martes, 16 de junio de 2015

Los niños y la comida: una relación complicada. Aquí unos consejos

Los niños y la comida: una relación complicada. Aquí unos consejos

De manera habitual escuchamos a nuestros hijos decir durante la comida frases como “esto no me gusta”, “no quiero comer” y nos sentimos frustrados ya que uno de los pilares de su crecimiento es que tengan una alimentación saludable.
Conseguir que nuestros hijos coman es uno de los retos por los que pasamos muchos padres. Todos tenemos preferencias por algunos alimentos y, en esto, los niños no son ninguna excepción. Entre sus preferidos suelen estar la pasta o el arroz, pero sus enemigos en la comida suelen ser las verduras, las frutas o el pescado, alimentos fundamentales para que su dieta sea equilibrada y les aporte todos los nutrientes necesarios para su desarrollo.
Con motivo del Día Mundial de la Alimentación, queremos daros algunos consejos para que las horas de la comida con tus pequeños no se conviertan en un calvario.

Consejos sobre cómo actuar durante la comida


  • Convertir la comida en un momento agradable. Es muy importante que nuestros hijos disfruten en las comidas, para conseguir esto debemos hacer que participen en la preparación de los platos y en la rutina de poner y quitar la mesa.
  • Presentar los platos de forma divertida. Con un poco de creatividad y algo de esfuerzo podemos preparar los platos de nuestros hijos de una manera más divertida y apetecible para ellos, así también conseguiremos que se animen a probar nuevos alimentos y sabores.
  • Seamos un ejemplo para ellos. Nosotros, como padres, tenemos que comer de todo, para que ellos también lo hagan. Si somos selectivos con la comida va a ser inevitable que ellos también lo sean.
  • No les obliguemos a comer. Si nuestros hijos no quieren comer un día, no pasa nada. No debemos obligarles para evitar asociar la hora de la comida a un castigo.
  • Fomentar su autonomía. Podemos motivarles a formar parte de la actividad de comer dejándoles servirse su comida, que decida él mismo sus alimentos o que elija su plato.
  • Comer en familia. Siempre que sea posible debemos comer en familia para que compruebe nuestros hábitos alimenticios, y aprenda nuestras conductas y actitudes en la mesa, recordemos que para ellos somos su ejemplo a seguir.
  • Seguir una dieta sana y equilibrada. Permitir que participen en la creación del menú puede formar parte del éxito de la comida. Debemos ofrecerles una amplia y variada cantidad de alimentos para crear un menú equilibrado y con todos los nutrientes que necesiten.
  • Evitar que sean caprichosos. La comida se realiza a una hora determinada, en un lugar, un tiempo establecido y un menú ya fijado, por lo tanto, evitemos cambios a no ser que sean por fuerza mayor.

lunes, 15 de junio de 2015

Soy un padre autoritario?

¿Soy un padre autoritario?

La vida emocional depende de unos resortes físicos y psíquicos que actúan de una manera unitaria: cuanto más primaria sea ésta, menor será la capacidad del ser humano para pensar en lo que se dice o para actuar de la manera más adecuada. Los impulsos se rigen por el principio siguiente: descargar las tensiones de la forma más inmediata posible, porque son desagradables. Las leyes de los impulsos son imperativas, se imponen al ser humano dándole órdenes para resolver la situación por la vía rápida, y conseguir de forma precisa las cosas, personas o conductas adecuadas a sus fines. Sobran las palabras y las posibles reflexiones que no estén incluidas dentro de este mecanismo: se debe hacer exactamente eso. El autoritarismo es la forma de exteriorizar los aspectos más primitivos de la vida emocional del ser humano.

Cuidado con el autoritarismo

El autoritarismo refuerza los aspectos más primarios de la personalidad. La humillación que comporta promueve el resentimiento y puede desencadenar deseos de venganza en cualquier momento de la vida.
Dirigirse a los niños o adolescentes de forma autoritaria cuando expresan conductas infantiles no les beneficia. El principio de autoridad del adulto queda dañado por su propia actuación al dejarse llevar por sus impulsos. Así logran el sometimiento de los hijos, pero es seguro que no ayudarán a cambiar el primitivismo de la personalidad.

