domingo, 3 de marzo de 2024

CUCÚ Y EL JAGUAR


Ambientalistas desde la cuna

Director - Fundación Cucú

Vamos a jugar a ponerle nombres a los animales. Imaginemos que nos topamos con uno nuevo. Nos encantaría poder preguntarle: ¿Oye tú, cómo te llamas?

Seguramente su respuesta sería: un gruñido (grrr); un ladrido (guau, guau) (arf, arf); un rugido (grrroooar); un trino (pío, pío); un maullido (miau); un aullido (auuuuu); un relincho (iiiiiiih); un zumbido (bzzz); un mugido (muuu); un croar (croac); un graznido (cua, cua); un cacareo (clo, clo); un silbido: (ssss); un ronroneo (rrr, rrr); un bramido (ñaa, ñaa); un berrido (mee, mee); un chirrido (chirr, chirr); un canto (ooooh, aaaah) y muchas otras voces…

Es por eso que cuando somos bebés llamamos a los animales por su sonido: el guau-guau, el pío-pío… Pero muy pronto, con ayuda de los mayores, empezamos la formidable tarea de reconocer a los seres vivos, plantas y animales, que nos acompañan en este mundo.

A partir de láminas, tarjetas, fotos, videos y, por supuesto, los libros, enriquecemos nuestro vocabulario y con mucha naturalidad empezamos a desarrollar una taxonomía básica que nos permite entender los mecanismos y realidades de la naturaleza: “Estos viven allá”, “estos vuelan”, “estos se comen a estos otros”, “estos son fuertes”, “estos son veloces”, “estos tienen que vivir en el agua”, “estos necesitan agua/luz/aire/alimento para vivir”, “estos vivieron hace mucho tiempo y ahora ya no existen”, “estos están en peligro de que les pase lo mismo”…

Cada ser vivo tiene una historia, una razón de ser, una lógica maravillosa, una conexión esencial con los demás y una mágica forma de funcionar. Las frágiles y diminutas semillas se vuelven retoños que se transforman en majestuosos árboles; un huevo microscópico se convierte en una oruga que se envuelve como una crisálida y al cabo de unos días se libera como una mariposa; una sustancia tremendamente versátil es capaz de viajar grandes distancias, congelarse, evaporarse e infiltrarse en todos los seres vivos para darles vida; infinitas formas de “máquinas” biológicas se las ingenian para alimentarse, crecer, respirar, sentir, moverse, interactuar y participar de la generosidad del medio ambiente.

Más adelante comprendemos que hay ciclos, comienzos, etapas y finales, causas y efectos, necesidades y soluciones. Notamos cómo la naturaleza ha resuelto con gran habilidad los desafíos que se presentan para preservar el equilibrio de los entornos. Aprendemos términos complejos: fotosíntesis, germinación, metamorfosis, polinización, alimentación, reproducción, respiración, hábitat, biodiversidad, conservación…

Pero también nos estrellamos con realidades y términos villanos: deforestación, contaminación, polución, basura, incendios, sequías, exterminio… De repente las historias se tornan trágicas, los ciclos se interrumpen, las situaciones que la sabia naturaleza podía controlar se acaban y sus soluciones se vuelven insuficientes.

Nuestras jóvenes mentes se llenan de porqués que casi nunca tienen respuesta. Miramos con expectativa y angustia al adulto que tenemos más cerca, esperando sobre todo que nos diga qué podemos hacer. Nos contentamos con que por lo menos conteste con un gruñido (grrr)…
Seis pasos para crear a un(a) ambientalista
1 – Comprender el problema

Si examinamos juntos los ciclos de la naturaleza y todos sus componentes, nos podemos dar cuenta en qué momento se interrumpen por acciones externas, principalmente humanas. De esta forma podemos explicar los efectos, desde el cambio climático hasta las mareas de plásticos en los océanos.
2 – Activismo en casa

Incluso las acciones más pequeñas pueden marcar la diferencia: separar las basuras, usar menos plásticos, menos viajes inútiles en los vehículos, hacer compostaje, plantar árboles, tener una huerta, reciclar, reusar, reparar…
3 – Leer, comprender, conversar

La literatura ambiental es enorme y hay libros para todas las edades que van creciendo en complejidad junto con la sensibilidad y conciencia de los niños.
4 – Explorar, observar, maravillarse

Cada caminata por la naturaleza ha de ser una experiencia de apreciación de la diversidad de formas de vida que hay con sus luchas por sobrevivir y sus soluciones.
5 – Autoconservación

Los humanos también somos miembros del entorno que habitamos y necesitamos de las mismas riquezas de la naturaleza: el aire, el agua, el sol, los alimentos. Por eso es esencial que entendamos también nuestra fragilidad.
6 – Comunicar, participar, involucrarse

Promovamos que los pequeños aprendan, comprendan y sean capaces de explicar a otros familiares y amigos el mensaje. Con arte, con acciones, con el ejemplo, pero también formando parte de iniciativas ecológicas en la escuela, en el barrio y en la ciudad, la teoría se vuelve acción y se multiplica.

