sábado, 4 de abril de 2020

Conozca el ‘niksen’: el arte de no hacer nada... de vez en cuando

Creado en los Países Bajos, este concepto vital hace del ocio la clave para combatir el estrés. 


Parar es algo necesario para nuestro cuerpo y para nuestra alma. Numerosos estudios demuestran las bondades de hacerlo. 

Estar de ocioso o perder el tiempo está bien. Y más allá de ser el numeral que cuadricula las redes sociales estos días de cuarentena, es el ‘modus operandi’ de una técnica neerlandesa para combatir el estrés e, inclusive, impulsar la creatividad y la memoria. Se llama ‘niksen’ y, del neerlandés traduce eso: no hacer nada.

Suena fácil y realmente lo es; pero en estos tiempos, cuando predomina la gente ansiosa y abrumada por el culto a la productividad y a la actividad incesante –no en vano habla de una generación ‘burnout’ o quemada–, no es tan sencillo dejar el cuerpo en reposo y la mente en automático, y lo más importante: sin sentir ningún tipo de culpa o remordimiento. 

De ahí que hay quienes creen que el #niksen será el evangelio de la sociedad poscoronavirus, precisamente por las medidas de confinamiento que han recluido a muchos en sus hogares, dándole un papel protagónico a lo más elemental de la vida: parar, cuidarse, reflexionar y descansar, estar por fin con nosotros mismos, y por un buen rato, aunque sea “por norma general y, no tanto, por elección personal”, como señala el sociólogo danés Rutt Veenhoven, profesor de la Universidad Erasmo de Rotterdam de Holanda y quien ha dedicado varios tomos de investigación a conceptos como la felicidad, el bienestar y la calidad de vida, dentro de los cuales está enmarcado el ‘niksen’.

Para Veenhoven, se trata de relajarse y disfrutar, como mejor le parezca a cada persona. Puede ser mirando a través de la ventana, sentarse en el jardín a escuchar los cantos de los pájaros o, inclusive, hacer una pausa delante del computador, para escuchar la música favorita y mirar al techo, dejando que los pensamientos circulen libremente y que la creatividad haga de las suyas con los sonidos que entran por los oídos. En ello difiere esta técnica del ‘mindfulness’, la respuesta india al auge del ‘hygee’ y la creación de ambientes asociados al calor del hogar y del ‘lagom’ como la búsqueda del equilibrio y la justicia, ambas técnicas de relajación y meditación importadas en 2016 y 2017, respectivamente, de los países nórdicos, y al ‘ikigai’ japonés que escudriña la vocación y los propósitos de la vida –en tanto este sí exige una conciencia plena de los pensamientos y del entorno–. 

“Combinado con otras técnicas para combatir la hiperocupación actual, el ‘niksen’ viene bien. Pero tenemos que ser flexibles e incluir diferentes actividades que nos lleven también a estar ejercitando la mente y abriéndonos al cambio, para no desadaptarnos; resulta muy útil en estos tiempos de acelere, al apaciguar la mente y al ver la ociosidad como parte del ciclo productivo del ser humano, sobre todo en la coyuntura del resguardo en la que a muchos les cuesta aquietar los pensamientos”, explica Jimena Mayorga, médica de la Universidad Nacional, especialista en psiquiatría de la Pontificia Universidad Javeriana y Máster en terapia familiar sistémica y de pareja de la Universidad Autónoma de Barcelona. No es pereza

Además de no sentir pena ni miedo al responder ‘nada’ cuando le preguntan ‘¿qué hace?’, los expertos y autores que empezaron a difundir la técnica hacia este lado del Atlántico postulan el ocio y la inactividad sin propósito alguno como virtudes. De ahí que al ‘googlear’ el vocablo ‘niksen’, automáticamente aparecen referencias a ‘el arte de no hacer nada’. Y como todo arte o virtud, este también tiene sus detractores que lo postulan como una justificación de la pereza. Sin embargo, la ciencia los ha desmentido al confirmar que una agenda a tope, como la que veneran los trabajólicos occidentales al ser un supuesto indicador de éxito, incrementa el riesgo de padecer enfermedades cardíacas. 

Las personas que trabajan más de 55 horas a la semana incrementan en 33 por ciento las probabilidades de sufrir un ataque al corazón 

Así lo hizo ver un estudio realizado en el 2017 en Reino Unido, según el cual las personas que trabajan más de 55 horas a la semana incrementan en 33 por ciento las probabilidades de sufrir un ataque al corazón; mientras que los que renuncian a las vacaciones (y a cambio reciben el dinero) duplican el riesgo de infarto.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció el año pasado al ‘burnout’, el ‘síndrome de estar quemado’ o desgaste profesional, como una enfermedad y uno de los principales problemas de salud mental y antesala de patologías psíquicas derivadas de la falta de control. Inclusive, en el 2017, Japón, ante la elevada cifra de muertes por exceso de trabajo que seguía creciendo (en el 2015 se registraron más de 2.000 suicidios relacionados al estrés por la fatiga laboral), acuñó el término ‘karoshi’, que significa muerte por exceso de trabajo.

