Los más de cincuenta días de cuarentena han servido para poner a prueba el teletrabajo, que llegó para quedarse, no así lo mismo el teleestudio para los más jóvenes que es ineficaz
La cuarentena le está sirviendo al sector educativo para poner a prueba todas sus prácticas históricas y para acelerar su necesaria transformación digital, que no es solo dar clases virtuales e interconectar a profesores y alumnos, sino medir la consecución de los objetivos pedagógicos y, sobre todo, la eficacia de la enseñanza.
Casi todos los colegios y universidades fueron empujados por fuerzas externas a implementar la teleducación, tal como sucedió en las empresas, que en pocas semanas debieron aprender a teletrabajar, una alternativa laboral que obligará a rehacer contratos, a diseñar el trabajo por horas y a repensar el subsidio de transporte en función de uno nuevo dirigido a ayudar a pagar los servicios de energía e internet en los hogares.
Son muchas las herencias derivadas de la pandemia que han logrado que miles de colombianos se bancaricen para poder recibir las ayudas gubernamentales, al tiempo que empresas grandes, pequeñas y medianas, se pongan al día con los impuestos legales o formales para ser objeto de las ayudas que provienen de esos mismos tributos.
Y más allá, de los efectos colaterales del teletrabajo y la bancarización en la nueva sociedad que se desprende del postcovid-19, está la hoja de ruta que debe seguir la educación secundaria y universitaria que ha puesto a prueba la virtualidad como un plan B para clausurar años lectivos y semestres. El obligado experimento no ha sido evaluado todavía por la ciencia y será una tarea primordial para esas mismas instituciones que deberán medir cuanti y cualitativamente los pros y los contras de la educación virtual, digital o el teleestudio.
De momento, se pueden lanzar unas primeras preguntas de trabajo para esas investigaciones por desarrollar: ¿qué papel juega la socialización en el proceso de enseñanza? ¿por qué las universidades tienen grandes campus? ¿es necesario el contacto físico o real entre los colegiales y universitarios? ¿ha cambiado el proceso de enseñanza durante la cuarentena? ¿ha mejorado o disminuido la calidad de la enseñanza y el aprendizaje? ¿debe valer lo mismo un curso por internet que uno presencial? Son cientos de preguntas las que se pueden formular para avanzar en la nueva era de la educación.
Las necesidades de socialización que tienen las personas mayores son muy distintas a las de los jóvenes y esas diferencias deben marcar los programas que ofrecen los colegios y las universidades. Quizá un diplomado, especialización o maestría se pueden hacer por internet, pero la totalidad del bachillerato o de un pregrado está por verse, pues las secuelas que deja ese modelo en los estudiantes aún no se han medido ni estudiado.
Lo cierto es que los más jóvenes son los más afectados por la cuarentena, mientras los padres pueden gozar de estar recogidos en sus hogares, los colegiales y universitarios necesitan más socialización, aire libre y sobre todo choque de ideas, trabajo en equipo y visiones muy distintas de la sociedad.
Los colegios y universidades en Colombia han hecho grandes inversiones en espacios físicos y se han convertido en los grandes urbanizadores en las ciudades; una tarea -quizá rentista- que les enseñará en los próximos años que esos espacios creados deben ser auténticos foros de debate, puntos de encuentro y centros investigación que congreguen a una nueva normalidad ansiosa de entender el futuro incierto.