El español Fernando Vicente ha llevado al ruso Andrey Rublev al éxito. Habló con EL TIEMPO.
Fue una llamada tranquila. Se acomodó en el carro y pidió hacer la comunicación. Mientras hablaba recorría las carreteras españolas para ir a visitar a sus papás. Sabía que tenía un compromiso y un objetivo en el próximo Abierto de Australia, primer grand slam de la temporada, y por eso quería abrazar a sus familiares. Y mientras llegaba a su destino, el español Fernando Vicente entabló una conversación a puro tenis.
Una vez contestó estuvo dispuesto al peloteo de la conversación. Su nombre en el circuito es bien conocido y ya se ha establecido. Vicente fue elegido en el 2020 como el mejor entrenador del mundo por llevar al joven tenista ruso Andrey Rublev, octavo mejor jugador del planeta y quien el año ganó los títulos en Doha, Adelaida (Australia), Hamburgo, San Petersburgo (Rusia) y Viena (Austria). El técnico habló con EL TIEMPO de todo.
Comenzó por el pánico generado por la pandemia, su temor por no quedar atrapado en Estados Unidos, la crisis que sufrió su academia en Barcelona, todo su trabajo con Rublev, el juego que se está viendo hoy en día, la falta de presión de la nueva generación a Roger Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic y más.
¿Cómo ha vivido en medio de esta pandemia?
El año pasado el tenis se dividió en dos partes. Los tres primeros meses estuvo todo tranquilo, pero luego todo empeoró. En nuestro caso fue en el Masters 1.000 de Indian Wells. Todo se rompió con esto del virus. Entramos en pánico, porque se canceló el trabajo, la vida en sí paró brutalmente en España. Nos quedamos encerrados 70 u 80 días, ya perdí la cuenta. Fue muy duro, fue un drama.
Entramos en pánico, porque se canceló el trabajo, la vida en sí paró brutalmente en España.
Seguíamos trabajando en mi academia, que al ser propietario tenía permiso para ir, pero sin un objetivo claro, porque no había calendario, no sabía cómo hacer. Fue la primera vez que en mi vida, por lo que nos pintaban en los medios de comunicación, entré un poco en pánico.
La para del circuito lo agarró en Indian Wells, en Estados Unidos. Por todo lo que se veía en medios, ¿cuál fue su reacción sabiendo que su familia estaba en España?
Entré en pánico, me fui corriendo a Los Ángeles. El equipo de mi jugador (Andrey Rublev) se quedó un día más, pero yo entré en pánico y me fui corriendo al aeropuerto. Me daba miedo quedarme en Estados Unidos y que me cancelaran los vuelos. Eso fue lo primero que pensé. Debía llegar a casa para estar al lado de mi familia. Cuando llegué a casa ya estaba tranquila. El día que aterricé aquí, cerraron toda España.
Dice usted que en esa dura época de inicio de la pandemia no había un objetivo claro, ¿cómo trabajó en la Academia y con el mismo Rublev?
La academia siempre estuvo cerrada. No se podía abrir para nadie y los chicos manejaron la situación a su manera. Hay muchos extranjeros, hay tenistas de muchísimos países, y con esta alerta decidieron qué hacer. Unos se fueron a sus países y otros se quedaron en Barcelona. Al principio esperamos un tiempito y luego se les fue mandando trabajos físicos y cosas que pudieran hacer en casa en medio de ese encierro. Hay que pensar que no todos vivían en casas grandes. Al saber que era un tema muy difícil desde la parte mental y física, al saber que no podíamos ni ir a botar la basura, diseñamos un plan para los chicos para que se mantuvieran bien en todos los ámbitos.
En el caso de Andrey Rublev, algunas veces nos veíamos. Él se fue para Moscú y yo me quedé en Barcelona. Cuando se permitió abrir las fronteras, él vino dos semanas, se volvía a ir. Todo fue así, porque su residencia está en Rusia. Fue complicado.
¿Pensó lo peor para su academia?
Bueno, la verdad que sí. Hubo problemas en todos los niveles. Nosotros tuvimos que pedir una ayuda del Gobierno. Es decir, ellos nos daban una ayuda económica y nosotros debíamos poner la otra parte. Pedimos un crédito que acá en España se les da a los pequeños empresarios, que lo financian muy bien, y pudimos, durante estos tres meses, pagar un dinero digno para que nuestros trabajadores pudieran vivir decentemente. Obviamente fue un desastre económico.
Hubo problemas en todos los niveles. Nosotros tuvimos que pedir una ayuda del Gobierno.
Hablando de temas menos feos como la pandemia, usted fue elegido el año pasado como el entrenador del año para la ATP, ¿qué significa este premio en su carrera?
