque enseñan una cosa que se llama ‘atención plena’ ”.

Bárbara Porter, sicóloga clínica, impulsora de la atención plena en Chile y coautora del libro La vida es ahora, beneficios de mindfulness en el día a día, describe así las reacciones de quienes participaron en sus primeros talleres para niños.
En ellos, cuenta, ocho niños de entre 7 y 11 años, escuchan el sonido de una campana hasta que se extinga, inhalan y exhalan mientras arman un montoncito de piedras o comen frutillas lentamente, tomando conciencia de sus olores y texturas. La idea es que, a través de estos ejercicios, aprendan los fundamentos de esta práctica, que tomó elementos de la meditación oriental para ayudar a las personas a conectarse con el presente, en vez de pasarse el día comiendo sin saborear, caminando sin mirar, hablando sin conversar.
Se espera que, hacia el final del taller, los niños tengan herramientas para superar el estrés emocional que genera la vida infantil de hoy, donde hay una excesiva competitividad, sobreestimulación tecnológica, trastornos de atención, agresividad física o sicológica y exigencias académicas.
La utilización de estas técnicas con niños es un fenómeno reciente. En Europa y Estados Unidos no lleva más de una década y en Latinoamérica casi no existe. Por eso, antes de comenzar a hacer estos talleres, Bárbara tomó clases con la doctora Amy Saltzman, fundadora del American Board of Holistic Medicine (Junta Americana de Medicina Holística), quien enseña cómo aplicar en los niños los conceptos de mindfulness.
“La aplicación de mindfulness en niños ha demorado en expandirse porque los terapeutas que deseen abordar este método de manera íntegra deben dedicar tiempo a su práctica personal. A los niños se les debe enseñar involucrando sus corazones, mentes y cuerpos, en un lenguaje adecuado para su edad”, explica desde EE. UU.
Para Amy, la clave está en la búsqueda de ese “minuto de silencio”, que, contra lo que se podría pensar, rápidamente conquista a los pequeños. Amy acuñó un nombre para ello, muy difundido entre los terapeutas de mindfulness: still quiet place (lugar quieto y silencioso).
“Esto lo hacemos a través del cuerpo, tomando conciencia de él, porque te lleva al presente; es donde el cuerpo está. La mente no. Hacia el futuro, ella se angustia; hacia el pasado, se culpa. Atento al presente, en cambio, enriqueces tu experiencia y sabes aceptar tus emociones en vez de taparlas”, sostiene.
Según la sicóloga, los niños aprenden a no enjuiciar lo que les pasa. Descubren que lo que sienten no está mal, que los demás también sienten cosas parecidas; que lo que surge desde nuestro interior no se puede controlar ni negar y que los pensamientos no deben confundirse con la realidad.
Este aprendizaje les da mayor paz y desarrollan una empatía que ayuda en contextos de bullying, tanto para el agresor como para el atacado. Por eso, Bárbara sugiere que el mindfulness podría ser un buen complemento en los programas contra el bullying de los colegios.
“Los niños aprenden a ver sus emociones sin negarlas ni dejarse llevar por ellas. Esto reduce las resistencias, lo que se manifiesta en una mayor apertura hacia los demás. Así se hace más difícil agredir y descalificar al otro, y también se hace más fácil pedir ayuda a tiempo, atreverse a decir lo que antes se callaba”, explica.
Desde Holanda, Eline Snel, fundadora de la Academia para la Enseñanza de la Atención Plena y conocida por su libro Tranquilos y atentos como una rana, sugiere que la práctica de mindfulness puede ayudar en casos de déficit de atención o problemas de conducta.
Así lo ha observado en el programa que desarrolla para niños desde el 2009. “Para el ámbito escolar es importante, porque los profesores les dicen a los niños ‘¡concéntrense!’, pero no les enseñan cómo”, opina.
En su libro, la sicóloga recoge la crítica que muchos padres hacen en cuanto a que los métodos que se usan para tratar los problemas de déficit de atención se basan en medicamentos, premios y castigos, pero esto no ayuda a que el niño desarrolle estrategias de autocontrol. En esto, asegura, el mindfulness se abre como un camino, que ofrece “una vía amable y transformadora”.
“El mindfulness no tiene como propósito generar cambios –concluye Eline–. El cambio en la conducta se producirá como efecto de tener mayor conciencia de los sentimientos y pensamientos. El mindfulness no es solo meditación; es un método que hace que las personas estén más cerca de lo que ellas son. Esta práctica puede hacer del mundo un mejor lugar, con más compasión, confianza y valentía para cambiar lo que haya que cambiar. Hacerlo con los niños es un buen comienzo.”

