miércoles, 30 de abril de 2025

La puerta en el hielo de la Antártida y las teorías que nos habitan


Hay noticias que parecen salidas de una película de ciencia ficción, pero lo curioso es que no nos asombran tanto por lo que dicen, sino por lo que despiertan en quienes las leen. Esta semana, un artículo de El Tiempo hablaba de una “misteriosa puerta” encontrada en el hielo de la Antártida. Así, tal cual. Una grieta vertical perfecta que se asemeja a una entrada, abierta en medio del desierto blanco y helado. Y como era de esperarse, internet estalló en teorías: desde portales a otras dimensiones hasta bases extraterrestres camufladas por gobiernos secretos.

Pero más allá del clickbait, me quedé pensando en esto: ¿por qué algo tan mínimo —una fractura en una masa de hielo— despierta en nosotros tantas narrativas, miedos y deseos? ¿Qué hay en esa imagen que nos conecta con lo más primitivo y también con lo más moderno del ser humano?

Yo no sé si esa grieta es una puerta real, pero sé que es un espejo. Porque cuando nos enfrentamos a lo desconocido, no vemos la verdad: nos vemos a nosotros mismos.

Y lo que veo ahí es algo que me toca, que me duele y que también me inspira: el hambre de creer. De que haya algo más. De que no estemos solos. De que haya una razón para lo que no entendemos. Esa misma hambre que me llevó a abrir mi blog hace años, a los 17, y que aún hoy, en cada entrada que escribo en Juan Manuel Moreno Ocampo, me mueve por dentro como si cada palabra fuera una linterna para caminar en la oscuridad.

Es muy loco cómo, en pleno 2025, seguimos necesitando estos símbolos para sobrevivir a la rutina. La idea de una puerta misteriosa en el fin del mundo se vuelve más interesante que la monotonía de un lunes en la ciudad. Y es que, tal vez, muchos vivimos esperando una señal que nos saque del piloto automático. Algo que nos diga: “¡Ey! La vida todavía guarda secretos”.

Y sí… yo también lo creo.

La vida no está del todo explicada. Y está bien que así sea.

En Amigo de ese ser supremo en el cual crees y confías, hay muchas reflexiones que tocan ese punto en común que todos tenemos, creamos en lo que creamos: la necesidad de sentido. De saber que lo que hacemos, que lo que sentimos, que lo que soñamos… no se queda en el vacío. Que hay algo o alguien que nos escucha, que nos acompaña, incluso en el silencio.

Y ahí es donde estas historias, como la de la puerta de la Antártida, se vuelven poderosas. No por lo que son, sino por lo que nos permiten imaginar.

Pensé en mi infancia. En cómo, cuando veía una ranura en una pared o una hendidura entre las piedras, mi mente creaba mundos. “Por ahí entra la magia”, decía. Y no era broma. Mi mente lo creía. Mi alma lo necesitaba. Hoy, ya más grande, sigo creyendo en esas fisuras. No como escapes, sino como recordatorios. Las grietas también son caminos. Los vacíos también nos hablan.

Y claro, están los que se ríen de esto. Los que desde el escepticismo lo desarman todo con rapidez. Que si es solo erosión, que si el hielo se rompe así naturalmente, que si la NASA ya explicó todo. Y no les quito razón. Pero también pienso: qué triste sería vivir solo desde lo que se puede demostrar.

Porque entonces, ¿qué haríamos con los sentimientos? ¿Con la fe? ¿Con los sueños?

¿Qué haríamos con eso que sentimos cuando vemos una estrella fugaz, aunque sepamos que es solo una roca encendida cruzando la atmósfera?

Por eso escribo. Por eso leo. Por eso comparto cosas como esta. Porque, como también lo dice mi papá en su blog Bienvenido a mi blog, hay temas que solo se entienden si los lees con el alma.

Y sí, esta no es una entrada sobre ciencia, ni sobre geografía. Es una entrada sobre nosotros. Sobre nuestras grietas. Nuestras preguntas. Nuestros silencios.

¿Y sabes qué me recuerda esta “puerta”? A todas las cosas que dejamos sin abrir. A las decisiones que postergamos. A los duelos no llorados. A las palabras no dichas. A las oportunidades que dejamos congelarse en el hielo de la vida por miedo a enfrentarlas.

¿Y si esa puerta no está en la Antártida sino dentro de ti?

¿Y si el misterio más grande no está en el hielo sino en tu historia?

Creo que la mayor conspiración no es si hay extraterrestres en un glaciar, sino cómo nos estamos desconectando de nosotros mismos. Cómo nos da más curiosidad un algoritmo que una conversación real. Cómo somos capaces de pasar horas viendo teorías absurdas pero evitamos sentarnos a hablar con quienes más amamos.

En Mensajes Sabatinos, se habla mucho de volver a lo esencial. A lo humano. A lo íntimo. Y siento que necesitamos eso con urgencia. Reaprender a mirar. A abrazar. A perdonar. A confiar. Porque quizás el portal que estamos buscando no lleva a otro planeta, sino a una mejor versión de nosotros mismos.

No sé si algún día iré a la Antártida. No sé si esa puerta existe realmente. Pero sé que todos tenemos una parte nuestra congelada. Un miedo, un recuerdo, una esperanza. Y que hay que atreverse a cruzarla.

Porque detrás de esa grieta tal vez no haya aliens ni secretos del gobierno.

Tal vez haya solo un eco. El eco de tu propia voz diciéndote: “Despierta. Vive. No tienes que entenderlo todo… solo vivirlo con más verdad”.

🎨 Descripción de imagen para el blog:
Una ilustración en estilo artístico moderno que muestre una vasta extensión de hielo en la Antártida, donde se abre una misteriosa grieta vertical en un gran bloque. Un joven, de espaldas, observa la grieta desde una distancia prudente, envuelto en un abrigo rojo que contrasta con el blanco infinito. El cielo tiene una luz tenue, como si fuera amanecer. La atmósfera transmite introspección, misterio y asombro.

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✒️ — Juan Manuel Moreno Ocampo
“A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad.”

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