La salud mental de centenares de jóvenes se está deteriorando vertiginosamente desde el 2012 por culpa de la adicción a los teléfonos inteligentes, según lo alertó un reporte del profesor de psicología de la Universidad Estatal de San Diego, Jean Twenge.
En un mundo cada vez más conectado y dependiente de las herramientas tecnológicas, la discusión sobre las enfermedades psicológicas y su impacto económico se agudiza.
Cifras compartidas por Global Alzheimer’s and Dementia Action Alliance, revelan que no tratar enfermedades como la demencia podrían generar pérdidas por US$1.000 millones a nivel mundial.
Esta cifra aumentaría a US$2.000 millones al cabo de trece años si no se toman las medidas necesarias para atender a cerca de 50 millones de personas que en la actualidad padecen esta patología.
Pues bien, el profesor Jean Twenge publicó una investigación con un grupo de colegas en Clinical Psychological Science en la que afirma que la adicción a los teléfonos inteligentes está generando graves daños a la salud mental de las personas.
En el mundo de hoy “los adolescentes pasan más tiempo en las redes sociales y dispositivos electrónicos, actividades que se correlacionan con los síntomas depresivos y con el suicidio”, dice el informe.
Los analistas concluyen que los adolescentes con poca interacción social en persona y alta en redes sociales, registran mayores síntomas de depresión y por ende deben ser tratados.
Twenge compartió con el Foro Económico Mundial (WEF) algunos de los resultados más relevantes de la investigación.
En ella, detalla que de 2010 y 2015 el número de adolescentes estadounidenses deprimidos aumentó 33% en las escuelas de gran tamaño.
Los investigadores asocian varios de los síntomas clásicos de la depresión como el sentimiento de inutilidad y la infelicidad, al uso excesivo de los teléfonos y sus consecuencias en la socialización.
Jean Twenge explica que el momento preciso en el cual se empezaron a evidenciar problemas en la salud mental de los jóvenes estadounidenses fue entre 2011 y el 2012.
En ese período, de acuerdo al reporte, los teléfonos inteligentes “fueron utilizados por aproximadamente la mitad de los estadounidenses”. Ya para el 2015 el 92% de los adolescentes y adultos jóvenes tenían un teléfono inteligente.
En otras palabras, los investigadores identificaron una correlación directa entre la adopción masiva de teléfonos inteligentes y la aparición de enfermedades de salud mental.
Es más, afirman que los síntomas depresivos aparecieron con más fuerza cuando la penetración de esa tecnología había alcanzado un nivel alto.
“Los adolescentes que pasaron más tiempo en nuevos medios - incluyendo redes sociales y dispositivos electrónicos como teléfonos inteligentes - tuvieron más probabilidades de padecer problemas de salud mental. Y adolescentes que pasaron más tiempo en actividades sin pantalla (interacción social en persona, deportes, ejercicio, tareas, medios impresos y asistir a servicios religiosos) eran menos propensos”, explica el estudio.
Deja claro además que es poco probable que la presión académica - medida por el tiempo dedicado a las tareas - o las condiciones económicas, estén asociadas directamente a la depresión de los adolescentes en el período de análisis.
De hecho, afirma que el período comprendido entre 2010 y 2015 fue de crecimiento económico y de disminución del desempleo en ese país.
Los suicidios, una tendencia creciente
Algunos de los resultados más graves presentados por Twenge en su reporte tienen que ver con el aumento de los intentos de suicidio de 2010 a 2015 (23%).
De otro lado el experto en psicología expone el aumento del 31% en el porcentaje de jóvenes de entre 13 y 18 años de edad que decidieron quitarse la vida en ese mismo período.
Cifras del Centro para el Control de Enfermedades (CDC) citadas por el psicólogo, exponen que la depresión y el suicidio son críticas para la salud pública en Estados Unidos.
Se estima que cada año al menos 40.000 estadounidenses de todas las edades mueren por esta razón.
A nivel estadounidense, se calcula que los costos económicos generados por este flagelo equivalen a US$44.600 millones al año. Recursos, que en su mayoría, se destinan a los costos médicos y el impacto laboral que representa para las empresas.
Colombia no es ajena a esta realidad, país es en el que las personas gastan en promedio 12,2 horas a la semana navegando en internet a través de sus teléfonos, mientras que en el caso de los millennials ese indicador llega a 14 horas a la semana, según lo constató una investigación de IMS Corporate en alianza con comScore.