A veces parece que hablar del medio ambiente se volvió un cliché. Que decir “cuidemos el planeta” ya no mueve a nadie. Pero es porque muchas veces repetimos sin sentir, sin entender la magnitud de lo que está pasando. Yo soy Juan Manuel, nací en 2003, y aunque no he vivido 50 años, sí he leído lo suficiente —y sentido lo suficiente— como para decirte algo desde la conciencia: estamos perdiendo la vida. Literalmente. El Informe Planeta Vivo 2022 del WWF, uno de los más serios a nivel mundial, dice que desde 1970 hasta 2018 hemos perdido el 69% de las poblaciones de vida silvestre que se monitorean. Pero en América Latina y el Caribe, el número es aún más fuerte: 94%.
¿Te imaginas lo que eso significa? Es como si casi todo lo que alguna vez vivió libre en nuestros ríos, selvas, montañas y mares estuviera desapareciendo. Y no se trata de especies exóticas que no conocemos. Hablamos de aves, ranas, peces, insectos, mamíferos… muchos de los cuales son clave para mantener los ciclos que hacen posible nuestra vida también. Y sí, puede sonar distante, porque uno no ve eso desde el celular o en medio de la rutina. Pero mientras nosotros estamos pendientes de “las últimas tendencias”, la naturaleza está siendo silenciada.
La causa principal de esta pérdida tan brutal no es un meteorito ni una plaga, es el ser humano. Somos nosotros. La deforestación, la minería sin control, la expansión de ciudades sin planificación, la agricultura intensiva, la contaminación… Todo está ligado a nuestras decisiones individuales y colectivas. Y aunque es fácil culpar a los gobiernos o a las grandes empresas, también hay que mirarnos al espejo. ¿Cuántas veces compramos lo más barato sin pensar en su origen? ¿Cuántas veces botamos basura donde no debemos o desperdiciamos comida como si no pasara nada?
Desde que escribo en mi blog, siempre he buscado que mis palabras no suenen vacías. Me duele lo que está pasando y no me puedo quedar callado. Porque si hay algo que me ha enseñado la vida —y los aprendizajes que recojo de mi familia, especialmente de mi papá— es que el verdadero cambio empieza por la conciencia. Y esa conciencia se activa cuando te informas, cuando reflexionas y cuando decides actuar distinto. Cuando entiendes que cada elección importa, desde lo que consumes hasta lo que compartes.
En América Latina, esta pérdida del 94% también se explica porque aquí está una de las biodiversidades más ricas del planeta. Pero esa riqueza, si no la valoramos, se convierte en vulnerabilidad. Somos responsables de proteger lo que queda. Porque la vida silvestre no es solo belleza o rareza: es equilibrio, alimento, medicina, conexión.
Yo no tengo todas las respuestas, pero tengo algo claro: no quiero que me toque vivir en un mundo donde la vida solo exista en fotos antiguas o documentales del pasado. Y tú tampoco deberías aceptarlo.
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