El paleontólogo Edwin Cadena descubrió, en Zapatoca (Santander), los fósiles de un reptil alado.
Así luciría, según una ilustración artística, el reptil volador encontrado en Zapatoca, Santander.
Hace 150 millones de años, cuando la tierra era dominada por los imponentes dinosaurios, los cielos tenían un solo dueño alado. Eran los pterosaurios, los primeros vertebrados voladores.
Aunque no son del mismo grupo que los dinosaurios (por razones que serán explicadas más adelante), su imagen es habitual entre las reconstrucciones de escenarios prehistóricos en museos, libros y películas.
Los pterosaurios, que podían alcanzar los 8 metros de largo y, sin embargo, pesar tan solo 250 kilogramos, son para los científicos seres tan fascinantes como esquivos. Sus registros fósiles, pertenecientes a la era Mesozoica, son supremamente apetecidos por los paleontólogos, quienes los buscan para desentrañar la evolución de animales como las aves.
El Reino Unido y China son dos de los países con más registros fósiles de pterosaurios. En Latinoamérica, Brasil es el que cuenta con el mayor número de fósiles de este grupo. Sin embargo, en otras naciones como Colombia, en las que se han descubierto fósiles de animales prehistóricos, los pterosaurios eran un sueño para los paleontólogos, hasta ahora.
Sección transversal de la mandíbula del pterosaurio, en la que se detalla su bajo grosor.
En los próximos días será publicado, en la revista científica Cretaceous Research, un estudio que describe el registro del primer pterosaurio en territorio colombiano, un hallazgo que hizo, en enero del 2017, en el municipio de Zapatoca, Santander, el investigador de la Universidad del Rosario Edwin Cadena.
Cadena estaba haciendo excavaciones en búsqueda de fósiles de tortugas prehistóricas, su principal objeto de estudio, en un yacimiento que conocía bien, pues en él ya había hecho importantes hallazgos que ha publicado en revistas científicas.
Pero ese día de enero, Cadena encontró una pieza que no pudo identificar porque no se parecía en nada a las estructuras morfológicas de las tortugas u otro de los vertebrados fósiles encontrados antes en Zapatoca.
“Era un día bastante soleado y llevaba ya varias horas caminando sin encontrar nada que me sorprendiera; sin embargo, en el camino de regreso a casa se me ocurrió tomar un sendero unos pocos metros arriba del que solía tomar y fue cuando avisté los fragmentos fósiles”, cuenta Cadena, quien recolectó las piezas para estudiarlas en su laboratorio en la Universidad del Rosario y descifrar a qué misterioso animal pertenecían aquellos huesos.
El vuelo del pterosaurio
Viajar al pasado para identificar a estas criaturas no es un trabajo fácil ni rápido: primero, se deben tomar tantos datos como sea posible en campo. Se hacen mediciones, se toman fotos de la roca en las que están los fósiles y se hacen análisis geoquímicos del terreno. Luego, los investigadores llevan las muestras colectadas al laboratorio, donde, con precisión quirúrgica y con sustancias químicas como ácidos, separan la roca de los huesos.
En ese momento comienza el estudio detallado de los fósiles, principalmente comparándolos con otros que ya se conocen para entender a qué página del libro de la evolución pertenecen. Cadena pudo constatar que entre las piezas había fragmentos del radio y de las falanges, así como una porción de la mandíbula de un pterosaurio inédito en Colombia.
La mandíbula completa hallada por los científicos en Zapatoca.
De acuerdo con el científico, esta última pieza óseas es clave, pues con ella los paleontólogos pueden conocer datos como su tamaño o el tipo de dientes que tenía.
“Establecimos la identidad del pterosaurio gracias a unas fracturas naturales que tenía el hueso y que nos permitieron ver su parte interna. Notamos que los huesos tenían unos espacios huecos, una característica que se conoce como neumaticidad ósea y que fue una adaptación de estos reptiles voladores para alivianar su peso y poder emprender el vuelo”, explica Cadena.
Posteriormente, el investigador comparó las piezas con otras descritas en la literatura científica y con especímenes más completos para intentar descifrar a qué especie o, por lo menos, a qué familia taxonómica pertenecía. Pudo establecer que el pterosaurio hallado pertenece a la superfamilia de los ornithoqueiroideos.
Cadena contactó a los paleontólogos británicos David Unwin y David Martill (coautores del artículo que será publicado).
“Empezamos a intercambiar información y definimos que aunque no teníamos todo el esqueleto era un hallazgo sin precedentes por su edad de 135 millones de años de antigüedad, mucho más viejo que los pterosaurios de Brasil”, dice Cadena.