miércoles, 15 de febrero de 2017

Mi hijo no me come": el karma de los padres

La alimentación es la primera forma de socializar al niño y de enseñarle a adquirir responsabilidades. Si se le obliga a comer o se le entretiene para alimentarlo, no aprende a disfrutar la comida.

Constituye un causa frecuente de consulta pediátrica. No acuda a manipulaciones ni los obligue a comer a la fuerza. Hambre.

Susana, de 4 años, se tapa la boca, llora y se esconde para comer. La hora del almuerzo es una batalla campal. Su mamá en ocasiones la obliga o la regaña para que coma, pero las súplicas son infructuosas.
El comportamiento de ella es similar al de cientos de niños, quienes entre los 2 y 4 años son inapetentes. Los padres sufren porque consideran que de esa alimentación dependerá un sano desarrollo, a pesar de que desconocen que es una etapa normal en la vida de los pequeños.
Luis Carlos Ochoa, pediatra y experto en crianza, indica en tono jocoso que los pediatras comen porque los niños no comen. Con esta aseveración quiere dar a entender que es un tema frecuente con el que se enfrentan los especialistas en sus prácticas diarias. Alrededor del 30% de las consultas son dedicadas a este tema.
Explica que desde el segundo año de la vida es muy común encontrar una disminución del apetito, que se debe a un menor aumento en el peso y en la talla. Mientras el niño durante el primer año aumenta en promedio 7 kilos y 25 centímetros de talla, en el segundo año sólo aumentará 2 kilos y 10 centímetros de talla.
"En esta etapa como se desacelera su crecimiento y adquiere nuevas habilidades, se interesa más por el juego y por el mundo a su alrededor que por la comida. La mamá piensa que debe comer igual que en el primer año y esa disputa en porciones hace que ellos rechacen el alimento", sostiene.
El especialista advierte que hay otros dos tipos de inapetencia infantil. La primera es la orgánica y suele ir acompañada de algún tipo de enfermedad, como problemas infecciosos en los riñones, en los pulmones o gastrointestinales. La segunda es producto de malos hábitos alimentarios.
Por ejemplo, los menores consumen dulces y comidas de paquete en exceso. También influyen la omisión de comidas, la laxitud de los fines de semana respecto a los horarios, la poca variedad en el menú, el consumo de líquidos antes de una comida principal y una madre que no cambia la consistencia de los alimentos -le licua aún las preparaciones al niño de 1 año-, creando problemas de deglución.
"No hay adulto que no desayune, almuerza y coma sin Peppa Pig. Para los niños resulta tan maluco comer que los papás los premian con regalos, con el celular o la tableta, cuando eso debería ser un momento agradable de disfrute para todos. A los niños se les debe servir a la mesa con toda la familia, sin televisión y sin distractores", aclara.
¿Cuánto debe comer?
La cantidad de comida que un niño debe ingerir depende del ritmo del crecimiento y desarrollo propio. El experto manifiesta que no todos son iguales y en algunos casos hay menores que por el contrario se quieren devorar todo.
"Es importante que en la lista de mercado se incluyan alimentos nutritivos de todos los grupos, para ofrecerle a su hijo un menú balanceado. Se aconseja preferir siempre lo natural que lo enriquecido o saborizado".
No obstante, en la lucha de que los niños se alimenten bien, los padres emplean una serie de métodos o recursos con la intención de que el pequeño coma mejor.
Por lo general, según Ochoa, la madre no es la única que emplea estos métodos, El padre es su mejor aliado y tiende a ser más severo y a usar más el castigo físico. Diferente a lo que sucede con los abuelos, quienes premian a los niños por comer y caen en la manipulación.
¿Se identifica?
1. La persuasión: los papás ruegan para que los pequeños coman. Le piden que coma un poco más por “Papá Noel”, por la “tía fulanita”, o por “supermán” , pero no muestra ningún interés, ni entiende lo que los adultos quieren.
2. La distracción: en este caso la madre prende la radio o la televisión o se pone a cantarle. Otros le ponen un espejo para que observe cómo come.
4. Soborno: le dan dulces, helados, paseos, idas a cine, etc., con el compromiso de que coman bien.
5. Suplementos nutricionales: la mayoría de veces la familia ha utilizado multivitamínicos para lograr un mejor apetito de sus hijos, pero esto no suple la alimentación adecuada.
6. Amenazas: consiste en decirle al niño que si no come bien no va a ser grande y fuerte, lo cual no parece importarle. Otra insensata amenaza es decirle que no lo van a querer más, si no come bien.
7. La fuerza: la mayoría de las veces se ha utilizado. Le tapan la nariz y le introducen la comida cuando el niño abre la boca para respirar.
8. Castigo: con frecuencia los padres le pegan alguna vez a sus hijos por no comer. Como dijo Ana Freud: “la comida en estos casos es más un trabajo forzado que la satisfacción de un deseo”.
9. Alimento entre comidas: por temor a que el niño se muera de hambre le dan comida todo el día, se llegan a contar múltiples ofrecimientos de alimentos durante la jornada.
Para comer mejor
El pediatra Fernando Gómez brinda algunos consejos para hacer de este momento algo especial.
* Juegue con la variedad de la comida y sus preparaciones.
* Presente los alimentos de manera creativa y divertida: arroz en forma de montaña, croquetas de papa, cangrejos de pollo, frutas con cara feliz, helados de yogur
* Dele color al plato.
* Respete los horarios de comida.
* No le ofrezca al niño líquidos o alimentos antes del almuerzo o la comida porque se va a saciar antes de.
* Sírvale cantidades pequeñas.
* Desde los 7 meses, comience a cambiar la consistencia de los alimentos que le ofrece.
* Si no quiso recibirle el desayuno, ofrézcale la misma calidad de comida, pero en otra presentación.
* Incluya en su plato alimentos crujientes.
* Involúcrelo en la preparación de las comidas.
* Si rechaza un alimento, no lo obligue.
* Hay que quitarle al niño la idea de que para sus papás es importante que él coma. Para evitar que los manipule a través de la comida.
* Nunca le ruegue, lo obligue a comer o lo distraiga para que lo haga. Tampoco lo cucharee.
* Debe aprender a comer en familia.
* Limite el tiempo de comer. Mejore tiempos de ejecución con ayudas visuales (reloj). Pasados 40 minutos retire el plato.
* Recuérdele las actividades que pierde o que podría hacer si comiera más rápido (salir a jugar).
* Utilice siempre el comedor en las horas de alimentación.
* Felicítelo cuando coma bien.
* Un niño sano no necesita ningún tipo de complemento vitamínico.

