miércoles, 14 de diciembre de 2016

Cinco cosas que sus hijos siempre recordarán de usted

Los niños olvidan muchísimas de las experiencias que viven en sus primeros años, pero hay algunos hechos que los marcan para siempre.

Cinco cosas que los hijos siempre recordarán de sus padres

Cinco cosas que sus hijos siempre recordarán de usted Foto: Thinkstock

Siempre se ha dicho que los hijos son el reflejo de los padres. Por eso su labor durante la etapa de crianza es el desafío más grande, ya que deben darles buen ejemplo, apoyarlos y educarlos. Los padres suelen dejar huellas en el alma de los hijos, en los buenos y en los malos momentos. Y obviamente, todos intentan que existan más las primeras que las segundas.  
Según los expertos, hay cinco hábitos muy significativos que los papás deben tener en cuenta para que sus hijos sepan valorarlos y respetarlos, y que les permita cultivar una buena relación. Pero no solo eso. También para que ellos crezcan en un entorno positivo y desarrollen fortalezas físicas, mentales y emocionales.
 1. Los momentos que usted no les puso atención  
Los niños valoran o miden el amor de sus padres según el nivel de atención que les prestan sus padres. Así haya mil cosas por hacer en la oficina o en la casa, los papás deben sacar siempre tiempo para jugar y salir a realizar diversas actividades con sus hijos. No dejar eso en mano de terceros, como los abuelos, los tíos o las niñeras. Esto será fundamental porque “no solo van a interactuar con ellos sino que van a aprender a conocerlos”, dijo a Semana.com Claudia Gutiérrez, psicóloga de conducta infantil de la Universidad de Los Andes. Que usted siempre este chateando en el celular, que prefiera el trabajo sobre los momentos importantes de sus vidas o que olvide las cosas que les importan serán recuerdos imborrables para los niños.
 2.Las veces en que usted los maltrató
Todos los niños tienen sus pataletas y los papás deben saber cómo lidiar con este tipo de situaciones en las que deben imponer su autoridad. Pero lo más importante es que siempre se corrija mediante un diálogo respetuoso y que no abunden las críticas. Los padres deben tener mucho cuidado con el lenguaje que utilizan, pues el corazón de un niño se hiere muy fácilmente y si se le lastima constantemente puede endurecerse con los años. “Es esencial que piensen antes de hablar porque esto puede afectar la autoestima de los niños. Muchos papás hablan bajo presión y no miden el impacto de sus palabras. Por eso deben ser precavidos”, señala Gutiérrez.
 3. Las oportunidades en que los hizo sentirse seguros
Todos los seres humanos tienen miedos. Pero en la infancia esos miedos suelen verse más grandes que en cualquier otra etapa de la vida. La protección que dan los papás genera una seguridad para los años que vienen muy importante. Esta no se logra solamente dándoles lo necesario para vivir sino también acompañándolos y escuchándolos en los momentos que para ellos son difíciles. Los niños sienten temor de algunas cosas, unas reales y otras imaginarias como el monstruo que los va a acechar en la noche o no tener amigos colegio.  En dado caso hay que escucharlos con cariño y entrar en su mundo. Hacerles entender que no están en peligro pero sin negarles lo que ellos han ideado en su interior. Esto no solo los fortalecerá y los hará sentir más tranquilos, sino que aumentará el vínculo afectivo con los papás.
 4. Las veces que usted trató muy bien (o muy mal) a su pareja
La idea del amor y la vida en pareja que tiene un niño se forma a partir del trato que tienen los papás entre ellos. Por eso, si no hay un respeto en la familia, los niños no aprenderán a reconocer la importancia del afecto durante el noviazgo y el matrimonio. Los psicólogos siempre han dicho que los hijos suelen repetir lo bueno y lo malo que vieron en casa. Así que si sus padres les demuestran buenas maneras y los valores que hay en una relación, ellos seguirán ese ejemplo y seguramente se verá reflejado en su vida afectiva. Muchas veces se dice que un papá debe tratar a la mamá, como espera que algún día otro hombre trate a su niña.
5. Las oportunidades en que usted puso la familia por encima de todo
Sus hijos siempre recordarán los momentos en que usted puso a su familia como prioridad frente a otras preocupaciones. Para ellos las reuniones y tradiciones familiares como la Navidad o los cumpleaños son lo más importante, y no entenderán fácilmente que estos momentos se pierdan por asuntos que no son importantes. Tener sentido de pertenencia por su familia es una de los grandes regalos que usted puede darles. Si usted celebra los momentos especiales de modo especial, ellos algún día harán lo mismo con sus hijos. 

http://www.semana.com/vida-moderna/articulo/cinco-cosas-que-los-hijos-siempre-recordaran-de-sus-padres/507315

martes, 13 de diciembre de 2016

Los beneficios de comer en familia

Estudios recientes afirman que sentarse juntos a la mesa ayuda a mejorar el rendimiento académico de los hijos. Estas son las ventajas de ese ritual.