Con su recargada curiosidad, su exigencia de explicaciones, su energía infatigable y su inteligencia colectiva, las nuevas generaciones serán las que reparen este mundo tan maltrecho que les estamos dejando. ¡Contemos con ellos desde la cuna!

Guillermo Ramírez

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sábado, 2 de marzo de 2024

Soy ecosexual’: la historia de la mujer que tiene una relación erótica con un árbol


Sus sentimientos comenzaron durante la pandemia.

Una canadiense explicó que el arbusto le causa ciertos sentimientos y sensaciones.

Recientemente, se conoció por las diferentes redes sociales, la historia de una mujer de 45 años llamada Sonja Semyonova, quien afirma tener una relación ‘erótica’ con un árbol. Al parecer, esto ocurrió luego de que sintiera una ‘conexión’ mientras estaba recostada sobre este durante las caminatas que realizaba durante la pandemia del Covid-19, según ‘Daily Mail’.

La oriunda de Columbia Británica, Canadá, ha estado gran parte de su vida en soltería, lo que la ha hecho sentir sola en algunas ocasiones, sin embargo, ahora comenta que sostiene una relación con un árbol de roble, de acuerdo con ‘Toronto Sun’.

Según se observa en la cuenta de Instagram de Sonja Semyonova, es una guía de autointimidad, la canadiense explica en su perfil que se está preparando para ser una educadora sexual somática. La mujer le da un nombre a su situación sexual con el arbusto, ya que ella misma se define como una persona ‘ecosexual’.

¿Por qué se enamoró de un arbusto?


De acuerdo con ‘Daily Mail’, la mujer explicó que los sentimientos que tiene hacia el árbol son los que siempre ha buscado en una persona: “Había estado deseando esa oleada de energía erótica que surge cuando conoces a una nueva pareja y que no es sostenible”.

Al parecer se siente protegida al estar cerca del arbusto, puesto que en su cuenta de TikTok explicó que: “le agrada la sensación de ser pequeña y estar sostenida por algo tan sólido. La sensación de no poder caer”.

De acuerdo con el medio mencionado, Sonja se mudó a la isla de Vancouver, Canadá, en el invierno de 2020. Debido al encierro de la pandemia, hacía caminatas diarias, en las cuales, la mujer veía a un gran roble, que estaba cerca de su casa y empezó a tener experiencias “eróticas” en el verano de 2021.

“Estuve caminando por un sendero cerca del árbol cinco días a la semana durante todo el invierno. Noté una conexión con el árbol. Yo mentiría en contra de eso. Había un erotismo con algo tan grande y tan viejo que me retenía”, dijo la canadiense.

Ante su revelación, varios internautas se llenaron de dudas y cuestionaron el comportamiento de la mujer, por lo que decidió hacer otro video en el que se enfrenta a estas opiniones mientras explica lo que le sucede al estar cerca del arbusto.

“Una relación erótica puede suceder de maneras mucho más creativas de las que la mayoría de personas pueden dar el crédito. Si su única relación se comprende por su poder sexual, su energía erótica a través de sus genitales, te estás perdiendo mucha vida y mucho placer”, explicó Semyonova.

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viernes, 1 de marzo de 2024

Animales de compañía: ¿Embajadores de la Conservación de la Vida Silvestre?

Estamos muy acostumbrados a ver a nuestros familiares animales por casa viviendo tan tranquilos.

Pero, si lo piensas, se convierten en un aspecto un tanto interesante.

No son humanos ni, tampoco, animales silvestres. Se encuentran, de alguna manera, en el limbo entre ambos mundos.

Es por eso que James Serpell y Elizabeth Paul sugieren en su estudio «Mascotas como embajadores» que existe una conexión profunda entre la crianza de animales de compañía y una actitud positiva hacia la naturaleza y la vida silvestre.

Esta idea, aunque a menudo pasada por alto, plantea una pregunta intrigante: ¿pueden nuestros animales de compañía ser puentes hacia una mayor conciencia y acción en la conservación ambiental?

En este artículo vamos a explorar esta hipótesis, que se convierte en un viaje a través de la psicología, la sociología y la ecología, revelando cómo nuestras relaciones con los animales de compañía pueden reflejar y potencialmente influir en nuestra relación con el mundo natural.

¿Te quedas a descubrirlo?
Orígenes de la hipótesis

La propuesta de Serpell y Paul se basa en la observación de que la crianza de animales de compañía durante la infancia puede fomentar una disposición positiva hacia los animales, en general, en la vida adulta.

Esta idea deriva de estudios que muestran que la interacción con animales de compañía no solo implica seguir un ejemplo familiar, sino que también puede conducir a una mayor probabilidad de involucrarse en organizaciones de bienestar animal y conservación ambiental.

