martes, 2 de junio de 2015

Los niños, un reflejo de sus padres

Los niños, un reflejo de sus padres

Entre los 2 y los 3 años, el niño disfruta imitando a los mayores (quiere comer solo, limpiar la casa, dar de comer a sus ositos o muñecas, conducir el coche o el triciclo, o sentarse a leer). Esta actitud debe aprovecharse para enseñar al niño a realizar actividades que le van a ser útiles en el futuro o que desarrollen sus capacidades motoras manipulativas. Por ejemplo, cuando se están haciendo las tareas de la casa, se puede dejar al niño que ayude en las acciones menos complicadas. Al principio, por supuesto, para él no será más que un juego, y es posible que su ayuda no sea demasiado valiosa y que estorbe más que otra cosa, pero la lección le servirá para empezar a ocuparse de sus propias cosas. Instalar en su cuarto de juegos cajas o estantes para guardar los juguetes y considerar una obligación diaria recogerlos por la noche, es una buena medida inicial. A esa edad, el niño no puede hacerlo él solo, pero se están estableciendo las bases de su comportamiento futuro.

3 comportamientos habituales

  • El niño quiere poner en práctica todo lo que aprende de los mayores. Para ello, toma por alumno a alguno de sus muñecos y le da de comer con la cuchara, como los adultos hacen con él.
  • Después de observar al papá o a la mamá, quiere ayudar a barrer; aunque lo único que consiga sea levantar el polvo. No hay que reñirle, sino enseñarle a utilizar la escoba correctamente. Eso le hará sentirse útil.
  • También quiere imitar a los adultos conduciendo un cochecito de juguete mientras imita el ruido del coche o intenta reproducir los comentarios de sus padres cuando la familia va de viaje.

Cuidado con… los roles sexuales

De alguna manera, a través de los años, la sociedad ha marcado las inclinaciones de los pequeños hacia los diferentes tipos de juguetes. Antiguamente, el hecho de que un niño se divirtiera jugando con muñecas, o a la inversa, que un camión despertara la atención ele una niña, constituía un serio motivo de preocupación para los padres, quienes creían ver en ello una desviación de la personalidad del pequeño. Afortunadamente, hoy en día las cosas han cambiado y, si se quiere hacer una sociedad cada día más igualitaria, debe empezarse por los más pequeños y no empujarles a jugar sólo con un tipo de juegos. Las niñas disfrutan con los coches, igual que los niños con las muñecas. Asimismo, hay que tener en cuenta que las actitudes que los niños y las niñas muestran en sus juegos son indicativos del concepto que les estamos transmitiendo sobre el papel del hombre o de la mujer en la sociedad. Hacerles comprender que no hay tareas propias de cada sexo ni juguetes de niño o de niña es algo que se enseña mediante nuestra propia actuación en sociedad.

En nuestra guía para crear Hábitos y rutinas podrás aprender a enseñar a tus hijos las primeras rutinas y responsabilidades.

lunes, 1 de junio de 2015

Soy un padre amigo?

¿Soy un padre amigo?

Hace ya más de 50 años, en las sociedades más industrializadas surgió un fenómeno nuevo en la relación padres-hijos: desde ese momento los padres han querido adoptar un rol alejado de una imagen severa y prefieren hacer de amigos generacionales.
Demuestran reticencia y temor a guardar las distancias necesarias que las relaciones con los hijos propician y les resulta difícil establecer unas reglas de juego mínimas, que limiten y a la vez orienten sobre lo que está permitido hacer, tener o dar. Hay un cierto temor a representar el papel de autoridad porque no se pueden desprender de los rasgos de severidad y rigidez trasmitidos por sus padres.

Atención: Colocarse en una relación de igualdad con los hijos no les ayuda a ubicarse en las diferencias generacionales, ni favorece que se distingan sus deseos. La uniformidad difumina los rasgos diferenciales que perfilan el estilo personal.

El reparto de papeles

Es preciso, sobre todo, que los padres no pierdan los papeles, si quieren ayudar a que sus hijos sigan las etapas sucesivas de su desarrollo y evitar crecimientos prematuros. Cuesta mucho delimitar con claridad las funciones que corresponden al padre y a la madre, pero es un trabajo de reflexión que no se puede dejar en manos del azar. De lo contrario, se producen lagunas que rápidamente los hijos captan y tratan de cubrir, usurpando atribuciones que les vienen grandes y que, por añadidura, son una carga a la hora de centrarse en sus cosas, porque les confunden y les sacan de su lugar.