“Aunque son fragmentarios, los nuevos fósiles descubiertos por Edwin son muy significativos. Los pterosaurios, los reptiles voladores de la era Mesozoica, son extremadamente raros. Sus huesos son muy delicados y solo se conservan en circunstancias excepcionales. Hay un par de localidades en Brasil y una en Argentina que han arrojado algunos especímenes espectaculares, pero muchos de los ejemplares de Brasil probablemente fueron destruidos en el incendio del museo de Río, en 2018", indica Martill.
Según el científico, no se habían encontrado pterosaurios en Colombia o países como Ecuador o Surinam.
"Solamente contábamos con uno o dos de Chile, Venezuela y Perú..., así que puedes ver que son increíblemente raros”, añade.
Y continúa: “El material de Edwin en realidad está bien conservado, dado que es fragmentario y sugiere que puede haber más por descubrir. Si hay más, el sitio podría resultar tan emocionante como los de Santana do Cariri, en Brasil. Una cosa que hace que los fósiles sean muy importantes, aunque sean fragmentarios, es que provienen de una parte del período Cretácico llamada Valanginia, donde los pterosaurios de todo el mundo son casi desconocidos. Entonces llenan un vacío en el registro fósil”.
Las pesquisas también llevaron a los científicos a percatarse de que, en la década de los 50, el paleontólogo estadounidense Jason Macgregor encontró en Cundinamarca una pieza ósea de un pterosaurio. No obstante, el fósil fue llevado al museo de la Universidad de California en Berkeley sin ser descrito. La pieza sigue allí.
Establecimos la identidad del pterosaurio gracias a unas fracturas naturales que tenía el hueso y que nos permitieron ver su parte interna
Una vida dedicada a los fósiles
Cadena asegura que su descubrimiento tiene un valor que trasciende lo científico, pues fue hecho en su lugar de origen. “Yo nací en Zapatoca y crecí viendo fósiles. Desde pequeño me aficioné por ellos, y esta experiencia fue determinante para que decidiera convertirme en paleontólogo”, cuenta.
De su infancia, Cadena recuerda cómo su interés por los fósiles le costaba constantes llamados de atención de su mamá: “Me regañaba porque decía que ya no había espacio en la casa para tantas rocas y que estas lo llenaban todo de polvo”, recuerda.
Para perseguir su sueño, Cadena primero estudió geología en la Universidad Industrial de Santander y, después de trabajar en el Instituto Smithsonian en Panamá, se fue a hacer una maestría en paleontología en la Universidad de la Florida y un doctorado en la misma disciplina en la Universidad Estatal de Carolina del Norte.
Desde el 2018 es profesor de la Universidad del Rosario, institución en la cual adelanta investigaciones en paleontología molecular. Estudios que le permitieron volver a su tierra natal para ver a fondo esos organismos extintos que le apasionan.
“Hace millones de años, Colombia estaba sumergida bajo el mar, y Zapatoca, y todo Santander, eran como el Caribe, una zona de transición entre mar y playa. Estos lugares eran escogidos por animales como tortugas y cocodrilos para poner huevos y alimentarse, y por los grandes depredadores, como los pterosaurios, para alimentarse de ellos”, dice.
“Eran criaturas fascinantes: no solo fueron los primeros en conquistar el aire, sino que tienen una historia evolutiva particular, pues mientras los más antiguos eran pequeños y tenían muchos dientes, a medida que pasó el tiempo y se fueron dispersando por todo el planeta aumentaron su tamaño y perdieron los dientes. Algunos desarrollaron crestas en el cráneo, otros, unas espinas largas”, afirma Cadena.
Cadena agrega que si bien estaban cerca en la escala evolutiva y compartieron el hábitat con dinosaurios, los pterosaurios eran un grupo diferente. Las principales diferencias estaban en la mencionada baja densidad ósea de los pterosaurios, en un orificio que estos tenían en la pelvis y en una suerte de cresta en el húmero que tenían los dinosaurios, pero no los reptiles voladores.
“Son seres icónicos y reconocidos. Muchos crecimos viéndolos en libros, películas y dibujos animados. Hasta hay un pokemon pterosaurio. Es emocionante haber logrado este hallazgo perseguido por décadas, y pensar que nuestro pterosaurio será incluido en los libros de historia. Pero lo que más me motiva es pensar que los niños se van a emocionar de saber que estos animales volaron por nuestros cielos”, apunta.