Por qué las familias deben comer juntas

Compartir el desayuno, el almuerzo o la cena es un punto de encuentro importante para las familias. Sin embargo, el agitado ritmo del siglo XXI ha hecho que este momento cada vez sea más escaso o que se haga de afán. Un estudio, realizado con cerca de 15.000 estudiantes de colegio y publicado en la revista BMC Research Notes, mostró que en las últimas dos décadas ha disminuido el porcentaje de niños y adolescentes que cenan con sus padres. Otra investigación publicada en JAMA Pediatrics reveló que solo el 30 por ciento de los adolescentes comen al menos siete veces por semana con sus familiares.
Lo anterior estaría afectando el núcleo familiar, pero, sobre todo, el rendimiento académico de los hijos pues cada vez es más sólida la evidencia científica que relaciona comer en familia con el colegio. Se estima que el 40 por ciento de los niños y adolescentes que lo hacen obtienen calificaciones excelentes y dedican más horas a leer y hacer tareas, mientras que quienes comen menos de tres veces a la semana con su familia tienen el doble de riesgo de tener bajas calificaciones escolares. Este factor puede, incluso, “ayudar a predecir más el éxito académico que si el niño vive con ambos padres”, afirma Ann K. Dolin, presidenta de Educational Connections, Inc., en Washington DC.
Un análisis de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde), realizado con datos de muchos países, encontró que los estudiantes que no comen con sus papás regularmente se escapan de clase con más frecuencia. Mientras tanto, los que sí lo hacen tienen mejores notas en los exámenes, cuentan con mayor vocabulario y mejoran sus habilidades de lectura. Además, disminuye el riesgo de fumar, tomar alcohol, consumir drogas, mantener relaciones sexuales sin protección e, inclusive, de suicidarse. Así lo indica el Centro Nacional sobre la Adicción y Abuso de Sustancias de la Universidad de Columbia.
No se sabe la razón de este efecto pero muchas teorías apuntan a que comer con los papás fortalece los lazos afectivos y mejora la comunicación, clave para evitar conflictos y violencia intrafamiliar. La autora Kathleen T. Morgan, de la Universidad Estatal de Nueva Jersey, Rutgers, en Estados Unidos, afirma que durante las comidas las familias intercambian opiniones, conversan, construyen confianza y aprenden a hablar sin temor. Alrededor de la mesa los papás pueden forjar mejor su imagen como figuras de autoridad y se crea noción de grupo, pues es un espacio en el que se comparten ideales comunes y se transmite un sentido de pertenencia. “Esta actividad genera en el cerebro de los niños nuevas conexiones neuronales que les permiten mejorar las habilidades de socializar”, dijo a SEMANA el psiquiatra infantil Germán Casas.
Otro de los beneficios de este hábito se observa a nivel nutricional. La Academia Estadounidense de Pediatría revisó los estudios que muestran el impacto de las comidas en familia y los trastornos alimentarios. Quienes comen al menos tres veces a la semana juntos tienen 35 por ciento menor riesgo de padecer obesidad, sobrepeso, sedentarismo o, incluso, anorexia. Esto se debe a que el cuerpo se acostumbra a comer a unas horas específicas y a que en esas ocasiones los papás tienen la oportunidad de enseñar cuáles alimentos son más nutritivos. De hecho, un trabajo de la Universidad de Minnesota hecho con 3.000 estudiantes reveló que comer en familia contribuía a que consumieran mayor cantidad de frutas y verduras.
Según Anne K. Fishel, autora del libro En casa para cenar: mezclar comida, diversión y conversación para familias felices y niños saludables, no hay un número mágico para obtener todas las ventajas de comer juntos ni para saber a qué horas debe celebrarse esa reunión. Puede ser al desayuno, al almuerzo o a la comida. El gran obstáculo es buscar el tiempo, pero con tantas ventajas muchos deben procurar encontrarlo por el bien espiritual, físico e intelectual de toda la familia.

http://www.semana.com/vida-moderna/articulo/por-que-las-familias-deben-comer-juntas/470669

lunes, 12 de diciembre de 2016

Los pequeños tiranos

En su nuevo libro, el psicólogo Leonard Sax acusa a los padres de tratar a sus hijos como iguales. Relacionarse con ellos como si fueran adultos crea individuos ansiosos, inseguros e intolerantes.


