La tradicional minorista estuvo en el centro de una guerra virtual sin precedentes. Análisis.
Caso Gamestop: quién ganó y quién perdióCaso Gamestop: quién ganó y quién perdió
No deja de ser irónico que una sucesión de eventos que dejó ganancias para unos y pérdidas para otros por miles de millones de dólares involucre a una compañía que tiene el nombre de la némesis del 'sheriff' de Nottingham. Se trata de la aplicación Robinhood, inspirada en el legendario personaje inglés del Medioevo, quien dirigía una banda de asaltantes que les robaba a los ricos para darles a los pobres.
Y es que, a lo largo de las últimas semanas, la bolsa de Nueva York acabó siendo sacudida por un fenómeno en el cual un gran número de usuarios de esa plataforma obtuvo mucho dinero. Ello ocurrió tras imponerse a una serie de fondos de cobertura que habían apostado en contra de la acción de GameStop, una cadena de tiendas de videojuegos en dificultades.
Sin entrar en honduras, basta decir que estos fondos habían vendido títulos prestados (en corto, es la expresión usual), con la intención de reponerlos en un plazo determinado a menor precio. El cálculo era que esa presión de oferta inicial deprimiera más las cotizaciones, con lo cual a la hora de cumplir el compromiso habría una utilidad entre el valor original y el de la compra.
Pero eso no sucedió. Lejos de las expectativas de los profesionales del mercado, el precio de la especie se multiplicó 18 veces en el transcurso de un mes. La razón es que esta comenzó a subir inesperadamente porque despertó un interés inusitado entre el público, tras lo cual las firmas de inversión se vieron obligadas a adquirir acciones para cubrir sus posiciones, dando lugar a una espiral alcista que atrajo todavía más compradores.
Y la gente llegó masivamente, por cuenta de comunicarse a través de un foro electrónico albergado por Reddit –una red de múltiples comunidades con diferentes intereses– al que tenían acceso unos tres millones de individuos originalmente (ahora cuenta con más de seis millones). La advertencia de que había una oportunidad de ganancia –y de paso darles a los grandes algo de su propia medicina– fue suficiente para crear un efecto manada, con las consecuencias conocidas.La verdadera lección
Mirado desde afuera, lo sucedido fue presentado como la rebelión de la persona de la calle en contra de los tiburones de Wall Street. Como pocas veces sucede, estos se convirtieron en presa, en lugar de depredadores.
Si bien el viernes pasado ya había tenido lugar una corrección significativa frente a los máximos registrados unos días antes en el título de GameStop, aquí lo importante no es la fortuna que cambió de manos. La verdadera trascendencia del episodio es que demuestra que la irrupción de la tecnología está alterando de manera fundamental segmentos que antes parecían de la competencia exclusiva de los expertos.
Y esas innovaciones poseen muchas aristas. En la presente oportunidad confluyó la presencia de aplicaciones como Robinhood –que no les cobra comisiones a sus usuarios por comprar y vender acciones– con una avalancha de pequeños inversionistas a los que solamente les bastó mirar las redes sociales y apretar un botón del celular.
Así se formó una bola de nieve que arrastró a quienes buscaron interponerse en su camino y que seguramente no será la última. De hecho, a finales de enero las acciones de empresas como AMC (dueña de teatros de cine), Nokia o BlackBerry, también se movieron por los mismos factores, aunque no en igual magnitud. Por su parte, la onza de plata se disparó mientras que criptomonedas como el bitcóin alcanzaron a romper máximos históricos.
La explicación de lo que está sucediendo en diferentes ámbitos parte de una realidad económica. Los paquetes de ayuda diseñados para mitigar el impacto de la pandemia han creado una situación de abundante liquidez y bajas tasas de interés que llevan a muchos a buscar rendimientos superiores a los que les puede dar un depósito en un banco.
En ese sentido, las acciones son una opción válida y más en países en donde existen numerosas alternativas. En Estados Unidos las cuentas individuales representan ahora el 25 por ciento de todas las transacciones, diez puntos más que unos meses atrás. Un mayor número de participantes es algo positivo, pues diluye el poder de los grandes jugadores y abarata el costo del capital.
No obstante, los nuevos tiempos vienen con otro tipo de desafíos. Lo primero que queda en claro es que en un mundo interconectado los controles tradicionales no necesariamente sirven.
Sobre el papel, está prohibida la colusión con el fin de influir sobre un resultado específico, como cuando un puñado de poderosos se pone de acuerdo para alterar el equilibrio de una plaza, influir en un desenlace y repartirse las utilidades. En la época de los teléfonos y los contactos personales, parecía más fácil saber de dónde venían las conspiraciones.
