martes, 19 de enero de 2016

Desde los 12 años los niños comienzan a beber alcohol en Colombia


Un reciente estudio de la Fundación Nuevos Rumbos prende las alarmas por la edad promedio en que los menores se están iniciando en el consumo de esta sustancia.


Cada vez es más prematuro el inicio de los niños y los jóvenes en el mundo del alcohol. Un estudio que reveló este miércoles la Fundación Nuevos Rumbos  y la Fundación Bavaria deja en evidencia el poco cuidado que se le pone al consumo de esta sustancia entre los menores de edad. 


El estudio en el que participaron 9.677 estudiantes de Barranquilla, Bogotá, Bucaramanga, Cali, Florencia, Medellín, Tunja, Puerto Boyacá y Sabanalarga reveló que la edad promedio de inicio de consumo son los 12 años.

De los jóvenes encuestados el 70 % ha probado el alcohol, 55,7 % lo consumen, y lo más preocupante, es que al menos el 46 % lo hace en presencia de sus padres. 

Pese a que en el país hay acuerdos para intentar controlar la venta de alcohol entre los menores de edad, los resultados demuestran que Colombia aún necesita un trabajo arduo en este frente y compromiso por parte de la comunidad. Al menos, el 51 % de los encuestados compra alcohol sin ninguna dificultad. 

El manejo que le da cada familia al tema es determinante. Entre los resultados que arroja el segundo estudio realizado por la Corporación Nuevos Rumbos: el 22 % la última vez que tomó lo hizo en su casa, un 66,3 % afirma que algún adulto le ha pedido que compre alcohol y un 38 % toma en presencia de sus familiares. 

Estas cifras dejan en evidencia que muchos jóvenes están tomando como vía para el entretenimiento y las formas de acabar con sus problemas, el licor. 

Pero el consumo de alcohol no es lo único que preocupa, la flexibilidad de las normas que regulan el consumo entre ese sector, también. Puerto Boyacá es la población en la que más se les pide a los
menores que compren alcohol y Florencia donde se les vende más licor. 

Para enfrentar la problemática, en el marco de la estrategia Alianza +18 y con el apoyo y acompañamiento de FENALCO: en Bogotá, Barranquilla, Medellín y Cali se adelantarán jornadas para sensibilizar y capacitar a 5.000 tenderos. 

Como parte de las estrategias que se desprenden del estudio, se seleccionará un grupo de mil estudiantes entre 10 y 17 años en Tunja, ciudad donde los menores empiezan consumir alcohol a más temprana edad y más consiguen alcohol en las tiendas, para implementar una estrategia preventiva.

 

lunes, 18 de enero de 2016

Estos son algunos hábitos que afectan el sueño de los niños

Permitir que cambien sus horarios para dormir puede alterar sus rutinas.

Se recomienda que el uso de pantallas se haga en un tiempo prudencial y no inmediatamente antes de dormir.
Se recomienda que el uso de pantallas se haga en un tiempo prudencial y no inmediatamente antes de dormir.

Si su hijo es de los que piden más televisión, juego, agua, comida o se inventan las excusas más rebuscadas con tal de aplazar el momento de dormir, no hay que resignarse a que esa sea la discusión de cada noche. Aprenda a detectar cuál es el factor perturbador del sueño en su caso y a tomar medidas para corregir esta conducta.
Esta es una situación más común de lo que se cree. Así lo detectó una encuesta en línea hecha por Ipsos Public Affairs, para Netflix, a 7.277 padres con niños entre los dos y los diez años en EE. UU., Reino Unido, Francia, Canadá, Australia, Brasil y México.

