viernes, 21 de noviembre de 2025

Por qué tu perro actúa “raro”? Tal vez no es desobediencia… es su microbioma hablándote



Hay días en los que uno mira a su perro y piensa: ¿por qué estás haciendo esto?
¿Por qué de repente gruñe cuando antes no lo hacía?
¿Por qué no quiere comer lo que antes devoraba?
¿Por qué se pone ansioso cuando salgo, o ladra sin razón aparente?

Durante mucho tiempo crecí creyendo —como muchos— que el comportamiento de un perro era solo entrenamiento, carácter o crianza. Y sí, todo eso influye… pero con el tiempo, y con esas cosas que la vida te obliga a observar más despacio, entendí que a veces lo más profundo está escondido en lo más pequeño. Literalmente.

En estos últimos años he leído mucho sobre conexiones entre cuerpo, mente y energía. No solo en humanos, sino también en animales. En una madrugada de esas en las que uno mezcla curiosidad con internet y preguntas existenciales, encontré algo que me cambió la perspectiva: el microbioma.

Y desde entonces, cada vez que un perro actúa “mal”, me pregunto si de verdad está comportándose mal… o si su cuerpo está pidiendo ayuda.

Hay algo que siempre me ha enseñado mi familia: la vida habla, aunque no use palabras.
Esa frase la encontré repetida, de distintas formas, en varios de los blogs con los que crecí, especialmente en Bienvenido a mi blog (https://juliocmd.blogspot.com/) y en Amigo de ese ser supremo en el cual crees y confías (https://amigodeesegransersupremo.blogspot.com/).
De alguna manera esas lecturas me educaron para escuchar lo invisible, lo que vibra detrás de lo evidente.

Y cuando uno aplica esa misma sensibilidad a los animales, deja de verlos como seres “que deben portarse bien”, y empieza a verlos como vidas completas, con emociones, con procesos internos y con un mundo microscópico dentro de ellos que condiciona casi todo.

El microbioma: ese universo que no vemos, pero lo decide todo

Hace poco revisé un artículo que explicaba cómo la composición del microbioma de un perro —esa comunidad de microorganismos que vive en su intestino, en su piel, en su boca— puede transformar por completo su comportamiento. No es solo digestión. No es solo salud. Es comunicación interna.

Si un perro está irritado, apático, agresivo, asustado o hiperactivo, puede que su microbioma esté pasándola mal. Como los humanos, los perros también sufren desequilibrios internos por:

  • estrés ambiental

  • mala alimentación

  • exceso de carbohidratos

  • dietas ultraprocesadas

  • antibióticos

  • falta de actividad

  • traumas emocionales

  • cambios en el hogar

Y lo expresan como pueden: ladrando de más, rompiendo cosas, gruñendo, aislándose, comiendo pasto, temblando, o incluso durmiendo en exceso.

A veces queremos corregirlos sin entenderlos.

Nos pasa incluso entre personas: juzgamos el comportamiento sin mirar la historia detrás. Lo mismo hacemos con ellos.

Lo que realmente me hizo clic

En una reflexión personal que escribí hace unos meses en mi blog (https://juanmamoreno03.blogspot.com/), dije que uno no puede conectar con otro ser vivo si no se conecta primero con su realidad interna. Escuchar antes de interpretar.

Y este tema del microbioma me reafirmó eso.

Porque cuando entendemos que gran parte del comportamiento de un perro viene de algo biológico, invisible y silencioso, cambia nuestra forma de acompañarlo. De repente ya no se trata de castigar ni de “arreglarlo”, sino de cuidarlo mejor.

Como pasa con nosotros, que a veces no necesitamos que alguien nos diga qué hacer, sino que nos abrace el caos interno mientras se acomoda.

Alimentos que alteran emociones

Este punto me sorprendió mucho.
Siempre pensé que la comida solo alimentaba el cuerpo.
Pero resulta que también alimenta la forma de sentir.

Si un perro come alimentos que desbalancean sus bacterias intestinales, eso altera su serotonina, su dopamina y otros neurotransmisores. Eso significa que su conducta puede cambiar igual que la de un humano con ansiedad, depresión o irritabilidad.