Ahora el asunto no es tan sencillo. ¿Qué pasa cuando de manera casi espontánea unos y otros se suman virtualmente a un mismo objetivo? ¿Cómo seguirle la pista a un foro que migra a un comentario en Facebook y se replica infinidad de veces o a un audio que se distribuye masivamente en WhatsApp o Telegram por diferentes latitudes?
Por ese motivo, las investigaciones que se disponen a hacer las autoridades norteamericanas van a ser seguidas con mucho interés. Puntos complejos como el uso de información privilegiada toman un significado distinto dentro del ciberespacio, en donde quien siembra una semilla no necesariamente controla hacia dónde se extienden las raíces que esta origina.Las réplicas del sismo
El debate que apenas comienza puede parecer lejano en el territorio nacional, en donde las acciones que se transan en la plaza local son pocas y la cantidad de participantes es limitada. “Lo que sucedió con GameStop aquí no puede pasar porque el sistema con el que operamos es distinto”, explica Juan Pablo Córdoba, presidente de la Bolsa de Valores de Colombia.
Sin embargo, en el país también empiezan a verse innovaciones que hace unos años eran impensables. Estas tienen que ver con un proceso de digitalización que está presente cada vez más en la vida de cualquier persona y cuya profundización se ha acelerado como consecuencia de la emergencia derivada del covid-19.
El ejemplo más sencillo en lo que atañe al sector financiero es la conocida expresión del “ir al banco”. Cualquiera que visite una sucursal por estos días encontrará ausencia de filas y no solo por cuenta de la limitación del pico y cédula. Transferencias, consignaciones o consulta de extractos se pueden hacer con seguridad desde cualquier lugar, mientras haya un teléfono inteligente a la mano.
Esa mayor familiarización le abre de manera todavía más decidida la puerta a adquirir diferentes productos en el ciberespacio, ya sea una opción de ahorro, un seguro o negociar una hipoteca. El número de aplicaciones que pertenecen al mundo de las llamadas fintech (acrónimo de finanzas y tecnología) se calcula en 200 en Colombia, aunque es probable que esa cifra se quede corta.
Por otra parte, la globalización permite invertir en múltiples lugares, sin necesariamente estar en el radar de nadie. Hay cuentas en las plataformas existentes que se pueden abrir solo con un dólar, de manera que no se requiere de una fortuna para probar suerte.
Junto a las alternativas legítimas, también están esquemas de muy alto riesgo o verdaderas estafas, que son incluso más fáciles de camuflar en la nube que en el mundo real. Los timadores similares al “príncipe de Nigeria” que buscan incautos que les ayuden a una supuesta transferencia abundan y son apenas una fracción de incontables prácticas criminales.
Todo lo anterior hace más complejo el trabajo de las entidades encargadas de la supervisión y el control. Si evitar la información falsa o sesgada ya era difícil antes, ahora parecería que no hay cómo hacerles seguimiento a los millones de mensajes que circulan por internet en un momento determinado.
Lo anterior no impide, claro está, contar con sistemas de alerta temprana para detectar movimientos masivos y reaccionar en consecuencia, a través de alertas al público. El uso de algoritmos y el monitoreo de redes se impone, si de lo que se trata es de evitar eventuales dolores de cabeza.
A su vez, los individuos también deben hacer la tarea al entender que no necesariamente todo lo que brilla en el ciberespacio es oro. Los mismos motores de búsqueda dan las herramientas que ayudan a distinguir lo que vale la pena y lo que no. “Lo importante en estos casos es reforzar la información y la educación financiera”, anota Gerardo Hernández, quien fuera Superintendente Financiero.
Y de vuelta a la bolsa en Colombia, el proceso de evolución tecnológica está en pleno desarrollo. “Somos conscientes de que el mundo va hacia allá”, dice Juan Pablo Córdoba. Y agrega: “por eso tenemos el objetivo de que la gente pueda autogestionar sus inversiones”.
En último término, de lo que se trata es de aumentar el número de participantes, que después de alcanzar un máximo a mediados de la primera década del siglo ha vuelto a caer. “Eso dinamiza el mercado de valores y hace que tengan que aparecer nuevos instrumentos”, complementa Hernández.
En un plano más general, la presencia de actores como Robinhood en Estados Unidos o sus pares en otras naciones muestran que hay un movimiento difícil de detener en favor de la desintermediación y de menores costos de las transacciones. Ese ahorro en trámites, comisiones o primas es una buena noticia para los consumidores.
No hay duda de que circunstancias fuera de lo usual como lo ocurrido con GameStop se seguirán llevando los titulares. Pero lo verdaderamente importante para la vida de la mayoría es que al público que hoy paga por ciertos servicios las cosas deberían salirle más baratas en el futuro cercano. Y esa revolución, que llegará de manera gradual, es en último término la que más importa.