Los pequeños tiranos Foto: Ingimage

Adultos frágiles con egos engrandecidos, individuos intolerantes a la frustración, obesos y con dificultad de atención y concentración son algunos de los problemas que ha creado el estilo de crianza moderno. Este se caracteriza por padres que protegen a ultranza la autoestima de los pequeños, que desdibujan las líneas jerárquicas entre ellos y sus hijos y que los invitan constantemente a tomar decisiones sobre asuntos familiares, desde qué comer hasta dónde ir de vacaciones. Ese es a grandes rasgos el argumento del libro The Collapse of Parenting, escrito por el sicólogo Leonard Sax, autor de otras obras sobre el tema.
La idea de escribir el texto surgió después de ver muchas escenas como esta, en la que en un consultorio médico una madre le pregunta a su hija: “¿Quieres que el médico te mire la garganta?”. La niña, obviamente, contestó que no y el drama continuó por más de cinco minutos hasta que accedió a permitirlo, pero a cambio de una chocolatina que su madre le prometió como premio. Antes de 1970, el asunto se habría resuelto en segundos con una simple orden: “Abre la boca y di ¡ah!”, dice Sax.
Este tipo de conversación entre adultos y niños, que parece entre iguales, se ha vuelto común en las casas y colegios. Sax esgrime ese argumento para señalar que los padres han perdido autoridad y hoy parecen más grandes amigos que padres. Por eso, se les llama papás BFF, sigla de ‘Best friends forever’, que traduce mejores amigos para siempre.
Los papás colapsan en el oficio de criar cuando, para no polemizar con ellos, les dan rienda suelta a los hijos y les permiten de todo: comer pizza al almuerzo, irse a dormir a las once de la noche, ver televisión sin horario, no comer en familia. Todo esto sucede porque los padres están confundidos con su papel. “Hoy todo es una pregunta que lleva a que ellos tengan el poder de decisión: ¿crees que debes comer brócoli? o ¿piensas que es hora de ir a dormir?”.
Otra de las fallas de los padres de hoy, en opinión de Sax, es que les ruegan demasiado para que sus hijos hagan algo, como cuando les piden el favor de que se vayan a dormir, dejen de hacer ruido o los acompañen a una diligencia. Para Sax, pedir el favor es regalarles autoridad, algo que no se debe conceder. En un estilo de crianza sano una orden de los padres debería ser definitiva.
También se han equivocado en agrandar al extremo su ego y en proteger su autoestima. Aunque sus intenciones son buenas, esta medida ha resultado ser un tiro por la culata. “El peor consejo es que les digan ‘sueña y tus sueños se harán realidad’. Algo más acertado debería ser ‘trabaja para que tus sueños se cumplan’”. Exaltar a toda hora sus capacidades y no dejarlos fracasar produce que de adultos los hijos se sientan merecedores de todo, cuando la realidad es que la vida fuera del hogar es muy diferente. Esto lleva a que se frustren ante cualquier tropiezo en el camino. Por eso, la mejor manera de contrarrestar ese exceso de ego es, según el autor, enseñarles humildad, un valor que los llevará a aceptar las derrotas cuando lleguen.
Este estilo de crianza resultó del modelo autoritario de los padres de antaño. En un intento por rebelarse a esas tácticas duras en las que los niños no tenían ni voz ni voto, muchos papás de hoy, criados de esta manera, optaron por modelos democráticos que dan a sus hijos la opción de decidir, tener opinión y disentir. Si bien en algunas situaciones ellos pueden tomar una opción, como, por ejemplo, qué ropa ponerse, para Sax esto se ha llevado al extremo, pues en otras circunstancias los hijos no deben tener tantas prerrogativas. En el caso de la comida, por ejemplo, considera que no se debería preguntar qué quieren comer porque “los niños no son adultos y no se les puede pedir tomar decisiones racionales”. Lo ideal sería limitar las opciones a cuál verdura: ¿alverjas o brócoli?
Aun en los mayores, tantas opciones son un pierde-pierde porque “o al papá le toca hacer la comida poco saludable que ellos piden o desautorizarlos, algo que los lleva a sentirse traicionados e ignorados”.
En ese intento por ser diferentes a sus padres, los nuevos progenitores no han sabido mezclar amor y disciplina y optan por un modelo de ‘amigo’ del hijo, que no es conveniente. En este tema también influye que muchos padres trabajan y tienen menos control. Cuando llegan a la casa extenuados, les dejan hacer lo que quieran con tal de no discutir o para resarcir su culpa por no haber estado durante el día. Según Sax, hay evidencia de que los niños con padres con más autoridad tienen menos riesgo de problemas de alcohol, drogas y sexo sin protección, así como mayor probabilidad de tener buen promedio académico.
Las consecuencias de esto pueden ser graves. Según Sax, muchos niños criados en este tipo de ambientes laxos tienen de adultos problemas de ansiedad porque de pequeños no tuvieron límites. El psicólogo también sugiere que el creciente aumento de casos de síndrome de déficit de atención se podría deber no a problemas reales de concentración, sino a falta de sueño debido a que usan demasiado pantallas en la noche. “Los niños están durmiendo muy poco por falta de límites”, explica.
Esta situación también ha creado la cultura de falta de respeto a la autoridad, en la que los pájaros les disparan a las escopetas, pues hoy los hijos se sienten con patente de corso para responderles ‘cállate’, ‘eres injusto’, y contestar de manera grosera cuando no están de acuerdo con los papás. Las discusiones son buenas en ciertos ámbitos. Lo que está mal, según Sax, es que permeen todas los asuntos del hogar, incluso, aquellos que pueden perjudicar el bienestar del niño, como la comida o la hora de dormir.
Algunos psicólogos han señalado el libro como un gran aporte al debate de la crianza. Según Gordon Neufeld, psicólogo canadiense citado por Sax en su libro, lo que pasa durante los almuerzos y comidas es una pequeña muestra de que los padres de hoy se sienten incómodos “en el papel de líderes de la familia”. Stephen Camarata, sicólogo estadounidense, coincide con Sax en que los padres están exigiéndoles demasiado a los hijos, lo que ha llevado a que estos no tengan un respiro para descansar. “Cuando ven que no ponen atención piensan que es una condición clínica, pero en realidad es cansancio. Esto mina la confianza en ellos mismos y la habilidad de pensar”, señala el experto, autor del libro The Intuitive Parent.
Otros expertos, sin embargo, han criticado a Sax por mostrar apenas una opinión sin bases científicas y de esta forma escribir otro libro-sermón de crianza en un momento en que, con tanta información disponible en internet, se debería dar más seguridad a los padres sobre su papel en lugar de criticarlos. “Es probable que los padres estemos muy cansados, abrumados, sobreinformados para ser perfectos en cada momento”, señala Yvonne Gustafson en su blog en The Huffington Post. A pesar de las críticas y mientras la polémica avanza, Sax se mantiene en su punto: “Los padres deben volver a la silla del conductor y tomar el timón de la crianza”.