El 61 por ciento de los adultos que se encargan de llevar a sus hijos a dormir se enfrentan con las creativas ocurrencias de los niños para retrasar este momento. Esta situación se lleva, en promedio, 20 minutos.
Miguel Dávila, neurólogo y especialista en sueño; Gloria Mercedes Isaza, psicóloga y terapeuta de familia, y Claudia Jiménez Chacón, psicóloga de la Asociación Afecto, hablan de las fallas más comunes en este proceso, pero coinciden en que lo primero que se debe descartar, al buscar alteraciones del sueño, es un problema biológico o trastornos de miedo y ansiedad.
Reloj biológico alterado
El ritmo biológico de las personas es modulado por el medio ambiente, que influye de manera directa en funciones orgánicas, como el sueño. Esto define los tiempos de vigilia y descanso, la actividad cerebral y hasta las funciones digestivas; los horarios y la costumbre son determinantes para que el proceso sea adecuado. En el caso de los niños, los papás deben tratar de que asocien la noche con cama, pijama y dormir, incluyendo viernes y fines de semana. De este modo se evitan desfases de ciclo circadiano (reloj interno que regula funciones biológicas); sábados y domingos pueden permitirse modificaciones mínimas al levantarse y acostarse, pero nunca extremas, para evitar que los lunes sea difícil levantarse y retomar las actividades escolares.
El ritmo interno del cerebro es de 25 horas; por eso para las personas es más fácil acostarse más tarde que temprano, es decir, hay una hora de sobra, pero si se vuelve costumbre correr la hora de sueño se van a ver alterados los buenos hábitos.
Un estudio publicado en el International Journal of Obesity (2014) aseguró que los niños que duermen menos de diez horas diarias tienen un mayor riesgo de ser obesos. El desequilibrio de los horarios de sueño provoca mayor apetito al día siguiente, lo que favorece, además de la obesidad, la aparición de diabetes y problemas cardiovasculares.
No a la luz azul hasta tarde
El uso excesivo, y hasta altas horas de la noche, de dispositivos electrónicos puede ser adverso porque estos aparatos producen una luz azul que puede ser interpretada por el cerebro como luz día, lo que altera la producción de melatonina, y esa deficiencia entorpece la posibilidad de dormir. Televisores, celulares y tabletas usados hasta el momento inmediatamente antes de dormir no son lo más recomendado por los especialistas; su consejo es que sean utilizados, idealmente, hasta dos horas antes de ir a la cama.
Un estudio de la Universidad de Harvard, publicado esta semana en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, concluyó que la luz azul afecta negativamente el sueño y el estado de alerta matinal. De otra parte, una publicación en Pediatrics (2014) aseguró que cada hora extra de televisión está asociada con siete minutos menos de sueño en los niños.
Ahora, en los casos de niños que sufren de pesadillas y miedo es posible usar un bombillo pequeño de bajo voltaje rojo, para que no se frene el proceso de producción de melatonina.
Ojo con el mal manejo de la autoridad
De acuerdo con especialistas, los niños viven en una permanente medición de fuerza con sus papás y prueban a ver qué tanto ceden ellos a sus pretensiones.
Algunos niños no quieren dormir porque se niegan a perderse a lo que ellos consideran más diversión.
Vale anotar que aunque se pueden hacer negociaciones, estas se deben dar en los términos planteados por los papás, no por los niños. Por ejemplo: si el niño quiere ver su programa favorito, puede hacerlo en el horario que los mayores definan; también se puede acordar verlo al día siguiente, de manera que los ciclos de sueño no se vean alterados.
Uno error frecuente que cometen los papás es tratar de compensar el poco tiempo que se vieron en el día con sus hijos, permitiendo que sean ellos quienes pongan las reglas en las noches. Otra situación errada es condicionar el horario de dormir de los niños con el regreso del trabajo de los adultos que, suele ser muy variable.
Por otro lado, hacen mal las familias que permiten que la hora de dormir adquiera características de castigo, es decir, está mal decirles: ‘por portarte mal te acuestas ya’. La mejor forma de manejar la disciplina es que el niño tenga una rutina establecida desde muy pequeño con acompañamiento, motivación y persistencia.
Si el niño insiste en dormir con sus papás, no se rinda e intente acostumbrarlo a su espacio e independencia. En la creación del hábito es muy buena idea dedicar los momentos previos al sueño a leer un cuento, charlar, hacer masajes o tomar una ducha.

