sábado, 21 de noviembre de 2015

Coaching para tus hijos: del problema a la solución

Coaching para tus hijos: del problema a la solución

“¡Eres un desastre!”. Esta frase tan categórica que a veces nos sale con tanta facilidad, puede hacer mella en la creación del autoconcepto de nuestros hijos e hijas. Si apuntamos hacia su identidad, lo que somos, esos mensajes irán creando la imagen de quienes y, en consecuencia, cómo son. Sin embargo, si apuntamos a la conducta, o al resultado de dicha conducta, la cosa cambia. Nos estamos refiriendo a algo que es posible modificar sin lapidar la propia identidad: “Esto que has hecho es un desastre, sé que lo puedes hacer mejor”. “¿Qué vas a hacer para que esto cambie?”.
¿Cómo devolver la responsabilidad a los hijos/as sin culpabilizar?
Aquí hay dos cuestiones:
  1. La primera, no culpabilizar mientras se devuelve la responsabilidad a nuestro hijo o hija. Y para ello, podremos emplear varias estrategias, como hacer preguntas: “¿Qué te parece eso de que no encuentres tus juguetes cuando los buscas?”, “¿qué harás la próxima vez que estés jugando con ellos para no perderlos?”. O reconocer nuestro estado en ese momento: “Me enfada que pierdas tus juguetes, porque luego acabamos discutiendo por eso y no me gusta. ¿qué se te ocurre hacer?”.
  2. La segunda, responsabilizar a nuestros hijos para que asuman su parte activa en el cambio de estrategia.
En relación a esta segunda parte, vamos a plantear una serie de pasos, a través de la estructura que se emplea en Coaching, que pueden facilitar una conversación de lo más motivadora con nuestro hijo o hija a partir de 3 años. La exigencia, lógicamente, no puede ser la misma para un niño de 3 años (que necesita de nuestra ayuda como adultos para plantear una solución y una estrategia realista) que para otro de 5, o 6 años. Pero si vamos practicando este tipo de comunicación en la relación diaria con nuestros/as hijos/as, conseguiremos grandes resultados, generando herramientas de resolución de conflictos y búsqueda de alternativas ante cualquier dificultad, tanto dentro del entorno familiar como fuera de él. Servirá, también, para practicar con nosotros mismos y para emplear las preguntas como una herramienta muy útil para evitar imponer nuestros juicios ni críticas en una conversación con nuestros hijos/as, si lo que queremos es que asuman responsabilidades y tareas por sí mismos.
  1. Para empezar, ya hemos mencionado que partiremos de no personalizar con frases del tipo: “Eres un desastre”, “eres un/a torpe”, sino que trasladaremos la responsabilidad al o la protagonista, es decir a quien queremos que cambie su conducta, a través de eso: su conducta.
  2. Después, plantéale un cambio generado por él o ella. Cuando más nos implicamos en una tarea es cuando la motivación sale de nosotros mismos. Si comprendemos para qué queremos hacer algo y lo consideramos importante, será mucho más fácil emprender la tarea.Por ejemplo, “Daniel, ¿Qué tendría que pasar para que puedas jugar con los juguetes que estás buscando ahora?”.
  3. Lo siguiente será animarle a que sea él o ella quien tenga la idea de qué hacer para tener sus juguetes localizados, sin perderse. Algo que sólo dependa de él, no servirá si plantea “que me lo guarde mamá, o que aparezca un milagro…”, por ejemplo. Podemos sugerir que sea algo nuevo, que no ha hecho otras veces cuando no ha funcionado, y que recuerde cómo hace con aquello que siempre sabe dónde encontrar (su cepillo de dientes, su cuchara, el pijama, un cuento…). Y cuando descubra qué cosas puede hacer para encontrar igualmente sus juguetes, felicitarle por decidir sus propias respuestas.
Ya tenemos definido, posiblemente, lo más difícil. Ahora, vamos a ponernos en situación e imaginar cómo será cuando la situación cambie y encuentre sus juguetes en el momento que quiera jugar con ellos.
  1. Podemos utilizar un “¿te imaginas? Ya no nos enfadaremos por esto, tu estarás jugando tan contento… ¿qué más pasará, a qué jugarás?”. Esto servirá para desear que ocurra, y por lo tanto, que le sea más sencillo cumplir con los cambios que ha planteado con su propia iniciativa. Por supuesto, habrá que permitir que lo haga solo o sola, pero también podemos preguntarle si cree que pueda necesitar ayuda para llegar a hacerlo. “¿lo harás solo/a, o crees que podemos ayudarte para que lo hagas?”.
  2. Y para empezar a practicar, ¡lo mejor será ponerle fecha!. “¿Cuándo vas a empezar a hacer (…)?”.

