Cuando hay fallas, la mejor opción es reconocerlas y ofrecerles disculpas a los pequeños.
En la crianza, el amor y la comprensión permiten aceptar los errores y remediarlos.
Ofrecer disculpas y estar dispuestos a perdonar son prácticas que pueden solucionar problemas y ayudar a establecer una convivencia armoniosa en la sociedad. Esta es una habilidad de comunicación, de prevención y de resolución de conflictos que sus niños deben aprender para construir vínculos de confianza fuertes y sanos que les permitan desenvolverse en su vida familiar y social.
El punto está en cómo los padres pueden enseñarles esta destreza a los pequeños y cómo esas situaciones en las que los adultos no reconocen sus errores y no piden perdón llevan a contradicciones y confusiones en la enseñanza de valores a los pequeños.
Según María Carolina Sánchez-Thorin, psicóloga clínica y psicoterapeuta, pedir perdón es uno de los actos más difíciles y más sublimes del ser humano.
“De hecho, es la expresión máxima de la empatía, del cuidado y del aprecio por el otro, y de una buena salud mental”, sostiene. Además, de cara a la formación de los niños, “pedir perdón y perdonar es una práctica increíblemente lucrativa en el desarrollo de su capacidad emocional, y que le será de gran utilidad en las relaciones que cultivará cuando sea un adulto”, apunta Sánchez-Thorin.
Pero no solo les debe enseñar a sus hijos a pedir perdón mediante explicaciones y exigencias. Como padres, es aún más importante su ejemplo, ya que la disculpa de un adulto abre en la mente del niño la posibilidad de pensar en el otro, en este caso en su modelo por seguir, su héroe, como alguien que también se equivoca y reconoce sus debilidades, sus errores y sus límites.
No obstante, los expertos coinciden en que es muy común que los padres consideren que disculparse con sus hijos los llevará a perder autoridad y respeto frente a ellos, y por eso muchos evitan hacerlo. De acuerdo con Claudia Jiménez Chacón, psicoterapeuta infantil de adolescencia y familia, “todos los padres cometemos equivocaciones en la crianza, por desconocimiento o por factores emocionales, lo que no indica que reconocerlos conlleve a la pérdida de respeto, ya que este se gana precisamente con este, no con imposición o autoritarismo”.Reconocer un error no es un acto de debilidad
“En realidad, aceptar una equivocación requiere de seguridad, honestidad, objetividad, nobleza y sensatez, entre otras cosas. Por ello, lejos está de relacionarse con falta de carácter”, resalta la especialista.
Así mismo, los expertos destacan que antes de pedir perdón, los padres deben aprender a perdonarse a sí mismos, ya que muchos se hunden en la frustración, lo que puede desencadenar inseguridades en el proceso de crianza. Aquí es clave entender que ningún padre ‘nació aprendido’ ni hizo un máster en paternidad, por lo que así como sus niños están en proceso de aprendizaje y se valen los errores, los padres están atravesando al mismo tiempo una etapa de nuevos conocimientos y desarrollo de nuevas habilidades.
Por otra parte, Sánchez-Thorin aclara que cuando los padres tienen miedo a perder la autoridad, “es porque quizá se sienten inseguros y temerosos de que en la relación con sus hijos tenga que haber un juego de poder para mantener el control”.
"La disciplina basada en el dominio y no en el diálogo conduce a que los padres tengan que asumir posturas muy rígidas y les cueste mucho aceptar sus errores”, explica la especialista. En cambio, la experta afirma que “un padre que es capaz de reconocer sus faltas tiene la posibilidad de crear una relación basada en la ‘autocracia’, donde el diálogo y la posibilidad de negociar, comprender y aceptar son los móviles de cualquier relación afectiva sana”.Un cambio de mentalidad
Los expertos coinciden también en que los padres pueden aprender a disculparse, siempre y cuando se cambie “el esquema de creencias influenciado por la educación autoritaria, en el cual erróneamente se cree que el adulto, como figura de autoridad, no comete errores, que su palabra es la única verdad, que sus hijos deben asumir, tolerar y aceptar cualquier imposición que venga del adulto”, explica Sánchez.
Cambiar esa mentalidad permitirá a padres e hijos comprender que errar no está mal, lo que de inmediato le abre paso a la afirmación que reza que ‘del error se aprende’, y que ‘se valen tantas equivocaciones como sean necesarias’. Además, les enseña a ambos que ante los problemas podemos elegir varios caminos: culparnos a nosotros mismos, culpar a los demás o buscar en conjunto alternativas y soluciones, lo que madura la capacidad para resolver problemas. Aquí, uno de los puntos más importantes es aprender a identificar en qué momento debe ofrecer disculpas y cómo hacerlo.
En palabras de la doctora Jiménez Chacón, el primer y más importante paso de los padres será hacerse conscientes de que han cometido una equivocación.
“Muchos padres no reflexionamos sobre nuestros errores hasta que nuestros hijos nos hacen caer en la cuenta”, dice la experta. “Esto implica brindarle respeto y credibilidad al menor, sin importar la edad”, agrega.
El segundo paso será buscar una oportunidad y un espacio de intimidad donde se pueda hablar sobre lo sucedido y explicar cómo se cometió el error, y quizás –sin que ello conlleve una justificación– van a explicar el porqué con argumentos.
En este sentido, Chacón nos brinda el siguiente ejemplo: “Pablo, anoche te grité muy fuerte. Siento mucho haberlo hecho. No me hace feliz. Estaba cansado (a) y tenía muchos problemas en el trabajo. Eso no significa que te pueda gritar cada vez que lo esté. Reconozco que eso estuvo mal y, por favor, te pido que me disculpes. Te aseguro que no volverá a suceder”. Y así puede adoptar esta guía en diferentes contextos y situaciones.
Lo más importante es que esas palabras le salgan del corazón, que demuestre verdadero arrepentimiento, que sea sincero y no inicie la disculpa anteponiendo como argumento el comportamiento o la actitud del niño que desencadenó su error.
Hay que aprender a evaluarse
1. Ante un conflicto con sus hijos, revise sus propias conductas y la manera como reacciona, antes de señalarlos y juzgarlos a ellos.
2.Revise si es de los que piensan que para un adulto está bien decir mentiras, pero cuestiona a su hijo cuando es él quien las dice.
3.Evalúe cómo le exige a su hijo buenos comportamientos. ¿Es coherente entre lo que le enseña y lo que hace en el día a día? Recuerde que, más allá de las palabras y las llamadas ‘cantaletas’, ellos aprenden por observación y repetición.
4.Jamás tenga miedo de ofrecer disculpas a su pequeño. Los niños son los seres más nobles y conciliadores, y usted estará dejando una huella imborrable en su mente y corazón. Nada más reconfortante que saber que los padres, esas figuras que ellos creen perfectas, también se equivocan y, lo mejor, ¡lo reconocen!
5.Evite establecer normas y límites que generen contradicciones entre usted y su pareja o consigo mismo. Esto genera no solo confusiones en los niños, sino que lo hará más propenso a fallar a la hora de hacerlos cumplir.
6.Enseñe a sus hijos a perdonar. Si ellos le ofrecen disculpas por algo incorrecto que hicieron, debe aceptarlas con amor y comprensión y no recordarles su error cada tanto. Esto envía a los niños una señal errónea de que no fueron verdaderamente perdonados, de modo que cuando sean ellos los que tengan que perdonar, tendrán muchas dudas de hacerlo.