domingo, 14 de junio de 2015

Carta a mi papá

Papá querido: Como hoy es el día del padre, te tengo un regalo-sorpresa, algo lindo que estoy seguro te gustará. Se trata de una carta en la que quiero decirte, en primer lugar, que te quiero de aquí hasta el cielo y que encuentro que eres el mejor papá del mundo. No te cambiaría por ningún otro, aunque ese papá tuviera muchos autos, mucho dinero y muchas motos. En segundo lugar ¿te gustaría saber qué cosas son las que me gustan de ti? Aquí va una pequeña lista de cualidades tuyas que admiro y que me hacen ser un niño feliz.

Me gustan tus manos fuertes que me levantan cuando me caigo y me hacen cosquillas cuando estamos jugando; me gusta tu risa que resuena por toda la casa, tus habilidades para arreglar cualquier desperfecto de la casa, tu voz, cuando la escucho por las noches conversando con la mamá o cuando suena firme pero amorosa al corregir los errores que cometo a menudo. Raras veces me gritas y casi nunca me amenazas, ni me pegas cuando me porto mal.

Me gusta que llegues temprano, porque cuando tú estás en casa, me siento seguro, se me acaba el miedo y me vuelvo valiente y confiado. Me gusta que te intereses por mí, por lo que pienso, por lo que digo y por lo que hago. Así me siento importante y valioso ante tus ojos y delante de la mamá. Además, cuando estás en casa, te puedo preguntar las cosas que no entiendo de las tareas. Me resulta mejor que buscarlas en un libro, en un mapa o en un diccionario. Claro que a veces tú me obligas a investigar por mi propia cuenta y siempre me estás diciendo que se aprende mejor de este modo.

Me encanta que de vez en cuando me invites a salir solo contigo, cuando vamos al estadio a ver nuestro equipo de fútbol preferido y los dos nos paramos al mismo tiempo cuando el partido se pone interesante y quedamos roncos de tanto gritar los goles. Eres un papá amoroso que me enseñó también a andar en bicicleta, me ha enseñado los secretos para ser un buen delantero de nuestro deporte favorito y cómo elevar un volantín que llegue lejos, lejos.

¿Te acuerdas el verano que salimos en carpa y nos pasamos una semana viviendo a orillas de un lago? ¡Cómo nos divertimos los dos recogiendo moras para llevárselas a la mamá que quería hacer mermelada y cuando pescamos un salmón como de 2 kilos, después de estar toda una mañana con los anzuelos lanzados en el agua! Nunca se me va a olvidar que esa mañana me contaste cómo habías aprendido a pescar con el abuelo y con un primo tuyo.

Papá querido, quiero decirte que muchas noches, cuando rezo, yo le doy gracias a Dios por ti y cuando me acuerdo de lo contento que estoy de tenerte como mi papá le digo a Dios que te conserve conmigo hasta cuando yo sea grande. No te vayas jamás de mi lado, porque ahora que soy chico, te necesito cerca, muy cerca, como cuando me meto en tu cama y me lees las aventuras de Papelucho.
Además de esta carta, te regalo un carretón de besos y abrazos.

¡Feliz día papá!

sábado, 13 de junio de 2015

Tu hijo es un niño activo o pasivo?

¿Tu hijo es un niño activo o pasivo?

Los niños aprovechan su tiempo libre para realizar actividades que durante el día no pueden realizar debido a sus obligaciones escolares: montar en bicicleta, practicar juegos deportivos… Si bien suelen organizarse por sí mismos y encontrar sus propios juegos, agrupándose más o menos por edades e intereses comunes, conviene que los padres estén atentos cuando presentan por ejemplo, edades muy desiguales, porque en determinadas ocasiones, se crean dependencias, rechazos y situaciones conflictivas  en las que se hace necesaria la intervención de algún adulto. Estas intervenciones deben ser mínimas y cuando la situación lo requiera, ya que es el propio niño quien debe encontrar su lugar entre sus compañeros. En el caso del niño que no participa en los juegos con los otros compañeros, se queda junto a sus padres u otros adultos, o simplemente se aísla sin motivo aparente, se le debe poner especial atención porque con frecuencia esconde sentimientos de inferioridad y desvalorización personal que sufre en silencio.