Esto es el principio de una nueva etapa de responsabilidad, con otro nivel de comunicación desde el que sustituir las discusiones por conversaciones en las que se expresa, se comparte, se permite ser, y sobre todo, se confía en la capacidad de cambio de cada uno de nosotros y de nuestros hijos e hijas. Todo lo bueno que está por llegar se celebra a través de un ritual¿Y si lo celebramos? Podemos chocar las manos, abrazarnos, poner una canción que nos gusta, cantarla o bailarla… todo vale para sentirse bien con la decisión tomada, y comenzar cuanto antes a disfrutar de los resultados antelos cambios que nuestros hijos e hijas se propongan, y ¿por qué no? Nosotros como adultos también podemos practicar este plan de acción y de motivación al cambio tanto en casa, como en el trabajo, en las relaciones con nuestros amigos o vecinos. En toda circunstancia en la que queramos estar “un poquito mejor” haciendo las cosas diferentes.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Ciberseguridad esencial en sector educativo

En esta industria existen datos muy atractivos para quienes lucran a través del robo de información.


Instituciones educativas
María José Albarrán, Territory Account Manager, Vertical Education de Fortinet en México, explicó que las instituciones educativas enfrenta retos respecto a la ciberseguridad, porque requiere la adopción de tecnología de punta, con el fin de que las instituciones estén protegidas contra riesgos y amenazas con el mejor costo-beneficio.
El sector ocupa el tercer lugar a nivel mundial en cuanto al número de incidentes de seguridad informática, solo por debajo de la industria de la salud y el sector detallista.
De acuerdo a la ejecutiva, por su naturaleza y número de usuarios que albergan y que deben conectar a sus redes, las instituciones educativas se pueden comportar como una PyME e incluso como una empresa nivel carrier, sobre todo en la educación superior pues el número de puntos de acceso a sus redes crece día con día y pueden ir desde los accesos inalámbricos para los estudiantes hasta las terminales punto de venta en sus áreas de cobranza.
En este sentido, las instituciones deben estar conscientes de lo que implicaría si llegará a haber una fuga de datos. Por otro lado, cada vez más los estudiantes docentes y trabajadores de las escuelas utilizan dispositivos móviles, lo que requiere que las redes sean escaladas para brindar un acceso adecuado pero con el nivel de seguridad necesario para hacer frente a cualquier reto.
Para ello, Fortinet, ofrece soluciones integrales para la ciberseguridad que combinan hardware de alto desempeño y soluciones de administración.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Por qué no comen los niños y cuáles son las claves para ayudarlos?



La revista 'ABC del bebé' trae, en octubre, un especial sobre las causas de la inapetencia infantil.

Existe una edad en la que el niño le da más importancia al juego que a la comida. Es normal, pero es un hecho que se debe manejar.
Existe una edad en la que el niño le da más importancia al juego que a la comida. Es normal, pero es un hecho que se debe manejar.


Uno de los problemas que más agobia a los padres es que sus niños dejen de comer. De hecho, se sabe que esta situación se da, sin causa aparente, en ciertas etapas, como entre los 18 y 36 meses de edad.
La razón general de ello se relaciona con una fase del desarrollo en la que los pequeños enfocan sus energías en la exploración del mundo que los rodea y la alimentación pasa a segundo plano. A esta época se le llama la edad de la ‘inapetencia aparente’.