Las paradojas de la libertad

Se pueden establecer ciertas analogías entre la familia y la cárcel. El prisionero condenado a permanecer en prisión sufre porque durante muchos años le privan de usar su libertad. El adolescente, cuando era niño, podía sentir algo parecido respecto a los ligámenes de dependencia establecidos con sus padres y familiares. El prisionero y el adolescente anhelan la libertad cuando no la tienen, pero, cuando se acerca el momento de salir fuera de los muros protectores, un vacío se abre a sus pies. Paradójicamente, esto es consecuencia directa del mismo sentimiento de libertad, porque la otra cara del sentimiento de libertad sin límites es el miedo a perder los puntos de apoyo conocidos y a tener que enfrentar lo desconocido.
Cada persona establece sus propias significaciones, matizadas y singulares, tanto del concepto de libertad como de esos estados que surgen con énfasis en la conciencia. Para asimilar los cambios durante estos pasajes hacia otra etapa de la historia personal, se requiere un complejo trabajo psicológico.

Y si mis hijos no me cuentan lo que les pasa…

Una de las principales fuentes de preocupación, en especial de las madres con respecto a sus hijas, es la causada por la expresión reconcentrada que los adolescentes manifiestan en según qué momentos. ¿Por qué se genera esa inquietud en los padres? Tarde o temprano, los padres llegan a preguntarles a sus hijos «bueno, a ver, ¿qué te ocurre?»; y la respuesta típica suele ser enigmática y breve: «nada». No hay que pensar que se trata de una conducta calculada, sino que responde a una necesidad de dejar constancia de que está haciendo su proceso de autonomía, sus propios descubrimientos sobre la vida y quiere guardarlos en secreto. Puede ser, entre otras cosas, una forma de enviar mensajes indirectos y de comunicarse con su familia y decirle que posee un mundo propio al cual accederán sólo algunas personas, y que lo compartirá con quien él quiera, cuando quiera y como quiera.

Si los padres han dado su voto de confianza al hijo adolescente, éste recurrirá a ellos si necesita ayuda.

domingo, 14 de junio de 2015

Carta a mi papá

Papá querido: Como hoy es el día del padre, te tengo un regalo-sorpresa, algo lindo que estoy seguro te gustará. Se trata de una carta en la que quiero decirte, en primer lugar, que te quiero de aquí hasta el cielo y que encuentro que eres el mejor papá del mundo. No te cambiaría por ningún otro, aunque ese papá tuviera muchos autos, mucho dinero y muchas motos. En segundo lugar ¿te gustaría saber qué cosas son las que me gustan de ti? Aquí va una pequeña lista de cualidades tuyas que admiro y que me hacen ser un niño feliz.

Me gustan tus manos fuertes que me levantan cuando me caigo y me hacen cosquillas cuando estamos jugando; me gusta tu risa que resuena por toda la casa, tus habilidades para arreglar cualquier desperfecto de la casa, tu voz, cuando la escucho por las noches conversando con la mamá o cuando suena firme pero amorosa al corregir los errores que cometo a menudo. Raras veces me gritas y casi nunca me amenazas, ni me pegas cuando me porto mal.

Me gusta que llegues temprano, porque cuando tú estás en casa, me siento seguro, se me acaba el miedo y me vuelvo valiente y confiado. Me gusta que te intereses por mí, por lo que pienso, por lo que digo y por lo que hago. Así me siento importante y valioso ante tus ojos y delante de la mamá. Además, cuando estás en casa, te puedo preguntar las cosas que no entiendo de las tareas. Me resulta mejor que buscarlas en un libro, en un mapa o en un diccionario. Claro que a veces tú me obligas a investigar por mi propia cuenta y siempre me estás diciendo que se aprende mejor de este modo.

Me encanta que de vez en cuando me invites a salir solo contigo, cuando vamos al estadio a ver nuestro equipo de fútbol preferido y los dos nos paramos al mismo tiempo cuando el partido se pone interesante y quedamos roncos de tanto gritar los goles. Eres un papá amoroso que me enseñó también a andar en bicicleta, me ha enseñado los secretos para ser un buen delantero de nuestro deporte favorito y cómo elevar un volantín que llegue lejos, lejos.

¿Te acuerdas el verano que salimos en carpa y nos pasamos una semana viviendo a orillas de un lago? ¡Cómo nos divertimos los dos recogiendo moras para llevárselas a la mamá que quería hacer mermelada y cuando pescamos un salmón como de 2 kilos, después de estar toda una mañana con los anzuelos lanzados en el agua! Nunca se me va a olvidar que esa mañana me contaste cómo habías aprendido a pescar con el abuelo y con un primo tuyo.