La hipótesis sugiere que la experiencia temprana con animales de compañía puede ser un factor crucial en la formación de actitudes positivas hacia el medio ambiente.

Este vínculo entre la crianza de animales de compañía y una mayor empatía hacia la naturaleza plantea preguntas interesantes sobre cómo nuestras experiencias tempranas pueden moldear nuestras perspectivas y acciones futuras en relación con el mundo natural.
Investigaciones recientes

La investigación de Béatrice Auger en la reunión de 2015 de la Sociedad Internacional para la Antrozoología proporciona una visión más profunda de esta hipótesis.

Auger examinó cómo la identificación con un animal favorito se correlaciona con una identificación más amplia con el mundo natural.

Su estudio reveló que aquellos que se identifican fuertemente con sus animales de compañía también tienden a sentir una conexión más profunda con la naturaleza en general.

Este hallazgo sugiere que nuestros animales de compañía pueden influir significativamente en cómo nos vemos a nosotros mismos en relación con el mundo natural.

La investigación de Auger proporciona una explicación potencial para este vínculo: la idea de que al identificarnos con nuestros animales de compañía, comenzamos a vernos a nosotros mismos como una parte integral del ecosistema natural, en lugar de como entidades separadas de él.
Causa y efecto

La relación entre la crianza de animales de compañía y las actitudes positivas hacia la naturaleza es compleja.

¿Es el interés innato en los animales lo que nos lleva a tener animales de compañía, o es la experiencia de cuidar animales de compañía lo que fomenta una mayor empatía hacia el reino animal?

Investigaciones comparativas entre el Reino Unido y Japón han mostrado que la experiencia de tener animales de compañía en la infancia está vinculada a actitudes positivas hacia los animales y el bienestar animal, independientemente de la cultura.

Estos estudios sugieren que la experiencia de la crianza de animales de compañía puede tener un impacto significativo en cómo percibimos y nos relacionamos con el mundo natural.

Además, se encontró que los estudiantes de ciencias biológicas tenían más probabilidades de haber tenido animales de compañía en la infancia en comparación con aquellos en campos no relacionados, como economía o negocios.

Esto plantea la posibilidad de que la exposición temprana a los animales de compañía pueda influir en las decisiones educativas y profesionales, orientando a las personas hacia campos relacionados con el cuidado y la conservación de la naturaleza.
Implicaciones culturales y educativas

Las actitudes hacia los animales y la naturaleza están profundamente influenciadas por factores culturales y educativos.

Por ejemplo, en algunas culturas, la idea de que los humanos son parte de la naturaleza es un concepto intrínseco, mientras que en otras, prevalece la noción de que los humanos tienen dominio sobre la naturaleza.

Estas diferencias culturales pueden influir en cómo las personas ven su relación con los animales y el medioambiente.

Sin embargo, estudios como los realizados por Ayaka Miura y otros han encontrado similitudes en las actitudes hacia los animales y la naturaleza entre personas de diferentes culturas, lo que sugiere que estas actitudes pueden ser más universales de lo que se pensaba.

Este fenómeno indica que, independientemente de las diferencias culturales, la experiencia de criar animales de compañía puede tener un impacto profundo y unificador en nuestra relación con el mundo natural.

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jueves, 29 de febrero de 2024

Quieres vivir de tu negocio multiespecie este 2024?

¿Te gustaría vivir de tu negocio multiespecie este 2024, pero no tienes claro por dónde empezar?

¿Llevas ya un tiempo trabajando en él y tienes la sensación de estancamiento en el mismo punto que hace unos cuantos meses?

En este artículo te quiero presentar las 7 preguntas que deberías plantearte para que este año sí sea, de una vez por todas, ese en el que vives de tu negocio multiespecie.

¿Quieres vivir de tu negocio multiespecie este 2024? Las preguntas lo son todo

Es normal que dudes. Por supuesto que lo es.

Desde que le contaste a tu entorno que querías liderar tu propio negocio multiespecie, dedicándote de pleno a tu pasión por los otros animales, para tener un impacto real en el mundo, te convertiste en la oveja negra de la familia.

Fuiste el o la de los bichos. La persona que en lugar de buscar un trabajo de verdad seguía sus sueños.

Sin embargo, a pesar de que todas y cada una de esas personas parecían no apoyarte, seguiste adelante y aquí estamos.

Empezando el año 2024 y sembrando las decisiones que sí o sí, nos permitirán que el objetivo de vivir de nuestro negocio multiespecie se haga realidad.

Pero para conseguirlo, debemos hacernos las preguntas adecuadas. Porque solo esas preguntas nos harán ver dónde nos hemos paralizado y qué paso debemos dar para llegar al siguiente punto.

Pregunta #1 – ¿En qué fase está tu negocio y cómo puedes superarla?

¿Sabes por qué la mayoría de los negocios de todo tipo se bloquean? Porque se enfrentan a problemas que todavía no les tocan.