Para Silvana Dadán, nutrióloga pediatra y profesora de la Universidad de El Bosque, esta conducta va ligada a que el niño disminuye las necesidades de calorías y nutrientes, porque a la vez, el ritmo de crecimiento baja y, está buscando “posicionarse como señor de su entorno” y sus prioridades son caminar, jugar y explorar, no comer.
Este es un paso en el desarrollo de total normalidad, pero es bueno conocer si el pequeño deja de comer por esa razón, si existe alguna situación diferente que afecte su capacidad de alimentarse o si requiere ayuda para encaminar sus hábitos alimenticios.
Por otro lado, muchos padres no saben que los gustos de los niños se pueden fomentar desde el embarazo, de madre a hijo, o luego del nacimiento, a través de la leche materna. Lo que enfatiza la importancia de comer sano y variado, desde que el niño es concebido.
En esta edición especial de la revista 'ABC del bebé', que circula a partir del viernes, los padres también encontrarán estrategias para crear buenos hábitos e incrementar el apetito de sus pequeños, como ofrecer variedad de alimentos para evitar la monotonía, tener horarios y un sitio común a la hora de comer, y mejorar la presentación y sabor de los alimentos, entre otros.
Además, los expertos enseñan cómo evitar ciertos errores o rutinas no adecuadas de los padres que influyen en la disminución del apetito de sus hijos: comer a deshoras, permitir el uso de celulares, televisores o tabletas a la hora de comer, o dar mal ejemplo en torno a la alimentación familiar.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Aléjese de los vampiros energéticos

Manuela tiene 20 años y es hija única. Sus familiares y amigos la soportan, pero le increpan constantemente su carácter autoritario y manipulador. Dice que no le importa lo que piense la gente y no hace nada por tener mejores relaciones interpersonales.
Es perfeccionista, conflictiva y no desaprovecha oportunidad para humillar, sobre todo, a sus primos. El gusto que le dieron sus padres la volvió malcriada y cree que todo le debe llegar por obligación. Es buena estudiante, cosa que agradecen sus progenitores, pero le suplican que cambie un poco su actitud.
La forma de la joven suma varias características de los tipos de personalidades tóxicas de las que hablan académicos y profesionales de la salud. Estas personas “lo que hacen es absorber la energía de quienes están a su alrededor”, aseguró Jorge Hernán López, psicólogo.

Diferencias
La personalidad, también conocida como temperamento, es un conjunto de características o cualidades originales que destacan a las personas en un determinado grupo. Si bien hay quienes se resaltan por su amabilidad, liderazgo, humildad, sinceridad, etc; también hay otras que se hacen notorias por su arrogancia, falsedad, deslealtad, entre otras.
López describió los siete tipos de personalidades tóxicas más frecuentes en los grupos sociales. Dice que se hacen presentes en la familia, la escuela o colegio, en el trabajo y, en general, en todos los conjuntos de asociación. Lea con atención las características:

1. La envidiosa.
Roba mucha energía, porque todo el tiempo está criticando y está generando intrigas desagradables.

2. La sociopata.
No establece límites afectivos, no siente remordimientos cuando hace daño.

3. La autoritaria.
Siempre quiere ser el jefe y en todo momento está diciendo qué se tiene que hacer. Genera miedo.


4. La pesimista.

Lo ve todo de forma negativa. Siempre está quejándose del pasado, del presente y del probable futuro.

5. La descalificadora.
Menosprecia el trabajo de los demás. Se muestra como amigo, pero al final se quita su máscara para hacer daño.

6. La manipuladora.
Juega sucio y contamina mucho el entorno. Hay que identificarla y no dejarse influenciar.

7. La neurótica.
Es perfeccionista, egoista y conflictiva.

martes, 17 de noviembre de 2015

Los riesgos de pretender que su hijo sea perfecto


Muchos papás les exigen hoy tanto a los niños que terminan generándoles traumas. ¿Cuál es la justa medida para no perjudicarlos?


Andrea, de 9 años, se quejaba de cansancio todo el día. No podía conciliar el sueño, sufría ataques de ansiedad y de colon irritable. Sus papás, preocupados, se vieron obligados a llevarlo al pediatra y al psicólogo para ver qué le pasaba. Luego de examinarla la incapacitó durante unos días y la sometió a terapia. Los malestares se debían a que la niña estaba abrumada por tener que responder no solo por las obligaciones del colegio, sino también por sus clases de piano, ballet y francés, que cursaba entre semana.


