La teoría de la relatividad del alemán ha sido comprobada 100 años después. Estos fueron sus pasos.
Albert Einstein protagoniza el primer libro de la colección ‘Descubrir la ciencia’.
El asombro que le causó la misteriosa fuerza que mueve las agujas de las brújulas dejó tocado al niño Albert Einstein cuando apenas tenía entre 4 y 5 años. Fue un destello de la ciencia que lo llevaría a develar los fascinantes y recónditos misterios del Universo, pues tenía la percepción de que detrás de las cosas debía de haber algo extraordinariamente oculto.
Más pensador que científico, Einstein rompió el paradigma de la física newtoniana, introdujo la interpretación para comprender el mundo microscópico y la inmensidad del cosmos. Tuvo la popularidad de las estrellas del pop y del cine, fue escogido por el Gobierno chino después de la Revolución cultural como modelo para la juventud y nombrado como la personalidad del siglo pasado por la revista Time.
En la ciudad de Ulm, a orillas del Danubio, en el sur de Alemania, vino al mundo el 14 de marzo de 1879. Con su arrogante desprecio por la autoridad, el joven Albert enfrentó y sufrió el autoritarismo escolar del canciller de hierro, Otto von Bismarck, situación que lo llevaría a renunciar a la nacionalidad alemana. En la Navidad de 1894 tomó un tren y cruzó los Alpes rumbo a Italia, para no regresar a las escuelas alemanas nunca más.
La inquieta mente de Einstein encontró la pedagogía apropiada para su desarrollo intelectual en la escuela cantonal de la aldea de Aarau, cerca de Zúrich. Allí no se aprendía a base de repeticiones ni memorizaciones impuestas a la fuerza.
El genio en ciernes termina sus estudios superiores de física y matemáticas en la Escuela Superior de Zúrich en 1900 y, contra sus expectativas, padece la angustia del desempleo, época difícil que termina con la obtención de su doctorado y la consecución de un empleo en 1902 en la oficina de patentes de Berna, como experto técnico de tercera clase.
Cerca de su oficina estaba la famosa torre del reloj, cuyas campanas anunciaban la revelación del genio. Quizá Einstein, alejándose de la torre, intuyó que si se moviera a la velocidad de la luz, este reloj parecería estar detenido, contrastando con su reloj personal que seguiría andando. Ahora sus juegos mentales, que lo perseguían desde los 16 años, tenían sentido, el significado de tratar de montar un rayo de luz.
Ahora sus juegos mentales, que lo perseguían desde los 16 años, tenían sentido, el significado de tratar de montar un rayo de luz
Einstein estaba luchando por conciliar los principios de la mecánica newtoniana y la electrodinámica de Maxwell, cuando esta intuición le traería la solución. El tiempo resultó ser de tal naturaleza que la simultaneidad de los hechos tenía que ser relativa. Con este golpe maestro, la comunidad científica más lúcida, sin entender mucho, empieza a reconocer su genialidad.
Este descubrimiento, que cambiaría el mundo, iría acompañado de cuatro más de sus genialidades. Todo ello ocurre en 1905, que ha sido denominado el año milagroso. Además de la publicación de la teoría especial de la relatividad, Einstein demuestra que se puede probar la existencia de los átomos observando el movimiento de pequeñas partículas en un líquido.
Como si todo eso fuera poco, el genio introduce el fotón, fundamental para descifrar el mundo microscópico que Max Planck había empezado a describir. De este mismo año es la famosa expresión E = mc², con toda la carga tecnológica, destructora y cultural que ella lleva.
Después de la formulación de su relatividad especial, Einstein enfrentaría uno de los retos más grandes que el ser humano haya imaginado: descifrar los hilados duendes que hacen que los cuerpos elevados caigan.
La teoría de la gravitación de Newton introduce la acción instantánea cuando un cuerpo atrae a otro, concepción contradictoria con la teoría de la relatividad especial, en la cual nada puede interactuar ni transportar energía o información a velocidades mayores que la de la luz.
“Estaba sentado en la oficina de patentes de Berna cuando de pronto se me ocurrió la idea más feliz de mi vida: si una persona estuviera en caída libre, no sentiría su propio peso. Quedé perplejo. Esta sencilla reflexión me empujó hacia una teoría de la gravitación” fueron las palabras con las cuales reveló su intuición en una conferencia en Kioto en 1922.
Estas ideas, trabajadas y sufridas durante diez años, entre la intuición, la creación y el lenguaje matemático, dieron a la luz la teoría de la relatividad general el 25 de noviembre de 1915
Finalmente, estas ideas, trabajadas y sufridas durante diez años, entre la intuición, la creación y el lenguaje matemático, dieron a la luz la teoría de la relatividad general el 25 de noviembre de 1915. La gravedad descifrada por Einstein ahora se manifiesta por efecto de la curvatura del espacio-tiempo, regularmente por la presencia de la masa de los cuerpos.
No tardaron en llegar las verificaciones observacionales de las teorías construidas por este genio, apoyado en su fina intuición física y sus experimentos mentales. En 1919, un eclipse total de sol verificó el efecto de la curvatura del espacio y el tiempo sobre los rayos de luz; en el año 2015 se prueba su principal predicción cuando se detectaron las ondas gravitacionales. Por la explicación del efecto fotoeléctrico ganó el Premio Nobel en 1921, mostrando la realidad de los fotones o cuantos de luz.
Sorprende que alguien comprendiera que el tiempo es modificado por la gravedad un siglo antes de que dispusiéramos de los relojes precisos para medirlo.
En el año 1955 muere en Princeton, sin lograr su gran sueño de formular la teoría de campo unificado, pero dejando la semilla para la búsqueda de mundos que parecen imposibles.