Papá querido, quiero decirte que muchas noches, cuando rezo, yo le doy gracias a Dios por ti y cuando me acuerdo de lo contento que estoy de tenerte como mi papá le digo a Dios que te conserve conmigo hasta cuando yo sea grande. No te vayas jamás de mi lado, porque ahora que soy chico, te necesito cerca, muy cerca, como cuando me meto en tu cama y me lees las aventuras de Papelucho.
Además de esta carta, te regalo un carretón de besos y abrazos.

¡Feliz día papá!

sábado, 13 de junio de 2015

Tu hijo es un niño activo o pasivo?

¿Tu hijo es un niño activo o pasivo?

Los niños aprovechan su tiempo libre para realizar actividades que durante el día no pueden realizar debido a sus obligaciones escolares: montar en bicicleta, practicar juegos deportivos… Si bien suelen organizarse por sí mismos y encontrar sus propios juegos, agrupándose más o menos por edades e intereses comunes, conviene que los padres estén atentos cuando presentan por ejemplo, edades muy desiguales, porque en determinadas ocasiones, se crean dependencias, rechazos y situaciones conflictivas  en las que se hace necesaria la intervención de algún adulto. Estas intervenciones deben ser mínimas y cuando la situación lo requiera, ya que es el propio niño quien debe encontrar su lugar entre sus compañeros. En el caso del niño que no participa en los juegos con los otros compañeros, se queda junto a sus padres u otros adultos, o simplemente se aísla sin motivo aparente, se le debe poner especial atención porque con frecuencia esconde sentimientos de inferioridad y desvalorización personal que sufre en silencio.

Cuidado con el aislamiento del niño pasivo

El caso de los niños que se encierran en sí mismos debe ser tratado con precaución y delicadeza porque detrás de esa pasividad suele haber una mente con una gran actividad, ensoñaciones y deseos que guarda celosamente. En estos casos, los padres deben ser prudentes e inteligentes, no deben forzar a su hijo a que les diga qué piensa o siente, sino preguntarse por la relación con sus hermanos y, sobre todo, tratar siempre de darle la oportunidad de que hable y de que pueda darse cuenta de que tiene lugar entre su familia. El niño pasivo suele ser obediente, aunque tenga momentos de terquedad; esto hace que no plantee problemas y los padres lo valoren como una ventaja, sin darle importancia que merece. Los padres deben plantearse qué elementos de la vida familiar pueden influir en él y, en caso de que no fuera posible a través de este acercamiento ayudar a su hijo, consultar a un psicólogo.

El esparcimiento de los niños

Los niños necesitan realizar actividades cuya finalidad sea disfrutar y divertirse. La edad suele determinar el tipo de esparcimiento preferido. Los juegos y juguetes son elegidos según los intereses, tanto personales como de grupo. Durante los fines de semana es cuando se presentan más momentos de esparcimiento. Además, los espacios libres son los lugares que los niños suelen preferir, sobre todo los de 10 o 11 años, porque a esta edad se muestran ya con toda su independencia, organizándose en grupos para hacer sus excursiones y salidas. El proceso de socialización adquiere mayor importancia, al ir prevaleciendo las actividades de relación con los compañeros sobre los juegos individuales, en los que la amistad es todavía un modo de estar juntos, pero sin llegar aún al período organizativo.

Los niños menores necesitan un poco de atención, aunque esto dependerá de varios factores. En primer lugar, hay que tener en cuenta si el niño puede valerse por sí mismo y, luego, todos los peligros que presente el lugar escogido, como las carreteras cercanas, los ríos o los estanques. Son factores que se tendrán en cuenta para los niños de cualquier edad, pero en especial para los más pequeños, que deben estar controlados por una persona mayor en todo momento. Los padres deben hacer compartir a sus hijos, y demás niños que estén con ellos, su preocupación por los riesgos del lugar e impartir unas normas, para que éstos puedan asumir los cuidados y responsabilidades de sus actos.