Casos como el de Andrea son muy comunes, pues muchos niños entre los 6 y 12 años se sienten agobiados por la apretada agenda de actividades que les imponen sus padres. “Mis papás no se preocuparon por mí. Por eso quiero que mi hijo aproveche al máximo el tiempo libre, que aprenda muchas cosas y que no le falte nunca nada”, señala Ana Lucía, la mamá de Andrea.

Las actividades extracurriculares no son un problema, pues varios estudios han demostrado el efecto positivo que genera en los niños practicar algún deporte o aprender un idioma. Por ejemplo, eleva los niveles de autoestima y disminuye la propensión a padecer problemas de conducta en la adolescencia. Pero algunos papás pecan por exceso y les piden a sus hijos más de lo que ellos pueden dar. Cuando esto ocurre, los pequeños viven temerosos pues se sienten obligados a responder a sus grandes expectativas sin margen de error y a cumplir metas muy elevadas. “No basta que sean obedientes, pues deben sacar las mejores notas en el colegio y brillar en todas las actividades alternas que realizan a diario. Si juegan fútbol tienen que ser como Messi, y si tocan música deben ser como Mozart”, dice el psiquiatra infantil Germán Casas.

Lo anterior resulta contraproducente pues muchos de los bajonazos en el rendimiento académico están relacionados con esta presión asfixiante. Y si los niños no logran alcanzar los objetivos planteados, pueden terminar frustrados, bloqueados y desmotivados. “El nivel de resistencia a la frustración es cada vez menor en un mundo tan competido como el actual”, afirma la psicóloga María Elena López, autora del libro Inteligencia familiar, una clave para la felicidad. El afán de obtener éxito y reconocimiento hace que todos quieran competir. “La niñez se ha convertido en una carrera por llegar a la cima y ya no hay espacio para que los pequeños jueguen en el parque”, dijo a SEMANA Marilyn Wedge, terapeuta familiar y columnista del portal web de la revista Psychology Today.

Las presiones terminan por minar la salud de los niños. Los altos niveles de estrés pueden generarles dolores de cabeza y estómago, gastritis, colon irritable, pérdida de peso, cansancio crónico, ansiedad y desánimo generalizado. Incluso, puede volverlos cascarrabias, poco sociables y adictos a internet, como reveló un estudio del Instituto Tecnológico de Educación (TEI, por sus siglas en inglés) en Creta.

Ese nivel tan alto de exigencia es muy marcado en los padres del siglo XXI, pues muchos tienden a querer que sus hijos sean una versión mejorada de ellos. Casas dice que esta práctica narcisista termina por generar traumas en los pequeños y les impide desarrollar su propia personalidad. “El anhelo de perfección de los padres parte de una buena intención porque lo último que quieren es hacerle daño a sus hijos, pero se convierte en una práctica agobiante no solo para los niños sino para ellos mismos”, añade López.

Pero así como exigirles demasiado a los niños los hace dependientes de sus padres, cuando estos buscan resolver los problemas de sus retoños les generan la misma inseguridad. “Hay una ambivalencia que puede resultar siendo un arma de doble filo. Por un lado los papás quieren que sus hijos sean los mejores y les exigen al máximo, pero por el otro procuran darles muchas cosas sin que tengan que esforzarse por obtenerlas”, explica Casas.

Varios expertos consideran que es posible exigir sin causar daños. Wedge afirma que los niños deben ser libres de elegir sus actividades. Para eso es fundamental tener buena comunicación con los padres y que ellos sepan cómo motivarlos sin hacerles sentir que los están obligando. Además, no deben vigilarlos demasiado ni juzgarlos severamente por su rendimiento, pues dejarán de ver lo divertido de esas actividades. Pero la motivación debe venir directamente del niño, pues de lo contrario no sabrá cómo tomar sus decisiones con autonomía en el futuro. “El niño obedece para complacer a los papás, pero en el fondo se siente cohibido y deprimido porque no es libre como sujeto”, dijo Wedge a esta revista.