Cuidado con el aislamiento del niño pasivo

El caso de los niños que se encierran en sí mismos debe ser tratado con precaución y delicadeza porque detrás de esa pasividad suele haber una mente con una gran actividad, ensoñaciones y deseos que guarda celosamente. En estos casos, los padres deben ser prudentes e inteligentes, no deben forzar a su hijo a que les diga qué piensa o siente, sino preguntarse por la relación con sus hermanos y, sobre todo, tratar siempre de darle la oportunidad de que hable y de que pueda darse cuenta de que tiene lugar entre su familia. El niño pasivo suele ser obediente, aunque tenga momentos de terquedad; esto hace que no plantee problemas y los padres lo valoren como una ventaja, sin darle importancia que merece. Los padres deben plantearse qué elementos de la vida familiar pueden influir en él y, en caso de que no fuera posible a través de este acercamiento ayudar a su hijo, consultar a un psicólogo.

El esparcimiento de los niños

Los niños necesitan realizar actividades cuya finalidad sea disfrutar y divertirse. La edad suele determinar el tipo de esparcimiento preferido. Los juegos y juguetes son elegidos según los intereses, tanto personales como de grupo. Durante los fines de semana es cuando se presentan más momentos de esparcimiento. Además, los espacios libres son los lugares que los niños suelen preferir, sobre todo los de 10 o 11 años, porque a esta edad se muestran ya con toda su independencia, organizándose en grupos para hacer sus excursiones y salidas. El proceso de socialización adquiere mayor importancia, al ir prevaleciendo las actividades de relación con los compañeros sobre los juegos individuales, en los que la amistad es todavía un modo de estar juntos, pero sin llegar aún al período organizativo.

Los niños menores necesitan un poco de atención, aunque esto dependerá de varios factores. En primer lugar, hay que tener en cuenta si el niño puede valerse por sí mismo y, luego, todos los peligros que presente el lugar escogido, como las carreteras cercanas, los ríos o los estanques. Son factores que se tendrán en cuenta para los niños de cualquier edad, pero en especial para los más pequeños, que deben estar controlados por una persona mayor en todo momento. Los padres deben hacer compartir a sus hijos, y demás niños que estén con ellos, su preocupación por los riesgos del lugar e impartir unas normas, para que éstos puedan asumir los cuidados y responsabilidades de sus actos.

viernes, 12 de junio de 2015

De la dependencia a la independencia gracias a la escuela

De la dependencia a la independencia gracias a la escuela

En la escuela se le exige al niño una autonomía afectiva y una madurez de personalidad que en los primeros cursos todavía no tiene. El niño tiene que compartir la figura de la maestra con otros niños y de ella le llegarán mensajes nuevos y con escasos contactos corporales.
Hacia los 7 o 8 años, las relaciones con los adultos están estrechamente vinculadas con la necesidad de autoestima. Más adelante, esta dependencia se manifiesta en querer ser reconocido por medio de sus resultados escolares.
Al llegar a la adolescencia, se le exigirá madurez y equilibrio justo en el momento en que vive una gran confusión personal.
En la escuela, el niño entra en contacto con el mundo social. Esto requiere una estabilidad en las pautas que se le plantean, para que pueda ir acomodándose  a ellas y orientar su conducta eficazmente. El maestro procura que el niño sienta la necesidad de cumplir unas normas y de asumir su responsabilidad a partir de los acuerdos pactados entre todo  el grupo de la clase. El niño tiene que aprender a saber escuchar, guardar su turno y no molestar o ridiculizar a los otros niños. Cuando los niños descubren las ventajas que conllevan el orden y el respeto de las normas, ven que cada acto indisciplinario es un problema que afecta a toda la clase.

El caso de las actividades en grupo

Durante la etapa preescolar las actividades de grupo se organizan bajo la guía de un adulto que hace las veces de líder y coordinador. A esta edad, los niños tienen ciertas limitaciones para establecer relaciones con sus iguales. El egocentrismo, la labilidad en su atención, el derecho a la propiedad (“es mío”) y la ignorancia de las reglas de juego (“no vale, yo no he perdido, comenzamos de nuevo”) provocan conflictos con la interrupción o extinción prematura de muchas relaciones entre el grupo de niños.