viernes, 12 de junio de 2015

De la dependencia a la independencia gracias a la escuela

De la dependencia a la independencia gracias a la escuela

En la escuela se le exige al niño una autonomía afectiva y una madurez de personalidad que en los primeros cursos todavía no tiene. El niño tiene que compartir la figura de la maestra con otros niños y de ella le llegarán mensajes nuevos y con escasos contactos corporales.
Hacia los 7 o 8 años, las relaciones con los adultos están estrechamente vinculadas con la necesidad de autoestima. Más adelante, esta dependencia se manifiesta en querer ser reconocido por medio de sus resultados escolares.
Al llegar a la adolescencia, se le exigirá madurez y equilibrio justo en el momento en que vive una gran confusión personal.
En la escuela, el niño entra en contacto con el mundo social. Esto requiere una estabilidad en las pautas que se le plantean, para que pueda ir acomodándose  a ellas y orientar su conducta eficazmente. El maestro procura que el niño sienta la necesidad de cumplir unas normas y de asumir su responsabilidad a partir de los acuerdos pactados entre todo  el grupo de la clase. El niño tiene que aprender a saber escuchar, guardar su turno y no molestar o ridiculizar a los otros niños. Cuando los niños descubren las ventajas que conllevan el orden y el respeto de las normas, ven que cada acto indisciplinario es un problema que afecta a toda la clase.

El caso de las actividades en grupo

Durante la etapa preescolar las actividades de grupo se organizan bajo la guía de un adulto que hace las veces de líder y coordinador. A esta edad, los niños tienen ciertas limitaciones para establecer relaciones con sus iguales. El egocentrismo, la labilidad en su atención, el derecho a la propiedad (“es mío”) y la ignorancia de las reglas de juego (“no vale, yo no he perdido, comenzamos de nuevo”) provocan conflictos con la interrupción o extinción prematura de muchas relaciones entre el grupo de niños.

A partir de los siete años, a medida que se incrementan las relaciones con los otros niños, se produce un distanciamiento de la influencia de los adultos. Progresivamente, la participación de los niños en las actividades de grupo se hará más frecuente, así como la tendencia a aumentar el número de niños que integran el grupo. Su evolución les permite asimilar reglas más complejas y buscar resultados colectivos. Se hacen más patentes los aspectos que definen la organización de los grupos: la división de las funciones y una diferenciación de papeles y estatus. A esta edad también pueden asumir de forma más rigurosa las reglas del juego y hacen su aparición los juegos competitivos y los deportes.

jueves, 11 de junio de 2015

El juego y el orden en los niños de 3 a 6 años

El juego y el orden en los niños de 3 a 6 años

Hoy hacemos un recorrido por las edades del niño pequeño y su forma de entender el juego y también el orden.

De 3 años

A la edad de 3 años, el niño ya ha adquirido un dominio perfecto del sentido del equilibrio, que se demuestra cuando anda y cuando corre. Es entonces cuando más disfruta imitando a los adultos, por ejemplo al simular que conduce un coche, ayudando en las tareas domésticas o cuando juega a los médicos con otros niños.

De 4 años

Aparece un elemento psicológico importante: el compañero imaginario con el que habla y comparte sus juegos. Es una edad de gran valor imaginativo. Aparecen los secretos, que le dan una sensación de independencia hasta entonces desconocida.

De 5 a 6 años

Aparece ahora en el niño un comportamiento de mayor autonomía y ya se le puede asignar alguna responsabilidad. Sabe expresar claramente sus pensamientos y aprende a través de la imitación de las actividades de sus padres. Aparece también la tendencia a formar grupos de niños y grupos de niñas para jugar, aunque también pueden jugar juntos a veces.

El compañerismo

En el periodo que va entre los 3 y los 6 años aparece un aspecto importante que tiene que ver con el proceso de socialización: la importancia de los amigos y compañeros.
Los juegos se hacen menos individuales y más participativos. Poco a poco el niño tiene más en cuenta la opinión de los amigos y asume los valores del grupo. La principal dificultad reside en encontrar su propio lugar entre los demás, sin sentirse rechazado o excluido.
Los padres tienen que animar a sus hijos a relacionarse con otros niños, pero sin anular su espontaneidad.
La socialización implica compartir sus cosas con los otros niños y aceptar las reglas implícitas en los intercambios sociales.

