Indígenas de la Sierra Nevada lanzan SOS por turismo sin control y la presencia de grupos armados.
“Tenemos miedo de desaparecer”, asegura con voz pausada el mamo Zaleh Nulavita, una de las máximas autoridades de la etnia kogui.
El mamo Zaleh, con más de 70 años, es la cabeza de la comunidad mankuaka, San Antonio, ubicada en la parte alta de la Sierra, a unos 1.700 metros sobre el nivel del mar.
Los integrantes de esta comunidad hacen parte de los cerca de 2.000 koguis que han sobrevivido, y que tienen el deber sagrado de proteger el ecosistema y la biodiversidad de la Sierra.
Así lo marcan sus costumbres ancestrales. Esa es la misión que su dios Zerankua les ha reiterado que deben cumplir, generación tras generación. Es el llamado que han transmitido los mamos, quienes reciben el mensaje divino de los espíritus de la alta montaña.
Solo los hombres son mamos. Son muy pocos los escogidos, y desde niños son preparados para recibir la sabiduría y el conocimiento.
Por eso las palabras de Zaleh, su temor a desaparecer, son como una premonición ante la denuncia que hace: los hermanos menores –las otras culturas– están profanando la Sierra.
Los lugares más sagrados para las cuatro etnias (koguis, arahuacos, wiwas y kankuamos), que son las que habitan la Sierra Nevada, son los picos. A ellos solo pueden acceder los mamos, tres o cuatro veces al año, atendiendo el llamado de los espíritus.
“Los turistas llegan a la Sierra, no piden permiso e invaden nuestros sitios sagrados”, afirmó Zaleh, quien recalcó que “están subiendo muy cerca a las cuevas sagradas, a la nieve del pico, donde están nuestras creencias y donde el viento manda”.
Esa fue la denuncia, que se interpreta como un angustioso grito de ayuda, que le hizo el mamo al defensor del pueblo, Carlos Negret, quien quedó sorprendido al escuchar de la voz de Zaleh que los turistas “están llegando muy cerca al pico y se lanzan en parapente hasta la playa. Ese espacio es sagrado, es intocable, con tanta gente se pierde la conexión espiritual”, advirtió el mamo en su diálogo.
Negret estuvo visitando la comunidad mankuaka, como parte del compromiso que adquirió hace cerca de tres años, cuando en su primer viaje a la Sierra los mamos le entregaron el ‘bastón de mando’ como una prueba de confianza que lo convertía en su representante ante el mundo.
Durante su encuentro con los koguis, estos reiteraron que el turismo está afectando el ecosistema de la Sierra Nevada, que abarca el sistema montañoso de Cesar, La Guajira y Magdalena, porque están contaminando el agua y arrojando basura –que no es biodegradable– sin conciencia del daño que se le está causando a la naturaleza.
Los Koguis denuncian que los turistas están subiendo muy cerca a las cuevas sagradas.
Para llegar a dicha comunidad, compuesta por no más de 70 familias, se parte de Santa Marta por la troncal del Caribe hacia el corregimiento de Palmor, una hora por carretera y otra hora por trocha. Y de allí, otra hora por carretera destapada hasta la vereda de Uranio.
En Uranio se inicia el recorrido a lomo de mula o a pie por toda la Sierra hacia Mankuaka. Son al menos cuatro horas de camino para llegar al corazón de los koguis.
Para que el defensor y su comitiva ingresaran al resguardo de los koguis, inicialmente hicieron parte de un ritual de purificación: “Entramos a un determinado espacio, descalzos, para un proceso de desprendimiento, y así ser aptos de entrar a Mankuaka, que se considera como un lugar sagrado”, explicó Negret.
Los koguis han luchado por mantener vivas sus raíces. Su economía gira en torno al café que cultivan en la Sierra, pero, a la vez, cultivan su propia comida y tratan al máximo de ser autosuficientes.
La mata de coca hace parte de las costumbres ancestrales de estas comunidades indígenas. Cada familia la cultiva en su predio. El ayo –la hoja de coca– tiene muchos significados, pero solo los hombres le dan uso.
Intercambiar el ayo es una forma de saludo; colocarla en la boca, sobre la mejilla, sin masticar, les da fuerza para la jornada; sumado al simbólico y emblemático sentido que tiene cuando se casan, frente a la formación del poporo, que entienden como una forma de conexión espiritual con su esposa.
Esas milenarias tradiciones son las que los koguis temen perder, por la presencia de colonos y campesinos en sus territorios. “A esto se suma que quieren evangelizarnos, incluirnos en religiones que no son las de nuestros ancestros”, afirma el mamo Zaleh, al señalar que ese es el segundo factor que podría exterminar su etnia.
Para los koguis es tradición que las uniones (matrimonios) se den desde que las niñas tienen su primera menstruación. Entre más hijos, dicen ellos, hay más abundancia para la tierra. Por ende, estas comunidades no aceptan ni conocen los métodos de planificación.
Inicialmente estábamos en la parte baja, sobre el mar. Pero cada vez la presencia de los ilegales nos ha obligado a ir subiendo, a trasladarnos
Y el tercer factor, que según la autoridad indígena los afecta en su subsistencia, es la presencia de los grupos armados, que en su mayoría se lucran del turismo, pues cobran una especie de impuesto a cada empresa legal o ilegal dedicada a esta actividad o a los cultivos de coca.