Yo creo que la gente que viajamos dentro del circuito nos conocemos todos. Al final es un mundo pequeño, porque si me preguntas por Santiago Giraldo, yo sé quién es. Ellos vieron el trabajo que uno hace. En general, mis compañeros, que fueron quienes votaron, han valorado de que llevamos mucho tiempo de trabajo y ellos vieron la forma en la que he trabajado. Lo difícil que es tener un jugador, que puede ser débil mentalmente o que no tenga el talento de otro o que le está costando y ver cómo se pulen con un trabajo de semana tras semana. Eso sumado a que los resultados salieron, porque Andrey hizo un gran año en medio de la pandemia.
Fernando Vicente muestra su trofeo como el técnico del año en la ATP.
Me premiaron mi trabajo, la fidelidad mía con Andrey y de él conmigo, porque al final no nos separamos. No hace falta que me den un premio para saber lo que estoy haciendo y la mejora que ha hecho. Si no lo hubieran inventado no habría problemas, porque igualmente estaría orgulloso de mí mismo. Llevamos muchas semanas tratando de hacer a un jugador lo mejor posible. Gracias a que él me ha dado el tiempo, la confianza y que me escucha, ha hecho que hayamos tenido un año espectacular.
Afortunado usted que encontró en Rublev una perla del tenis mundial…
Lo conozco cuando tenía 18 años. La verdad no sabía ni quién era. Me llegó de casualidad, porque mi socio de la academia entrenaba a Karén Jachánov. Entonces yo viajaba con los españoles Marcel Granollers y Marc López, pero quería dejar de hacerlo. Venía haciéndolo muy seguido y tenía un hijo de cuatro años. Decidí quedarme en Barcelona trabajando con los chicos de la academia. Fue ahí cuando mi compañero que viera a este chiquitico ruso, que es muy amigo de Karén y que le gustaría venir a Barcelona. Me convencieron para que lo viera. Lo importante para mí es que fuera buena persona y que tuviera ganas de trabajar.
Fernando Vicente con Andrey Rublev.
Él era un jugador muy delgado, que le pegaba muy fuerte a la pelota, pero que no tenía ni idea de táctica ni de comportamiento en cancha. Él era número 1 del mundo junior y se comportaba como un malcriado, se quejaba de todo, físicamente todo por mejorar, tácticamente todo por aprender. Pese a lo bueno que era, estaba muy verde.
¿Y cómo lo trabajó entonces?
Nada. Como un niño que viene al colegio en sus primeros cursos. Es que él llega a ser el mejor junior, pero no sabe ni cómo. Le pega muy duro a la pelota, sin orden de nada. Entonces trabajamos en todo sentido desde lo físico, lo mental, aprender a defender, entender por qué tiras una pelota paralela o cruzada ya dónde va a volver esa pelota. Él es ruso, su mentalidad es pegarle muy fuerte a la pelota, pero te terminas volviendo loco. Quería una intensidad que no podía por el cuerpo que tenía. Se trabajó todo, la verdad.
Si Andrey era malcriado, ¿alguna vez chocaron?
Nunca hemos chocado, porque él vino muy abierto a aprender y desde el principio se dio cuenta que estaba totalmente equivocado. Hemos tenido miles de conversaciones desde que empezamos a trabajar. El único acuerdo era que hiciera lo que yo le dijera y en el momento que miramos que ya no me escuchaba o no mejoraba, pues que me diera la confianza de decírmelo. Para mí estaba clarísimo que trabajando y escuchando, era muy difícil que con las horas que él estaba en cancha no fuera para arriba. Eso es lo que más resalto de él, no falla ningún día, no pone ninguna excusa y está enamorado del tenis. Ahí tienes mucho ganado y lo demás se puede mejorar. Yo tengo a mi favor qué sé cómo trabajar a estos muchachos. Pueden estar enfadados o frustrados, pero al final son niños y no todos cambiamos de un día para otro.
¿Fue fácil ese cambio a sus 18 años?
Hay muchas cosas. No porque seas muy joven no puedes cambiar o mejorar. En eso no estoy de acuerdo. Estás joven para ponerte fuerte físicamente, estás joven para ser el 10 del mundo. Para avanzar y mejorar x cosas puedes ir tarde así seas joven. Él vio en mí que he sido un entrenador abierto. Hemos ido creciendo cada año. Está donde está, pero él no se conforma. Eso me hace crecer como entrenador.
En cuanto a juego, ¿qué diferencia puede tener Rublev con otros jóvenes como Zverev, Medvedev, Tsitsipas?
La mayor diferencia que hay con ellos es el saque. Hemos entrenado con Zverev y se ve la cantidad de errores no forzados. Andrey tiene muy buen control de los dos lados: derecha y revés, pero antes sacaba mucho peor. Por eso no estaba en el nivel que se merecía. Además tenía unas actitudes que no eran las correctas para un jugador que quería estar arriba. Todo eso se ha ido trabajando. Ahora, de esa camada joven considero que Zverev tiene mucho margen de mejora, pero está por encima de Andrey, porque saca mejor.