Imagina eso: tu perro no está “portándose mal”. Está emocionalmente desbordado.

Y uno ahí creyendo que es terquedad.

Cuando la ciencia se encuentra con lo espiritual

Yo crecí entre conversaciones técnicas y reflexiones espirituales. Entre sistemas, contabilidad, psicología, cables, libros y preguntas del alma.
Y creo que esa mezcla define mucho mi forma de mirar las cosas.

Por eso, para mí no es extraño ver cómo el microbioma conecta con los mensajes que tantas veces he leído en Mensajes Sabatinos (https://escritossabatinos.blogspot.com/): todo está unido, nada es casual, cada comportamiento tiene un origen.

Los animales son maestros de esa coherencia. No ocultan lo que sienten. No fabrican versiones de sí mismos para encajar.
Lo que ves es lo que pasa.

Y si lo que ves está raro… escucha más.

Señales que he empezado a notar

Con el tiempo identifiqué ciertos comportamientos que antes me parecían simples travesuras, pero ahora los miro distinto:

  • Cuando un perro no quiere comer, puede ser una alerta intestinal.

  • Cuando está agresivo, puede haberse inflado su sistema nervioso por algo que comió.

  • Cuando se lame compulsivamente, puede ser disbiosis de la piel.

  • Cuando se esconde, puede estar inflamado y sensible.

La ciencia ya habla de esto con bastante claridad.
Pero también habla la intuición.

Hay cosas que uno siente… y ya.

El hogar también afecta el microbioma

Este punto me tocó personalmente.

En una entrada de Organización Empresarial TodoEnUno.NET (https://organizaciontodoenuno.blogspot.com/) leí hace tiempo algo sobre cómo los entornos afectan a las personas. Y pensé: si a nosotros nos afecta el ambiente, la energía, el estrés, la forma en que nos hablamos… ¿por qué no pasaría lo mismo con los perros?

Ellos no solo respiran nuestro aire.
Respiran nuestras emociones.

Una casa donde hay gritos, tensión o conflictos constantes puede alterar la estabilidad emocional —y microbiológica— de un perro. Una casa donde hay calma, compañía y coherencia, lo equilibra.

Los seres vivos compartimos más de lo que imaginamos.
Incluso las bacterias.

El autocuidado es colectivo

Hay una frase que encontré escrita por mi familia en alguno de los blogs (tal vez en https://juliocmd.blogspot.com/): Nada que se cuida solo se sostiene; todo lo que se cuida acompañado prospera.

Los perros son un recordatorio perfecto de eso.

Porque para que ellos estén bien, nosotros también tenemos que estar bien. Su comportamiento es un espejo suave de nuestras propias tensiones.

No es culpa.
Es oportunidad.

Cuidarlos mejor también es una manera de cuidarnos a nosotros mismos.

Entonces… ¿qué podemos hacer?

No soy veterinario —soy un joven tratando de entender la vida, igual que tú—, pero sí he aprendido algunas cosas que hacen diferencia:

  • observar antes de asumir

  • cambiar el alimento por uno más natural

  • reducir procesados

  • evitar premios llenos de colorantes

  • revisar intolerancias

  • mejorar el ambiente del hogar

  • consultar al veterinario cuando cambia algo sin razón

  • permitirles más juego, más conexión, más naturaleza

A veces la respuesta está en volver a lo simple.

A veces el perro solo necesita que su mundo interno vuelva a respirar.

Una última reflexión

Yo tengo la sensación de que los perros son mucho más parecidos a nosotros de lo que admitimos.
Ellos también sienten el peso de la energía, también se cargan, también se desorganizan por dentro.

Y cuando veo a uno actuando extraño, no pienso “está malcriado”.
Pienso: ¿qué te está pasando por dentro, amigo?
Porque así como nosotros pasamos por temporadas raras, ellos también.

Nada que esté vivo está siempre equilibrado.
Todo fluctúa.
Todo se mueve.
Todo cambia.

Quizás la clave no es exigirles que se porten bien, sino acompañarlos en su proceso, igual que nos gustaría que alguien hiciera con nosotros.

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Juan Manuel Moreno Ocampo
“A veces no hay que entender la vida… solo vivirla con más verdad.”

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