http://www.semana.com/vida-moderna/articulo/ninos-no-deben-ser-tratados-como-adultos-leonard-sax/463054

domingo, 11 de diciembre de 2016

Cómo educar sin malcriar

Un nuevo libro afirma que muchos padres no saben formar a sus hijos, pues los sobreprotegen o siempre quieren decidir por ellos. ¿Hay alguna forma de evitarlo?


Una de las tareas más difíciles en la vida de cualquier persona es criar a sus hijos. Aunque la mayoría quiere darles lo mejor, algunos se exceden en sobreprotegerlos, les planifican una vida perfecta e incluso deciden permanentemente por ellos. Estos y otros errores que están cometiendo los padres y que están afectando a las nuevas generaciones de jóvenes acaban de ser expuestos por Julie Lythcott-Haims en su libro How to Raise an Adult: Break Free of the Overparenting Trap and Prepare Your Kid for Success.

Abogada de la Universidad de Harvard y antigua tutora de estudiantes de primer año de la Universidad de Stanford, Lythcott-Haims plantea que los padres de hoy en día son más apegados a sus hijos y viceversa, lo que, si bien no es negativo, está llevando a que los papás se inmiscuyan en todos los asuntos de sus hijos, incluso en los detalles más pequeños, lo que les impide formarlos como adultos responsables y autónomos.

Gracias a su experiencia como tutora en Stanford por más de una década, la autora pudo observar numerosos casos de papás que intervenían demasiado en las obligaciones y diligencias de sus hijos, a pesar de que ya se habían graduado del colegio e iban a ingresar a la universidad. “En ocasiones me tocó recibir a algunos papás que iban en representación de ellos, porque eran muy tímidos”, dice Lythcott-Haims.

El fenómeno no es ajeno a la realidad colombiana. La psicóloga María Elena López afirma que en general sí existe “una tendencia de los padres a mantener una atención de vigilancia permanente sobre los comportamientos de sus hijos, orientándolos hacia lo que deben pensar, sentir y hacer”, dijo a SEMANA. Esto se debe a que los papás tienen mucho miedo de que sus hijos sean vulnerables a nivel emocional. “Temen que la adversidad los tire a la lona”, dice López.

Y es que cada vez es más delgada la línea que separa la adolescencia de la adultez, pues muchos jóvenes entre los 18 y 22 años todavía no están preparados para moverse solos por el mundo. “El término que uso para referirme a ellos en el libro es ‘existencialmente impotentes’, que significa que los niños con papás sobreprotectores no tienen lo que necesitan para ser independientes”, dice Lythcott-Haims, quien también ha vivido la experiencia en casa como madre de dos adolescentes de 13 y 16 años.

Hay tres estilos de crianza de los hijos, según Lythcott-Haims. En primer lugar están los padres sobreprotectores, que piensan que el mundo es un lugar miedoso e inseguro, y protegen a sus niños para asegurarles que vivan en un entorno cómodo y tranquilo. Estos son los llamados papás helicóptero, que tienden a sobrevolar la vida de sus hijos para advertirles de los peligros a los que están expuestos o ayudarlos si metieron la pata en alguna situación.

Luego está el modelo de la madre tigre, que representa a unos padres estrictos que obligan a sus hijos a seguir el camino que ellos consideran más apropiado. “Deciden a qué tipo de colegio o universidad deben ingresar y qué calificaciones deben obtener, así como las actividades que deben desarrollar por fuera del colegio”, afirma la autora. El problema es que creen que este tipo de acercamiento va a asegurarles el éxito, pero varios estudios han demostrado que genera problemas de salud mental en los niños.

