Graduado de la Universidad Nacional, ha conciliado sus conocimientos ancestrales con la ciencia.
Teyrungumu durante su visita a las instalaciones del Cern.
Por estos días cobró relevancia en las redes sociales la historia de Teyrungumu Apolinar Torres Zalabata, un indígena arhuaco de la Sierra Nevada de Santa Marta que publicó en su perfil de Twitter unas imágenes recordando la visita que hizo a la Organización Europea para la Investigación Nuclear, mejor conocida por su sigla en inglés, Cern, y uno de los principales laboratorios para experimentos sobre física de partículas del mundo.
“Estar allí creció en mí lo que mi comunidad me enseñó: comprender, apreciar y valorar la naturaleza”, escribió en inglés Teyrun, como le gusta que lo llamen, junto a tres fotos en las instalaciones del laboratorio.
Como no indicó la fecha de su paso por el Cern, varios medios interpretaron que el arhuaco había estado allí recientemente, y varios periodistas procedieron a contactarlo con la intención de contar esta historia que, en realidad, ocurrió en el año 2017.
Lo cierto es que el paso de Teyrun por el Cern es un logro más en la vida del primer indígena arhuaco en graduarse del programa de Física de la Universidad Nacional de Colombia. Esta es su historia.
Teyrun nació en la comunidad séynimin, que se extiende entre 1.500 y 2.000 metros sobre el nivel del mar y se caracteriza por mantener muchas de las costumbres y tradiciones de la Sierra Nevada. Allí creció y fue a la escuela, recibiendo las enseñanzas de Nehemías Torres, su padre, y de Leonor Zalabata, su mamá.
Ellos, dice Teyrun, fueron quienes primero le inculcaron su interés por el estudio y por comprender y valorar la naturaleza. Asegura que una gran influencia para su vida fue su abuelo paterno, Apolinar Torres, un mamo, líder espiritual y autoridad de su comunidad quien siempre lo inspiró a preservar la cultura, a entender la protección del territorio y, sobre todo, a interesarse por conocer el mundo que los rodeaba, con el fin de proteger y preservar esta cultura milenaria.
Tenía mucha curiosidad, no solo por la ciencia, sino por la naturaleza en sí misma
“Él me decía que es vital mantener el equilibrio para la existencia y permanencia, no solo de la comunidad sino del mundo entero. Fue así como empecé a interesarme por aprender cómo se veía, entendía y apreciaba la naturaleza desde otros puntos de vista. Tenía mucha curiosidad, no solo por la ciencia, sino por la naturaleza en sí misma”, cuenta Teyrun durante una comunicación telefónica desde Bogotá.
Teyrun, hoy de 29 años, hizo su primaria en la escuela de séynimin, pero cuando iba en quinto grado la institución educativa tuvo que ser cerrada, así como todas las demás escuelas de la comunidad, por dos años como consecuencia del conflicto armado.
Gracias a su mamá, Teyrun continuó sus estudios en un colegio público en la ciudad de Valledupar. Allí pudo fortalecer y complementar el castellano y sus conocimientos sobre la naturaleza y la ciencia.
En la capital del departamento de César, Teyrun conoció en mayor detalle la física y supo que era lo que quería estudiar: “Podemos decir que quise comprender la naturaleza desde un punto de vista occidental”, reconoce.Amor por el conocimiento
Teyrun cuenta que desde niño sintió mucha curiosidad por saber el origen de las cosas. Era así como constantemente consultaba a sus mamos y, en especial, a su abuelo Apolinar, con las preguntas más básicas: por qué hay luz, por qué oscurece, cuál es el origen de todo.
Le gustaban las matemáticas y siempre tuvo un muy buen desempeño en esta materia porque, dice, le parecían un juego. Cuenta que llegó a ser el mejor estudiante de su jornada en el colegio.
Teyrun entró a estudiar en la sede Bogotá de la Universidad Nacional de Colombia. Admite que le costó adaptarse a la vida en la capital.
“La vida en Bogotá es muy exigente viniendo desde otro lugar. Es una ciudad muy congestionada, con ritmos frenéticos de vida. Estar lejos de la familia fue muy duro. Enfrenté cambios muy grandes, desde la alimentación, las personas y los ritmos de estudio y de vida. De todas maneras, cada día encontraba motivación para seguir”, narra.
De acuerdo con Teyrun, buena parte de esa motivación para continuar la hallaba en recordar las luchas de su comunidad por el reconocimiento y la protección del territorio.
“Pienso que asumí mi formación universitaria como un híbrido entre mis conocimientos tradicionales y la educación académica. Siempre siguiendo el ejemplo de mis mayores, quienes vieron la necesidad de entender el mundo que nos rodea, porque si queremos defender el territorio, debemos conocer lo que hay por fuera”, cuenta Teyrun.
“Para conseguir ese objetivo es importante conocerlo desde muchas visiones: desde lo cultural, lo político y lo social, pero también desde lo científico.
Esto es fundamental para que las comunidades indígenas podamos generar un diálogo con el mundo, la sociedad que nos rodea y, así, mantenernos como pueblo y cultura. Eso me motivó a estudiar física”, subraya.
También, continúa, lo inspiró el hecho de que para su comunidad la naturaleza no es solo un referente o una forma de conocer el mundo, sino la base de la existencia misma.
“Vivimos sobre una tierra, respiramos su aire, comemos lo que nace de ella. Nuestro planeta es mucho más que un objeto o una sola forma de pensar, y nuestra forma de pensar es más que solo palabras hermosas, es una forma de vivir; el planeta y el universo es lo que mantiene viva a la humanidad”, reflexiona.En busca del equilibrio
Sobre si ese encuentro de conocimientos le generó algún conflicto interno o puso en duda sus creencias indígenas, Teyrun asegura que todo lo contrario, que ambas cosmogonías distan de ser contradictorias y que son más los puntos en común entre ellas que los de discordia.
