Mayra Velasco y sus compañeros en el Parque Nacional de Cotopaxi, en Ecuador.
Guardaparques de Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú hablan de los riesgos de proteger la naturaleza.
El trabajo de los guardaparques es inspirador. Si bien la dedicación y pasión para cuidar las áreas naturales protegidas es muchas veces a costa de sus vidas, su interés por proteger la naturaleza va más allá de estos temores. En su día, que se celebró el pasado 31 de julio, las mujeres guardaparques de Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú cuentan sus experiencias dentro de los lugares más hermosos del planeta. Aunque cada historia es distinta, todas tienen dos cosas en común: su pasión por la naturaleza y la convicción de que sin guardaparques no hay conservación.
Mayra Velasco Cárdenas aprendió a enfrentar el fuego en el Parque Nacional de Cotopaxi. “Jamás me imaginé ser bombera forestal”, dice Velasco, quien se convirtió en guardaparques después de estudiar ecoturismo.
Mayra Velasco, guardaparques en el Parque Nacional de Cotopaxi, en Ecuador.
En el 2020 llevó su primer curso en el programa ‘Amazonia sin fuego’ de Ecuador y terminó de primera en el grupo, superando a todos los hombres y mujeres que participaban en la capacitación. Este año, en una segunda etapa de este entrenamiento, le tocó liderar a su equipo, formado por ocho personas. Cuenta que el aprendizaje le sirvió para enfrentar el incendio que ocurrió en el norte del parque poco después de llevar el curso. “En ese momento se quemaron cuatro hectáreas”, comenta.
La guardaparques de 32 años se emociona cuando habla del área natural protegida que vigila. “Es una pasión el cuidado de la biodiversidad, pienso que no le damos la importancia que realmente tiene. Estar con la naturaleza cambió mi vida”, reflexiona.
Velasco también habla de la ilegalidad que enfrenta el parque. Señala que la cacería ilegal es un serio problema, así como el avance de la frontera agrícola.
Siempre pensamos que nos dirán gracias y no nos darán tiempo ni para despedirnos
“Muchas veces nos sentimos en peligro porque los cazadores están armados. Mientras nosotros nos acercamos para informar que no están permitidas las actividades de caza, nos encontramos con personas dedicadas a la cacería que llevan sus carabinas. Felizmente, hasta ahora, no nos ha pasado nada”, dice Velasco.
Pese a todos estos riesgos, la guardaparques está convencida de que vale la pena enfrentar la ilegalidad “porque se está salvando la fauna”.
La situación laboral de los guardaparques en Ecuador también le preocupa, pues sus contratos son temporales, aunque menciona que esta vez firmaron por todo el año, hasta diciembre de 2021. Sin embargo, eso no significa que no los puedan despedir en cualquier momento, como ha ocurrido en anteriores ocasiones. “Siempre pensamos que nos dirán gracias y no nos darán tiempo ni para despedirnos”, dice Velasco.Colombia
Elizabeth Hernández empezó como voluntaria. Su primer acercamiento con un área protegida marina fue con el Parque Nacional Natural Gorgona. “El sueño de un biólogo marino es trabajar en un área protegida. Soy del interior del país, no soy de la Costa, pero mi pasión es el mar”, cuenta la bióloga, que pasa sus días preocupada por la conservación de los corales y el control de especies invasoras como el pez león.
Cuenta que también le ha tocado trabajar como guardaparques en el Parque Nacional Natural Corales del Rosario y de San Bernardo, y que ahora lo hace en el Parque Nacional Tayrona.
Elizabeth Hernández, guardaparques del PNN Tayrona en Colombia.
Para Hernández es un sueño cumplido, pues desde que conoció el parque Tayrona, un lugar que para ella “solo podía verse en las imágenes de National Geographic”, su sueño era ser guardaparques en ese inmenso espacio dedicado a la conservación.
Hernández es una de las 12 mujeres guardaparques del parque Tayrona, un área protegida que cuenta con 60 guardaparques. “Es complicado ser guardaparques para las mujeres que tienen hijos porque deben dejarlos con otras personas. Ese rol de madre es complejo, y lo veo en mis compañeras”.
Sin embargo, dice que el actual jefe del Parque Nacional Natural Tayrona apoya la contratación de mujeres, principalmente, por el trabajo mediador que hacen con las comunidades locales.
La conservación de los corales y los programas para el control de especies invasoras como el pez león son parte de su trabajo diario en una de las áreas protegidas más visitadas de Colombia. “Son muchas las presiones: la pesca ilegal, el turismo no regulado, las construcciones no autorizadas dentro del parque”, explica Hernández sobre las amenazas que enfrenta el Tayrona.Bolivia
Hace seis años, Beatriz Martínez González se inició como guardaparques en el Área Nacional de Manejo Integrado El Palmar, en Chuquisaca. Para ella, El Palmar era su casa, pues nació en Rodeo, una de las nueve comunidades que se encuentran dentro del área protegida. Por eso integrarse al equipo de guardaparques fue un motivo más para sentirse orgullosa de su tierra.
Beatriz Martínez, guardaparques en el Área Nacional de Manejo Integrado El Palmar, en Bolivia.
Seis años después de unirse al equipo, le tocó vivir el momento más duro de su vida: perdió a su esposo en plena pandemia de covid-19. Ahora sus hijos se quedan con su madre durante los 24 días que debe internarse en el área protegida. “Es complicado equilibrar el trabajo con la familia. Tenemos seis días de descanso al mes y no hay feriados. El guardaparques trabaja las 24 horas”.
Es un trabajo complicado –dice Martínez– por los riesgos que se presentan en los recorridos, en lugares con pendientes y precipicios, además de los incendios que deben sofocar.Perú
Patty Cárdenas lleva 10 años en la Reserva Nacional Tambopata. Fue voluntaria en esta área protegida de Madre de Dios, donde ella nació, hasta que dio el salto de guía de turismo a formar parte del equipo de guardaparques.
Patty Cárdenas, guardaparques en la Reserva Nacional Tambopata, en Perú.
“Cuando te enfrentas con taladores y mineros ilegales arriesgas tu vida. Esto es lo más difícil del trabajo”, dice Cárdenas sobre el riesgo que significa la ilegalidad en esta área protegida de la Amazonia peruana, donde la minería ilegal ha arrasado con decenas de hectáreas en la zona de amortiguamiento.
Sin embargo, sostiene que estos riesgos se despejan cuando le toca recorrer aquellos lugares a los que nadie llega, espacios muy alejados y donde se pueden ver especies únicas. “Siempre me gustaron los lobos de río, es hermoso verlos en los lagos. Es nuestra especie emblemática en la reserva”.
En Tambopata hay seis mujeres guardaparques en un grupo de alrededor de 40 en toda el área protegida. Y aunque el número aún es reducido en relación con la cantidad de hombres que se dedican a esta actividad, Cárdenas considera que esto podría estar cambiando, pues cada año hay más mujeres voluntarias en Tambopata.