martes, 14 de febrero de 2017

Cómo debe ser la Escuela del Siglo XXI?

Alfredo Calvo, autor de un exitoso libro sobre las instituciones más innovadoras, aporta claves.

El psicólogo e investigador español Alfredo Hernando Calvo estuvo en Bogotá durante la Cumbre Líderes por la Educación, celebrada entre el 14 y 15 de septiembre del 2016, en Bogotá.
El psicólogo e investigador español Alfredo Hernando Calvo estuvo en Bogotá durante la Cumbre Líderes por la Educación, celebrada entre el 14 y 15 de septiembre del 2016, en Bogotá.
“Comencemos en movimiento. Es temprano y el sol todavía no se ha dignado a salir. Paseo por las afueras de Bogotá con cautela”, empieza el libro. Luego entra en escena María, una niña de 12 años, que tras un largo interrogatorio le pregunta al narrador “¿qué haces acá?”, a lo que responde, “vine a visitar tu escuela”, “pues claro -dijo sonriente la menor- mi escuela es la mejor”.
Así comienza el libro ‘Viaje a la escuela del siglo XXI’, de Alfredo Hernando Calvo, psicólogo e investigador español. El texto es producto de un viaje de un año por todo el mundo recorriendo las instituciones educativas más innovadoras y otro año más de aventura, pero en un escritorio redactando el producto final.