Finalmente, está el tipo de padres que quieren tener a sus hijos siempre de la mano. Es decir, que parecen asistentes personales de sus pequeños cuando ya han crecido para llenarles papeles, recordarles citas, hacerles vueltas o hablar con figuras de poder en su nombre para evitarles esa responsabilidad.

Lythcott-Haims afirma que los padres de familia del siglo XXI mezclan un poco de cada uno de estos estilos, por lo cual no están preparando adecuadamente a sus hijos para ser adultos. “Este tipo de crianza está llevando a los niños a que no desarrollen las capacidades ni los hábitos necesarios para que maduren y tomen sus propias decisiones”, señala en el libro.

Uno de los errores más recurrentes de los padres es confundir felicidad con éxito, pues si bien son importantes, tienen significados distintos. Según Lythcott-Haims, la mayoría de papás piensa que la felicidad de sus hijos depende de que estudien una carrera como Ingeniería, Finanzas o Medicina, en vez de valorar que esa satisfacción solo se obtiene por medio del trabajo con el cual sus hijos se sientan a plenitud. “Los hacen sentir fracasados si no obtienen las mejores notas o si no clasifican a las mejores universidades. Les trazan el camino que deben seguir y su definición de éxito no concuerda con las habilidades, pasiones y valores de sus niños”, dice Lythcott-Haims.

Esto es a lo que el psiquiatra infantil Germán Casas llama la teoría del niño imaginario, que se refiere a los padres que imaginan a su hijo como un ser perfecto o superior y no son capaces de tolerar la frustración de que este no sea como se lo imaginaron. “Piensan que los niños deben ser una versión mejorada de ellos. Esto expone a los pequeños a unas enormes exigencias que los hace vulnerables a no tolerar cualquier tipo de frustración”, dijo Casas a SEMANA.

Este fenómeno, según la autora, ocurre principalmente en los hogares de familias de clase media y alta, pues en la cultura capitalista hay una fijación por la prosperidad y el futuro que alimenta este tipo de presión generalizada de los padres sobre los hijos, lo que les produce altos niveles de estrés. De hecho, la autora cita un estudio realizado hace un tiempo por un centro de adicciones en Los Angeles, California, que reveló una similitud entre las tasas de ataques de depresión y ansiedad en jóvenes que están en la cárcel con las de los adolescentes de familias adineradas.

Este tipo de parámetros establecidos por los padres, condicionan y limitan los deseos de sus hijos. Pero al mismo tiempo, también afecta la salud y el bienestar de los papás, pues ellos están al servicio de sus hijos y no disfrutan su vida para hacer lo que más les gusta como adultos. “Hay una distancia psicológica que todos necesitan para analizar sus propias dificultades y encontrar qué camino quieren seguir sin tener que llamar al papá o la mamá para que los guíen”, dice Lythcott-Haims.

Para adelantar una mejor educación, la autora propone una serie de consejos (ver recuadro) con el fin de que los papás no caigan en la trampa de sobreproteger a sus hijos y para que los eduquen de la manera más apropiada. “El objetivo de los padres debe ser el de criar adultos, no niños”, concluye Lythcott-Haims.

Guía para padres

Julie Lythcott-Haims dedica un capítulo a dar una serie de consejos prácticos para que los papás cumplan bien con la tarea de criar a sus hijos.

  • Tenga tiempo para usted como padre y deles tiempo a ellos como hijos.
  • Déjeles tareas, y si fallan no acuda de inmediato a ayudarlos sino deles tiempo para que reflexionen.
  • Nunca hable de ‘nosotros’ cuando ellos obtengan reconocimientos.
  • Enséñeles a respetar a las figuras de autoridad.
  • Deje que se pongan solos su máscara de oxígeno, como en los aviones, para que sepan defenderse.
  • Piense en la felicidad de ellos y no en que sean exitosos para que los haga sentir orgullosos como padres.

sábado, 10 de diciembre de 2016

Papás, a comprar menos juguetes

Controlar el número de objetos que los niños utilizan para jugar fomenta su creatividad, solidaridad e incluso permite que sus periodos de atención sean mucho más largos

Los juguetes son el mejor amigo del niño, su regalo perfecto. Por eso los padres se han acostumbrado a saturar el entorno de sus hijos con cientos de objetos que les proporcionan diversión. Sin embargo, el portal Becoming Minimalist explicó que limitar la cantidad de juguetes es saludable para los pequeños y a largo plazo trae beneficios importantes. En pocas palabras: menos es más.

Joshua Becker, autor del artículo, advirtió que el exceso de juguetes evita que el niño desarrolle su imaginación. Una conclusión a la que ya habían llegado los investigadores alemanes Rainer Strick y Ele Schubert, quienes en 1999 probaron que los menores no necesitan infinidad de objetos para divertirse. Estos científicos realizaron un experimento que consistió en retirar todos los juguetes de un salón de clases y dejar solo mesas y sillas. Después del aburrimiento inicial, los niños incorporaron estos elementos a sus juegos y terminaron inventando actividades con esos objetos.