domingo, 17 de enero de 2016

Corte falla contra universidad que inadmitió a un joven que no podía oír

La Corte Suprema le recordó al Ministerio de Educación que es su obligación garantizar que estudiantes con discapacidad auditiva cuenten con la asistencia de intérpretes.
Corte reclama a Universidad Agustiniana por no admitir a joven sordo

Aunque parezca increíble, hay entidades y organismos privados que siguen promoviendo la discriminación de personas que padecen algún tipo de discapacidad. Las universidades, sorprendentemente, son unos de los escenarios  dónde se sigue gestando esa desigualdad. Así lo evidencia un fallo de tutela en el que la Corte Suprema de Justicia pide corregir esa situación.

En la decisión, la Sala Civil del alto tribunal le recordó al Ministerio de Educación cuál es su deber legal en casos como estos. Por eso, le indicó que es la autoridad responsable de garantizar que estudiantes con discapacidad auditiva puedan ser asistidos por intérpretes al servicio de las instituciones educativas.

La alta corporación se pronunció así frente al drama que vivió un joven de 22 años al que se le impidió el acceso al programa de gastronomía que ofrecía una universidad de Bogotá por el déficit auditivo que padece. Aunque la institución niega que sea esa la razón, la Corte indicó que sí lo es y que se trata de un caso de discriminación, que además viola los derechos a la educación y a la igualdad del estudiante.

El tutelante es un joven de solo 22 años que buscaba matricularse en el programa de gastronomía que ofrece la Universidad Agustiniana de Bogotá. Él padece de un problema de discapacidad auditiva que le ha generado una pérdida de la capacidad laboral de más del 50 %. Por eso, cuando presentó la entrevista para tratar de acceder a un cupo, lo hizo a través de de una acompañante.

Los resultados de la entrevista obligarían al adolescente a renunciar a su sueño de ser un profesional en gastronomía, al menos en esa institución. Esta rechazó su solicitud de ingreso por considerar que sus respuestas no eran producto de la expresión de su voluntad sino la de su acompañante.

Pero, a pesar de haber fracasado en este primer intento, el joven no se rindió. Interpuso una acción de tutela en la que buscaba ser admitido en el programa y que se le garantizara la asistencia de un intérprete.

La Corte Suprema le dio el sí. Además, reprochó la decisión de la universidad de no admitirlo en ese programa académico, al considerarlo un caso de discriminación a las personas discapacitadas. Por eso, ordenó matricularlo y contratar un intérprete, que le permita a este estudiante superar cualquier problema de comunicación.
 
“(…) Si la entidad accionada en sede impugnación aduce que la inadmisión del interesado se determinó porque este no cumplió con el perfil profesional para el programa de gastronomía, según la última entrevista realizada, ello ineludiblemente tiene que ver con dicha discapacidad, pues el establecimiento educativo de educación superior estableció que no tenía la suficiente vocación a partir de lo expresado por una 'intérprete' improvisada”, dice la sentencia.

Además, advirtió que ni el Ministerio de Educación ni la Universidad Agustiniana de Bogotá pueden desconocer su responsabilidad de garantizar la presencia de personal que, ante la llegada de estudiantes que sufran de discapacidades, estos no tengan que enfrentar ninguna barrera que sea consecuencia de su padecimiento.

“De los citados preceptos normativos se extrae, sin lugar a equívocos, que los establecimientos que prestan el servicio de educación, ya sean privados o públicos, tienen el deber de suministrar el servicio de guías intérpretes a las personas con discapacidad que accedan a los programas académicos ofertados”, concluyó la Corte. 

sábado, 16 de enero de 2016

Cuando a las niñas las maduran a la fuerza

Publicidad, televisión y hasta juguetes incitan a que pequeñas adopten comportamientos impropios.

Los especialistas dicen que a las niñas se les debe enseñar que su valor no está en su apariencia, sino en su ser.
Los especialistas dicen que a las niñas se les debe enseñar que su valor no está en su apariencia, sino en su ser.

