¿Qué hacer cuando los hijos quieren quedarse a dormir con sus parejas en la casa? Estas son las reglas que proponen los expertos.
A la salida de una fiesta, Orlando le propuso a Lucía, una universitaria de 21 años, quedarse a dormir con él para evitar llevarla hasta su casa a esas horas de la noche. Aunque ella tenía miedo de encontrarse con la mamá de su novio, a quien todavía no había tenido el gusto de conocer, Lucía aceptó la oferta. Al otro día, mientras él aún dormía, escuchó que alguien abría la puerta de la habitación. Pensó que era la suegra, que muy seguramente al verla en la cama iba a insultarla y a ponerla de patitas en la calle. Para su sorpresa, la mamá entró con la bandeja del desayuno y le dio un amable saludo: “¡Debes ser la novia de Orlando!”
Escenas como esta todavía son un poco raras en la sociedad colombiana. Pero cada vez más los jóvenes están pidiendo a gritos que sus padres los dejen vivir su sexualidad en casa sin tanto drama. A pesar de que la mayoría de los adolescentes y adultos jóvenes asumen este tipo de relaciones antes del matrimonio y los padres lo saben, la gran mayoría de estos aún no está preparada para el tema. Cuando lo prohíben tajantemente, los hijos terminan por salirse con la suya a punta de mentirillas.
Por ejemplo, cuando los padres dejan que la pareja se quede, pero en cuartos separados, se da la circunstancia perfecta para lo que ellos llaman ‘gatear’, es decir, pasarse a la cama del otro y volver a sus lugares al amanecer. A veces las parejas se quedan sin permiso de los papás y en la mañana deben escabullirse antes de que salga el sol, o pasar horas en el clóset o el baño de la habitación hasta que no haya moros en la costa.
Las mamás separadas o viudas tienden a ser más flexibles frente al tema, pero en general tanto papás como mamás siguen atados al pasado y a los estereotipos de género, por lo cual les dan más libertad a los hombres que a las mujeres. Para ellas es más difícil invitar al novio a su cama debido a que los padres en estos casos son más sensibles al ‘qué dirán’. Creen que si las dejan la sociedad las considerará mujeres fáciles que convirtieron su casa en un motel y a ellos en alcahuetas.
De esta forma, los hijos no entienden por qué, si sus padres saben que ellos viven una sexualidad activa, no los dejan vivirla abiertamente en el lugar más seguro, que es su propia casa. Incluso, a veces quisieran que sus novias se quedaran simplemente por comodidad para no tener que llevarlas a su casa a medianoche. “Solo pido dormir con él en el sentido literal de la palabra. No haría nada sabiendo que mis papás están en el otro cuarto”, dice María Claudia, una joven de 23 años.
Algunos jóvenes piensan que los papás quieren tapar el sol con las manos.“En el fondo ellos saben que uno lo va a hacer en las fincas o cuando ellos se vayan de la ciudad”, dice una joven. “Es como si los mayores dijeran ‘háganlo pero que yo no me dé cuenta’”, señala Julián, de 20 años. Y tal vez tienen razón. De otra forma no se entendería que los dejen viajar solos pero a la hora de quedarse en el mismo techo les digan que no. “Yo lo oigo mucho en consulta: que lo hagan por fuera pero en mi casa no”, dice la psicóloga Evelyn Peckel.
La dificultad de los padres para decir ‘no’ tiene muchas explicaciones, y Nereyda Lacera, sexóloga de Profamilia, no cree que las morales sean las de más peso. Según ella, los mayores simplemente están repitiendo su experiencia pues la mayoría de quienes hoy tienen más de 50 años no habrían contemplado en sus años mozos pedirles eso a sus padres.
Otros son más abiertos frente a la sexualidad de sus hijos, pero tienen en consideración a los más pequeños que hay en casa y por eso evitan que el hijo o hija mayor tenga esos privilegios. “No quieren sentar un precedente”, dice Lacera. Algunos se fijan en la edad y la madurez de los hijos y piensan que los colegiales aún son muy pequeños para tener esas licencias. “A los padres también les da miedo que con estos permisos van a crear hijos ‘bon bril’, que se quedan cómodamente en la casa hasta pasados los 30 años porque sus padres les facilitan todo”, agrega la especialista. Otros lo prohíben porque son muy celosos de su intimidad, y mucho más cuando las viviendas de hoy son más pequeñas y las paredes más delgadas.