Tenemos una obsesión tan grande por crecer que afrontamos muros que todavía no hemos llegado a conocer.

Así que en lugar de tomar las decisiones adecuadas para el momento en el que nos encontramos, damos palos de ciego que no nos permiten avanzar.

Pregunta #2 – ¿Cómo planificar el 2024 para lograr tu vida ideal con tu negocio multiespecie?

Hay dos tipos de emprendedores multiespecie, aunque podríamos decir que son tipos de emprendedores en general.

Por un lado, están quienes adaptan su vida a su negocio. Por otro, los que adaptan su negocio a su vida.

¿Sabes quiénes tienen más éxito y son más felices a medio y largo plazo?

Los segundos, por supuesto.

Emprendiste un proyecto como tu negocio multiespecie para tener un impacto en el mundo y disfrutar más de la vida.

Pero un día te despertaste y te diste cuenta de que estabas atrapado por un montón de circunstancias que ni siquiera tú controlabas.

Eso era un problema.

Solo cuando te planificas con antelación puedes mirar a largo plazo y tomar las decisiones que te permitan construir esa vida ideal al lado de un negocio que te llene cada día.

Pregunta #3 – ¿Cómo pasar esta planificación anual a trimestres y hasta objetivos semanales?

Uno de los grandes problemas de tener objetivos anuales es que nos cuesta encontrar el tiempo cada día para ponernos con ellos.

Y como parecen muy lejanos, tenemos la sensación de que, bueno, se irán cumpliendo.

Pero después llega Nochevieja y nos damos cuenta de que la mitad de los propósitos se quedaron por el camino.

¿El secreto? Aprender a transformar esos objetivos en trimestrales, mensuales y semanales para saber qué acciones tomar cada día para hacer realidad tus metas.

Pregunta #4 – ¿Qué áreas del negocio debo potenciar este próximo 2024?

Cuando tienes un negocio, debes comenzar a pensar de manera estratégica.

Y eso significa tener un plan paso a paso para entender qué funciona y qué deja de hacerlo.

De tal manera que podamos hacer más de lo primero y entender qué es lo que falla en lo segundo.

Aprender a entender esto es lo que marcará la diferencia entre que tu negocio crezca o decrezca. Toma la decisión adecuada.

Pregunta #5 – ¿Qué área estoy olvidando en mi negocio para poder crecer?

¿Y si nuestro problema fuera que estamos olvidándonos de algo importante en nuestro negocio y que esto está condicionando nuestros resultados?

¿Qué es lo que podría hacer que no estoy haciendo que supusiera un punto de inflexión en mi día a día?

Ser capaz de echar una mirada exterior a nuestro negocio es lo que nos permitirá tomar decisiones que de otra manera serían muy complicadas.

Pregunta #6 – ¿Qué me está bloqueando para avanzar en mi negocio multiespecie?

Esta pregunta es muy importante.

En muchas ocasiones, sin darnos cuenta, nos convertimos en el principal bloqueo de nuestro negocio.

Y hasta que no aprendemos cómo desbloquearnos nosotr@s mismos, no podemos dar el paso hacia delante que nos permita conseguir resultados.

¿Cómo puedes encontrar si hay algo que te bloquea?

Pregunta #7 – ¿Cómo lograr enfocarme en lo realmente importante y no dedicar mi tiempo en apagar fuegos todas las semanas?

Al final, todo se reduce a entender qué es lo verdaderamente importante para tu negocio y encontrar el tiempo para trabajar en ello.

Porque la única alternativa posible es que cada día lo pasemos apagando fuegos y el tiempo corra sin que nos demos cuenta sin avanzar de verdad.

Este es el motivo por el que muchos negocios multiespecie no consiguen resultados. Entran en una vorágine de imprevistos y les es imposible escapar.

He entendido las preguntas, pero, ¿dónde puedo encontrar las respuestas?

Te voy a decir algo.

Encontrar las preguntas adecuadas es muy importante, pero saber dar con las respuestas también es clave.

miércoles, 28 de febrero de 2024

Qué tan ricos eran los padres de Kevin en ‘Mi pobre angelito’?

Los amantes de la película han debatido sobre el dinero de la familia McCallister durante años. Le preguntamos a la Reserva Federal de Chicago.


La película nunca explica a qué se dedican los padres de Kevin. Así que la gente ha llenado las lagunas. Credit...20th Century Fox


La batalla en Mi pobre angelito entre Kevin McCallister (Macaulay Culkin) de 8 años y dos ladrones conocidos como los Bandidos Mojados se ha mostrado en las pantallas de todo el mundo cada Navidad desde el estreno de la película en 1990.

Y cada año, para algunos espectadores, la casa y el estilo de vida de los McCallister inspira su propia tradición: preguntarse hasta qué punto era rica esta familia.

The New York Times consultó a economistas y personas involucradas en la película (conocida en España como Solo en casa) para encontrar la respuesta.

