La conciencia sobre la salud, o tal vez el acceso a nuevas drogas, está impulsando a muchos millennials a la sobriedad como un estilo de vida. ¿Qué hay detrás de la tendencia?
Igual que sucedió con el cigarrillo, entre los millennials el alcohol ha perdido terreno.
Hace unas décadas, manejar borracho, tomar en sitios públicos u ofrecerles alcohol a los hijos pequeños era habitual. Lo mismo sucedía con el cigarrillo. Fumar dentro del cine, en los restaurantes, en la oficina o en la casa no era considerado de mal gusto ni peligroso. Sin embargo, hoy cualquiera que intente repetir estas acciones recibirá, como mínimo, una multa o un escarmiento social.
Este cambio cultural ha relegado, poco a poco, hacia espacios muy específicos la práctica social de tomar y fumar. Ahora, hay zonas libres de humo, y esta semana se radicó en el Congreso de la República un proyecto que pretende crear zonas libres de alcohol y drogas como parques metropolitanos, espacios deportivos y culturales. A esto se suma que las políticas públicas en salud son muy claras en advertir que tanto el humo como el trago son perjudiciales para la salud.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) demuestran que el tabaco es responsable de al menos 8 millones de muertes al año.
Primero sucedió con el cigarrillo y ahora parece estar repitiéndose con el alcohol. En una época fumar era sinónimo de distinción y diversión, pero su reinado empezó a declinar en los años setenta. Los científicos empezaron a publicar evidencia de que el tabaco estaba relacionado con el aumento de enfermedades mortales como el cáncer o los infartos. Muchos lo siguen consumiendo, pero, sin duda, hay un gran grupo de detractores que lo rechazan e intentan hacer pedagogía con los fumadores activos para erradicarlo. Y en algún punto tienen razón, pues las cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) demuestran que esta práctica es la responsable de al menos 8 millones de muertes al año. Entre ellas, 1,2 millones de fumadores pasivos.
Aunque, a simple vista, la industria del alcohol pasa por un buen momento y las cervecerías artesanales están a reventar, varios estudios señalan que entre los más jóvenes hay una tendencia clara a reducir su consumo. Un informe publicado por la OMS en septiembre de 2018, por ejemplo, evidencia que los adolescentes europeos beben cada vez menos. Y aun cuando el consumo sigue alto, el estudio registra que entre 2002 y 2014 el número de jóvenes que empezó a tomar alcohol a los 13 años cayó de 46 a 28 por ciento.
En Colombia, las cifras no son tan claras y los estudios no se ponen de acuerdo: mientras que el Observatorio de Drogas asegura que la ingesta de alcohol viene en aumento en toda la población, el Estudio Nacional de Consumo de 2016, realizado en población escolar por el Ministerio de Justicia, concluyó que la bebida de licor bajó de 51 por ciento en 2004 a 37 por ciento en 2016. Y en población universitaria cayó de 58 por ciento a 55 entre 2009 y 2016. Julián Quintero, sociólogo, activista y experto en políticas de drogas, advierte que, si bien el consumo de alcohol se está reduciendo, el de las sustancias psicoactivas está creciendo, especialmente entre los jóvenes.
La evidencia muestra que tomar licor en exceso puede desarrollar más de 200 enfermedades y trastornos.
Las razones que motivan a los millennials para alejarse del licor son varias. Entre estas se destaca el entusiasmo generalizado por el bienestar y el cuidado personal. En internet, la sobriedad ya es una moda que cada vez toma más fuerza. Y la prueba fehaciente es la organización sin ánimo de lucro Sober Movement, que solo en su grupo privado de Facebook tiene más de 17.000 seguidores. En su biografía explican que no son un simple programa de rehabilitación, sino que promueven la sobriedad “como un estilo de vida”. Publican fotos de personas sonrientes y satisfechas de sí mismas, mientras hacen actividades como surf o se ejercitan promoviendo etiquetas como #soberissexy (La sobriedad es sexi), #partysober (Fiesta sobria) o #endthestigma (Adiós al estigma).
Una de las caras más visibles de esta tendencia es el libro Sober Curious (Sobrio curioso), de la escritora británica Ruby Warrington. El texto, publicado en 2018, narra la historia de cómo esta joven decidió alejarse del alcohol tras iniciar sus clases de yoga, y fundó el Club SÖDA NYC, que cada tanto realiza eventos libres de licor para abstemios. Este camino ya se ha replicado en todo el mundo.
Warrington argumenta que el alcohol es el nuevo cigarrillo. No solo porque la ciencia respalda que su nivel más seguro de consumo es cero, sino porque el creciente interés de las personas en invertir más tiempo, dinero y energía en sentirse mejor, inevitablemente, desencadenará en que beban menos. La evidencia muestra que tomar licor en exceso puede desarrollar más de 200 enfermedades y trastornos. Sin contar que la OMS le atribuye 3 millones de muertes anuales en el mundo. Es decir, 5,3 por ciento de todas las defunciones.
Pero la tendencia va más allá del bienestar y no solo implica abandonar el trago definitivamente. Hoy son muchos los jóvenes que prefieren evitarlo o consumirlo de manera moderada por sus costos económicos y sociales. Además, consideran que no es necesario beber para pasarla bien. Una de ellas es Susana Restrepo, una paisa que a sus 23 años asegura no haberse emborrachado jamás. “No tomo porque no lo considero un estimulante social, la salud no es mi prioridad”, explica. Su razón para evitarlo es el ambiente en el que creció. “Mis familiares bebían demasiado, y los vi pasar la resaca y todo lo que implica el hecho de tomar”, concluye.
Si hace diez años conseguir una pastilla de éxtasis, LSD o ‘popper’ era imposible, hoy los jóvenes las obtienen en segundos a través de internet o WhatsApp.
En este punto, Quintero explica que las nuevas generaciones han crecido viendo a sus familiares beber, son conscientes de las consecuencias de los accidentes de tránsito por alcohol, el maltrato intrafamiliar o las violaciones de las que muchos son víctimas en este estado. Y esto también ha influido en que haya un rechazo. “Sin duda, los jóvenes están pensado en que quieren ser menos dañinos para la sociedad en todos los sentidos, y eso implica no perder tanto el control”, explica.
La moda de rechazar el alcohol no solo obedece a un despertar de la conciencia. También responde a un interés por experimentar con nuevas sustancias. Mientras que las antiguas generaciones crecieron con el miedo a probar algunas drogas, los millennials rompieron con ese estigma. Ellos, como lo advierte un experto, “No fueron educados con miedo, sino con la evidencia. Sus relaciones se basan en el conocimiento y, por eso, ante cualquier duda recurren a internet. Así como han aprendido que el alcohol y el cigarro son malos, también han cambiado su percepción sobre otras drogas como la marihuana”.
Esto está estrechamente relacionado con que hoy es mucho más fácil encontrar cualquier tipo de droga en el mercado. Si hace diez años conseguir una pastilla de éxtasis, LSD o ‘popper’ era imposible, hoy los jóvenes las obtienen en segundos a través de internet o WhatsApp. Incluso es posible recibirlas a domicilio. Todo esto podría generar un impacto en la industria del ocio, pues los establecimientos tendrán que cambiar para satisfacer las necesidades de sus consumidores.
Por ahora, aunque el tiempo solo dirá si esta moda se mantiene, cada vez más y más millennials son conscientes de que el alcohol ya no es el protagonista principal de las parrandas. El reto lo tienen ahora en otras sustancias.