¿Cuáles fueron las claves de ese buen 2020 de Rublev?
Él termina el 2019, antes de la pandemia, ganando el torneo de Moscú en su casa, que es importante porque gana el torneo de su casa. Es como que Santi Giraldo gane en Bogotá. Luego jugó una muy buena Copa Davis. De ahí arrancó el 2020 disparado. Ganó Doha y Adelaida. Luego cae en cuarta ronda en el Abierto de Australia. Ahí estaba jugando perfecto. Luego pasó lo de la pandemia y tuvimos una pelea. Yo no quería que jugara en Hamburgo, porque era antes de Roland Garros. El año pasado Rublev había llegado a la final en Hamburgo y le pedí que no se interesara en ese torneo, porque solo sumaba si ganaba el torneo. Entonces si ganaba el torneo quería decir que iba a desgastarse y podía dañar su Roland Garros y no la podíamos cagar. Él me dijo que tenía que y fue solo. Independientemente que ganara se vio cansado, los fue sacando, pero lo que cambió en él fue que le gusta tanto no perder, que el tipo es capaz de no aflojar, pese a ir cansado. Algunos dicen que tiene muy mala cabeza y yo les respondo “ha jugado cinco finales y ha ganado las cinco”. Él ha cambiado la mentalidad y se ve para ganar todos los torneos.
Fernando Vicente junto a Andrey Rublev.
¿A qué le apuntan en el Abierto de Australia?
Cuando Andrey estaba 16 del mundo decía que quería llegar a cuartos. Ahora está en octavos y firmaría llegar en semifinales. Siempre se intenta apuntar a la sorpresa. Hay que ser humildes, porque todos juegan bien. Lo que quiero es que tenga una estabilidad emocional. No quiere ver volar raquetas, ese es el siguiente paso que necesitamos. Va a ser un año difícil, porque van a esperar mucho de él.
No pudieron sacar a Federer, Nadal y Djokovic…
Estos tres han sido demasiado. Hay un grupo de veteranos como Wawrinka o Murray que juegan muy bien, son muy completos. Son tan competitivos entre ellos que por eso siguen jugando a ese nivel. A veces pienso si la cabeza a Federer no le dice para con cuatro hijos en casa. Son tan competitivos que no pueden dejar de jugar. ¿Qué viene? Esperar hasta cuánto duran y cuándo se van, pero ellos también están ahí porque los jóvenes no los han apretado. Van a aguantar lo que el cuerpo les aguante a ellos. No creo que haya mucha gente por detrás que los vaya a tirar afuera del circuito. Hay jugadores buenos, pero están por salir. La verdad ojalá nunca se vayan Nadal, Federer o Djokovic, pero cuando se vayan, el tenis seguirá.
No creo que haya mucha gente por detrás que los vaya a tirar afuera del circuito. Hay jugadores buenos, pero están por salir.
¿Qué tipo de juego estamos viendo con los nuevos jugadores que van saliendo?
Thiem es un clásico jugador de tierra, pero se ha reconvertido y ganó su primer grand slam en pista dura. Ahora, cada vez los chicos son más altos, sacan más fuertes. No es como en nuestra época. Hoy en día me fascina que un jugador como Diego Schwartzman esté en la posición en la que está. Es una muestra de que siendo inteligente y siendo otro tipo de jugador puedes estar arriba. Es claro que se tiene desventaja, porque hay jugadores que le pegan fuerte porque tienen esa fuerza para hacerlo. Schwartzman le quiere pegar igual de fuerte que Zverev, pero no puede porque mide 1,70. Los materiales cambiaron, pero es algo de lo que hay en el tenis. Sale más gente que le pega más fuerte, pero hace 15 años Nadal ganó Roland Garros y lo sigue ganando. Yo odio ese tipo de jugadores que le pega muy duro a la pelota y hay gente que juega mejor, pero eso es lo que hay.
Sale más gente que le pega más fuerte, pero hace 15 años Nadal ganó Roland Garros y lo sigue ganando.
¿Qué le quiere dejar al tenis?
Lo único que yo puedo hacer es aportarle a mi jugador. No importa si está 20 del mundo o 300. Quiero es pensar en mi jugador. Cada año se entrena a jugadores diferentes, cabezas diferentes y se va haciendo un archivo más completo. No soy nadie para creer que el tenis tiene que aprender de mí. Me interesa es que mis jugadores sean mejores mañana que hoy.
¿Hoy su academia está bien?
Llevamos ocho años. Está fundada por tres personas. Una de ellos es el hijo del extenista colombiano Jairo Velasco. Somos una academia pequeña, con un máximo de 35 jugadores, porque queremos dos jugadores por cancha para que sea bien exclusivo. Pedimos un mínimo de nivel. Muy ilusionado. Viajo 20 semanas con Andrey y el resto del tiempo estoy en la academia.