Un lugar para jugar

A los 5 o 6 años ya han iniciado la escolarización, que implica tener que pasar unas horas al día en un lugar regido por unas normas de comportamiento. Por eso es recomendable que los padres les permitan que jueguen a sus anchas después de la jornada escolar, al aire libre o en una habitación en la que ni molesten ni sean molestados. Además del espacio físico, hay que otorgarle un espacio personal.
Son muchas las horas de ausencia, y los momentos que se pasan juntos deben servir para entablar un diálogo, para mostrar un interés por las cosas del hijo.

Imponer un orden

Todos los padres quieren que sus hijos sean ordenados y la habitual ausencia de orden suele ser una fuente de conflictos. No conviene inculcarles el orden antes de los 4 o 5 años, ya que es a esa edad cuando están capacitados para comprender y valorar lo que se les dice. Ante todo, es preciso que los propios padres sean ordenados y que los hijos vean como sus padres organizan y ordenan.
Un niño desordenado puede identificarse con un padre desordenado, es decir, que el niño hace como el padre.

Para los niños el orden no tiene la misma importancia que para los adultos. Cada persona encuentra su manera de ser ordenada, su propio orden. El niño encuentra el suyo alrededor de los 14 o 15 años, aunque ya comienzan a poner orden en sus cosas por si mismos a partir de los 8 años. La condición para que así ocurra es contar con un rincón propio, particular y a ser posible que puedan cerrarlo con llave si así lo desean. No obstante, el orden se adquiere, fundamentalmente, con el ejemplo de los padres. Lo mismo pasa con el resto de responsabilidades. Los niños aprenden lo que ven en casa, por eso si queremos hijos responsables y ordenados, debemos predicar con el ejemplo. Sin embargo, sí hay algunas cosas que podemos hacer los padres para fomentar la responsabilidad de nuestro pequeños. Si quieres saber cómo estimular o cómo marcar pautas eficaces para conseguir este cometido, 

miércoles, 10 de junio de 2015

Aprendiendo a compartir

Aprendiendo a compartir

Jugar con los demás es todo un aprendizaje, ya que ayuda y obliga al niño a integrar unas normas sociales, que vienen impuestas por los valores educativos. En el juego tendrá que empezar a compartir y deberá aprender que él no siempre puede ser el mejor. Ese aprendizaje resulta lento y dificultoso. Está lleno de contradicciones con los padres, y no entiende por qué le piden que deje sus juguetes a otros niños. Se encuentra en el principio de sus relaciones, donde el tiempo dedicado a establecer contacto con los demás es limitado y depende mucho del interés del niño.
En casa, en su ambiente y en su habitación resulta difícil compartir los juguetes con los demás. La actuación de los padres será decisiva para que el niño aprenda a compartir. Durante el aprendizaje, se enfada y enfurruña en muchas ocasiones, actitud que resulta molesta para los padres; pero esa oposición es positiva para formar su personalidad. No es beneficioso que esté siempre dispuesto a ignorar lo que quiere, supeditándose a lo que dicen los demás. Los padres no deben tomar una actitud amenazante ni obligar al niño a que deje sus juguetes a otros niños; con una actitud de tolerancia y comprensión, éste aprenderá que el juego compartido puede ser más divertido que jugar solo.
Las peleas no pueden evitarse a la hora de compartir los juguetes. En casa es donde el niño es más posesivo y egoísta. En ella, se encuentra seguro y con más fuerza para exigir y reiterar que todo lo que hay allí es suyo. Cuando juegan varios niños es conveniente entablar una buena relación entre ellos, elegir juguetes que se puedan compartir y controlar un poco la actividad, teniendo en cuenta las características propias de cada niño. Los padres deben estar atentos a la situación y, cuando la ocasión lo requiera, ser participes para devolver la calma a la actividad del grupo.
Debes saber que…

  • Es muy típico ver a dos niños peleando por un juguete. Ambos quieren lo mismo, en un mismo momento. No entran en razones y lloran desconsolados por no poder conseguir lo que desean. Para suavizar la situación, será necesaria la intervención del adulto.
  • Tener hermanos es beneficioso para los niños. Ya desde casa, se acostumbran a compartir con otros. Son muchas las discusiones que hay entre ellos, por un juguete o por cualquier otro objeto, pero la relación conlleva más ventajas que desventajas.
  • A medida que el niño entra en el juego de las reglas sociales empieza una nueva concepción lúdica, donde el compartir, esperar y el saber perder, hacen valorar más el esfuerzo y la concentración en el juego.