“Iniciar fue difícil. Tenía que dejar a mi familia por mucho tiempo”, cuenta Calvo. “Le dije a mi esposa un día, ‘me voy a recorrer el mundo para encontrar las escuelas más innovadoras con el dinero que he ahorrado”. Tiempo después encontró apoyo económico y su esposa se tranquilizó un poco, aunque su ausencia aún estaba presente.

El libro, que publicó hace seis meses en línea, tiene hasta el momento más de 200 mil descargas. El 14 de septiembre, el autor estuvo esta semana en Bogotá en la Cumbre Líderes por la Educación 2016, donde se reunió con importantes personalidades del mundo académico, nacional e internacional. En entrevista, Calvo cuenta su experiencia.
Su recorrido incluyó instituciones en Colombia, ¿cómo están los colegios que visitó en cuanto a innovación?
El enfoque es micro, eso significa que me centro en lo que una escuela hace, cómo lo hace muy bien y cómo eso se puede documentar de tal manera que otra escuela en cualquier otro lugar del mundo pueda replicarlo. En Colombia conocí escuelas como la Fundación Escuela Nueva o Alianza Educativa que están haciendo ejemplos de buenas prácticas y tienen mucha capacidad de ser replicadas en otros lugares del mundo. Estos dos casos han hecho cambios cualitativos al emprender mejoras que no obedecen tanto a si se necesita más o menos plata sino a que se necesita otra forma de trabajar en el aula.
¿Cuál de todas las escuelas que seleccionó le pareció la más impactante?
Seleccionar 50 del mundo ya es una buena selección. Y luego, aparte de eso lo importante no es cuáles son ni cuáles son las más significativas, lo importante es en qué se parecen. Es impresionante que en distintos puntos del mundo escuelas se parezcan entre sí sin ni siquiera conocerse y que tengan éxito. Estamos hablando de escuelas que tienen cero fracaso escolar. La idea es ver qué comparten y cómo podemos replicar esos elementos en otras escuelas para que tengan ese mismo éxito.
¿En qué se parecen?
Se parecen en tener una visión, una misión y un equipo de trabajo que buscan el mismo objetivo, en que tienen docentes que dejaron el modelo de transmisión y optaron por tener herramientas metodológicas más variadas para hacer actividades y tareas que son muy distintas, también en que hay mucho trabajo cooperativo de muchos profesores en el día a día, en que no todos los alumnos hacen lo mismo en el mismo momento, en la misma hora al mismo tiempo, en que todas tienen un edificio digital bien compuesto, que han sabido modificar el espacio en virtud de criterios para mejorar el proceso de aprendizaje. Para mi hay una definición que describe el momento que estamos viviendo y es que en el fondo son comunidades de aprendizaje personalizado.
¿Qué es una comunidad de aprendizaje personalizado?
Significa que una escuela se pone al servicio de las necesidades de cada uno de sus alumnos. A partir de ahí, la metodología, la evaluación, los espacios, el tiempo tienen que buscar que cada alumno llegue a tener éxito a lo largo de su ciclo vital. Ahora mismo lo que buscamos es escolarizar a todos y eso lo hemos venido logrado.
En Latinoamérica, en los últimos años, ya es evidente, la población infantil está escolarizada en un ratio muy elevado en comparación con los últimos 20 años de historia, entonces, una vez se ha logrado eso, la pregunta es ¿para qué sirve el sistema? El sistema tiene que lograr que cada alumno tenga éxito, no podemos seguir permitiendo que aumente la deserción, el 30 por ciento no termina. Hay que seguir mejorando el sistema que nos ha llevado a escolarizar a todos, no puede ser el mismo que nos lleve a darle a cada uno lo que necesita.
Así que debemos tener la capacidad de flexibilizar el sistema y para eso hay que empezar a mirar prácticas concretas de escuelas y dejar de mirar tanto las cifras generales porque estas no dan pautas concretas. Yo creo que hay que recuperar un poco el enfoque de buena práctica y la capacidad de replicar e ir desde lo pequeño a lo macro, así cambiarán las cifras globales.