La cohesión familiar no es algo que se pueda garantizar con la presencia permanente de sus miembros, pero en la adolescencia es muy necesario contar con los referentes familiares.

Necesidad y rechazo

Durante la adolescencia la ambivalencia en el joven se intensifica. Resurgen los sentimientos de desamparo, como si de un niño se tratara, y para neutralizarlos se adoptan actitudes de rechazo ante la posibilidad de dar una imagen de persona necesitada de cariño. Se rechazan las muestras de afecto que vienen de los padres porque se necesita desplazar la libido hacia otras personas.

Es el proceso que el adolescente sigue para romper las maneras del querer infantil y transformar las «viejas» ideas.

En consecuencia, conviene comprender y aceptar las distancias, las barreras que se erigen mediante el aislamiento, para que el adolescente no se sienta abandonado por sus padres. Generalmente valora mucho el sentirse querido, a poder ser por todo el mundo; por su parte, sigue queriendo mucho a sus padres aunque intente demostrar lo contrario.

Si los padres logran dominar las preocupaciones causadas por los cambios que experimentan sus hijos, y respetan el territorio físico y psíquico de los mismos, el clima de las relaciones familiares llegará a ser agradable.

domingo, 31 de mayo de 2015

Respetar el entorno, una lección muy importante

Respetar el entorno, una lección muy importante

Desde muy pequeño, el niño puede y debe aprender a respetar el entorno (sus cosas, su casa, la ciudad o el pueblo donde vive, la naturaleza…). Es necesario que, desde que empiece a tener uso de razón, la relación del niño con la naturaleza y con la comunidad sea respetuosa. Pequeñas y simples actitudes de los mayores le pueden ir enseñando que los recursos son limitados, que la limpieza y el orden de las instalaciones comunitarias son valores sociales importantes y que no se puede invadir el espacio físico de los demás. Durante el segundo y el tercer año, el niño imita todo lo que ve a su alrededor. Si el niño observa que nosotros no respetamos el medio ambiente, difícilmente lo hará él. En esta etapa, la curiosidad y la observación son propias del carácter del niño, que capta a la perfección  las actitudes y acciones de sus padres y las repite con exactitud. Es, por tanto, muy importante aprovechar la capacidad de imitación para inculcar buenos hábitos a los hijos.
El niño debe entender desde pequeño la importancia de respetar y proteger a los demás seres vivos. Así pues, lograr que el niño aprenda a cuidar las plantas y aprecie la belleza que las flores aportan al entorno es un hábito más a desarrollar  y que además le predispondrá a tener más respeto por la naturaleza a medida que vaya creciendo.

4 propuestas fáciles para inculcar el respeto por el entorno:

  1. Pasear y observar el entorno con el niño es una excelente manera de comunicarle cómo debe ser su relación con la naturaleza. Este tipo de actividades en el exterior le proporcionan sensación de libertad y le permiten satisfacer su curiosidad.
  2. La curiosidad y el instinto provocan, a menudo, que el niño quiera arrancar o destrozar las flores. La mejor manera de inculcar al niño el respeto hacia ellas es explicarle que las plantas son seres vivos y que, por ello, no deben romperse. Además, en todo momento, debemos mostrar cuán frágiles son las especies vegetales y qué cuidados necesitan para que el niño imite nuestras acciones.
  3. Hacer partícipe al niño de pequeñas labores en el cuidado del jardín, fomenta en él el deseo de proteger la naturaleza. A partir de los 2 años ya puede colaborar a regar o a plantar con nuestra ayuda.
  4. Entre los 2 y los 3 años, el niño descubre los distintos atractivos del parque y debe aprender a respetar sus instalaciones, por eso hay que explicar al niño que los espacios verdes son de la comunidad y, por lo tanto, hay que respetarlos, cuidarlos y mantenerlos limpios. 

Cuidado con… malgastar el agua

A la mayoría de los niños les encanta jugar con agua, un elemento vital y que desgraciadamente escasea cada vez más en el planeta. Por esta razón, es preciso enseñar al niño que malgastar el agua es un mal hábito que perjudica a muchos: no hay que desperdiciar el agua dejando el grifo abierto o jugando con una manguera simplemente para divertirse

¿Qué pasa con los animales?