“Lo que he aprendido en la academia lo siento y lo he vivido como un complemento a lo que mi comunidad me ha enseñado en su filosofía, que se fundamenta en el equilibrio con la naturaleza, con nuestras familias, nuestra sociedad, con los elementos que componen el universo. Estudiar física fue como adentrarse en ese equilibrio que tanto anhelamos”, asegura Teyrun. De hecho, dice que la explicación del origen del universo a partir del big bang y la visión arhuaca coinciden en plantear que, al principio de todo, toda la energía fluyó y se convirtió en materia.
“Muchas reflexiones de los mamos tienen elementos comunes con la ciencia; por ejemplo, en nuestros trabajos espirituales y rituales hablamos mucho de la energía y de la importancia de equilibrarlas para tratar las enfermedades. Y desde la física se nos enseña que la naturaleza tiende al estado de mínima energía, a un equilibrio dinámico”, explica Teyrun, y recuerda como anécdota una conversación con uno de sus mamos acerca del agua.
“Me decía que el agua no se acabará nunca, y yo le decía que el agua es un recurso limitado que está en riesgo por el calentamiento global. Le contaba que hay planetas que posiblemente tuvieron el líquido y lo perdieron, como Marte. Él me respondió que el agua se transforma en otras cosas porque nuestro actuar no está equilibrado con el planeta, pero que si volvemos a ese equilibrio, el agua volverá. Que así no la veamos no significa que no esté. Eso me hizo pensar en la conservación de la masa y la energía, dos principios conocidos de la física. Y es cierto: puede que el agua no esté en estado líquido, porque sus partículas se evaporaron, quedando en el ambiente en forma de vapor. Pero si volvemos al equilibrio, volvemos a tener agua”, asevera.
Y añade que “para ese tipo de reflexiones los mamos se basan en la contemplación y la observación de la naturaleza, que es lo mismo que hace la ciencia”.La defensa de sus principios
Teyrun se graduó de la Nacional en el segundo semestre de 2016. Ese mismo año inició, en la misma alma mater, la maestría en física, más específicamente en el campo de las altas energías y partículas elementales, enfocado en el estudio de la dinámica de los bosones de Goldstone, partículas subatómicas relevantes en el estudio de la ruptura espontánea de la simetría.
Un año más tarde visitó las instalaciones del Cern como parte de una pasantía. En 2019 se casó y tuvo su primer hijo, Kwaringumu. Pero, luego en ese año, una tragedia lo obligó a suspender sus estudios de posgrado. Un voraz incendio consumió todo su pueblo natal, por lo que Teyrun decidió dedicarse a apoyar la reconstrucción del lugar.
En 2020 no pudo retomar sus estudios por culpa de la pandemia, por lo que siguió abanderando diferentes luchas sociales y ambientales de su comunidad: “Mi mensaje es que debemos cuidar lo que nos da la vida. La sierra ha sido amenazada por muchos proyectos de infraestructura y por la explotación minero-energética. Para mí es muy importante aportar mi grano de arena para las personas de mi comunidad que no han tenido las mismas oportunidades que tuve yo”, dice.
Asimismo, Teyrun hace un llamado sobre la importancia de dar visibilidad a otros problemas que enfrenta su gente, como el cambio climático, que, entre otras, ha alterado los ritmos de los cultivos; la falta de recursos de salud y diversas amenazas de índole social y política.
El pueblo arhuaco vive un momento difícil de gobernabilidad en el que hay un conflicto interno en cuanto a la toma de decisiones, y que se agravó por la intervención externa del Estado...
“El pueblo arhuaco vive un momento difícil de gobernabilidad en el que hay un conflicto interno en cuanto a la toma de decisiones, y que se agravó por la intervención externa del Estado, a través del Ministerio del Interior, que ha tomado postura frente a nuestras decisiones, en una clara violación de nuestra autonomía al avalar una de las partes”, señala.
Para Teyrun, ser el primer físico de su pueblo es un gran honor que pertenece, sobre todo, a su comunidad, su familia y a todos aquellos quienes hicieron posible que los indígenas puedan estudiar e ingresar a la universidad y cumplir sueños como visitar grandes institutos científicos, como el Cern o el Centro Internacional de Física Teórica (ICTP), en Italia, en el cual estuvo en 2017 y 2019 para complementar sus estudios de maestría.
“Eso me motiva a seguir apoyando a mi pueblo para que podamos continuar aprendiendo, con el ánimo de fortalecer los principios de nuestra cultura, una cultura de la vida y la naturaleza, dos elementos que en el mundo moderno no son prioridades en estos momentos”, indica.
Actualmente, Teyrun trabaja con la comunidad en el Programa Todos a Aprender, que brinda herramientas pedagógicas para apoyar el proyecto educativo propio, bilingüe e intercultural de su territorio logrando una conexión con los saberes tradicionales. Entre sus planes a corto plazo también está culminar su maestría.
“Cuando yo empecé a estudiar en la universidad pude darme cuenta de las falencias que tenía, y eso significó un gran esfuerzo académico. Además tuve que aprender inglés, un idioma que las comunidades indígenas casi no hablamos porque nos concentramos en nuestra lengua y en aprender castellano", dice.
"Este tipo de situaciones, sumadas a las dificultades económicas, hacen que muchos indígenas que llegan a la universidad prefieran regresarse a sus pueblos. Yo espero que en el futuro muchos indígenas como yo puedan estudiar, al tiempo que aportan positivamente a sus pueblos”, concluye.