Por causa del bombardeo mediático y el fácil acceso a dispositivos tecnológicos y redes sociales, las niñas están adquiriendo comportamientos que no son propios de su edad, sino de mujeres adultas.
Poco a poco ellas han ido reemplazando las actividades infantiles por las relaciones amorosas, la preocupación por lucir una figura que sea aceptada, la moda, el maquillaje y formas de socializar que no son precisamente las normales para su edad.

Steve Biduph, psicólogo australiano, explica este fenómeno social en su libro Criando niñas en el mundo de hoy, en el que asegura que esta situación se presenta porque las pequeñas son blanco constante de mensajes que refuerzan los estereotipos de belleza que impone la sociedad, como la delgadez y el lucir sexy. Por esa razón, asegura el experto, incluso las edades han cambiado; es decir, ahora una niña de 12 años hace lo posible por verse como una de 16.
Hasta las series animadas, que son en muchos casos referentes infantiles, cuentan menos situaciones divertidas, fantásticas y entretenidas, y se concentran en aquellas que giran en torno al amor de pareja, la moda, la ropa y la apariencia.
Así las cosas, señala Antón Álvarez Ruiz, de la Universidad Complutense de Madrid, en su artículo Efectos de la publicidad y los medios de comunicación en el público infantil, “la publicidad actúa en sinergia con los demás medios de comunicación, acelerando la maduración anticipada de las niñas de una forma artificial, como en un gigantesco invernadero social”.
No es sencillo, sin embargo, que una niña se aísle de esa dinámica de maduración a la fuerza, cuando hasta las muñecas con las que juegan lucen sensuales y adultas.
Este punto fue abordado en el informe ‘TV y estrategias para el fomento del consumo en las niñas’, publicado en la ‘Revista Científica de Educomunicación’ (2008).
Su objetivo era analizar la presentación de muñecas como las Barbies y las Bratz, que muestran una apariencia sexy, con jeans descaderados, croptops y maquillajes exagerados; los autores concluyeron que estos juguetes no solo reafirman estereotipos sociales, sino que inciden en los cambios de comportamientos de las pequeñas, “lo que además limita el desarrollo integral de la mujer”, dice el documento.
Vivian Quintero, psicóloga de Red PaPaz, señala que el resultado de toda esta exposición y presión social que se ejerce sobre las niñas desde distintos canales, es muy evidente en la sola forma de vestir de muchas de ellas, que incluye prendas de mujeres adultas, “otras –dice la especialista– van con brillo labial y esmalte al colegio; pero en realidad, ese no es el problema, sino su excesiva preocupación por lucir bien, por verse grandes”.
Según Quintero, una de las consecuencias indeseables que trae esa obsesión por la apariencia es que en esta sociedad que aún cree que la forma de vestir de las mujeres es un motivo para irrespetarlas, las niñas podrían correr el riesgo de que sean víctimas de acoso y abuso sexual, eso sin contar con que de este modo se abre el camino hacia relaciones sexuales tempranas.
Otro efecto preocupante son los trastornos de la conducta alimentaria (TCA). Un estudio de la Universidad Nacional sobre el tema, hecho con adolescentes de Bogotá, encontró que la presión que se ejerce en las niñas, de tener un cuerpo socialmente aceptado, es el principal detonante de trastornos de este tipo (de los que hacen parte la anorexia y la bulimia).
De acuerdo con el informe, publicado por la Agencia de Noticias UN, “son alteraciones mentales que tienen en común una intensa preocupación por el peso, los alimentos y la figura corporal. Quienes las padecen tienen conductas anormales, como usar purgantes, laxantes o diuréticos de forma compulsiva y abundante. También se inducen el vómito”.
¿Y los papás?
Aunque es consciente de la enorme presión que imponen los mensajes que reciben las niñas por todos los canales, Ligia Torres, psicóloga del colegio Nuevo Gimnasio, considera que, en buena medida, su impacto es responsabilidad de los padres de familia.
“Los papás son quienes deciden qué ven sus hijos y por cuánto tiempo –señala la especialista–, qué ropa usan y proporcionan el maquillaje y los accesorios que ahora se ven en las niñas. Ellos dejan la crianza en manos de la televisión”.
La psicóloga también se refiere al ejemplo que les dan papá y mamá a sus hijos: “Si la madre es esclava de la publicidad, si tiene como prioridad ser seductora y si le rinde culto al cuerpo, la niña va a seguir ese patrón”, explica.
En eso coincide Gloria Isaza, orientadora y psicóloga, quien añade que la expresión de la sensualidad ha variado en la mujer de hoy; por eso –dice ella– no es raro ver madres sensuales y con un pensamiento posmodernista. En ese orden de ideas, “sin darse cuenta, los papás pueden estar promoviendo en su hija una aceleración del comportamiento sensual. En las fiestas de cumpleaños, por ejemplo, es normal que los papás hagan que se maquille a sus pequeñas”.
Ahora, Isaza aclara que es normal que una niña quiera jugar a maquillarse y a ser mamá, pero advierte que cuando su apariencia se convierte en una obsesión, si no se interesa por juegos infantiles y cuando usa un lenguaje o una actitud que no es propia de su edad son señales de que algo raro está pasando.
Hablen con ellas
Los especialistas dicen que a las niñas se les debe enseñar que su valor no está en su apariencia, sino en su ser. Las psicólogas Ligia Torres y Vivian Quintero advierten, además, que la forma de contrarrestar los mensajes mediáticos no está en prohibir, sino en hacer un acompañamiento eficaz. ¿Cómo? Descubriendo a la niña, entendiendo sus intereses y sentimientos.
“Cuando los papás detectan que sus hijas están obsesionadas por su apariencia, deben preguntarles qué las ha llevado a pensar así y, luego, explicarles las razones por las cuales está mal centrarse tanto en la belleza”, dice Quintero. La especialista agrega que lo ideal es dar otras opciones, como actividades extracurriculares que desarrollen sus talentos y destrezas para que se den cuenta de que ser atractivo no es lo más importante.
Isaza considera que padres e hijos deben aprender a respetarse y amarse tal y como son. “De esta manera, ninguna presión social permeará el comportamiento de nuestras pequeñas”.

