Las consecuencias que tendrá el aislamiento en la población juvenil aún están por verse.
Casi todos los adolescentes colombianos pasaron su año académico encerrados en su casa. Para muchos de ellos el aislamiento ha dejado algunas huellas.
Néstor Alfonso Peñuela asegura que en lugar de estar “pegado al computador, acá en el colegio uno puede como liberarse más, ser más abierto” .
“Ha sido un poco difícil porque ninguno ha estado preparado para estar en cuarentena, todo el tiempo en casa y estudiar en una computadora”, complementa Felipe Camacho.
Juan Sebastián Lara, por su parte, admite que “ha sido duro al principio pero uno se termina acostumbrando. En ese cambio uno aprende varias cosas, como a valorar la presencialidad, que era como uno estudiaba antes”.
Ellos son estudiantes y adolescentes, como cualesquiera otros. Hacen parte de ese numeroso grupo de seres humanos a quienes la pandemia los tocó en un momento clave de su vida en materia de socialización.
Felipe enfatiza en que siempre ha tenido una buena relación con los suyos. No obstante, una de las presiones del confinamiento para él es que “el estar todo el tiempo con la familia a veces es un poco difícil, porque yo siempre salía a las 7:30 de la casa y regresaba a las 5:00 de la tarde, entonces estar todo el tiempo conviviendo en la casa es difícil”.
Hay que decir que muchos jóvenes declaran que el aislamiento les ha permitido compartir con sus familias y mejorar otros aspectos de su vida.
Sin embargo, es probable que muchos de ellos no sean conscientes aún de las carencias por las que ha transcurrido su vida en el último año.
Para la UNICEF este es un asunto muy serio. Encuestaron a 8.444 adolescentes y jóvenes de 13 a 29 años en nueve países de Latinoamérica y el Caribe.
En materia emocional “el 27% reportó sentir ansiedad y 15% depresión en los últimos siete días”, reportó la encuesta.
Todos los entrevistados fueron claros en asegurar que tienen una buena relación con las personas con quienes conviven. Las tensiones que describen obedecen a que nadie estaba preparado para un aislamiento, menos si este dura todo el año lectivo.
Miguel Aponte extraña “compartir con las personas y hablar”, de hecho estuvo los primeros tres meses de la cuarentena sin ver a su novia, pero sus papás accedieron a que pudieran encontrarse de nuevo porque “yo lo propuse y pues, mis papás me apoyaron por el tiempo que ya llevaba sin verla”.
Isabel Arroyo Flórez dice que la comunicación con sus compañeros ha sido compleja “porque es muy difícil comunicarse con alguien detrás de una pantalla y ver las emociones de la cara”.
“Es duro pero todo depende del autocontrol de cada uno”, aclara Néstor Peñuela
En materia sentimental Felipe tiene novia pero asegura que “es muy complicado porque mi novia y yo vivimos, no lejos pero sí, un poco separados y la distancia a veces puede afectar muchas cosas”.
Karen Benavídez asegura que “ha mejorado mi situación familiar”, aunque extraña “la convivencia entre amigos, porque es más complicado estar allí, sonreírles o hablarles”.
Ellos son estudiantes del colegio San NIcolás de Tolentino del cual Harvey Rojas Camelo es el Principal (rector). Tras 40 años de enseñanza tuvo un colegio vacío casi un año. Algunos de sus estudiantes volvieron para un plan de alternancia y lo conmovieron al volver.
“Cuando llegaron el primer día para el Plan Piloto les dije que fueran a la cancha de fútbol y volvieran rápido. Uno de ellos se desmayó”, recuerda.
Pero las consecuencias de la pandemia en los jóvenes no son solo físicas ya que también cuenta que “Lloraron algunos, llegando al colegio. Los pequeñitos de años, en el plan piloto, ellos lloraban y corrían por todos los campos. o sea el primer día fue correr, y para ellos fue como volver a vivir”.
El profesor Harvey ha investigado los efectos de la pandemia en los jóvenes, para saber qué hacer en los años que vienen. Las noticias no son alentadoras.
“Va a ser difícil para las futuras generaciones volverlos a la normalidad, porque los músculos se pueden recuperar, pero los daños mentales no se pueden recuperar tan fácil”, dice el docente.
Sobre la aparente estabilidad que muestran algunos de los jóvenes advierte que “esta generación pareciera aguantarlo pero no es como creemos, uno vino a presentar una prueba de frente (presencial) y se puso a llorar”.
Según la encuesta de Unicef los jóvenes tienen problemas en el desarrollo de sus actividades diarias “46% reporta tener menos motivación para realizar actividades que normalmente disfrutaba. 36% se siente menos motivada para realizar actividades habituales”.
Y muchos de ellos están lidiando solos con sus problemas ya que “el 73% ha sentido la necesidad de pedir ayuda en relación con su bienestar físico y mental. Pese a lo anterior, el 40% no pidió ayuda”, advirtió Unicef.
Quienes han estudiado este fenómeno oculto tras las paredes de las casas durante la pandemia llaman a que se incentive la comunicación con los muchachos y se les permita expresar sus sentimientos, pero también llaman a las instituciones estatales para que implementen estrategias urgentes de acompañamiento y así prevenir una generación marcada por la soledad de la pandemia.