A partir de los siete años, a medida que se incrementan las relaciones con los otros niños, se produce un distanciamiento de la influencia de los adultos. Progresivamente, la participación de los niños en las actividades de grupo se hará más frecuente, así como la tendencia a aumentar el número de niños que integran el grupo. Su evolución les permite asimilar reglas más complejas y buscar resultados colectivos. Se hacen más patentes los aspectos que definen la organización de los grupos: la división de las funciones y una diferenciación de papeles y estatus. A esta edad también pueden asumir de forma más rigurosa las reglas del juego y hacen su aparición los juegos competitivos y los deportes.

jueves, 11 de junio de 2015

El juego y el orden en los niños de 3 a 6 años

El juego y el orden en los niños de 3 a 6 años

Hoy hacemos un recorrido por las edades del niño pequeño y su forma de entender el juego y también el orden.

De 3 años

A la edad de 3 años, el niño ya ha adquirido un dominio perfecto del sentido del equilibrio, que se demuestra cuando anda y cuando corre. Es entonces cuando más disfruta imitando a los adultos, por ejemplo al simular que conduce un coche, ayudando en las tareas domésticas o cuando juega a los médicos con otros niños.

De 4 años

Aparece un elemento psicológico importante: el compañero imaginario con el que habla y comparte sus juegos. Es una edad de gran valor imaginativo. Aparecen los secretos, que le dan una sensación de independencia hasta entonces desconocida.

De 5 a 6 años

Aparece ahora en el niño un comportamiento de mayor autonomía y ya se le puede asignar alguna responsabilidad. Sabe expresar claramente sus pensamientos y aprende a través de la imitación de las actividades de sus padres. Aparece también la tendencia a formar grupos de niños y grupos de niñas para jugar, aunque también pueden jugar juntos a veces.

El compañerismo

En el periodo que va entre los 3 y los 6 años aparece un aspecto importante que tiene que ver con el proceso de socialización: la importancia de los amigos y compañeros.
Los juegos se hacen menos individuales y más participativos. Poco a poco el niño tiene más en cuenta la opinión de los amigos y asume los valores del grupo. La principal dificultad reside en encontrar su propio lugar entre los demás, sin sentirse rechazado o excluido.
Los padres tienen que animar a sus hijos a relacionarse con otros niños, pero sin anular su espontaneidad.
La socialización implica compartir sus cosas con los otros niños y aceptar las reglas implícitas en los intercambios sociales.

Un lugar para jugar

A los 5 o 6 años ya han iniciado la escolarización, que implica tener que pasar unas horas al día en un lugar regido por unas normas de comportamiento. Por eso es recomendable que los padres les permitan que jueguen a sus anchas después de la jornada escolar, al aire libre o en una habitación en la que ni molesten ni sean molestados. Además del espacio físico, hay que otorgarle un espacio personal.
Son muchas las horas de ausencia, y los momentos que se pasan juntos deben servir para entablar un diálogo, para mostrar un interés por las cosas del hijo.

Imponer un orden

Todos los padres quieren que sus hijos sean ordenados y la habitual ausencia de orden suele ser una fuente de conflictos. No conviene inculcarles el orden antes de los 4 o 5 años, ya que es a esa edad cuando están capacitados para comprender y valorar lo que se les dice. Ante todo, es preciso que los propios padres sean ordenados y que los hijos vean como sus padres organizan y ordenan.
Un niño desordenado puede identificarse con un padre desordenado, es decir, que el niño hace como el padre.

