Carlos Vargas, asesor científico de Profamilia, habla sobre cuáles métodos de planificación funcionan mejor y cuáles no. Es importante conocerlos para evitar embarazos no deseados.
Controversia sobre el método anticonceptivo de 'natural cycles'
Recientemente, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, (FDA, por sus siglas en inglés) anunció que consideraba válido la aplicación Natural Cycles como método de anticoncepción. Esta app se basa en la temperatura corporal de la mujer para conocer el día de mayor fertilidad. Sin embargo, los expertos en el tema criticaron al organismo pues consideran que este tipo de métodos, que dependen de la conciencia de las personas para que funcionen, no son tan eficaces para evitar embarazos. En Colombia, donde 51 por ciento de los embarazos son no planeados o no deseados, es importante aclarar cuáles son los métodos más seguros para que las mujeres logren tener el número de hijos que desean.
Según el médico Carlos Vargas, asesor científico de Profamilia, los métodos más eficaces son los de larga duración, como los implantes. La razón es que no hay que hacer ninguna acción para que el método funcione. El ejemplo más claro es el de la T de cobre, que protege por 12 años. Los menos recomendados son los que se basan en el diagnóstico de la fase fértil, es decir en la consistencia del moco cervical y la temperatura, porque “las mujeres no reconocen su fase fértil y los hombres mucho menos”, dice. Por eso, según el experto, las aplicaciones que se desarrollan para este diagnóstico tienen un problema y es que para que funcionen se necesita que la mujer tenga ciclos muy regulares. “Lo que vemos es que en las mujeres es muy factible que el periodo se altere por estrés, con exámenes parciales, o con la práctica deportiva. Por eso tienen un alto porcentaje de falla”.
El método más usado en Colombia y el mundo es la ligadura de trompas, un mecanismo definitivo que generalmente utilizan aquellas que ya tienen el número de hijos deseado. Entre los temporales, el primer lugar lugar lo pelean la píldora anticonceptiva y el dispositivo intrauterino, aunque cada día gana más espacio el implante sub dérmico debido a que protege a la mujer entre 3 a 5 años dependiendo del implante.
Aunque el tabú de que los métodos anticonceptivos son solo para mujeres casadas ya se ha superado y hoy existen centros de Profamilia para jóvenes donde ellos pueden hablar abiertamente del tema, sin necesidad de estar casadas ni tener pareja, persiste un mito: creer que cuando se usan por mucho tiempo producen infertilidad. Sin embargo, Vargas explica que “no se ha demostrado que las píldoras o implante que se usan por 5 años provocan infertilidad, lo que pasa es que a veces las mujeres los empiezan a usar sin saber si son fértiles o no“.
Tener información clara sobre estos métodos y la necesidad de hablarle a la sociedad sobre la sexualidad, ha sido la mejor enseñanza del trabajo de Profamilia. En casi 70 años labores han logrado que en promedio las mujeres tengan 2.1 hijos, un tasa ideal, aunque en la zona rural aún es de 2.6 hijos por mujer. Hoy el mayor reto de profamilia es bajar el número de embarazos no planeados que llega a 51 por ciento. De esos, explica Vargas, la mitad lo querían pero en dos años y la otra mitad no los deseaba. Este fenómeno se ve en todos los rango de edad, desde los 13 a los 48 años.
En el caso de las adolescentes, el 49 por ciento son embarazos no planeados. “Hay un 51 por ciento de ellas que sí busca tener el hijo”. Lo anterior es motivo de preocupación. Aunque la cifra ha disminuido (en el 2005 era de 20,5, en 2010 de 19,5, y en 2015 bajó a 17,4) es importante controlar de raíz el problema porque lo más común es que al convertirse en madres jóvenes, entren en la llamada trampa de la pobreza más fácil. “No pueden continuar sus estudios y deben modificar su proyecto de vida y cuando salen al mercado laboral son remuneradas con 30 por ciento menos de salario”, dice Vargas.
La tasa más alta de embarazo adolescente está en sectores de bajo ingreso y bajo nivel educativo. “Hay estudios en revistas científicas donde se ve que quien ha sido madre en la adolescencia, al competir por trabajo, recibe menos salario porque saben que lo necesita. Son mujeres a las que les queda faltando el centavo para el peso”.
La mejor manera de abordar el problema es reconocer que la sexualidad es una energía de todos los seres humanos y que todos tienen derecho a expresarlo. “No por hablar de sexualidad y anticonceptivos, empujamos a las relaciones sexuales”, dice Vargas. Ese derecho hay que respetarlo y para que la gente disfrute su sexualidad hay que darles información. Entre más clara y concisa es mejor. Hoy, desafortunadamente, más del 50 por ciento de la información se deriva de internet y un porcentaje pequeño viene de los medios de comunicación. “Los colegios solo enseñan anatomía pero no el ejercicio de la sexualidad”, dice.
Y si la sexualidad es una energía que nace con las personas, estas charlas se deben iniciar desde temprano, ojalá a los cinco años en el colegio y con el apoyo de padres. “Hay que empezar por conocer el cuerpo y luego migrar a la reproducción. Ahí se requiere que padres, maestros y jóvenes hablen el mismo idioma para que sea de fácil tratamiento”, explica. Aunque a los cinco años el temor es cómo hablarles a los hijos del tema, Vargas recomienda llamar las cosas por su nombre y explicarles que nadie debe tocar sus partes privadas sino el médico frente a uno de los padres. Eso también prevendrá el abuso sexual.
Un temor que persiste entre las mujeres es si podrán tener hijos. La respuesta es que a diferencia de los hombres, que cuentan con un conteo de esperma para saber si son fértiles o no, en el caso de las mujeres no existe una prueba porque influyen muchos factores. ”La única manera de saberlo es teniendo relaciones sexuales”. El consejo es que no se preocupen por el tema. “Solo sirve ensayar”, concluye.