Todos estos nuevos desafíos se suman a cada amenaza que han tenido que afrontar. Primero fue la bonanza marimbera de los 70 y 80 que los obligó a empezar su desplazamiento.
“Inicialmente estábamos en la parte baja, sobre el mar. Pero cada vez la presencia de los ilegales nos ha obligado a ir subiendo, a trasladarnos”, dijo el mamo Ascencio Bolaños, que dice tener 108 años, pero sus familiares afirman que está sobre los 112 o 115 años.
“Después fue la guerrilla la que tuvo el control de la zona. Y ahora, nuevamente, está el temor por la presencia de los armados en la Sierra. No podemos seguir desplazándonos”, señaló el mamo Ascencio.¿Quién maneja los parques?
El defensor también se reunió con los indígenas de la comunidad arhuaca de Katanzama, asentada a una hora de Santa Marta, en la parte baja de la Sierra. Este grupo afirmó que siente mucho temor porque es constante la presión de los ilegales que usan su territorio como un corredor para el tráfico de drogas. “No es raro recibir amenazas si uno les dice que respeten el territorio. Ellos intimidan con sus armas”, señala uno de los líderes indígenas.
En su denuncia advierten que la zona de Lengüeta, cerca a Palomino, en La Guajira, por la salida al mar, los grupos ilegales vienen tejiendo una disputa territorial que deja a la población civil en medio de la confrontación, que ya cobró la vida de un funcionario del parque y otro desplazado.
En los arhuacos, por llevar más tiempo interactuando en las grandes urbes, el papel de la mujer es distinto. Son líderes de las comunidades y voceras. Ese es el caso de Margarita, quien durante el encuentro con Negret le pidió su mediación para aclarar el tema del manejo de los recursos que dejan las entradas al parque Tayrona.
Nosotros no recibimos ningún tipo de recurso de las entradas al parque. Es nuestra tierra y no nos lucramos del turismo
La líder indígena quiere que se aclaren los efectos de tutela que tiene suspendido el proceso de concesión de manejo del parque Tayrona, que por 23 años fue administrado por un mismo grupo.
“Nosotros no recibimos ningún tipo de recurso de las entradas al parque. Es nuestra tierra y no nos lucramos del turismo”, señaló Margarita, quien resaltó que ese dinero podría invertirse en “salud, educación y otras necesidades de los indígenas de la Sierra”.
El ingreso al parque, por solicitud de los indígenas, se suspende dos veces al año, para preservar el ecosistema.
Se calcula que son cerca de 500.000 las personas que ingresan anualmente, cifra que los operadores turísticos plantean duplicar, lo que prendió las alarmas en las comunidades.‘El corazón del mundo está enfermo’5 preguntas a Carlos Negret Mosquera, Defensor del Pueblo
El defensor del pueblo, Carlos Negret, escuchó las denuncias de los indígenas y se comprometió a darles trámite con el Gobierno.
Defensoría
¿Qué balance le deja su reunión con las comunidades de la Sierra?
La preocupación y el compromiso de transmitir las inquietudes de los indígenas al Gobierno sobre tres temas puntuales. El turismo ilegal, que está afectando directamente al medioambiente de la Sierra Nevada y sus costumbres ancestrales. Su temor por la presencia de los grupos ilegales y el interés de algunas personas de interferir en sus costumbres religiosas. Estos son factores que los mamos consideran que pueden afectar directamente su existencia y cultura.
¿Cómo le pareció el daño ambiental?
Bastante grave. Durante mi recorrido hacia la parte alta de la Sierra observé basura en el camino, latas de gaseosa y hasta licores. Aquí se está viviendo una tragedia ambiental, el turismo sin control está dejando una huella nefasta. Por eso, durante mi viaje a Ginebra, denuncié que el corazón del mundo está enfermo y que es nuestra obligación protegerlo. Es un tema sobre el que hay que prender las alarmas a nivel mundial.
Los mamos le dejaron el ‘bastón de mando’ con el compromiso de seguir velando por ellos y de volver…
De acuerdo con sus costumbres, tengo que subir cuatro veces a la Sierra. Ya van dos y cumpliré con las veces que sea necesario, hasta que como defensor logre ayudar o intervenir para que se escuchen y se les den soluciones a sus problemas. Los indígenas de la Sierra son personas muy sanas, de buen corazón, que se merecen todo nuestro respeto y vivir tranquilas en su entorno. Aunque deje el cargo en unos meses, este es un compromiso que asumí de manera personal.
¿Y sobre la inseguridad y presencia de los grupos armados?
En Santa Marta me reuní con las autoridades civiles y de la Fuerza Pública, a quienes les expuse los temores de las comunidades recordándoles que aquí, como Defensoría, hemos emitido las alertas tempranas, que son para que se cumplan y se garantice la integridad y vida de los afectados. Están atentos a la situación y van a verificar qué es lo que se está registrando, sobre todo con el tema de las extorsiones. Los grupos ilegales se lucran de las personas que se dedican al sector del turismo, y eso trae serias afectaciones en todos los sectores y comunidades.
Usted les devolvió unas piedras ancestrales que eran de su comunidad, ¿dónde las encontró?
Fueron donadas a la Defensoría. Además, me comprometí a que el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Argentina), donde encontré que exhiben piezas indígenas colombianas, se las devuelvan porque deben estar bajo el cuidado de nuestros indígenas.