viernes, 15 de enero de 2016

Conozca los riesgos de las actitudes autoritarias en la pareja

El desequilibro en el tipo de relación que se establece puede ser un factor de conflicto.

Las personas autoritarias tienden a ver las situaciones en términos absolutos y no permiten negociar.
Las personas autoritarias tienden a ver las situaciones en términos absolutos y no permiten negociar.

Parte de los acuerdos, implícitos o explícitos, que se dan al interior de la relación a lo largo de toda su historia, están dados alrededor del ejercicio de la autoridad, el uso del poder y la capacidad de influencia sobre los proyectos de la pareja. Es un hecho normal que cada miembro asuma roles diferentes, lo que en la realidad implica que uno tome más la iniciativa que el otro, asuma una mayor cantidad de responsabilidades o decida sobre ciertos asuntos. En este contexto resulta de utilidad a los propósitos comunes y se asocia a sentimientos positivos como la confianza, la seguridad, la estabilidad o la protección por el otro.
Sin embargo, esto no siempre sucede de esta manera y en muchos casos el que uno o ambos miembros de la pareja actúe de manera dominante puede ser un factor de conflicto que lleva incluso a rupturas definitivas. Como se dice coloquialmente “el hacerlo a mi manera” o “es como yo digo” se vuelve un tema de discusión y confrontación permanente por muchas razones, entre ellas porque con frecuencia se traduce en que quien domina tiene una actitud autoritaria que supone tener siempre la razón, querer controlar al otro, descalificarlo o no tener en cuenta sus opiniones, sentimientos y necesidades.