Los McCallister pertenecen al 1 por ciento



Al principio de la película, uno de los ladrones, Harry (Joe Pesci), le dice a su compañero, Marv (Daniel Stern), que la casa de los McCallister es su objetivo principal en un vecindario adinerado.

“Es esa, Marv, esa es la cereza del pastel”, dice Harry, antes de especular con que en la casa hay un montón de “cosas valiosas”, como video grabadoras, equipos de sonido, joyas muy valiosas y “valores negociables que se encuentran poco”.

La casa es la mejor pista de cuánto dinero tienen los McCallister.

La cereza del pastel, o al menos su exterior, es una casa que existe en el mundo real y está ubicada en el número 671 de Lincoln Avenue, en el suburbio de Winnetka, Chicago, uno de los vecindarios más caros de Estados Unidos, según Realtor.com. Parece tener espacio suficiente para que Kevin y sus cuatro hermanos tengan cada uno su propia habitación, pero también puede albergar a un ejército de visitantes.

En 1990, la casa era asequible solo para el 1 por ciento de los hogares con ingresos más altos de Chicago, y eso seguiría siendo el caso hoy, según los economistas del Banco de la Reserva Federal de Chicago.


Los ladrones en Mi pobre angelito señalaron la casa de los McCallister como su objetivo principal. Credit...20th Century Fox

Los economistas —Max Gillet, analista sénior de investigación; Cindy Hull, vicepresidenta asistente y jefa interina del grupo de mercados financieros, y Thomas Walstrum, economista empresarial sénior— llegaron a esta conclusión después de examinar datos que incluyen los ingresos de los hogares en el área metropolitana de Chicago para 1990 y 2022, el valor de la propiedad de la casa, las tasas hipotecarias vigentes en ese momento y los impuestos y seguros habituales.

Partiendo del supuesto de que los McCallister no gastaban más del 30 por ciento de sus ingresos en vivienda, los economistas también determinaron que la casa habría sido asequible para un hogar con unos ingresos de 305.000 dólares en 1990 (unos 665.000 dólares en 2022).

A mediados de 2022, una vivienda similar costaría unos 2,4 millones de dólares, según el cálculo de Zillow para la casa de Mi pobre angelito. Una propiedad de ese valor sería asequible para un hogar con unos ingresos de 730.000 dólares, que se situaría en el 1 por ciento de los hogares del área de Chicago, según los economistas.

¿Cómo son tan ricos?


“No sé cuánto ganaban los McCallister, pero sí han hecho mucho por mi cuenta bancaria”, dijo Todd Strasser, quien escribió las novelas oficiales de la película.

Mi pobre angelito nunca explica a qué se dedican los padres.

En internet, donde esta pregunta aparece con regularidad, algunas personas han sugerido que Kate McCallister es una diseñadora de moda, porque la casa tiene varios maniquíes en su interior, que más tarde aparecen en uno de los intentos de Kevin para engañar a los ladrones haciéndoles creer que, de hecho, no está solo en casa.

Todd Strasser, autor de las novelas oficiales de Mi pobre angelito y dos de sus secuelas, declaró en una entrevista que no fue supervisado de cerca por los cineastas. La orientación que le dieron, dijo, fue esencialmente: “Aquí tienes el guion, haz lo que quieras”.

Así que en el libro, convirtió a la madre de Kevin en diseñadora de moda, por los maniquíes, y al padre de Kevin en hombre de negocios, porque era “una apuesta segura”, dijo.

Dijo que nunca se le ocurrió explicar en detalle cómo los McCallister habían conseguido su dinero; pensó que eran “clase media alta” pero no “superricos”.

La familia tiene otras muestras de riqueza significativa, pero no estratosférica: llevan ropa bonita y contratan varias furgonetas para llevarlos al aeropuerto, sí, pero cuando Kate intenta sobornar a una pareja de ancianos para que renuncien a sus boletos desde París y así poder volver a casa, les ofrece joyas y dinero en efectivo, pero insinúa que su Rolex podría ser falso.

“No sé cuánto ganaban los McCallister, pero sí han hecho mucho por mi cuenta bancaria”, dijo Strasser.

Una teoría de los fans sostiene que Peter McCallister está implicado en el crimen organizado. Según esta teoría, la casa de los McCallister fue el objetivo de una especie de venganza, y la brutal violencia de Kevin contra los ladrones es el producto de una crianza expuesta a la actividad criminal.

El Times no pudo descartar esta teoría.
El tío Rob pagó los vuelos


Esta es técnicamente una imagen de Mi pobre angelito 2, cuando los padres de Kevin, de manera bastante improbable, toman otro vuelo de primera clase en Navidad. No vas a creer lo que pasó después.

Un dato comúnmente citado sobre la riqueza de la familia es su viaje navideño a París.