El niño se sentirá atraído por los animales como si se tratara de objetos curiosos que tiene que explorar. No hay que reprenderle o asustarle cada vez que se acerque a un perro, un gato o un pajarito, pero sí enseñarle las posibles reacciones de cada uno y la necesidad de respetarlos.

Debes saber que los perros son compañeros excelentes para los niños, especialmente aquéllos de razas pacientes y mansas. Sin embargo, no hay que olvidar que un animal doméstico en casa también requiere cuidados e higiene, puesto que puede transmitir enfermedades a las personas. Lavarse las manos después de haber tenido contacto con los animales es un buen hábito que, entre otros, hay que estimular en el niño. Además, los animales contribuyen a desarrollar en el niño el sentido de la responsabilidad, pues, si los tienen cerca, poco a poco se van convirtiendo en sus protectores.

sábado, 30 de mayo de 2015

Mi hijo no se comporta igual en casa que en la guardería, ¿es normal?

Mi hijo no se comporta igual en casa que en la guardería, ¿es normal?

Los niños son siempre espontáneos, pero también es cierto que muchos padres nos sorprendemos cuando, al hablar con el educador, éste remarca el buen comportamiento que tiene en clase y su buena disposición en general. Muchas veces parece que no estén hablando del mismo niño. Ante estas gratas notificaciones, los padres nos sorprendemos porque la actitud que adopta el niño en casa normalmente no tiene nada que ver. Esto se debe a que la relación que establece el niño con nosotros y con el educador no tiene la misma carga afectiva y, además, en casa no tiene competencia, lo que le lleva a intentar imponer siempre su voluntad.
En casa el niño tiene un cierto dominio sobre los padres. La escasa objetividad frente a nuestro hijo hace que nuestras actuaciones no sean siempre coherentes; es frecuente que a una negativa rotunda le siga una postura de afirmación. El niño sabe que puede cambiar nuestra actitud y que sus reacciones no pueden ser las mismas en la guardería; allí sus imposiciones son escuchadas, pero no acatadas. Por eso, cuando los niños se encuentran en clase y realizan cualquier actividad que requiere colaboración, son respetuosos con sus compañeros y acatan el orden que reclama la situación.

¿Cómo detectar estas situaciones?


  • Es necesario que exista una comunicación real con los educadores que posibilite nuestra confianza para con el centro.  Esto ayudará al niño a adquirir una mayor seguridad en la guardería.
  • Además de las aclaraciones diarias, normalmente se organiza una primera reunión a principios de curso, en la que se intercambia información acerca de los objetivos que se pretende conseguir.
  • Más adelante, se organizan reuniones de grupo para ver los avances generales, y también reuniones individuales que son de carácter más puntual. En ellas se habla de la conducta del niño, de sus actuaciones, de sus adquisiciones y sus respuestas.

viernes, 29 de mayo de 2015

Mi hijo come poco o rechaza la comida ¿qué hago?

Mi hijo come poco o rechaza la comida ¿qué hago?

Una de las quejas que se escuchan con más frecuencia en la consulta pediátrica es: “Doctor, mi hijo come poco”. Es una preocupación que suele afectar a los padres primerizos y que no suele tener importancia. A estas edades, el niño mantiene un ritmo menor de crecimiento que el del primer año y necesita menos alimento. A esto se agrega el incipiente deseo de independencia, de modo que encuentra en la alimentación el medio adecuado para imponer sus caprichos y tantear así la autoridad de los padres.  La mejor manera de comprobar si come suficiente o no es observar el lugar que ocupa en la curva de talla y peso. Sólo si hay estancamiento debemos pensar que la alimentación es insuficiente.
Muchos niños rechazan la comida para llamar la atención. En estos casos, no debemos forzar al niño a comer, ni caer en el uso de recursos como el famoso juego del avión. En su afán de llamar la atención el niño puede eternizar su negatividad, entrando en un círculo vicioso. Él se da cuenta de la angustia que a veces nos produce a los padres el hecho de que no coma todo lo que pretendemos, y de esta forma logra satisfacer sus necesidades de mimo y sobreprotección. Por estas razones, es muy frecuente que el niño rechace el alimento, a veces sistemáticamente. Para conseguir que abandone esta costumbre, debemos que revestirnos de una buena dosis de paciencia y evitar que el niño perciba la  posible angustia o tensión que con su actitud nos produce a los padres.