Además de estimular su imaginación, en esta práctica los niños también aprenden a ser recursivos, pues tienen que resolver el problema de jugar con pocos materiales y objetos a la mano. Por eso también terminan aprendiendo el valor de la perseverancia y el reto que implica descifrar juguetes sobre los cuales no conocen su funcionamiento. Si el menor tiene múltiples opciones no se tomará el trabajo ni tendrá la paciencia de descubrir qué hay detrás de ese objeto desconocido.

Cuando un niño tiene un sin fin de alternativas para divertirse sus periodos de atención son muy cortos. Como siempre hay un juguete nuevo en línea de espera, los jóvenes no valoran el momento del juego y en cuestión de minutos pasarán a otro objeto. Por eso es muy común que, luego de la emoción inicial, los niños descarten y olviden los juguetes que pidieron insistentemente. Además, no cuidan los objetos porque siempre habrá un reemplazo a la mano.

Tener menos juguetes también le ayuda a los niños a ser más ordenados y a mantener sus habitaciones limpias. Así lo comprobó Ruth Soukup, una madre que desde 2010 maneja el portal Living Well Spending Less, quien un día decidió quitarles todos los juguetes a sus dos hijas como castigo.“Las niñas me miraron asombradas por algunos minutos y luego empezaron a ayudarme. Y así su cuarto estuvo limpio”, relató Ruth.

Después de tomar esta decisión, Soukup se dio cuenta de los beneficios que esto trajo para sus dos niñas. Notó que ellas se concentraban por más tiempo y con mayor facilidad. En vez de aburrirse sus hijas empezaron a colorear y a leer por más tiempo y pasaban toda la tarde jugando a las escondidas. Tanto así que Maggie, una de las hijas de Ruth, le dijo: “Esta bien que ya no tengamos juguetes, mamá, porque podemos leer y usar nuestra imaginación. Además no tenemos que limpiar todos los días”.

En el siguiente viaje que hicieron en familia sus hijas tampoco pidieron que les compraran juguetes pese a que pasaron por cientos de tiendas. “Son más capaces de apreciar las bendiciones que tienen y pueden disfrutar completamente el momento en el que están jugando. Ya no sienten la necesidad de pasar siempre a otra actividad. Son más creativas y pacientes, más inclinadas a compartir y empáticas a compartir con otros, pelean mucho menos”, escribió Ruth.

Desarrollar mejores habilidades sociales es otro de los beneficios de esta práctica. De acuerdo con Becker, los niños aprenden a compartir con otros y a tener mejores relaciones interpersonales, un hecho que va de la mano con que peleen menos y no sean egoístas, pues los juguetes son una fuente de discusión entre los menores. Si existen menos objetos para divertirse, los niños se verán obligados a compartir, colaborar y trabajar en equipo, capacidades que serán supremamente útiles en su proceso de crecimiento y adultez. Así que, papás, a comprar menos juguetes.

http://www.semana.com/educacion/articulo/papas-comprar-menos-juguetes/410235-3

viernes, 9 de diciembre de 2016

Siete claves para tener hijos exitosos

El miedo de los padres al fracaso y al sufrimiento de sus niños cada vez es más grande. Estos son los principales errores que se comenten en la crianza y la forma de superarlos.



Cualquier padre de familia sueña con ver triunfar a sus hijos. La parte difícil es lograrlo con el balance perfecto que, según los expertos, radica en establecer expectativas altas e involucrarse en su desarrollo, pero sin irrespetar su autonomía. Tristemente, en el mundo actual la mayoría de los padres ha optado por un extremo tóxico: ser sobreprotectores. Son los que hacen por ellos casi todo, los cuidan de no equivocarse ni tomar riesgos, y les exigen metas que poco reflejan las necesidades de los pequeños. El resultado son jóvenes tristes, estresados, ansiosos, frustrados y poco motivados. 

1. Coma en familia:

Compartir el desayuno, el almuerzo o la cena es un punto de encuentro importante para las familias. Sin embargo, el agitado ritmo del siglo XXI ha hecho que este momento cada vez sea más escaso o que se haga de afán. Un estudio, realizado con cerca de 15.000 estudiantes de colegio y publicado en la revista BMC Research Notes, mostró que en las últimas dos décadas ha disminuido el porcentaje de niños y adolescentes que cenan con sus padres. Otra investigación publicada en JAMA Pediatrics reveló que solo el 30 por ciento de los adolescentes comen al menos siete veces por semana con sus familiares.
Lo anterior estaría afectando el núcleo familiar, pero, sobre todo, el rendimiento académico de los hijos pues cada vez es más sólida la evidencia científica que relaciona comer en familia con el colegio. Se estima que el 40 por ciento de los niños y adolescentes que lo hacen obtienen calificaciones excelentes y dedican más horas a leer y hacer tareas, mientras que quienes comen menos de tres veces a la semana con su familia tienen el doble de riesgo de tener bajas calificaciones escolares.