Llevar a 15 personas a París es caro, sobre todo si los cuatro adultos viajan en primera clase, pero los padres de Kevin no pagan los billetes de avión. Al principio de la película, Kate McCallister le dice a un agente de policía —que en realidad es Harry disfrazado— que el hermano de su esposo pagó los vuelos.

Ese hermano es el tío Rob. Es una figura menor en la primera película, pero las pocas menciones que sí recibe nos dan a entender que tiene muchísimo dinero. Paga los billetes y tiene un apartamento en París con una vista clara de la Torre Eiffel y que de alguna manera puede albergar a 15 miembros de su familia. (La secuela de la película, Mi pobre angelito 2: perdido en Nueva York, da más pistas de que el tío Rob es adinerado, pero este análisis se basa solo en la primera película).

Un tercer hermano, el tío Frank (el malencarado), vive en Ohio y viaja con la familia de Illinois a París. No sabemos nada de sus ingresos, pero sí que es tacaño. En la casa de su hermano en Illinois, evita pagar los 122,50 dólares de la cuenta de la pizza. En el avión, cenando en primera clase, le dice a su esposa que meta el salero y el pimentero de cristal en el bolso.

Este comportamiento podría darnos a entender que es adinerado. El hurto en tiendas era “significativamente más común” entre personas con ingresos familiares superiores a 70.000 dólares, según un artículo de 2008 publicado en The American Journal of Psychiatry.

El tío Frank es también un personaje adulto típico en el mundo de John Hughes, quien escribió y produjo Mi pobre angelito, dijo Robert Bulman, profesor de sociología en el Saint Mary’s College of California, quien estudia la representación de adolescentes y escuelas secundarias en el cine.

Dijo que una característica común de una película de Hughes es la tensión dramática alimentada por el conflicto entre jóvenes y adultos, que casi siempre se resuelve a favor de la persona más joven.

Señaló que en las películas de adolescentes de Hughes —entre ellas El club de los cinco y La chica de rosa— las tensiones de clase también suelen ser prominentes e impulsan la historia.

“Sus historias generalmente favorecen la perspectiva del joven de clase trabajadora o del niño pobre que está tratando de ganarse el acceso a un grupo de compañeros más adinerados, por ejemplo”, dijo el profesor Bulman. “Pero, en Mi pobre angelito, es claramente una victoria para Kevin como niño, pero también Kevin como niño rico que defiende su impresionante fortaleza”.

La película no es sobre el dinero



Cuidado, te contamos el final: la mamá de Kevin finalmente regresa a casa desde París, después de sobornar a una pareja en el aeropuerto para que cedan sus asientos y conseguir un aventón con John Candy. 

Eve Cauley, la decoradora de sets de Mi pobre angelito, fue responsable de la decoración, como los muebles y el papel tapiz, dentro de la casa de los McCallister, que se filmó en escenarios construidos en una escuela local.

Dijo en un correo electrónico que la casa no estaba decorada con muebles costosos, pero tenía un aspecto deliberadamente “señorial y de lujo”.

Cuando se hizo la película, el azul marino y el palo de rosa eran colores populares en el mundo del diseño de interiores, dijo Cauley. Pero se inspiró en las pinturas de Norman Rockwell y en las tarjetas navideñas antiguas para usar rojos, verdes y dorados intensos en la casa familiar.

Hughes le dijo que quería que la casa tuviera un “aspecto atemporal”. “Me dijo que le gustaba que sus películas tuvieran un aspecto un poco más bonito y limpio que la realidad, porque su propósito al hacer películas es entretener al público y elevarlo”, afirmó.

Cauley también tenía algunos consejos para las personas que buscan una respuesta sobre los ingresos de la familia.

“Para mí, con todo respeto, los fans que discuten sobre los ingresos de los padres, o el costo de la casa, deberían, en cambio, simplemente disfrutar de la película”, dijo.

Hughes y el director Chris Columbus “crearon esta película conmovedora y cómica como entretenimiento para el público, para levantar el ánimo en las fiestas”, dijo. “Lo hizo, y lo sigue haciendo, levantar el ánimo”.

martes, 27 de febrero de 2024

Mi novio controlaba mis finanzas? ¿Y mi novia también?

El común denominador entre esas dos relaciones no había sido el género ni la orientación sexual, ni siquiera la diferencia económica. Fui yo.

Este ensayo forma parte de un proyecto de Modern Love sobre la intersección entre dinero y relaciones.

A mediados de mis veinte, estaba al borde de la bancarrota. No es que me costaba trabajo pagar el recibo de la electricidad a fin de mes, sino que constantemente hacía números en mi cabeza para que me alcanzara el dinero. Arrastraba una gran deuda que llevaba años transfiriendo de una tarjeta de crédito a otra. Mis ingresos anuales no llegaban a los 20.000 dólares. En terapia (cuyo costo me ocasionaba una consternación adicional), hablaba mucho del susurro de ansiedad que me acompañaba todos los días, el miedo a que mi inseguridad financiera fuera un síntoma de que estaba haciendo algo mal.