Es un reto muy grande...
Es el gran reto que tenemos para los próximos años y que tienen los sistemas. Lo asumimos como normal, pero ningún sistema podría decir que está teniendo éxito cuando tiene una deserción del 35 por ciento de las personas, hay algo que necesitas cambiar.
¿La idea es que cada Gobierno empiece a implementar lo que hacen esas escuelas?
Yo creo que es necesario buscar qué es lo que están haciendo bien las escuelas en Colombia, encontrar los casos faro y a partir de ahí, con los docentes que han construido esos casos ejemplares, empezar a mover a otros colegios en situaciones de riesgo. Por ejemplo, estuve en Medellín con el nuevo centro de innovación para la formación docente, un espacio en el que se pueden hacer este tipo de intercambios, crear líneas específicas de la mejora de la transformación pero en el fondo, el enfoque, la unidad de cambio de un sistema educativo es cada institución, cada escuela, esa es la unidad de cambio.
Si tienes un grupo de 30 escuelas que lo están haciendo muy bien con una metodología de trabajo adecuada y puedes hacer que todos los docentes pasen por ese mismo modelo pues tendremos una ola de mejora. Pero lo que quiero decir es que ninguna legislación va a producir mejoras que no vayan acompañados por los auténticos de estos procesos que suelen ser los docentes. Entonces, podemos cambiar la legislación todas las veces que queramos pero al final los centros necesitan un acompañamiento de las auténticas autoridades educativas.
¿Usted ha visto países que estén replicando lo que pequeñas escuelas innovadoras están haciendo?
Una práctica común en los países que replican casos innovadores de éxito es que los están mostrando ante la sociedad. Hay que educar a la sociedad en su conjunto con estos nuevos modelos porque, por ejemplo, los padres se asustan. Muy bonito cambiar para mejorar, pero cuando empiezas a decirle al padre de familia que su hijo ya no tendrá 10 exámenes como el año pasado y va a tener cinco pero va a tener otra cosa que se está evaluando, el padre piensa que su hijo no va a aprender. Igual, es un sistema muy grande, es imposible cambiar a 12 millones de alumnos, o a 15 o 8 millones, pero sí podemos generar zonas concretas que vayan aumentando el nivel.
Hace mucho énfasis en los profesores ¿Cómo son los docentes de esas escuelas innovadoras?
Entran muchas variables. Lo más importante es que puedan vivir de sus puestos de trabajo, que no necesiten de dos colegios, pueda trabajar en una escuela. Lo ideal son las oportunidades de crecer para un profesor. Un centro que innova, que crece y mejora es un centro que tiene un equipo de profesores que crece y que disfruta del trabajo.
¿Cuáles son las diferencias entre un estudiante egresado de un colegio innovador a uno que es más tradicional?
Creo que no tiene que ver tanto con aprender más sino en tener más oportunidades de aprendizaje y una relación distinta con la vida y el conocimiento y muchas cosas. Creo que no se trata de cantidad sino de cualidad. Puedes aprender en un entorno más tradicional, pero creo que la relación con el conocimiento, con la vida, y luego con las oportunidades de aprendizaje que van a tener son mucho mejores en una Escuela del Siglo XXI.
¿Cuál es el rol de la tecnología en la escuela del siglo XXI?
Lo ideal es que la tecnología sirva para humanizar todavía más el aprendizaje. Que le quite al docente labores y le permita estar más tiempo con sus estudiantes. Eso es algo que con la tecnología se puede hacer mucho mejor.

lunes, 13 de febrero de 2017

Videojuegos sí, pero a poquitos


Pequeños hablan de sus juegos favoritos y el tiempo que invierten en diversión. Un informe asegura que los que juegan al menos una hora diaria tienden a ser más sociables. Game over.