“La pereza y el ocio están estigmatizados por esta corriente contemporánea de corre-corre, producción económica y consumo, en todo sentido; y el ‘niksen’ no es una justificación, lo que pasa es que si se convierte en la única manera de abordar el ‘burnout’, puede que sí llegue a enmascarar la pereza. Dentro del ciclo evolutivo de la humanidad vienen bien ciertos descansos y desacelerar en medio del agite en el que nos embarcamos”, agrega Mayorga. Potencial creador

La ciencia también ve con buenos ojos el permitirse no hacer nada. De acuerdo con la autora estadounidense Brigid Schulte, periodista, autora y directora del instituto Better Life Lab at New America (Washington D. C.), los neurocientíficos han venido demostrado que cuando estamos ociosos nuestros cerebros están más activos que nunca ya que “la red neuronal por defecto se ilumina y comienza a conectar áreas del cerebro que usualmente no se comunican y, por ello, un pensamiento perdido, un recuerdo aleatorio, un sonido e inclusive una imagen se pueden combinar para dar origen a ideas novedosas”. 

Asimismo, en su libro ‘Overwhelmed: How to Work, Love and Play When No One Has Time’ (‘Abrumado: cómo trabajar, amar y jugar cuando nadie tiene tiempo’), Schulte analiza el estrés causado por una cultura que glorifica la actividad incesante y anima a las empresas a la promoción de una especie de ‘desintoxicación’ de sus colaboradores, un relajamiento verdadero que los libere del paradigma del trabajador perfecto y potencie su capacidad de resolución.

Esta propuesta de détox mediante el ocio también es apoyada por el psicólogo clínico Michael Alcee, quien es además conferencista y autor especializado en el poder psicoterapéutico de las artes. “Durante años, los estadounidenses han necesitado una excusa para dejar de lado su enamoramiento insano con su fórmula de hacer, lograr y tener éxito. Esta búsqueda de la ‘felicidad’ es una aventura agotadora. Por eso, ahora no podemos dejar de cortejar a esta elegante importación neerlandesa con su actitud despreocupada, pues nos recuerda lo que realmente necesitamos y lo que hemos olvidado: principios psicológicos básicos”, puntualiza el psicólogo en su blog ‘Live Life Creatively’. 

Cuando estamos ociosos nuestros cerebros están más activos que nunca ya que “la red neuronal por defecto se ilumina y comienza a conectar áreas del cerebro que usualmente no se comunican 

Por su parte, Sandi Mann, en su libro ‘The Upside of Downtime Why Boredom is Good’ (‘El lado positivo de la inactividad. Por qué el aburrimiento es bueno’) asegura que el permitirle a la mente deambular sin una intención precisa es el caldo de cultivo de nuevas ideas y de la inspiración, ya que “la ociosidad es una búsqueda de la estimulación neural que no está satisfecha”; en otras palabras, si no podemos encontrar algo, nuestra mente lo creará. 

De ahí que el ‘niksen’ sea la mejor palabra para estos días en los que la ociosidad es la religión mundial y la evolución del concepto de estatus que va pasando, de a pocos, de una agenda apretada directamente proporcional al éxito y la ambición, hacia la habilidad de desconexión e inactividad como un símbolo de estatus, sobre todo en esta era del ‘burnout’. Tendencia en el mercado…

Así como el zen y el budismo, que pasaron de un ámbito meditativo hacia una fase estética y comercial, haciendo del minimalismo y de sus elementos étnicos y culturales poderosas carnadas del marketing, las agencias de predicciones de tendencias y del consumo, como WGSN, prevén que este 2020 los almacenes de ‘retail’ abordarán el ‘niksen’ a través de los espacios en sus almacenes, para seducir y resonar entre los compradores abrumados por el consumismo mediante montajes que los inciten a tomar pequeños descansos entre atmósferas calmadas, o pequeños mini santuarios que los desconecten por un momento del frenesí comercial y de los escenarios 'instagrameables'.

Y ya hay firmas trabajando en esta corriente desde hace rato. Desde 2018, la pareja de esposos Rebecca Zhou y David McGillivray crearon, entre Chinatown (Nueva York) y Shenzhen (China), el segmento ‘inactivewear’, o de ropa inactiva, aliado de la práctica neerlandesa y una evolución del ‘loungewear’ (ropa para estar en casa).