2. Evite tratarlos como “reyes”
El libro The Collapse of Parenting, escrito por Leonard Sax, generó toda una polémica en Estados Unidos. El sicólogo señala que los padres han perdido autoridad y hoy parecen más grandes amigos que padres. Por eso, se les llama papás BFF, sigla de ‘Best friends forever’, que traduce mejores amigos para siempre.
Para él, los papás colapsan en el oficio de criar cuando, para no polemizar con ellos, les dan rienda suelta a los hijos y les permiten de todo: comer pizza al almuerzo, irse a dormir a las once de la noche, ver televisión sin horario, no comer en familia. Todo esto sucede porque los padres están confundidos con su papel. “Hoy todo es una pregunta que lleva a que ellos tengan el poder de decisión: ¿crees que debes comer brócoli? o ¿piensas que es hora de ir a dormir?”.
Otra de las fallas de los padres de hoy, en opinión de Sax, es que les ruegan demasiado para que sus hijos hagan algo, como cuando les piden el favor de que se vayan a dormir, dejen de hacer ruido o los acompañen a una diligencia. Para Sax, pedir el favor es regalarles autoridad, algo que no se debe conceder. En un estilo de crianza sano una orden de los padres debería ser definitiva.
3. No sea sobreprotector ni intenso
La psicóloga clínica Madeline Levine publicó el libro Teach your children well, en el que critica duramente a los padres que tienen una visión del éxito basada solo en puntajes, trofeos y resultados, y dejan a un lado el bienestar y la autonomía de sus hijos. Cuenta que una señal inconfundible de los padres obsesivos aparece cuando hablan en plural sobre los proyectos de sus hijos, como por ejemplo, "estamos aplicando a la Universidad de Columbia".
Según el psiquiatra infantil Germán Casas, esta tendencia existe en todo el mundo y es producto de las exigencias de la sociedad de consumo. "Es un fenómeno sociológico y se caracteriza por padres que creen que sus hijos deben tener competencias excepcionales, porque de lo contrario van a fracasar en la vida", dice a SEMANA.
En su libro, Levine cita el trabajo científico de Carol Dweck, que demostró que los padres sobreprotectores no crían niños más motivados y exitosos. Quienes logran esos resultados son los padres que establecen expectativas altas pero respetan la autonomía del niño.
4. No les resuelva sus problemas
Julie Lythcott-Haims, abogada de la universidad de Harvard, escribió un libro que se volvió un fenómeno en Estados Unidos: How to Raise an Adult: Break Free of the Overparenting Trap and Prepare Your Kid for Success. En este la tutora de la Universidad de Stanford señala que uno de los problemas que más detecta en los nuevos estudiantes es la incapacidad de resolver sus problemas, en general porque sus padres siempre habían estado ahí para hacerlo. 

El fenómeno no es ajeno a la realidad colombiana. La psicóloga María Elena López afirma que en general sí existe “una tendencia de los padres a mantener una atención de vigilancia permanente sobre los comportamientos de sus hijos, orientándolos hacia lo que deben pensar, sentir y hacer”, dijo a SEMANA. Esto se debe a que los papás tienen mucho miedo de que sus hijos sean vulnerables a nivel emocional. “Temen que la adversidad los tire a la lona”, dice López.

Y es que cada vez es más delgada la línea que separa la adolescencia de la adultez, pues muchos jóvenes entre los 18 y 22 años todavía no están preparados para moverse solos por el mundo. “El término que uso para referirme a ellos en el libro es ‘existencialmente impotentes’, que significa que los niños con papás sobreprotectores no tienen lo que necesitan para ser independientes”, dice Lythcott-Haims.