Cuando la mamá de Santiago se va a trabajar, él suele jugar videojuegos toda la tarde. Su único regulador de tiempo ha sido un control averiado, que ahora limita sus jornadas de diversión.
"Jugar Xbox me concentra y me entretiene. Es bueno jugar en el día para no hacer siempre tareas", expresa Santiago. Por su parte, Sebastián, de 19 años, dice que lo hace por diversión, pasar el tiempo y por ganar. Al igual que Jorge, de 44, que juega por la emoción de ganar una partida y de crear estrategias. "Es prepararme para superar el nivel y mejorarlo", comenta.
José Posada, coordinador académico de la Maestría en Salud Mental Comunitaria de la Universidad El Bosque, reflexiona sobre las implicaciones para la vida de los videojuegos.
¿Cuántas horas al día son recomendables para jugar?
Investigadores de la Universidad de Oxford han reportado que los niños y jóvenes que juegan en consola o computador por una hora o menos al día tienden a ser más sociables y estar más satisfechos con la vida que los niños que no juegan con ningún tipo de videojuegos. pero en los que se excede este tiempo el efecto desaparece.
¿A qué edad se puede iniciar?
La edad no es lo más importante. Es de mayor trascendencia cómo los papás o cuidadores se involucran en las experiencias de juego de los niños. Los videojuegos no son tan diferentes de otras actividades lúdicas. Lo fundamental es que no se utilicen los juegos como una niñera.
Esto no quiere decir que necesita estar jugando con su hijo en cada momento. Lo recomendable es hacer un seguimiento de cómo un determinado juego les está afectando y restringir el tiempo de juego si ve problemas en su comportamiento después de un juego específico.
Lo clave es que los padres o cuidadores estén involucrados en las actividades lúdicas de los muchachos y que conversen con ellos acerca de lo que han visto y oído y de sus causas y consecuencias.
¿Qué beneficios trae jugar videojuegos?
Inicialmente se pensaba que los niños se volvían más violentos. Se ha encontrado que los videojuegos son buenos para el desarrollo de una buena visión, que ayuda a la lectura en los niños que sufren dislexia, y que pueden producir alivio cuando el muchacho sufre de algún tipo de dolor. La idea es que los videojuegos, como todos los juegos, bien dosificados, en el ambiente adecuado y con un buen acompañamiento, ayuden a socializar y a estimular la mente.
Si el uso es excesivo, ¿qué consecuencias trae?
Los investigadores han encontrado que los niños que juegan mucho durante el día, tienen más probabilidades de sentirse menos felices que los que no lo hacen, así como mayores probabilidades de tener problemas de hiperactividad, de atención e interacción.
¿Cuál es su concepto sobre los videojuegos?
Igual que cualquier cosa que se considera buena para la salud, los videojuegos son buenos solo en la cantidad y forma adecuada. Es malo si les quita tiempo a otras actividades importantes para el desarrollo integral del niño.
Recordemos que un principio fundamental es que las cosas no son ni buenas ni malas, depende del uso que se haga de ellas. Que los videojuegos y las emociones estén relacionados no quiere decir que lo uno es causa de lo otro. Hay muchos factores relacionados. Un ejemplo es que posiblemente los papás no acompañen a sus hijos.

Dos horas de videojuegos a la semana son beneficiosas, pero jugar nueve horas semanales se asocia a problemas de conducta y menos habilidades sociales, según un estudio realizado por investigadores del Hospital del Mar y del Instituto de Salud Global de Barcelona. El estudio se realizó con 2.442 niños de entre 7 y 11 años.

Consejos a la hora de jugar

* Descargar juegos legales y de repositorios oficiales. Además, realizar las actualizaciones correspondientes para corregir posibles vulnerabilidades.
* Mantener actualizada y activa la solución de seguridad.
* Ignorar los chats de desconocidos que solicitan información. Ningún desarrollador de juegos va a solicitar las contraseñas.
* Activar la doble autenticación en los servicios de gaming para que siempre esté disponible.
* Cambiar las contraseñas regularmente y no utilizar la misma para distintas cuentas o servicios.

domingo, 12 de febrero de 2017

Qué hacer para que los niños coman bien?

Una buena alimentación depende de los hábitos y las rutinas que el niño adquiera desde que nace.

