Por esa situación se declaró el tercer viernes de mayo el Día de las Especies Amenazadas.
América Latina y el Caribe albergan la mayor biodiversidad del planeta. Regiones donde además están seis de los países con mayor biodiversidad en el mundo: Brasil, Colombia, Ecuador, México, Perú y Venezuela. Pero también enfrenta serias amenazas que ponen en riesgo a esta biodiversidad.
Según la Lista roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), solo en América del Sur se han evaluado 14 060 especies bajo los criterios de riesgo y de ellas 4445 se encuentran como amenazadas de extinción, y la cifra de las que corren mayor riesgo llega a 665 especies, es decir, aquellas que están en Peligro Crítico.
La Lista roja de la UICN actualizada en agosto de 2019 menciona entre las especies más amenazadas en América Latina a la vaquita marina (Phocoena sinus), el mono nocturno andino (Aotus miconax), la iguana española de rinoceronte o igual cornuda (Cyclura cornuta), y la Rana Patagonia (Atelognathus patagonicus).
Especies emblemáticas en la región como el jaguar, el oso de anteojos, el cóndor o las tortugas también enfrentan el riesgo de extinción, principalmente por la desaparición de sus hábitats, pero, además, por la caza y el creciente negocio del tráfico de especies.
De acuerdo con la investigación Vida silvestre en el aire: tendencias de tráfico a tener en cuenta en América Latina y el Caribe de las organizaciones Traffic y C4ADS, que acaba de ser publicada, México, Brasil y Colombia registran el mayor número de casos de tráfico de vida silvestre vía aérea.
Esta situación que enfrenta el planeta, llevó a un grupo de activistas a declarar como el Día de las Especies Amenazadas el tercer viernes de mayo de todos los años.
La vaquita marina (Phocoena sinus), es el cetáceo más pequeño del mundo (hasta 1,4 metros de largo). Se estima que de 600 individuos que había en 1997 ahora solo quedan menos de 10.
Foto:
Cortesía: Sea of shadowsEl tráfico de especies: un problema que mueve millones de dólares
Se calcula que el tráfico de especies silvestres mueve 10 000 millones de dólares anuales», dice Jessica Pacheco, del Programa Bosques y Agua Dulce de World Wildlife Fund (WWF) de Ecuador. Por lo tanto, agrega Pacheco, los gobiernos latinoamericanos deben identificar cuáles son las rutas que se utilizan para el tráfico.
En octubre de 2019 se realizó la primera Conferencia de Alto Nivel de las Américas sobre el Comercio Ilegal de Vida Silvestre en la que se declaró a esta actividad ilegal como crimen organizado.
En esa cita, 20 países de Latinoamérica firmaron la Declaración de Lima y se comprometieron a adoptar las 21 acciones definidas en la cumbre para luchar contra esta actividad ilegal.
Pacheco menciona que en Latinoamérica se está buscando identificar las rutas que se utilizan para el tráfico de vida silvestre con un enfoque a nivel de especies sombrillas o emblemáticas como el jaguar, el delfín, los monos y las tortugas.
La investigadora de WWF menciona también que especies de guacamayas, tortugas y monos figuran entre los más perseguidos por los traficantes. Solo en Ecuador, señala Pacheco, existen 532 especies incluidas en la lista de Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) que restringe su comercialización, entre ellas bagres y el paiche, sin embargo, agrega, el país no cuenta con ninguna ley sobre pesquerías amazónicas.
"Cada vez más se entiende que el tráfico no es local, sino transnacional", señala Rosa Vento, especialista del programa Tráfico de Vida Silvestre de Wildlife Conservation Society (WCS) Perú, quien cita como ejemplo de este negocio internacional los decomisos que se han hecho de la tortuga matamata, de la que existen dos especies: chelus fimbriata y chelus orinocensis.
Es endémica del Caribe colombiano y está en peligro de extinción, según la UICN.
Ambas especies tienen las mismas característica por lo que se pensaba, hasta hace unos años, que se trataba de la misma especie, sin embargo, análisis genéticos determinaron que la chelus fimbriata habita en la Amazonía; mientras que la chelus orinocensis corresponde a la Orinoquía.
Sobre esta especie se han presentado casos de decomisos de chelus orinocensis en la frontera entre Colombia y Perú –cuenta Vento–, y se presume que entrarían al Perú debido a que en este país existe el comercio legal de la especie amazónica.
"Las tortugas que se exportan de Perú tienen documentación legal, pero en realidad se está comercializando otra especie. La chelus orinocensis es una de las especies con mucha preocupación para Colombia y en general a nivel regional", dice Vento y precisa que solo en Perú, de las 389 especies amenazadas, más de 60 están en Peligro Crítico.