Para los niños el orden no tiene la misma importancia que para los adultos. Cada persona encuentra su manera de ser ordenada, su propio orden. El niño encuentra el suyo alrededor de los 14 o 15 años, aunque ya comienzan a poner orden en sus cosas por si mismos a partir de los 8 años. La condición para que así ocurra es contar con un rincón propio, particular y a ser posible que puedan cerrarlo con llave si así lo desean. No obstante, el orden se adquiere, fundamentalmente, con el ejemplo de los padres. Lo mismo pasa con el resto de responsabilidades. Los niños aprenden lo que ven en casa, por eso si queremos hijos responsables y ordenados, debemos predicar con el ejemplo. Sin embargo, sí hay algunas cosas que podemos hacer los padres para fomentar la responsabilidad de nuestro pequeños. Si quieres saber cómo estimular o cómo marcar pautas eficaces para conseguir este cometido, 

miércoles, 10 de junio de 2015

Aprendiendo a compartir

Aprendiendo a compartir

Jugar con los demás es todo un aprendizaje, ya que ayuda y obliga al niño a integrar unas normas sociales, que vienen impuestas por los valores educativos. En el juego tendrá que empezar a compartir y deberá aprender que él no siempre puede ser el mejor. Ese aprendizaje resulta lento y dificultoso. Está lleno de contradicciones con los padres, y no entiende por qué le piden que deje sus juguetes a otros niños. Se encuentra en el principio de sus relaciones, donde el tiempo dedicado a establecer contacto con los demás es limitado y depende mucho del interés del niño.
En casa, en su ambiente y en su habitación resulta difícil compartir los juguetes con los demás. La actuación de los padres será decisiva para que el niño aprenda a compartir. Durante el aprendizaje, se enfada y enfurruña en muchas ocasiones, actitud que resulta molesta para los padres; pero esa oposición es positiva para formar su personalidad. No es beneficioso que esté siempre dispuesto a ignorar lo que quiere, supeditándose a lo que dicen los demás. Los padres no deben tomar una actitud amenazante ni obligar al niño a que deje sus juguetes a otros niños; con una actitud de tolerancia y comprensión, éste aprenderá que el juego compartido puede ser más divertido que jugar solo.
Las peleas no pueden evitarse a la hora de compartir los juguetes. En casa es donde el niño es más posesivo y egoísta. En ella, se encuentra seguro y con más fuerza para exigir y reiterar que todo lo que hay allí es suyo. Cuando juegan varios niños es conveniente entablar una buena relación entre ellos, elegir juguetes que se puedan compartir y controlar un poco la actividad, teniendo en cuenta las características propias de cada niño. Los padres deben estar atentos a la situación y, cuando la ocasión lo requiera, ser participes para devolver la calma a la actividad del grupo.
Debes saber que…

  • Es muy típico ver a dos niños peleando por un juguete. Ambos quieren lo mismo, en un mismo momento. No entran en razones y lloran desconsolados por no poder conseguir lo que desean. Para suavizar la situación, será necesaria la intervención del adulto.
  • Tener hermanos es beneficioso para los niños. Ya desde casa, se acostumbran a compartir con otros. Son muchas las discusiones que hay entre ellos, por un juguete o por cualquier otro objeto, pero la relación conlleva más ventajas que desventajas.
  • A medida que el niño entra en el juego de las reglas sociales empieza una nueva concepción lúdica, donde el compartir, esperar y el saber perder, hacen valorar más el esfuerzo y la concentración en el juego.

martes, 9 de junio de 2015

Instagram para tu empresa “siempre visible”

Instagram para tu empresa “siempre visible”

Cuando comentamos esto y lo ponemos entre comillas es porque también es importante que nuestra empresa esté presente en las máximas redes sociales posibles. Es imposible estar en todas las que existen, pero sí que debes tener en cuenta y conocer las que más usuarios atraen.
Instagram para tu empresa
Instagram para tu empresa
Si navegas por Internet verás que en la página principal de muchas empresas aparecen en algún lugar de la home  (la página principal del site) los iconos de diferentes redes sociales: Facebook, Twitter, Pinterest, YouTube… Pero la red social de Instagram no suele estar entre estos iconos. ¿Quieres diferenciarte del resto de empresas? Pongámonos manos a la obra de una manera muy sencilla y descubre cómo aprovechar Instagram para tu empresa.