Deje que el niño explore los alimentos, que coma despacio, se unte y los manipule. A los más grandes, permítales que sean autónomos.
Deje que el niño explore los alimentos, que coma despacio, se unte y los manipule. A los más grandes, permítales que sean autónomos.

La preocupación de los padres porque sus hijos no se alimentan adecuadamente es una constante en las consultas que reciben a diario los nutricionistas. Sin embargo, hay que evaluar conductas y hábitos que se crean desde que el niño nace, para que no existan problemas más adelante.

“Lo primero que hay que saber con respecto al apetito de los niños, es que varía de acuerdo con la edad”, asegura el nutricionista Rubén Ernesto Orjuela Agudelo. El experto explica que, por ejemplo, el recién nacido necesita alimentarse frecuentemente por la velocidad de crecimiento.

“Un bebé en sus primeros meses puede ingerir 8 a 12 y hasta más tomas de leche materna en un solo día, porque el mayor crecimiento de un niño se presenta durante sus dos primeros años de vida. Pero, el apetito disminuye a medida que el bebé crece. Cuando nace, mide alrededor de 50 cm y a los dos años más o menos 87, y cuadruplica su peso. Es decir, que un niño sano aumenta 37 centímetros y 9 kilos en ese período bajo condiciones adecuadas”.

Según Orjuela, alrededor de los 2 años empiezan los períodos de “supuesta inapetencia”, pues disminuye considerablemente la velocidad de crecimiento”.

Una etapa de cambios

“Precisamente es en esa etapa donde el niño deja la redondez de infancia, los cachetes, lo piernoncito, y cambia a una figura delgada y estilizada, porque empieza a adquirir altura. Eso, unido a los cambios en el apetito, se convierte en fuente de preocupación para los padres”, asegura Ana Marcela Gómez Medina, nutricionista y dietista de la Universidad Nacional y especialista en Infancia, Cultura y Desarrollo.

Para Gómez, debido a estos cambios, los padres entran en un estrés y en una angustia que se desencadena en un mal manejo de la alimentación de los niños.

Dos momentos claves

La lactancia y la alimentación complementaria son dos momentos importantes a la hora de detectar algún síntoma de inapetencia.

“Cuando la madre lacta a libre demanda, el mismo niño aprende a manejar la saciedad y el hambre, porque es un organismo nuevo, que trae en su instinto el comer solo lo que necesita”, asegura Gómez.

Por ello, es importante respetar esta etapa en los niños, para que se desarrollen su apetito y crecimiento normalmente. Posteriormente, “si se da una adecuada alimentación complementaria, balanceada y natural, de tal forma que al año el niño ya esté consumiendo lo mismo que la familia, se pueden prevenir muchos problemas de alimentación derivados del mal manejo de las comidas en esa edad”.

Según la experta, un niño al año ya puede comer de todo y en una consistencia normal. Sin embargo, los padres no le permiten untarse, explorar, oler o manipular sus alimentos para conocerlos. “Lamentablemente, al año se les sigue dando todo licuado o macerado, porque se cree que se van a atorar. Estas prácticas influyen en que luego, no disfrute ni quiera ingerir sus alimentos”.

Según Orjuela, “desde antes de la salida de los primeros dientes, el niño puede masticar cosas como arroz, frijoles, pollo desmechado y carne molida, porque sus encías son lo suficientemente fuertes. Pero, el nutricionista enfatiza, en que es importante que al pequeño se le permita comer con las manos.

Los niños primero exploran los alimentos con todos sus sentidos, los observan, los tocan, se untan, los huelen, los tiran a ver qué efecto tienen cuando caen al piso. Y, una vez le toman confianza a la comida, la consumen y luego aprenden a usar la cuchara”.

La consistencia

La consistencia se va haciendo más sólida a medida que el niño va creciendo. A los seis meses, son alimentos muy macerados, pero rápidamente, y con el paso de los días, tienen que ser cada vez más sólidos de tal forma que a los 10 meses el niño ya esté masticando alimentos cortados en trozos pequeños. “A los 10 meses es la ‘ventana crítica’, pues es el momento en el cual, si han aprendido a masticar, es muy probable que no vayan a tener dificultades o presentar inapetencia”, añade Orjuela.