Por su parte quien se siente dominado puede llegar a experimentar de manera importante sentimientos de miedo, minusvalía y falta de confianza en sí mismo. Con frecuencia, las personas muy dominantes tienen estándares muy altos que la pareja no logra alcanzar por más esfuerzos que haga, generando una sensación de “no dar la talla”.
Esta dinámica negativa lleva a acumular rencor y resentimiento afectando muchas áreas de la vida de la pareja como la comunicación, el afecto, e incluso la sexualidad.
Cuestión de acuerdos
La dominación por parte de uno de los miembros de la pareja puede ser signo de que hay poca comunicación efectiva y que no se acude al diálogo para establecer acuerdos de manera conjunta que permitan una mejor convivencia.
Hoy las relaciones se plantean en términos más equitativos, por lo que decidir sin consultar al otro, querer mandar sin pedir su opinión, determinar qué, cómo y cuándo se hacen las cosas, genera tensión, inconformidad y malestar. Tener como único criterio su propio punto de referencia puede desvalorizar al otro, ignorando sus aportes y, en últimas, vulnerando sus derechos.
Tener el dominio en algunas áreas de la relación tiene ventajas cuando se da en el marco del respeto por el otro. Es decir, a través de un consenso y acuerdos, y no de la imposición. Muchas parejas resuelven de manera concertada que cada uno tenga unos roles en los que tendrá mayor campo de decisión. Igualmente, si se trata de avanzar como pareja, resulta más productivo trabajar en equipo.
Actuar habitualmente de manera dominante puede ser un rasgo de personalidad, que en muchos casos se asocia a irascibilidad, intolerancia y dificultad para controlar las reacciones. Las personas autoritarias tienden a ver las situaciones en términos absolutos, lo que deja poco espacio a la concertación o la negociación, herramientas muy útiles a la hora de responder a las exigencias propias de la convivencia.
También responde a una manera de educar que ha relacionado esta actitud con virtudes como la valentía, la fortaleza y el liderazgo. Aunque tradicionalmente está asociado especialmente a lo masculino, va más allá del género. El hecho es que imponer puede generar desequilibrio y ser evaluado por la otra persona como un acto que afecta su libertad, dignidad o autoestima.
Muchas veces el dominio sobre la vida del otro se ve como algo normal, incluso por ambos miembros de la pareja. Expresiones como “es que si no le digo como hacerlo se equivoca”, “si hace lo que yo digo se va a ahorrar un sufrimiento” dan cuenta de esto.
Pero esto es precisamente lo que lo hace peligroso, porque con las mejores intenciones se termina haciendo daño al otro. Además, con frecuencia la imposición se expresa a través de un lenguaje de confrontación, desacreditación, humillación o maltrato. También a través de formas más sutiles, pero igualmente agresivas, como la indiferencia o la falta de comunicación o de afecto.
Recomendaciones
Como en todas las dimensiones de la relación de pareja, el objetivo es tener equilibrio. No se trata de abstenerse de tomar la iniciativa, defender las opiniones propias o dejar de asumir decisiones y responsabilidades por no herir a la otra persona. Es más bien no imponer con la fuerza, tener un trato despótico o ser intransigente.
* Uno de los grandes retos que tiene la persona autoritaria es identificar las distintas formas de ser dominante. Algunas veces se da de manera abierta, fácilmente reconocible, pero otras son más sutiles. A veces es importante solicitar ayuda psicológica.
* Dar espacio para conversar sobre las quejas de la pareja acerca de sentirse sometida, no tenida en cuenta o desvalorizada.
* Entender el desacuerdo como parte de la pareja y no como algo personal.
* Permitir que la otra persona tome decisiones, asuma responsabilidades, pero que también se equivoque, cometa errores o no tenga todas las respuestas. Esto valida al otro como persona y enriquece la relación.
* Expresar el desacuerdo con amabilidad y respeto. Para ser firme no hay que recurrir a gritos, insultos, amenazas físicas o verbales, burlas o comentarios hirientes.
* Para cambiar una actitud dominante hay que comenzar por vencer la tendencia a querer tener siempre la razón, y sigue con reconocer la valía de la pareja, sus derechos a pensar diferente, y a actuar con autonomía y libertad.