Casas afirma que las metas que los padres tracen deben ir de la mano con las capacidades, las preferencias y la edad del niño, pues los problemas surgen cuando la exigencia está mal direccionada. Si no le gusta el fútbol y prefiere el basquetbol, hay que darle gusto. Lo mismo aplica para una niña que prefiera aprender a cocinar en lugar de ir a una clase de ballet. “Hay que conocerlos bien y ayudarlos a decidir por sí mismos, pues ellos no van a tener la autonomía inmediata para definir de buenas a primeras sus cosas. Pero no hay que imponerles nada de forma autoritaria. La moderación es esencial”, dijo Casas.

De igual forma, el afecto tiene que ir a la par de la exigencia. Si los papás solo exigen y no dan muestras de cariño y apoyo permanentemente, los niños se van a sentir muy frágiles y solos. Los papás deben tener altas expectativas pero no esperar que sus hijos las cumplan pronto y sin encontrar obstáculos en el camino. “Deben ayudarlos a formar más su ser interior e identificar los recursos emocionales, materiales y educativos que requieren para desarrollar a plenitud sus capacidades y habilidades”, señala López.

También es importante que los papás sepan reconocer los avances de sus hijos. Muchos cometen el error de insistir en lo que está pendiente y no se preocupan por premiar los esfuerzos. No solo los deben felicitar cuando “haya sacado la mejor nota en el colegio o haya quedado en el primer lugar de alguna competencia. El reconocimiento y el afecto deben ser incondicionales durante la crianza”, afirma Wedge.

Finalmente, los padres tienen que procurar un entorno familiar amable y tranquilo para sus hijos, y no olvidar que deben dejarles su propio espacio a medida que ellos crezcan, pues muchos tienen problemas de depresión y ansiedad porque reciben demasiada atención. Además, puede provocar problemas maritales y destruir la vida de pareja. Ellos necesitan tiempo para leer, escribir, pensar, dibujar, construir, crear y fantasear. “Esto los ayudará a descubrir con mayor claridad sus gustos e intereses y, lo más importante, a comprender quiénes son”, concluye Wedge.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Debemos exigirle mucho o poco a nuestro hijo?

¿Debemos exigirle mucho o poco a nuestro hijo?

¿Le damos a nuestro hijo muchas responsabilidades o no le damos prácticamente ninguna? La respuesta a esta pregunta requiere de un término intermedio, ya que cualquiera de los dos extremos puede resultar contraproducente. Veamos cada caso.
Cuando se le pide demasiado
Hay sociedades con expectativas muy elevadas que exigen al niño una madurez precoz, cargada de responsabilidades, y no permiten el proceso armónico propio de la infancia. El niño necesita tiempo para jugar y tener respuestas infantiles propias de su edad. Los padres muy exigentes, que sobrecargan al niño con múltiples actividades y piden respuestas muy perfectas, es posible que obtengan actitudes desadaptativas con los consiguientes riesgos de que produzcan sintomatología. El ritmo de vida en los países de Occidente es cada vez más rápido y competitivo, con lo que los padres e instituciones exigen cada vez más a la infancia responsabilidades de adultos relacionadas con tener multitud de conocimientos; creen que dicho archivo masivo de aprendizaje es necesario para afrontar, con la mayor brillantez posible, el  futuro. Si bien es importante motivarles para que se interesen por entretenimientos nuevos, debe tenerse en cuenta en qué etapa se encuentran y no pedir razonamientos excesivos.
Cuando se le pide poco

La carencia de expectativas y exigencias también puede acarrear problemas. Si nunca se le pide nada al niño, éste crecerá con un sentimiento de abandono, sin pautas de referencia, que lo llevará a sentirse angustiado y confuso. Los adultos demuestran con sus demandas su relación afectiva y le introducen las nociones de reglas que serán la base de su responsabilidad. Pensar que las exigencias pertenecen solamente a  la escuela es una grave equivocación. El fundamento de la curiosidad, base para cualquier aprendizaje, y de las relaciones afectivas se construye en el ambiente familiar, y es a partir de éstas que el niño se adapta o no socialmente. La creencia de que la infancia es un “mundo feliz” que no se debe perturbar con quehaceres, puesto que éstos ya vendrán posteriormente, puede tener consecuencias negativas en su personalidad. Los niños a los que no se les exige ninguna responsabilidad, suelen acabar siendo chicos anárquicos, ansiosos y exigentes, acostumbrados a obtener “todo” lo que piden, al momento, y sin poder esperar.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Ojo con estos errores a la hora de estudiar

No siempre a quien más se prepara es al que mejor le va. Las largas sesiones de repaso, el cansancio o la falta de interés afectan el rendimiento académico.