¿Qué hacer en estos casos?

  • En primer lugar, debemos asegurarnos de que el niño no ingiera nada entre horas, porque podría ser una condición que predisponga al rechazo de las comidas.
  • También conviene esforzarnos por ofrecerle un menú variado, puesto que la monotonía puede llegar a cansar al niño.
  • Si aun así persiste el rechazo del alimento, el siguiente paso sería tratar de vencer una posible postura de juego del niño con una buena dosis de cariño y persuasión.
  • Si tampoco así conseguimos una mejoría, nunca debemos obligar al niño a comer por la fuerza; tampoco ponerle una y otra vez el mismo plato hasta que se lo coma, sino que tenemos que darle en la comida siguiente el alimento que corresponda.
Con estas normas, en la mayoría de los casos se logran buenos resultados. Conviene vigilar que el niño vaya aumentando de peso y talla adecuadamente, ya que de no ser así habría que acudir al pediatra.

¿Qué hacer cuando rechaza un alimento en concreto?

  • Si no quiere comer, es preferible que le retiremos el plato.
  • Si al cabo de 10 o 15 minutos dice que tiene hambre, le volvemos a ofrecer lo mismo; si tampoco entonces lo quiere, es que trata de controlar a los mayores. En estos casos, no es conveniente sustituirlo por otro plato sino esperar hasta la próxima comida. Seguro que en la siguiente tendrá más hambre, y no le pasará nada por estar unas horas sin comer.
  • Pasados unos días, le podemos volver a ofrecer la misma comida que había rechazado, actuando siempre con toda naturalidad.
En un principio, a los padres nos puede costar seguir esta estrategia, pero a la larga es la más beneficiosa tanto para los padres como para el niño.

Recuerda…


  • A partir del segundo año de vida, es muy frecuente que los niños rechacen algunos alimentos. Si un niño rechaza un alimento sistemáticamente, no hay que obligarle a comérselo, ni tampoco repetirlo una y otra vez hasta que se lo coma. Es preferible no dar importancia al asunto y ofrecerle otro alimento en la comida siguiente. Cuando unos días más tarde se le vuelva a presentar el alimento que rechazó, es posible que el niño lo acepte sin ningún problema.
  • Para asegurar que el niño siga un desarrollo totalmente correcto es fundamental que su dieta sea equilibrada. Lo que más importa en su alimentación no es la cantidad, sino la calidad. Hay que seleccionar atentamente lo que le ofrecemos y consultar con el pediatra los cambios que se realicen en su alimentación.

jueves, 28 de mayo de 2015

El niño explorador y su curiosidad por el entorno

El niño explorador y su curiosidad por el entorno

Lo que caracteriza el juego de los niños de entre uno y tres años es fundamentalmente la necesidad de experimentar con los objetos; montarlos, desmontarlos, descubrirlos. Es divertido observar su insaciable necesidad de aprender y experimentar todo aquello que tiene ante sus ojos. Cuando se le da por vez primera alguna cosa, como por ejemplo una galleta, el primer paso será probarla, más por saber de qué se trata que por ganas de comer. Luego es posible que le dé varios golpes, que la estruje o la tire al suelo. Probablemente, la levante hasta la altura de sus ojos para contemplarla mejor, la mire desde varios ángulos o la machaque e inspeccione las migas. Por último, después de haber descubierto cada uno de los detalles de tan fascinante objeto, es posible que se coma lo que quede de galleta o que, harto ya del asunto, la deje. Asimismo, no debe sorprender el hecho de encontrar al pequeño haciendo pedazos el muñeco más nuevo. Su curiosidad por conocer cómo está hecho puede más que las ganas de jugar simplemente con él.

¿Qué juguetes o actividades son los más apropiados en esta etapa?