Por ese entonces tenía un novio, una persona amable. No era el último hombre con el que saldría, pero casi. Trabajaba muchas horas como editor de televisión; no era rico, pero no tenía deudas y ganaba lo que entonces me parecía el botín de un rey: algo así como 1000 dólares a la semana. Era el primer compañero sentimental con el que vivía y el primero cuyos ingresos triplicaban con creces los míos. Cuando nos mudamos a nuestra pequeña habitación de un dormitorio, sugirió una escala equitativa para pagar nuestros gastos diarios en la que yo aportaba aproximadamente un tercio. No creo que la palabra equitativo fuera aún parte de mi vocabulario, pero ambos sabíamos que jamás habría podido costear un porcentaje igualitario.

Agradecí su generosidad, pero me sentí muy incómoda por el acuerdo. Cada mes, cuando le extendía un cheque, mi cuerpo se llenaba de una potente combinación de vergüenza y miedo. Aunque mi lado racional comprendía que nuestro acuerdo era justo, seguía sintiéndome fracasada. Me aterrorizaba la idea de la dependencia, que me parecía una puerta siniestra.

He trabajado desde que mis padres, ambos de clase trabajadora, me consiguieron mi primer permiso laboral a los 14 años. Llegué a entender la independencia financiera como libertad. Siendo adolescente, cuando me mudé de la casa de mi infancia, rechacé la ayuda de mis padres porque sabía que eso les permitía opinar sobre mi manera de vivir. Durante mi veintena me desempeñé varios años como trabajadora sexual, una experiencia que confirmó mi sospecha de que no existía el dinero gratis.

Llevaba tres años limpia y sobria cuando mi novio y yo nos fuimos a vivir juntos, pero incluso en mi momento más bajo de adicción, había sido autosuficiente de manera obsesiva. No importaba lo desordenada que fuera mi vida. Yo siempre conseguía dinero para pagar la renta. Pero a los 26 años, estudiante y escritora inédita, tenía por primera vez una gran deuda. Más tarde entendería que era la situación habitual de la mayoría de los artistas en ciernes que no vienen de familias adineradas.
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En nuestro segundo año de convivencia, mi novio se ofreció a pagar la deuda de mi tarjeta de crédito. Mis pagos apenas llegaban al monto de la deuda inicial, señaló. Asentí, pero sentí que la sangre se me iba de la cara.

“Eso es muy generoso”, dije. “Pero esa idea me hace sentir… incómoda”. Eso era decir poco. Tenía ganas de vomitar.

“Puedes considerarlo un préstamo, si quieres”, respondió.

Durante los años que vivimos juntos, empecé a cocinar más. Me gustaba cocinar y, como era una chica con abuelas puertorriqueñas e italianas, me habían educado para disfrutar dando de comer a la gente. No sé cuándo empecé a lavarle la ropa, pero pronto se convirtió en una rutina.

“Es un poco raro que hagas todo esto”, me dijo una vez. Le quité importancia. “No pasa nada”, le dije. “Estoy en casa más a menudo que tú”. Y en cierto modo estaba bien. Doblar ropa era más fácil que escribir.

No solo en nuestra casa las cosas se ponían raras. Cubría mis tatuajes delante de sus padres. Desde luego, no les dije que estaba escribiendo un libro sobre mis años como adicta y trabajadora sexual; de hecho, no se lo conté a casi nadie. Reuní una gran colección de suéteres. Mi vida empezó a parecerse a una especie de disfraz. Nunca me había visto tan convencional. Y yo nunca había pedido ni aceptado ayuda económica.

En nuestro tercer año juntos, él y yo empezamos a hablar de tener un hijo y de casarnos. Aunque esas posibilidades me entusiasmaban en cierto modo, también me llenaban de inquietud. ¿Cómo había pasado de ser una dominatriz que salía sobre todo con mujeres a una profesora aburrida que vivía con un hombre en un departamento que no podía permitirse? ¿En qué momento el disfraz dejó de ser un juego para convertirse en mi vida real?

Lo que ocurrió fue exactamente lo que debí haber esperado: me enamoré de una mujer y lo dejé. La ruptura fue una agonía, agravada por el hecho de su generosidad y mi incapacidad para devolvérsela. Por un sentimiento de culpa, asistí con él a semanas de terapia de pareja tras la ruptura y dejé atrás la mayoría de las pertenencias que compartíamos. Al cabo de unos meses, sin embargo, me deshice de aquellos suéteres y me hice nuevos tatuajes. Luego, publiqué ese libro sobre todo lo que había aprendido a ocultar.

Cuando reflexioné sobre nuestra relación, retrocedí ante mi consternación y desconcierto, y recurrí al autodesprecio, que me parecía más seguro. ¿Qué demonios me había poseído? El patriarcado, decidí: había entrado en el viejo teatro de la heterosexualidad y me había encontrado encasillada, con ropa sucia, platos y suéteres.