Cómo hacer útil Instagram para tu empresa

Instagram cuenta con páginas de ubicaciones con todas las fotos geolocalizadas que se han publicado. Si echas un poco de memoria, recordarás lo que a veces encuentras en Google Maps, cuando haces un zoom cercano a una localidad, muchas veces te sale el nombre del comercio/empresa que se aloja en dicho lugar. Esto sería algo parecido pero con fotografías, ya que Instagram es una red social basado en eso mismo, en fotografías.
Lo primero que harás es tomar una bonita instantánea de tu empresa. Normalmente lo harás de la parte exterior del edificio. Si consideras que el edificio no es muy bonito/relevante, también podrás hacerlo de las oficinas. Trata siempre de dar amplitud a la foto y que no sea de un puesto concreto o de una habitación concreta.
Una vez que la tengas, marca la casilla “Añadir a tu Mapa de fotos” y luego pulsa en “Nombra esa localización”. Selecci0na “Buscar” para ver si ya está creada la localización y si no lo está pues añádela. En el último paso, marca las redes sociales en las que quieres compartir la imagen y pulsa en “OK”.
De esta forma tan sencilla tendremos ya nuestra foto desde Instagram y vinculada a otras redes sociales. ¿Ha sido rápido no?

Instagram es una red social de fotografía y vídeo que está triunfando en Internet y genera muchas oportunidades laborales. ¿Quieres crecer profesionalmente como Marketing Online Manager? Infórmate en este enlace sobre cómo Deusto Formación puede ayudarte.

lunes, 8 de junio de 2015

La imaginación, el superpoder de los niños

La imaginación, el superpoder de los niños

A partir de los 2 años, los niños sorprenden a sus padres con una imaginación desbordante, capaz de inventar un juego absorbente con cualquier cosa. Una caja de cartón se convierte en una casa, un coche, un barco o una nave espacial; una sábana encima de dos sillas es un refugio, una tienda de campaña o una cueva. No es raro que el mejor amigo del niño sea un ser invisible para todos los demás, un amigo imaginario que a sus ojos tiene plena realidad, y con el que hay que contar. Otras veces, el amigo es un ser inanimado, como una muñeca o un osito de peluche, que escucha atentamente los consejos o el monólogo del niño. Los personajes de los cuentos, los juguetes y todo lo que rodea al pequeño cobra vida en su mente y le cuesta diferenciar entre los seres vivos y los objetos inanimados.

Jugar con muñecos

Durante algunos años, los muñecos son la válvula de escape a las fantasías infantiles, a la vez que se convierten en mudos y fieles compañeros de fatigas, tanto en los buenos como en los malos momentos. Para los niños de esta edad, los muñecos son seres animados con sentimientos y necesidades y con ellos reproducen las mismas actitudes que observan en los adultos.
Es recomendable que al jugar colaboremos y sigamos la corriente del niño en su relación con el muñeco, aprovechando la ocasión para hacerle reflexionar sobre los hábitos o las actitudes que debe tener con los demás. Debido a esta pasión por los muñecos, es aconsejable llevar a los niños, a partir de los 2 años, a sesiones de teatro infantil para que vean títeres o muñecos manejados por profesionales que les harán pasar ratos inolvidables. Asimismo, los títeres son juguetes que atraen a los pequeños porque los pueden manejar a su antojo y expresar, con distintos movimientos, actitudes o estados de ánimo de los personajes.

Los peluches

Pero, por más divertidos que sean los títeres, nada desbanca al peluche. El peluche es el muñeco rey por excelencia. Quizá sea su tacto suave o la gracia o el cariño que inspira a mayores y pequeños lo que le convierte en el mejor amigo del niño al que no abandona ni a la hora de irse a la cama. Con él, el niño suele reproducir las actitudes de los mayores.

¡Vamos a disfrazarnos!


Otra forma de dejar volar la imaginación del pequeño es con los disfraces. Por eso, no hace falta esperar al carnaval para disfrazarse. De hecho, es una de las actividades preferidas de los niños, especialmente a partir de los 2 años. Cuando son ellos los que toman la iniciativa, no hay que vetar su imaginación. Es precisamente ahí donde va a salir a flote la influencia que sobre ellos han ejercido los juegos, los amigos, los cuentos o la televisión. Una vez disfrazado, lo que más importa es mirarse al espejo y sentirse protagonista. No importa si la corbata del padre combina con la falda de mamá. Cuanto más estrambótico sea el resultado, mejor lo pasará el pequeño.