  • Los juguetes que tienen ruedas y pueden ser arrastrados por el suelo, cómo los trenes, permiten a los niños experimentar con el movimiento. Les resulta divertido tirar de ellos hacia adelante o arrastrarlos serpenteando.
  •  El juego de apilar cubos de distintos tamaños y colores, construyendo torres lo más altas posible, suele hacerles disfrutar más que muchos de los juguetes sofisticados que se encuentran en el mercado. Algunas tablas del desarrollo psicomotor miden el grado de madurez alcanzado por el niño según el número de cubos o piezas que es capaz de apilar.
  • Pintar. Entre los 12 y los 18 meses, el niño es capaz de coger un lápiz con el puño e imprimir un garabato en la superficie más próxima que encuentre. También es capaz de observar atentamente las ilustraciones de los libros y revistas; sobre todo si representan niños u objetos conocidos. Es un buen momento para introducir las ceras de colores, no tóxicas. Al principio, se limitará a garabatear; hacia los 2 años, hará trazos rígidos. Además, pintar es una excelente manera de aprender a distinguir los colores. Bastará con tener a mano unos pinceles, papel o cartón y pinturas no tóxicas de cuatro o cinco colores básicos. Dejar al niño a sus anchas con pinturas o lápices de colores es muy aconsejable para fomentar su creatividad y desarrollar su habilidad gráfica. Alrededor de los 3 años, el niño sujeta el lápiz con firmeza y es capaz de imprimirle una dirección y una cierta intencionalidad. Aunque sus trazos todavía son imperfectos y no permiten adivinar lo que representan, su intención empieza a ser la de dibujar algo concreto.
  • Otra actividad que resulta muy divertida para los pequeños es colocar pegatinas de colores sobre un papel. De momento, el simple hecho de pegar y despegar constituye todo un reto. Hacia los 3 años, la imaginación le permite componer un dibujo simple con las pegatinas. Asimismo, disfruta modelando plastilina con herramientas de plástico.

Recuerda…


  • Cualquier juguete de construcción le permite ejercitar su habilidad manual.
  • No necesariamente el juguete más sofisticado va a ser el más atractivo para el niño, sino todo lo contrario: poder montarlo, desarmarlo o arrastrarlo agradará mucho más al pequeño.
  • Es muy importante comprar ceras de colores o pinturas no tóxicas para los niños. Normalmente, los productos destinados a uso infantil llevan una etiqueta donde se especifican las normas para su utilización y también su composición.
  • Es aconsejable proporcionar al niño el ambiente apropiado para pintar. El papel o superficie a pintar debe ser grande, puesto que el niño no es capaz de controlar su trazo. Para evitar que el niño pinte garabatos en todas las paredes de la casa, le debemos poner un papel grande en una de las paredes de su habitación e indicarle que aquélla es la única pared que puede pintarse.
  • Nunca debemos dejar al alcance de las manos del pequeño disolventes para pinturas.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Usar Google en pleno examen: ¿trampa o ayuda?

Profesores británicos dicen que se debe cambiar el sistema de evaluación y permitirle a los estudiantes usar las nuevas tecnologías.


Los alumnos están en capacidad de usar internet durante la presentación de sus exámenes. Así lo aseguró el director de la unidad de evaluación de las Universidades de Oxford y Cambridge, Mark Dawe, hace unos días. 

El británico argumentó que el mundo ha cambiado y los jóvenes de hoy deben comprender, más que memorizar. Incluso, hizo énfasis en que las herramientas tecnológicas son las mejores aliadas en el aprendizaje.

Este concepto de educación resulta revolucionario ya que deja a un lado los paradigmas tradicionales de memorización. Entonces, surge la pregunta: ¿para qué se guardan y se aprenden conceptos si hoy en día es posible encontrar todo en Google?

Si se le da crédito a las declaraciones de Dawe, hay que cambiar todo el sistema y esto incluiría la dinámica de las clases. Internet y todos los dispositivos móviles, así como también las tabletas harían parte de las nuevas herramientas que reemplazarían el lápiz y el papel. 

En países como España se han hecho una serie de estudios. En Barcelona se hizo un experimento que duró dos años y se aplicó a 5 mil alumnos y 130 profesores. La primera fase del proyecto consistía en adaptar la evaluación, permitiendo la consulta de Internet y fuentes escritas durante los exámenes. 

Una segunda parte del estudio consistía en explicar a los alumnos una serie de conceptos y palabras que debían aprenderse de memoria y fueron evaluados de manera tradicional constituyendo un tercio de la nota. El 90 por ciento de los centros que aplicaron la prueba con ayudas incrementaron su capacidad de análisis y sus calificaciones.

La propuesta tiene sus detractores. Docentes de la Universidad de Sevilla, aseguran que aunque la capacidad de análisis es importante, pero el ejercicio de la memoria es una forma de potencializar el cerebro y es importante continuar con el sistema tradicional.