Desde muy joven, me di cuenta de que los libros eran más que páginas con palabras; eran puertas a universos desconocidos, espejos de nuestras emociones y mapas para entender la complejidad del mundo. Recuerdo cómo, al leer cuentos con mis padres, no solo aprendía nuevas palabras, sino que también exploraba emociones, comprendía diferentes puntos de vista y desarrollaba una empatía que las interacciones cotidianas no siempre ofrecían.
La ciencia respalda esta experiencia personal. Estudios han demostrado que la lectura activa múltiples áreas del cerebro, fortaleciendo conexiones neuronales y mejorando funciones cognitivas esenciales como la memoria, la atención y la comprensión . Además, leer en voz alta a los niños desde temprana edad no solo enriquece su vocabulario, sino que también fortalece el vínculo emocional entre padres e hijos, creando un entorno seguro y estimulante para el desarrollo emocional .
En un mundo donde las pantallas dominan gran parte de nuestro tiempo, es crucial recordar el valor insustituible de la lectura. No se trata de demonizar la tecnología, sino de equilibrar su uso con actividades que fomenten la imaginación, la reflexión y el pensamiento crítico. La lectura ofrece precisamente eso: un espacio para desconectar del ruido externo y conectar con nuestro mundo interior.
Además, la lectura en la infancia tiene un impacto duradero en el desarrollo social y emocional. Al identificarse con personajes y situaciones, los niños aprenden a manejar emociones, resolver conflictos y comprender la diversidad de experiencias humanas. Este aprendizaje temprano es fundamental para formar adultos empáticos y conscientes de su entorno .
Es esencial que como sociedad fomentemos el hábito de la lectura desde los primeros años. Esto no solo implica proporcionar acceso a libros, sino también crear espacios donde la lectura sea una actividad compartida y valorada. Iniciativas como talleres de lectura en comunidades vulnerables han demostrado ser efectivas para empoderar a niños y adultos, brindándoles herramientas para enfrentar desafíos y construir un futuro más prometedor .
En conclusión, la lectura es mucho más que una habilidad académica; es una herramienta transformadora que moldea nuestras mentes y corazones desde la infancia. Al fomentar el amor por la lectura en los más pequeños, estamos invirtiendo en una sociedad más empática, crítica y consciente.
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