Un ejemplo reciente es el de Pía, una perra terapeuta que trabaja en el centro de neurodesarrollo infantil Instrumenta, en Ciudad de México. Pía ayuda a niños con problemas de desarrollo y neurodivergencias a ser más autónomos, mejorando sus capacidades físicas, cognitivas, sociales y emocionales a través del juego y la interacción.
Además, en España, el Hospital Clínico Universitario Virgen de la Victoria en Málaga ha implementado un proyecto de acompañamiento emocional mediante terapia asistida con animales. Esta iniciativa busca proporcionar un respiro emocional a los pacientes a través de la interacción con perros entrenados, beneficiando tanto a los pacientes como a sus familias.
La selección de un perro para terapia es un proceso meticuloso. Según la Universidad Rey Juan Carlos, se busca que el perro sea tranquilo y paciente, capaz de expresar incomodidad a través de señales sutiles en lugar de recurrir a comportamientos agresivos. Además, debe estar libre de miedos o fobias que puedan interferir con su capacidad para desempeñarse de manera efectiva en diferentes entornos y situaciones.
Las razas más comunes en terapias asistidas incluyen el Labrador Retriever y el Golden Retriever, conocidos por su carácter sociable, inteligencia y facilidad de entrenamiento.
En resumen, los perros de terapia son aliados valiosos en la promoción de la salud y el bienestar humano. Su participación en programas terapéuticos y de acompañamiento emocional continúa expandiéndose, demostrando el poder del vínculo entre humanos y animales.
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