Malos hábitos

Para Ana Marcela Gómez, cuando los niños llegan a la etapa preescolar y deben enfrentarse a una comida normal (consistente), no la consumen y sus padres se preocupan porque piensan que sus niños están presentando inapetencia. Pero la realidad es que ellos ya vienen de un proceso de malos hábitos. No la ingieren porque no está licuada o porque están acostumbrados a que sus padres o cuidadores les den la comida sin permitirles desarrollar su autonomía.

A esto, agrega el nutricionista Orjuela que una de las claves que da la Organización Mundial de la Salud, es el principio de ‘alimentación perceptiva’, que significa: alimentar a los más pequeños directamente permitiendo la exploración de los alimentos; alimentarlos despacio y pacientemente; permitirle autonomía a los más grandecitos, sin forzarlos; experimentar con diversas combinaciones, sabores, texturas; minimizar las distracciones durante las horas de las comidas, y recordar que los momentos de comer son periodos de aprendizaje y amor.

¿Qué hacer?

Para Gómez y Orjuela, los pasos por seguir, en caso de que se presente una inapetencia por malos hábitos, son sencillos, pero requieren de mucha paciencia y amor por parte de padres y cuidadores.

“Definitivamente, el autoritarismo o la recompensa y el chantaje, no van a hacer que el niño logre una alimentación por sí solo, ni se va a lograr que se supere la supuesta inapetencia que tiene y, en cambio, sí va a entrar en una serie de problemas, seguramente, de orden emocional”, añade Gómez.

Así mismo, para que un niño diga que definitivamente no le gusta un alimento, la regla es que ya se le haya ofrecido más de 14 veces, no seguidas, sino espaciadas y en distintas preparaciones.

Los alimentos deben ser naturales, se sirven de manera tranquila y se comparten en familia alrededor de la mesa. Niños y adultos comen los mismos alimentos, pero en diferentes cantidades. Al niño se le puede dar un tiempo prudencial de una hora para que se alimente, si comió poco o no consumió nada en su comida principal se debe esperar a la siguiente comida para ofrecer alimentos nuevamente. No se le recrimina, ni se le insiste, sencillamente debe ser que no tiene hambre y no hay que obligarlo.

Los padres y cuidadores no deben caer en desesperación porque pueden terminar dando productos de bajo aporte nutricional y altos en calorías como golosinas, paquetes o bebidas azucaradas, que agraven el problema y afecten la salud y el crecimiento del niño.

Los pequeños tienen unos días en que comen bastante, y otros en que casi no lo hacen y su organismo regula todo. Si al niño le permitimos expresar su sensación de hambre o saciedad respetando su autonomía y haciéndole ver que sus sentimientos cuentan, se fortalecerán los lazos de confianza con sus padres y cuidadores.

Cuando el menor come bajo presión
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Si padres o cuidadores caen en el error de hacerlos comer con chantajes, castigos o recompensas, por ejemplo: “come por tu mamá, come por tu papá, come por tu abuelita, esto es chantaje emocional”, según explican los especialistas.
Todas esas cosas hacen que el niño coma para agradar o coma para hacer sentir bien a otra persona, pero nunca haciendo caso a sus sensaciones de hambre. Eso puede llegar a ocasionar más adelante problemas como el sobrepeso, la obesidad o trastornos alimentarios del orden de la anorexia y la bulimia.

La comida, a veces, se convierte en una presión para el pequeño, pues siente que tiene toda la atención y el estrés de los padres encima.

Es claro que en el desarrollo y crecimiento hay distintas etapas, en unas comerá más que en otras, pero lo que sí se debe tener claro es que la comida en familia debe ser un momento agradable, en el que el menor pueda comprender la felicidad que significa alimentarse, que llegue a la mesa con agrado y no que piense que es un momento del martirio.

Hay que entender también que cada niño es distinto y que cada edad trae un apetito, por ello las cantidades deben ser las adecuadas en cada etapa. Frente a las texturas, hay que introducir distintos tipos de alimentos, paulatinamente, y, sobre todo, entender que comer es un placer que él aprende en casa.