martes, 5 de julio de 2022

La destrucción de la Amazonía traería un ‘apocalipsis’ mundial


Gregorio Mirabal, líder indígena, asegura sentir temor por las 500 tribus de la selva amazónica.

Líder indígena Gregorio Mirabal hace un llamado por el Amazonas previo a la COP26.

Millones de indígenas de la cuenca amazónica libran una batalla contra reloj para salvar esta selva que alberga un 20 por ciento del agua dulce del planeta y evitar un “apocalipsis” mundial. A la cabeza está el venezolano Gregorio Mirabal con su corona de plumas rojas y amarillas y su grito de guerra: “¡Ya basta!”.

“Si la selva desaparece, este mundo queda en llamas, sube la temperatura”, advierte Mirabal, de 54 años, en la aldea selvática ecuatoriana de Unión Base, a cinco horas de automóvil de Quito.

Mirabal, líder de la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica), entidad que representa a los 3,5 millones de indígenas amazónicos de nueve países, reclama a las naciones desarrolladas que en la COP26, la conferencia sobre el clima que comienza en Glasgow (Escocia), el 31 de octubre, trabajen junto a los pueblos nativos para salvaguardar la Amazonía, selva de 8,4 millones de km².

Mirabal, del pueblo wakuenai kurripaco, recuerda que el 17 por ciento de la selva ya ha sido arrasada a causa de la explotación de petróleo y minerales, la contaminación y la deforestación para favorecer la agricultura y la ganadería.

Cerca de un río y en medio del gorjear de los pájaros, reflexiona sobre las amenazas, ataques y asesinatos que sufren los indígenas de más de 500 grandes tribus que protegen la selva.

¿Cómo ve el futuro de la Amazonía?

Hay dos escenarios. (Uno es el) del apocalipsis, del no retorno. La gente va a estar sin oxígeno, el planeta se va a calentar en 50 años, dos o hasta tres grados (centígrados), no va a ser posible la vida en este planeta si la Amazonía desaparece. El otro escenario es el que nuestros niños se puedan bañar en este río, conocer lo que hay aquí, ver los árboles, la biodiversidad, ver a esa guacamaya volando. Ese es el escenario que nosotros estamos brindando al mundo si nos ayudan a proteger el 80 por ciento de la Amazonía.

¿Es reversible el daño?

La Amazonía ha sido deforestada en un 17 por ciento. Si llegamos al 20 por ciento, va a ser muy difícil que se pueda. La misma desertificación, la falta de agua, los incendios van a arrasar con la Amazonía. Estamos en un punto de inflexión. La Amazonía está siendo asesinada, le están sacando el petróleo, los recursos naturales, y no quieren dejar a la selva viva, quieren arrasarla. Es un grito de la selva, estamos diciendo: ¡Ya basta!

La gente va a estar sin oxígeno, el planeta se va a calentar en 50 años, dos o hasta tres grados (centígrados), no va a ser posible la vida en este planeta si la Amazonía desaparece

¿Por qué es importante protegerla?

Es una de las grandes reservas de agua dulce del planeta. Tiene la mayor biodiversidad del planeta que garantiza el equilibrio del clima. Cada árbol que nosotros tenemos genera también aire puro y recoge la basura que viene de otros países, de la contaminación, pero por eso no estamos recibiendo nada. Con que no gasten en un misil y financien en la Amazonía, con eso tenemos. Tiene que ser integral, en equilibrio con los nueve países y no hay un financiamiento claro para eso. Se desconoce la cifra de cuánto se ha invertido para la Amazonía, pero a los territorios eso no ha llegado. Todavía no ha llegado la vacuna (contra el covid) a las comunidades y ya han pasado dos años de la pandemia. Si dependiéramos de los gobiernos, ya estaríamos muertos.

¿Cuáles son los mayores peligros que enfrenta la Amazonía?

El peor peligro es la falta de voluntad política de nuestros gobiernos y eso va unido a la corrupción, a la falta de fortalecimiento de nuestros derechos. Los países desarrollados tienen que ver a la Amazonía como un espacio que les da vida a ellos también. Queremos garantizar la Amazonía para la humanidad.

¿Quiénes son los mayores enemigos de la Amazonía?

Los grandes bancos del planeta están financiando la destrucción en la Amazonía al dar recursos para la explotación de petróleo y otras formas de extractivismo. También depende de la conciencia de nosotros, de no seguir consumiendo tanto plástico, tanta energía. No nos estamos dando cuenta de que el ser humano se ha convertido en el peor enemigo de la naturaleza y de la misma vida. Brasil es casi el 60 por ciento de toda la cuenca amazónica. Con este presidente, Jair Bolsonaro, aumentaron la deforestación, la minería ilegal, el extractivismo y los asesinatos de nuestros hermanos y hermanas. Es el peor gobierno que tenemos en la cuenca amazónica.

¿Dónde hay más riesgos para los ambientalistas?

