Algunos creen que los problemas de los niños no son relevantes, pero lo cierto es que tienen un trasfondo clave en el desarrollo de sus personalidades.
Los niños también sufren y aunque a los adultos les parezca que sus problemas son de poca monta, según los expertos, deben ser atendidos para garantizar un desarrollo emocional saludable. El acoso escolar es una de las problemáticas que más afecta a los pequeños y por consiguiente está incidiendo de manera progresiva en su crecimiento emocional. Según cifras de la Unesco, se estima que alrededor de 246 millones de niños y adolescentes en el mundo son víctimas de violencia en las escuelas, y en Colombia, por lo menos 1 de cada 5 es o ha sido afectado por estas intimidaciones.
Existen factores causales de ese comportamiento del niño, tanto de quien es acosado como del que acosa. Para Claudia Botero, psicóloga y profesora de la Universidad Javeriana, el alejamiento de los padres es una de esas causas, “sobre todo porque en este momento padre y madre están asumiendo sus actividades laborales y el sufrimiento de los pequeños se asocia al hecho de crecer con terceros o incluso solos”.
Al no tener un acompañamiento permanente y recíproco, los menores crean la necesidad de establecer un vínculo con sus pares, y es aquí cuando se empiezan a generar los conflictos que conllevan al desasosiego por el que pasan algunos de ellos. El sufrimiento se genera justamente porque en la situación de soledad en la que se encuentran, los compañeros o amigos adquieren mayor importancia y situaciones como el rechazo los afectan de manera profunda.
Muchas veces, las situaciones que generan sufrimiento en los menores están relacionadas con los niveles socioeconómicos. “El hecho de no tener en el hogar suficientes recursos para los niños marca una diferencia en las familias que tienen sus necesidades básicas insatisfechas. Su sufrimiento está asociado a esa falta de recursos y de no tener acceso a cosas que otros niños sí tienen” afirmó la psicóloga.
Uno de los factores que preocupa más a Botero es la falta de tolerancia a la frustración de los menores. Para ella, esto se observa continuamente en algunos hogares de niveles económicos medios y altos. “En estas familias, la parte económica está permanentemente cubierta, entonces se han acostumbrado a tenerlo todo, no solo las necesidades básicas sino también otras que tienen que ver con el deseo. Esto hace que los chicos no experimenten frustraciones desde pequeños”. Este factor les quita la capacidad de regular sus emociones porque no se les ha enseñado que el sufrimiento hace parte de la vida.
Según la experta, “los padres permanentemente evitan que sus hijos sufran, que no experimenten tristeza ni ninguna otra emoción negativa” y es aquí donde se debe empezar a hacer un cambio en el proceso de construcción de la personalidad de los niños, para ella, “El hecho de no adquirir la capacidad de regular emociones, los hace inmanejables. Muchas veces vemos que no se le puede llamar la atención a los jóvenes porque ya responden de una manera complicada; no aceptan directrices. Se les ha acostumbrado a que ellos tienen la razón siempre, entonces va a ser complicado no solo para ellos, sino también para la sociedad porque no aceptan ningún tipo de autoridad, señalamiento o crítica constructiva”.
El problema en el comportamiento de un niño, bien sea rebelde o introvertido, claramente tiene que ver con las situaciones que lo hacen sufrir, en casa, en la escuela, en cualquier otro lugar que frecuente. En este punto los padres tienen la gran responsabilidad de comprender la realidad por la que están pasando,
Aunque vivimos en una sociedad que le da prioridad al eje laboral, los padres deben aprovechar al máximo el tiempo que comparten en el hogar enseñándoles cómo regular sus emociones negativas. Una manera de hacerlo es, como dice Claudia Botero, mediante la sinceridad: “Un padre puede decirle a su hijo ‘estoy triste, me preocupa esto o me siento enojado por esto’. No es negativo que muestren sus emociones y que además le enseñen a sus hijos a experimentarlas y a verlas como algo normal de la vida”. Para lograrlo es importante que los padres se capaciten y puedan entender que educar a los hijos no significa que no sufran “sino que sufrir hace parte del proceso de desarrollo de cualquier persona”, concluyó la psicóloga.