5. Asígneles tareas

Diversos estudios han demostrado que tienen más posibilidades de ser exitosos los niños a quienes se les exige más. "Si los niños no lavan los platos en donde comen, eso significa que alguien está haciéndolos por ellos", asegura Julie Lythcott-Haims, ex decana de la Universidad de Stanford en un famoso TED Talk. Para ella, esa lección de que sus deberes pueden ser resueltos por un tercero es en extremo nociva para el aprendizaje.
Para ella los valores esenciales para tener éxito en la vida laboral se desarrollan en la primera infancia. Así, los niños con las tareas del hogar aprenden a ser responsables y a sentir que pertenecen a un equipo.
6. No los maltrate
Muchos padres aún utilizan las palmadas y castigos físicos como método de educación. Pero un nuevo estudio reitera que dicho hábito, en lugar de formar, resulta contraproducente para el desarrollo de los pequeños.
Investigadores de las universidades de Texas y Michigan, en Estados Unidos, analizaron datos de 160.000 niños y encontraron que los que recibieron nalgadas son más propensos a desarrollar problemas cognitivos, rasgos antisociales, desórdenes de salud mental y baja autoestima en la edad adulta. Y, por el contrario, no encontraron evidencia de que los azotes tengan efecto positivo alguno. Por eso recomiendan a los padres buscar otras formas de impartir disciplina. El estudio apareció en Journal of Family and Psychology.
7. Compre menos cosas y regale más tiempo
El exceso de juguetes y cosas materiales hace que los niños no desarrollen tan bien su imaginación como podrían. La mayoría de personas adultas recuerdan con nostalgia su niñez pues estaba llena de actividades en grupo y camaradería, pero esto se ha perdido en sus hijos.
Los investigadores alemanes Rainer Strick y Ele Schubert realizaron un experimento que consistió en retirar todos los juguetes de un salón de clases y dejar solo mesas y sillas. Después del aburrimiento inicial, los niños incorporaron estos elementos a sus juegos y terminaron inventando actividades con esos objetos.
Además de estimular su imaginación, en esta práctica los niños también aprenden a ser recursivos, pues tienen que resolver el problema de jugar con pocos materiales y objetos a la mano. Por eso también terminan aprendiendo el valor de la perseverancia y el reto que implica descifrar juguetes sobre los cuales no conocen su funcionamiento. Si el menor tiene múltiples opciones no se tomará el trabajo ni tendrá la paciencia de descubrir qué hay detrás de ese objeto desconocido.
Cuando un niño tiene un sin fin de alternativas para divertirse sus periodos de atención son muy cortos. Como siempre hay un juguete nuevo en línea de espera, los jóvenes no valoran el momento del juego y en cuestión de minutos pasarán a otro objeto. Por eso es muy común que, luego de la emoción inicial, los niños descarten y olviden los juguetes que pidieron insistentemente. Siempre será mejor compartir con ellos que llenarlos de cosas.

http://www.semana.com/on-line/vida-moderna/articulo/recomendaciones-para-criar-hijos-exitosos/507012

jueves, 8 de diciembre de 2016

Cinco trucos para que su hijo le haga caso

Estas son algunas recomendaciones para los papás que no saben cómo lograr que sus pequeños sean obedientes.



Criar hijos no es una tarea fácil. En medio de esa labor diaria una de las cosas más difíciles para los papás es establecerse como figuras de autoridad sin maltratar a los niños y sin dejársela ‘montar’, pues muchos de ellos tienen un carácter difícil y hacen pataletas. Estos son algunos consejos prácticos para no desfallecer en el intento.
  1. Trátelos suavemente
Las palabras tienen un impacto enorme y los papás deben pensar bien antes de regañar a sus hijos. La mejor forma de evitar que los pequeños se vuelvan patanes y rebeldes es tratarlos siempre con cariño y hablarles de forma propositiva. Los expertos aseguran que ellos van a seguir más las indicaciones que les dan si lo hacen con suavidad y mucha paciencia. No se trata de una imposición donde toca obligarlos a que hagan las cosas a las malas, sino de enseñarles por qué deben hacerlas de esa manera. Todo por medio del diálogo y no de los golpes u ofensas. Otra buena estrategia es elogiarlos y recordarles lo mucho que valen para que obedezcan más. 
  1. Mírelos a los ojos fijamente
Los papás pueden lograr que sus hijos les obedezcan no solo hablándoles de forma clara y tratándolos suavemente sino también mirándolos fijamente a los ojos. El contacto visual es la forma de comunicación no verbal más poderosa, pues varios estudios hechos por psicólogos y expertos en lingüística han señalado que influye mucho para que las personas se relacionen bien con los demás. Por eso los papás y los hijos deben establecerlo desde temprano. Así podrán fortalecer sus lazos afectivos y eso le facilitará la tarea a los padres de establecer autoridad. 
  1. Ayúdelos a reconocer sus errores
Una buena manera de conseguir empatía con los niños es poniéndose en su lugar y acompañándolos en las situaciones que viven. Si ellos se han equivocado lo primero que los papás deben hacer es decirles frases como: “entiendo que estés de mal genio, a mí también me daría rabia”. Y no reprenderlos con críticas destructivas, pues esto solo empeorará las cosas. Los expertos dicen que si los papás hablan con los niños cuando estos se equivoquen y les muestran por qué les pasó esto y las posibles soluciones, ellos aprenderán y se sentirán apoyados. Caso contrario a cuando los regañan y maltratan, pues así solo sentirán miedo hacia sus papás y poco a poco se irán alejando de ellos. 
  1. Hágalos reír
Si los niños están llorando o haciendo pataleta, una buena forma de calmarlos es haciéndolos reír con chistes o algo en particular que logre sacarles una carcajada. De esta forma los pequeños podrán distensionarse y aprender la lección. Esta es una mejor estrategia que hablarles recio y regañarlos, pues así evitarán lesionar su autoestima y su salud emocional. Cuando las cosas se hacen por las malas, los niños solo desarrollarán miedos y traumas por cuenta del maltrato que reciben. 
  1. Deles un premio si se comportan bien
Una vez los niños comiencen a obedecer a los papás, es importante recompensarlos con elogios o premios. Incluso si han hecho el esfuerzo y no han logrado hacer las cosas como se esperaba. De esta forma estarán motivados,  sabrán que van por buen camino y están haciendo las cosas como deben ser.

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