Jorge Luis Martínez, especialista en Gestión para la Conservación de WCS Perú, explica que en los últimos años hubo un incremento significativo en la exportación de tortugas matamata. «De entre 100 y 200 que se exportaban en el 2012 pasamos a 7000 en el 2019». El experto considera que esto se debe a lo que ha explicado Vento, que se está usando la ruta de Perú para comercializar la especie de la Orinoquía.
Martínez cuenta que como parte de las estrategias contra el tráfico de especies, WCS ha organizado un diplomado especializado en fauna silvestre dirigido a fiscales en Perú, una propuesta que se extenderá a otros países de la región como Colombia, Ecuador, Bolivia y Brasil. "El tráfico no es local, sino transnacional, tenemos que trabajar juntos a nivel regional".
Stephanie Arellano, Oficial de Programa Gestión de Biodiversidad para América del Sur de la UICN, considera que es importante ver al territorio de forma integral para entender que cuando se conserva un área protegida no solo se protege a las especies amenazadas sino a aquellas que puedan llegar a estar en peligro.
"El jaguar es una de las especies más traficadas, pero también hay tráfico de aves, monos, tortugas y aletas de tiburón en toda la costa del pacifico", puntualiza Arellano.
Según el informe de Traffic, Routes y C4ADS, 53 países en todo el mundo están vinculados al tráfico de vida silvestre a través del transporte aéreo dentro, hacia y desde los países de América Latina y el Caribe entre el 2010 y 2020, con envíos frecuentes de especies endémicas hacia Europa, América del Norte y Asia.
"Los animales más comúnmente traficados fueron aves, principalmente pinzones, que representaron el 33% de todos los países de América Latina y el Caribe", señala el reporte.¿Qué pasa con el jaguar y el oso de anteojos?
Es un cazador por naturaleza: espera sigiloso a que aparezca su presa para atraparla y descargar toda su potencia en el cráneo. ¡Tiene la mordida más fuerte de todos los grandes felinos!
Foto:
Y.J. Rey-Millet - WWF
La especie más emblemática de América, el jaguar (Panthera onca), enfrenta la reducción de sus poblaciones. La pérdida de los bosques y el conflicto con las personas y el ganado que se instalan cerca de su territorio siguen poniendo en riesgo a este felino.
Pero además hay otras amenazas contra el jaguar. Esteban Payán, director regional para América del Sur de la ONG Panthera, habla de las nuevas amenazas como los incendios forestales "creados por el hombre, contra los que tratamos de prepararnos, pero cuya velocidad es imparable". Además menciona que "se desconoce la velocidad de aumento del incipiente tráfico ilegal que por ahora es muy localizado”.
Payán destaca la importancia de las áreas protegidas para conservar a la especie pero lamenta que los gobiernos no destinen suficientes fondos para el mantenimiento de estos espacios de conservación. "Hay una necesidad de conectividad de las áreas protegidas y zonas no protegidas. Se requiere de una serie de estrategias de conservación y nos preocupa lo poco que hay frente a la escala de las amenazas".
Rosa Vento de WCS Perú señala que falta aún investigar el problema del tráfico de partes de jaguar, además de la creciente amenaza de la caza de esta especie por el conflicto con las personas en lugares de crianza de ganado.
Países como Bolivia, Guyana y Surinam presentan los niveles más altos de tráfico de partes de jaguar, principalmente sus colmillos, para satisfacer al mercado asiático que ve en este objeto una símbolo de poder.
"El problema de los jaguares es complejo debido a la reducción de tigres en Asia se perfila como un problema creciente. No hay reporte de consumo de carne de jaguar, pero sí de piel, colmillos y garras", dice Jessica Pacheco de WWF Ecuador.
El oso de anteojos (Tremarctos ornatus) es otra de las especies emblemáticas de Latinoamérica que enfrentan problemas para su supervivencia. Según explica Pacheco, esta especie también enfrenta el tráfico debido al interés por sus garras, pues se cree que estas tienen propiedades medicinales. Sin embargo, su mayor problema es "el conflicto de coexistencia con el ganado que ha llegado cerca de las áreas protegidas debido a la expansión agrícola".
Payán también se refiere al oso andino, "el gran carnívoro de Sudamérica", cuyo hábitat es más restringido que el del jaguar y que, además, esta en riesgo por la agricultura andina. "Requiere grandes extensiones de áreas para sobrevivir y los paramos, donde habita, se están calentando por el cambio climático, por eso, han empezado a cambiar las líneas donde empieza este ecosistema".