Brasil y Colombia están entre los primeros lugares del mundo donde si eres defensor de la naturaleza o eres un líder indígena tienes un 80 por ciento de chance de que seas asesinado o encarcelado. Luego viene Perú. Es porque (el activista) se opuso a una empresa petrolera o minera o que está deforestando. En 2020 estamos llegando a los 202 asesinatos en la Amazonía. Se ha superado la cifra del 2019, que fue de 135.Una transición económica demasiado lenta

Desde la firma de los acuerdos de París en 2015, la transición hacia energías más limpias ha progresado, pero de manera demasiado lenta, para limitar el calentamiento a 2 °C, y de ser posible a 1,5 °C, con respecto a fines del siglo XIX.PREOCUPACIONES

Reactivación moderada:
Para la red de expertos Ren21, “2020 habría podido cambiar la situación”, pero los planes de reactivación de los Estados otorgan a las energías fósiles seis veces más de inversiones que a las renovables. Las emisiones de CO2, tras un retroceso de 7 %, deberían alcanzar un nivel récord de aquí a 2023 si no se reorientan las inversiones.
Emergentes, en problemas:
La inversión en las energías verdes retrocede desde hace algunos años en los países emergentes y en desarrollo (excepto China), y el covid no ha ayudado. Estos países exhiben apenas 20 % de las inversiones necesarias para su descarbonización, según la AIE: “Albergan dos tercios de la población mundial, generan 90 % del crecimiento de las emisiones pero reciben 20 % de los financiamientos consagrados a las energías limpias”.
El carbón, rey intocable:
Con la reactivación, la demanda de carbón, primer vector del calentamiento climático, volvería a su nivel de 2019, a raíz de las necesidades eléctricas de Asia. Hoy en día, 82 % de los proyectos de centrales están concentrados en países asiáticos. China, primer patrocinador público, anunció en septiembre que no construiría más centrales de carbón en el extranjero.
Bosques tropicales se reducen:
Los bosques tropicales primarios perdieron en 2020 una superficie equivalente a Holanda, según Global Forest Watch. Los responsables de esto son la agricultura, la industria maderera, la actividad minera y los incendios.
En la Amazonía brasileña, la deforestación en 2020 transformó ese fundamental receptor de carbono en emisor neto de CO2.


La Amazonía tiene el 15 por ciento de la biodiversidad terrestre en el mundo y el 15 a 20% del agua dulce del planeta.
Foto:

iStockLa promesa incumplida de los 100.000 millones de dólares en la COP26

“Solo” 100.000 millones de dólares. Las ayudas que los países ricos (los mayores contaminadores) prometieron a los más pobres (los que más sufren el cambio climático) nunca llegaron. Una cuestión de “confianza” que podría minar la COP26, que arranca el 31 de octubre y va hasta 12 de noviembre.

Durante la Conferencia del Clima de Copenhague en 2009, los países ricos se comprometieron a dar ayudas anuales por valor de 100.000 millones de dólares a los del Sur, para luchar contra el cambio climático, la transición ecológica y la reducción de emisiones. Diez años después, esta cifra está lejos de lo prometido: 79.600 millones en 2019 (últimos datos disponibles), según las cifras publicadas en septiembre por la Ocde.

Estados Unidos anunció que duplicaría su contribución, un gesto que sin embargo no sirve para reducir la diferencia. Canadá y Alemania están haciendo consultas para proponer un plan de financiación antes de la apertura de la COP26 en Glasgow.
Los países más desarrollados han sido históricamente los principales emisores de gases de efecto invernadero. En la tribuna de la Asamblea General de la ONU, el primer ministro británico, Boris Johnson, anfitrión de la COP26, recordó que su país, pionero de una revolución industrial a base de combustibles fósiles, fue “el primero en enviar suficiente humo acre a la atmósfera como para alterar el orden natural”. Por lo que entiende que “cuando los países en vías de desarrollo nos piden ayuda, tenemos que asumir nuestras responsabilidades”.

Desafíos para la COP26

El mayor desafío es recuperar la confianza en el proceso de la diplomacia climática. La falta de financiación “cuesta vidas y formas de existencia”, destaca Sonam P. Wangdi, presidente del grupo de Países Menos Avanzados en la COP de Glasgow. “Que se mantenga este compromiso diez años después es crucial para la confianza y para acelerar la respuesta global ante el cambio climático”, añadió.

El éxito en la COP pasaría por elaborar “un paquete que presente un equilibrio justo” que puedan aceptar todas las partes, explicaba a la AFP Patricia Espinosa, responsable del clima de las Naciones Unidas, durante la “preCOP” de Milán a principios de octubre. “Tener una buena perspectiva (sobre esta cantidad de dólares) instauraría la confianza y nos permitiría avanzar en otros temas”.

“Podemos esperar un sentimiento de emergencia y, quizá, una posición más firme de los países” del Sur, considera Alden Meyer, del círculo de reflexión E3G. Y un “paquete de solidaridad creíble” sería “un factor clave” para progresar en las negociaciones. El mismo análisis que realiza Andreas Sieber, del Climate Action Network, que federa a más de 1.500 oenegés por el clima.

“Si la COP26 desea empezar con buen pie”, debe “demostrar que los países desarrollados van a respetar, e incluso sobrepasar, sus promesas”.
Varios actores y expertos estiman que esta cantidad de 100.000 millones de dólares es insuficiente y se ha quedado obsoleta, ya que los efectos del calentamiento global se han acelerado, provocando fenómenos catastróficos como sequías, gigantescos incendios forestales, huracanes, inundaciones...

Y si se compara con los billones de dólares destinados a relanzar la economía tras la pandemia del covid-19, esta cantidad parece minúscula. Unos programas de recuperación económica criticados, además, por su falta de ambición ecológica.
La joven activista ugandesa Vanessa Nakate, de 24 años, resume los desafíos: “Las poblaciones que menos responsabilidad tienen en el aumento de las emisiones se están enfrentando ya, ahora mismo, a lo peor de la crisis climática”.