Hoy te quiero contar la historia de un pequeño ratón.
Era un ratón muy particular, al que su padre advertía cada día antes de salir de casa rumbo a la escuela.
La frase nunca era la misma, pero sí muy parecida. Mucho, de hecho, y era algo parecida a esta.
—Hijo, recuerda que en este mundo lo más importante para conseguir tus objetivos es enfocarte en ellos y no despistarte con todo lo demás.
Pero como ratoncito que era —un poco adolescente—, nunca escuchaba a su padre. Así que a pesar de todos los consejos que le daba, él se iba de un lugar a otro sin prestar atención.
Y esto era un problema. Pues a pesar de que desde pequeño había querido sacar muy buenas notas para ir a la universidad de ratones, durante los últimos meses se había despistado.
Había ido de un lugar a otro. Había gastado el tiempo de estudio en otras ideas. Y así hasta que llegó el día del examen y entendió que, quizás, ya no habría vuelta atrás.
Si hubiera estudiado...
Si hubiera perdido menos el tiempo...
Si hubiera hecho las cosas mejor...
Pero por mucho que quisiera, en ese momento ya era demasiado tarde o como demasiado tarde que era, ya no había nada que hacer.
Y aunque esto podría quedarse en una simple historia de ratones, en realidad es la historia de muchos emprendedores y emprendedoras en negocios multiespecie.
Que aunque en un primer momento tienen muy claro lo que quieren hacer, con el tiempo se despistan, dejándose llevar por la apatía, por la curiosidad... y dejando de lado lo que es realmente importante.
Porque a la hora de la verdad, 9 de cada 10 negocios desaparecen en menos de 5 años. Y la mayoría lo hacen porque el cliente ha perdido el foco en lo que importa.