Aprender a prepararse adecuadamente para enfrentar los exámenes contribuye a mejorar el rendimiento. 


Una hoja con preguntas sin responder y la mente en blanco. El pánico empieza a crecer. Es imposible recordar ciertos datos. ¿Dónde quedó todo lo repasado el día anterior? Por esta situación han pasado miles de estudiantes cuando se enfrentan a un examen. Las pruebas hacen parte de la realidad académica y ayudan a medir el desempeño. Están inmersas en la naturaleza del sistema educativo.  

Sin embargo, la ansiedad y los nervios que generan terminan afectando el rendimiento. No necesariamente al que más estudió le fue mejor. Aprender a prepararse adecuadamente para enfrentar los exámenes puede parecer una tarea difícil. Aun así, el camino es más sencillo cuando no se cometen errores a la hora de estudiar. 

Según una investigación de la Universidad Autónoma de Nuevo León (México), estas son las fallas más comunes de los estudiantes en el momento de repasar para una prueba. 

Eternas sesiones de estudio: no dejar todo para última hora es la regla de oro. Se recomienda dividir el contenido que debe repasarse en los días previos al examen. Idealmente, cubrir un tema grande en cada jornada de estudio. Además, se aconseja tomar descansos de diez minutos por cada 45 minutos de actividad académica. Las pausas permiten despejar la mente y hacer menos tedioso el hecho de preparar la prueba. 

Cansancio: así suene paradójico el sueño es un buen aliado para estudiar. Sin un descanso adecuado los temas que se repasen quedarán en el aire. Tanto que esto puede derivar en un desinterés por el aprendizaje. El cuerpo y la mente también necesitan reposo. Por eso es muy válido preguntarse qué tanto ánimo hay para estudiar en un momento determinado. 

No tener un plan: estudiar a la deriva es perjudicial. Se deben planear los objetivos, las estrategias, las actividades y las metas para el repaso del examen. Hay que establecer cómo se va a abordar cada tema, en qué fecha límite y con qué herramientas (resúmenes, fichas bibliográficas, ejercicios, mapa conceptuales). Lo más importante es saber con certeza para qué se está haciendo todo el esfuerzo y qué es lo que se quiere aprender. 

Distracciones: son más nocivas de lo que parecen. El celular, el computador y la tableta solo deben estar sobre la mesa de estudio si contribuyen a ampliar la información. De lo contrario terminan desviando la atención e interrumpiendo el proceso de repaso. Al desconcentrarse los temas no se consolidan del todo en la memoria y el tiempo de las sesiones aumenta. 

Ambiente ruidoso: estudiar al lado del televisor o del radio interfiere con la actividad. Es ideal un lugar que no propicie la interrupción y que no sea el sitio más concurrido de la casa. Además, la luz es fundamental así como la comodidad, pero en su justa medida. No sea que se propicie el sueño. 

Quedarse únicamente con el libro: la información no solo está en el texto. Hay otros canales útiles para estudiar. Documentales, videos, libros en línea, imágenes y hasta foros que traten los temas a repasar pueden ser de mucha ayuda. El conocimiento va más allá de la simple lectura. Además, contribuyen a resolver dudas que surjan durante las horas de estudio. 

Dejar lo aprendido en el cuaderno: cada enseñanza sirve para la vida. Aplicar los temas en la cotidianidad facilita la recordación y les da un sentido lógico. La mejor forma de estudiar es relacionar el conocimiento con las actividades de todos los días. Hay que darle vía libre a la creatividad. No es memorizar para un examen, sino aprender a largo plazo. 

No conocer el método más efectivo: algunas estrategias funcionan mejor que otras dependiendo de la persona. Mientras hay personas que recuerdan mucho más cuando estudiaron con imágenes, otros lo hacen con sonido o escribiendo. Por eso, es necesario entender cuál es la estrategia de cada uno para afianzar el conocimiento con mayor eficiencia.