sábado, 12 de abril de 2025

Sí, tu perro sufre cuando discutes… y no se merece eso

 


A veces creemos que los animales no entienden lo que pasa a su alrededor. Como si por no hablar, no sintieran. Pero yo he crecido sabiendo que muchas veces los que más sienten son los que menos ruido hacen. Y si tienes un perro en tu casa, quiero que leas esto con el corazón abierto. Porque sí, tu perro sufre cuando discutes, cuando gritas, cuando la tensión se vuelve el aire que respira tu casa. No lo digo solo por intuición ni por amor a los animales, lo dice la ciencia. Estudios recientes —como los publicados por portales como Psyciencia y respaldados por investigaciones en etología y neurociencia— demuestran que los perros son increíblemente sensibles a nuestras emociones humanas. Pueden oler el estrés, interpretar nuestro tono de voz y hasta anticipar nuestras reacciones.

Yo no soy veterinario, pero soy humano. Y como alguien nacido en 2003, que ha tenido mascotas toda la vida y ha compartido conversaciones reales con personas que aman (y a veces descuidan sin querer) a sus perros, te puedo decir que la forma en que tratamos a los demás se refleja en cómo viven ellos. He visto perros temblando después de una pelea familiar. He visto ojos que no entienden por qué quienes los alimentan se gritan sin parar. Y también he visto cómo una caricia, una palabra suave o simplemente un ambiente tranquilo puede cambiar totalmente su energía.

El artículo de Antrozoología que inspiró este blog lo deja claro: los perros no solo sufren emocionalmente durante una discusión, también presentan señales físicas como jadeos excesivos, temblores, evitar el contacto visual, esconderse o incluso lamerse compulsivamente. Y no es solo “porque son nerviosos”, es porque están intentando procesar lo que no entienden, pero sienten intensamente. Es algo que me hace recordar muchas de las reflexiones que aparecen en Mensajes Sabatinos, donde se habla de esos seres que sufren en silencio y a los que olvidamos porque no hablan nuestro idioma.

También es cierto que no todos los hogares pueden evitar las discusiones. Somos humanos, vivimos procesos. Pero lo que sí podemos hacer es ser conscientes de cómo impactan esas situaciones en los más inocentes. Nuestro perro no tiene la culpa de nuestros conflictos. No debería pagar las consecuencias de lo que no entiende. Y aunque parezca algo “menor”, si aprendemos a cuidar a nuestros animales en medio de los momentos duros, también aprendemos a cuidar mejor a quienes nos rodean. Es parte de ese camino de evolución emocional que muchos jóvenes de mi generación estamos intentando recorrer, y del que también escribí aquí:

Si discutes seguido en casa, al menos dale un espacio seguro a tu perro. Un lugar tranquilo donde pueda descansar. Háblale con calma. No lo ignores. Si ves que sus comportamientos cambian, llévalo a un veterinario o consulta con un etólogo. Pero sobre todo, trabaja en ti. Porque así como los niños absorben lo que viven, los perros también lo hacen. Y si logras crear un ambiente más sano para él, también lo estarás haciendo para ti.

Este blog no es para hacerte sentir culpable, es para invitarte a observar, a cambiar, a actuar. Porque el amor a los animales se demuestra en los detalles diarios. En las decisiones pequeñas. En la forma como elegimos relacionarnos cuando las emociones están a flor de piel.

¿Quieres hablar de esto o compartir tu historia? Estoy aquí para escuchar y crecer juntos.

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