Al confirmarse su valor como generadores de conocimiento, los textos escolares impresos evolucionan hacia el mundo digital y adoptan herramientas informáticas de vanguardia.
Es posible que muchos padres de familia guarden todavía, en los estantes de su biblioteca, sendos ejemplares de la vieja Álgebra de Baldor o del legendario Manual de Urbanidad y Buenas Maneras, de Manuel Antonio Carreño. Son textos escolares que marcaron sus años de estudio y que, a pesar de ser lejanos recuerdos del colegio, todavía logran revivir nostalgias de los buenos tiempos idos.
Sus hijos observan esos libros como una verdadera antigüedad prehistórica, pero al mismo tiempo le van tomando cariño a los que hoy les correspondió como apoyo educativo.
Solo que ya no son simplemente ejemplares impresos.
Las casas editoriales de textos educativos ofrecen, al lado de sus textos escolares, innovadoras plataformas educativas, con aplicaciones informáticas que proporcionan no solo a los alumnos un entorno que facilita su aprendizaje digital, sino a los profesores las herramientas para estar en contacto directo con los padres y los estudiantes. Las aplicaciones permiten conectar el texto escolar impreso con computadores y tabletas incluso sin necesidad de conexión a internet, y no solo dispone de una biblioteca provista de obras de referencia sino piezas con las que los profesores también pueden crear tareas escolares y pruebas de evaluación, hacer seguimiento de sus alumnos y promover la autoevaluación de los estudiantes, entre otras tareas personalizadas.
En este proceso de combinación de herramientas analógicas y digitales la calidad y eficiencia del proceso de aprendizaje se potencia y los resultados se hacen visibles en las pruebas que se realizan periódicamente (PISA, Pruebas SABER, entre otras). De ahí la importancia que el uso de estas herramientas pueda multiplicarse entre los estudiantes de la educación básica y media, tal como ya empieza a verse en algunos países del mundo.
En el entretanto, el texto escolar impreso es todavía una herramienta fundamental en el proceso educativo, tal como lo reconocen estudios adelantados por diversos organismos internacionales que plantean la importancia de fortalecer la dotación de textos y de otros materiales educativos en los logros de los estudiantes durante su aprendizaje.
El Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE), por ejemplo, llevó a cabo en 2013 el Tercer Estudio Regional Comparativo y Explicativo (TERCE), que incluyó a 16 sistemas educativos (15 países, más un estado subnacional) y que señala que “los recursos educativos como libros, cuadernos o computadores representan otro grupo de variables relevantes en el logro de aprendizajes. La disponibilidad de material educativo y de tecnologías de información y comunicación es importante para estimular el aprendizaje dentro del aula”.
Dentro de sus conclusiones, la evidencia encontrada por TERCE muestra que los estudiantes que poseen libros de texto y cuadernos tienen mejores desempeños académicos y que las variables que se destacan por su asociación con el desempeño académico son “la disponibilidad de cuaderno individual para su uso en clases, de un libro de la disciplina por estudiante y el uso de la computadora”.
A su vez, el estudio ‘América Latina después de PISA. Lecciones aprendidas de la educación en siete países (2000-2015)’ destaca la importancia del texto escolar como complemento necesario de las reformas curriculares y realza las grandes inversiones hechas en este campo por los gobiernos de México, Brasil y Chile. Insiste en que las dotaciones de textos por parte del gobierno mexicano rondan los 180 millones de ejemplares al año y que el gobierno brasileño entregó más de mil millones de ejemplares de textos a sus estudiantes, entre 2005 y 2013.
La investigación advierte, sin embargo, sobre el caso excepcional de Colombia. “Como reflejo de su política curricular –explica–, ese país tuvo una política explícita de rechazo al libro de texto desde 1994 hasta 2010. El cambio de rumbo llegó en ese año, cuando las nuevas autoridades lanzaron el programa ‘Todos a aprender’, apoyado en la creación de libros de texto propios con la compra a través de licitación de los contenidos a especialistas y editoriales”.
Pero en un documento publicado por el ICFES en 2011, que recoge los resultados de la investigación ‘SABER 5o. y 9o. Síntesis de resultados de factores asociados’, al hacer referencia al uso de los textos escolares encuentra que “las investigaciones realizadas en Colombia y en otros países han mostrado la importancia de que las instituciones educativas, los docentes y los estudiantes cuenten con materiales para apoyar los procesos de enseñanza y aprendizaje. La disponibilidad y el uso de textos escolares, libros de consulta, calculadoras, laboratorios, mapas, recursos audiovisuales, software educativo, etc., están directamente asociadas con más y mejores aprendizajes”.
Finalmente, el Informe de Seguimiento a la Educación en el Mundo. Documento de Política No. 23. Cada niño debería tener un libro de texto’, de la UNESCO, afirma que “los libros de texto resultan especialmente pertinentes para mejorar los resultados del aprendizaje en los países de ingresos bajos, en los que hay muchos alumnos en las aulas, un gran porcentaje de los docentes no están cualificados y el tiempo de instrucción es escaso. Además de contar con buenos docentes, la mejor manera de mejorar la enseñanza y el aprendizaje es disponer de libros de texto bien elaborados y en cantidad suficiente”.
El documento concluye que los docentes necesitan los libros de texto “como ayuda para orientarse respecto de lo que tienen que hacer en el aula, del mismo modo que los alumnos los necesitan como apoyo de la experiencia de aprendizaje en su totalidad”.
Los textos escolares impresos, sin embargo, evolucionan ahora hacia el mundo digital y se complementan con herramientas informáticas de vanguardia. Pero seguramente despertarán también nostalgias cuando sus lectores aprendices crezcan.