Los que les abren las puertas a las parejas de sus hijos por lo general son papás que han tenido una comunicación muy abierta. Carolina Mendoza, una madre de dos hijos, de 20 y 19 años, dice que nunca le ha puesto misterio a la sexualidad de ellos y, en consecuencia, un día cuando preguntaron con naturalidad si la novia se podía quedar, ella dio el visto bueno. “Yo consideré que era lo mejor pues lo contrario sería exponerlos a que vivan su sexualidad con ansiedad en cualquier parte y en circunstancias de inseguridad. Por eso hasta les compro los condones”. Carolina está convencida de que si se hace así, con naturalidad y sin tanto drama, ellos aprenden a proteger su sexualidad e incluso a retardar el momento de iniciar estas relaciones.
Eso mismo opina Amy Schalet, psicóloga de la Universidad de Massachusetts en Amherst, autora del libro Not Under My Roof, en el cual hace una comparación entre padres estadounidenses y holandeses sobre el tema. Sostiene que los estadounidenses, con su doble moral y su ‘relación esquizofrénica con la sexualidad adolescente’, tienen muchos más embarazos no deseados y abortos que los Países Bajos, donde hay mayor libertad.
Schalet explica que “cuando el prospecto de la actividad sexual se discute abiertamente, los adolescentes las empiezan a planear y toman precauciones contra los peligros”. Todo lo contrario sucede en Estados Unidos donde muchos rechazan la idea de que los novios jóvenes duerman bajo el mismo techo. “Muchos papás ni siquiera se involucran en el tema de ayudarlos a conseguir los anticonceptivos”, dijo Schalet al diario The Boston Globe.
En cierto modo, escribe la experta, esta libertad les daría más control a los padres para poner reglas sobre el tema. Además, como opina Lacera, en estas etapas de la vida estar cómodo y relajado es esencial para tener estas experiencias sin traumas. “Ellos también se intimidan en la casa de los suegros”, dice la sexóloga. “Cuando es así, a escondidas, los hombres con frecuencia se quejan de eyaculación precoz y ellas de falta de orgasmo”.
Aun así, los expertos consultados consideran que los papás tienen la última palabra y cualquier cosa que decidan debe respetarse. Pero para tener una posición clara tienen que revisar concienzudamente lo que piensan. Según Peckel, muchos aceptan que las parejas se queden por ser queridos con sus hijos, pero se dan cuenta de que les incomoda, y cuando quieren revocar su decisión ya es muy tarde. Además, cualquiera que sea la decisión, va a generar resistencia y hay que estar preparado con argumentos para defenderla. En todo caso, se necesita valentía de parte y parte. Los jóvenes necesitan madurez para asumir el tema con responsabilidad y los padres desprenderse un poco de sus viejos esquemas y entender que la sexualidad de los jóvenes no se puede negar. Sería como ocultar el sol con las manos.
Las reglas
La sicóloga Palacio recomienda:
A los padres:
• Es diferente abrir la casa a esta posibilidad cuando son colegiales a cuando son universitarios. Ella recomienda esperar a que sean más grandes.
• Los padres deben pedir que solo vengan con una pareja regular con la que salen desde hace un año, para evitar que por la casa desfilen cada mes personas distintas.
• Se debe hablar abiertamente de la anticoncepción. No hacerlo es taparse los ojos. “Sería como ir a Brasil sin la vacuna de la fiebre amarilla”, dice.
A los hijos:
• El recato y la prudencia debe ser la norma que guíe al huésped.
• No lleve la ropa ni deje el cepillo de dientes. Quedarse es una medida de emer-gencia y no debe volverse costumbre.
• No salga en paños menores ni en pijama.
• No se quede al desayuno, a menos que sea invitado.