La historia podría haber terminado ahí. Seguí con esa mujer —a la que todavía llamo “mi mejor ex”— durante tres años. Luego me enamoré de otra mujer. Aunque yo ya no estaba tan en la quiebra, ella tenía un nivel de ingresos que todavía era muy distante al mío. Era propensa a los grandes gestos y a hacer regalos caros: me compraba boletos de avión, masajes, comidas caras, joyas y gafas de sol Gucci. Me quedaba estupefacta por esa generosidad, y aún más por mi consentimiento.

“Quiero cuidarte”, me decía a menudo. Cada vez que pronunciaba esas palabras, yo sentía un relámpago de miedo. ¡Mira lo que había pasado la última vez que dejé que alguien me cuidara! Pero detrás de ese miedo había algo más. Me sentía embelesada. Tenía un hambre voraz. Para mi sorpresa, descubrí que deseaba con desesperación que me cuidaran.

Durante un tiempo, el efecto narcótico de sus grandes gestos de cuidado ocultó la realidad de nuestra dinámica: era la más inestable que había conocido. Peleábamos a menudo. Me obsesionaba nuestra relación, al punto de excluir casi todo lo demás en mi vida.

Y, sin embargo, una vez más me esforcé por convertirme en la buena esposa, realizando tareas administrativas mundanas en su nombre, llevando su abrigo en actos públicos y empequeñeciéndome para evitar conflictos.

Cuando la dejé, mi vida estaba en ruinas. Me había alejado de amigos y familiares. Y había vuelto a ser una extraña para mí misma. Pero también abrí los ojos: vi que el común denominador entre esas dos relaciones no había sido el género ni la orientación sexual, ni siquiera la diferencia económica. Había sido yo.

La misma cualidad que me había hecho sentir tan orgullosa —mi necesidad de controlar mi propia independencia, mi incapacidad para aceptar ayuda con elegancia— había generado un desequilibrio en mí. No podía aceptar el apoyo sano de un amante y me metí de cabeza en una dinámica retorcida con otra pareja.

Después, llegué a ver la relación con mi novio editor de televisión con más matices. Había pasado los años anteriores a nuestra relación como una especie de delincuente profesional, preparada para el juicio, la violencia, el arresto y la humillación. Siempre había tenido un trabajo, claro, pero mi vida se había vuelto precaria y vulnerable de todas las maneras en que puede serlo para una adicta y trabajadora sexual. Me habría avergonzado admitirlo en ese momento, pero había consuelo tan solo en el estilo ordinario de mi vida con él. No me culpaba por ansiar ese consuelo, sino por negarme a reconocerlo.

En algunos momentos, también había sido tentador reducir la historia de aquella tumultuosa relación con la mujer que quería cuidar de mí a una historia digerible: había sido genia del control. O quizá ambas habíamos sido poseídas temporalmente por una química tóxica. Más allá de las verdades parciales que encerraban esas explicaciones, yo sabía que había sido esa hambre voraz de cuidados —provocada por mi rechazo incondicional al cuidado durante toda la vida— lo que me había hecho volver a ella una y otra vez. Sabía también que solo había una persona que podía hacerme capaz de amar de una manera más equilibrada: yo.

A medida que he ido madurando, el consuelo de culpar a alguien o a algo más de mis penurias se ha vuelto poco común. Intento responsabilizarme con más ternura que recriminación. Cuando me convierto en una extraña para mí misma, la explicación siempre es complicada.

Los años transcurridos me han enseñado a dar y recibir todo tipo de recurso, incluso el dinero, de la mejor manera. Mi esposa y yo somos bastante buenas a la hora de no llevar nuestros problemas a ese terreno concreto. Ninguna de las dos anhela el tipo de cuidados que uno solo debería esperar de un padre o de un dios, y ambas sabemos pedir ayuda cuando la necesitamos. Solo somos dos adultas, cada una responsable de sí misma, que eligen vivir juntas cada día. Puede ser mucho más trabajo, pero al final nos cuesta menos.

lunes, 26 de febrero de 2024

Cómo saber si mi perro es feliz? Las cuatro señales de su 'firulais' que lo revela



Estas son las señales que debe tener en cuenta.

Los ojos, la cola y la curiosidad pueden revelar el estado de ánimo de su mascota.

Se ha evidenciado a lo largo de la historia que el amor por los animales transforma nuestro mundo y es una experiencia llena de beneficios en una relación, en la que nuestros perros acaban siendo un miembro más de la familia en un espacio donde no solamente se cuida de ellos sino que también ellos de nosotros.

No obstante, descifrar el estado de ánimo de nuestros caninos es todo un reto que puede perturbar la dinámica con ellos, por esto, es indispensable ver las huellas que nos lleven a descubrir si nuestra mascota es feliz junto a nosotros y observar las pequeñas actitudes que denotan su gozo para velar por su bienestar y compartir la alegría de un lomito feliz y lleno de energía.